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Ennio Moltedo, «La noche»
Santiago-Viña del Mar, Ediciones Altazor, 1999, 59 páginas

Por Jorge Polanco Salinas

Publicado en 5 Luces, 5 de febrero de 2005



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En la tradición poética chilena existe un rasgo que se destaca: la insistente preocupación por Chile. A diferencia de algunas disciplinas que se piensan a sí mismas privilegiando objetos de estudios entramados en matrices entregadas por Europa o Estados Unidos, la poesía se nutre de aquellas orientaciones para rehacerlas desde Chile. Patricio Marchant había observado este fenómeno señalando la falta de urgencia del pensar filosófico chileno, en contraposición con la poesía que Marchant estudia a partir de Gabriela Mistral. En este sentido, el libro La noche del poeta porteño Ennio Moltedo continúa esta característica de gran parte de la tradición poética.

Moltedo escoge el título La noche como una imagen de la perturbación que provoca Chile. La noche es la metáfora de una penumbra diseminada de la patria, que no ha cambiado demasiado después de la dictadura o, dentro del itinerario poético de Moltedo, después de Playa de invierno (1985). En el libro predomina un diagnóstico desgarrado; la noche eterna es su punto de convergencia: “ «Noche, del latín nocte; éste del griego nyntos; y éste, a su vez, del sánscrito nakta. En alemán se dice nacht; en inglés, night; en italiano, notte; en portugués, noite; en francés, nuit; en catalán, nit; en walón, nute». En Chile la noche es eterna” (p.19).

Las sentencias cortantes características de la poesía de Moltedo, se muestran en este libro como el brillo de un filo, donde la palabra requiere punzar el presente, confrontada con un pasado revestido a su vez de una penumbra que no acaba: “Creíamos vivir, crecer, y sólo estábamos cavando para nuestro futuro eterno” (p.28). El recuerdo sigiloso que en poemarios anteriores estaba unido sobre todo al mar y a Valparaíso, en La noche enfatiza otros connotados: el mar contiene muertes y asesinatos. El Regreso al mar (1994) no es el mismo, no “nos encontramos —como dice el libro de 1994— frente a frente con la cara limpia del mar”. El mar es el lugar de encuentro con la desaparición, con el ocaso: “Me han enviado al fondo del mar. Sin oxígeno, por supuesto. En traje de calle y con sobre azul en la mano” (p.18).

La patria no existe o ya no puede ser aquella que alguna vez fue. Esta patria, “parienta desconocida” (p.57), provoca estupor y desencanto. En ella los muertos que no volverán, la huída y los asesinatos que han sido enmudecidos se perciben aún: “Si pones el oído sobre la tierra desnuda escucharás claramente el nombre de los asesinos” (p.17). El libro pareciera estar tejido en relación con una memoria exiliada, que busca secretamente cumplir el rito del funeral; el recuerdo de una historia que intenta enterrar a sus muertos. Por eso la continua indagación que gira en torno a la muerte se repite. Las frases cortas y concisas de la prosa poética se vuelven así más atingentes a los requerimientos del texto: la muerte no puede atenuarse.

Adolfo de Nordenflycht observó este aspecto estilístico en otro libro de Moltedo Concreto Azul (1967/2001), que también puede aplicarse al actual: “el trazo leve, la distancia, el enmudecimiento, la inmovilidad, el reflejo, revelan la capacidad negativa de una escritura que se construye deteniéndose para dar lugar a la aparición” (p.9). La detención de La noche la constituye esta estancia en sombras de la memoria insatisfecha, de una muerte que aparece entre la supuesta luz que ha vuelto, pero que en el país desea dejarse a la persistencia del olvido. “Mientras sigamos hablando para disculpar el ocaso siempre nos sorprenderá la noche y no habrá solución para mañana. Mañana será el eterno aniversario. El recuerdo tiene ligera sepultura. ¿No es lo que más nos acomoda?” (p.35).

No puede dejar de apreciarse la diferenciación de La noche respecto de otros libros en la extensa trayectoria poética de Moltedo. En este texto se acentúa la ira y el desencanto, fenómeno que muchos poetas muestran en la actualidad. Quizás se podría esgrimir que la razón consista en que la labor misma del poeta y el intelectual es estar incómodo con su tiempo. Sin embargo, la honda desazón que provoca Chile en los escritores nacionales es un elemento reiterativo peculiar, incluso digno de un estudio literario-político-sociológico sistemático. Ahora bien, con respecto al libro de Moltedo sería trivial señalar que la poesía manifiesta una sintomatología del momento histórico de su presente y, en este caso, sería la del desencanto. Decir esto no indica mucho. Lo que no es obvio es aquello que Moltedo poetiza sobre una memoria que suprime ritos, que se escabulle en un recuerdo exiliado y que requiere ilusamente —por eso su insistente ironía— de la vuelta de su diáspora. “Para no fastidiar, para despejar cielo y tierra de tanto desarrollo y que vuelva el misterio a la historia, llamo a los poderes primero y segundo (bien, y siguientes) y les recomiendo legislar un paso más hacia la noche: la esclavitud de nuevo. Volveremos a destruir el presente perpetuo de tanta maravilla”(p.15)

 

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Ennio Moltedo (Viña del Mar, 1931). Poeta residente de Valparaíso con una larga trayectoria de escritura. Entre sus publicaciones se cuentan los poemarios Nunca (Santiago, Universitaria, 1962), Concreto azul (Santiago, Universitaria, 1967; reeditado en Valparaíso por el Gobierno Regional, 2001), Mi tiempo (Valparaíso, Universitarias de Valparaíso, 1980), Playa de invierno (Valparaíso, Meridiana, 1985), entre otros. Actualmente es miembro de la Academia Chilena de la lengua. Ha recibido el Premio Municipal de Literatura de Valparaíso, 1994.


 



 

 

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Santiago-Viña del Mar, Ediciones Altazor, 1999, 59 páginas
Por Jorge Polanco Salinas
Publicado en 5 Luces, 5 de febrero de 2005