Sobre Blácbuc de Juan Pablo Pereira
Por Ernesto González Barnert
A uno le cuesta hablar de los libros que ama, que solo quiere para sí, cuyos versos a uno lo llevaron de un lugar que creía final a nuevo, más cerca de sí mismo y a la vez más lejos de todo lo que creía hasta ese entonces. Uno de esos libros que obligan a seguir acostado leyéndolo. Que algunos sé no terminan para mantener ese estado de azoramiento lo más que se pueda, hasta que comparta con otro, cientos de otros, ese lugar de cabecera.
Blácbuc (Alquimia ediciones, 2010) es uno de esos libros.
…Creo que en Blácbuc se reinstala y posiciona una poética de la intimidad en su más alto nivel, es decir, una conversación privada, digamos en voz alta, en su máxima expresión y potencia, consigo mismo y abierta, no sin recelo, a la posibilidad de lectores, a la vieja usanza. A contrapelo o derechamente a rastras del discurso público que todo lo invade y domina… y de cualquier público objetivo, expectante. Pereira sabe que ninguna obra grande se hizo pensando en el lector. Y se autovigila de la fórmula –que tanto éxito da en Chile-, del gran poema que viene a hablar por boca de los que no, políticamente correcto, de conciencia social… esa challa grandilocuente y vacua atosigada de buenas intenciones y agitación de utilería.
Una poética de la intimidad que se sirve de la conciencia crítica del oficio tanto como de la familia, de su experiencia personal y literaria para lograr un libro que se equilibra con astucia entre una Obra selecta y un poemario redondo. Y donde cada poema no es la descripción de un hecho, es un acontecimiento en sí –como manda Robert Lowell-, complejizando como pocos su dimensión interior y resistencia a propósito del poder, el dinero, la iglesia, la literatura, la familia, el colegio, la universidad, el trabajo, la navidad, otros poetas, la amada, la biografía, el derecho, la historia, la fama, el fracaso, etc. Un libro que sabe que la obra mira hacia fuera desde dentro. Un libro terriblemente familiar. Indiferente, pero lleno de atención. Y como tal conciente de la canción de Crass, Punk Is Dead, “Los escorpiones pueden atacar, pero el sistema robo el aguijón". Por consiguiente, Juan Pablo Pereira (Stgo, 1978) levanta una resistencia sin la menor concesión a la fatuidad e insipidez del discurso público y su corrección política, sin recurrir a una literatura abyecta como respuesta o de acento mesiánico y víctimizante, sin ningún asidero en el poeta de carne y hueso. Por supuesto, sin perder lo esencial: tener algo que decir… esa cosa que paraba a los abuelos de sus abuelos como a mongoles y águilas al borde de un risco donde claramente no valdría vivir si no fuera por algo.
Ese “algo” que esta presente y a la vez velado en cada poema, es su propia posición donde como Hanshiro Tsugumo en Harakiri: “la mente suspicaz conjura sus propios demonios”. No sin heridas, cicatrices, oscuridades. Con la verdad a cuestas.
Ese lugar “donde sólo el arte es capaz de ir más allá de las apariencias, permitiéndonos adentrarnos en una realidad más genuina que la que nos rodea (…) El valor de la literatura estriba en saber encontrar ese universo fundamental, duradero y esencial en que se funden vida y materia" como escribe Saúl Bellow y lo reconocemos en la poesía de Pereira.
Sobre todo hoy, en que la dimensión pública de la realidad…de la ficción que constituye nuestra realidad se ha hecho cargo con todo su poder del lenguaje y la visualidad, de la sonoridad y expresión física del mismo, incluso en nuestro silencio interior. Sin duda, libros como Blácbuc, mis queridos lectores, son los que debemos leer y poner de cabecera porque nos salva del vacío y la nada en que mucha literatura de nuestra generación acampa al principio del Everest creyéndose en la cima, berreando de la manera más ridícula, aburrida y sin ideas propias “Generación de mierda”
La poesía debe resguardar algo más que un mundo hecho de lenguaje. Y estas palabras han sido dichas pero no lo suficiente. Con Blácbuc nos levantamos del asiento y asentimos con aplauso esta máxima, al paladear su universo rico y complejo en el que todo tiene sentido, te envuelve, sugiere, implica y conmueve. Aquí no avanzas una página sin que no veas nervio, fibra. Fascinante en su despliegue variopinto de imágenes que queman en la memoria y la lengua. Un poemario que nunca se te echa encima ni puedes echarle el guante. Tan contundente, tan dramáticamente estimulante, tan cruelmente exacto que duele. Francamente un libro negro en los campos de algodón de la poesía castellana. Verdaderamente apabullante, nada de mezquino, con gran acabado formal, de áspero trazado. En fin, uno de los mejores libros de estos últimos diez años yendo de un pueblo a otro, de noche, con solo una vela para iluminarse.