Proyecto Patrimonio - 2023 | index |
Juan Pablo Sutherland | Autores |








Juan Pablo Sutherland y el archivo marica de la nación

Por Felipe Rivas San Martín
Publicado en TALLER DE LETRAS, N°70, año 2022


.. .. .. .. ..

Nación marica. Una nación “marica”. ¿Qué significa una nación marica? Para hablar de una nación marica habrá que abordar lo que es una nación. Y así comenzamos desde el principio con un gran problema, pues la idea de nación está lejos de ser unívoca, clara, acotada. Por el contrario, existen distintas visiones de lo que es una nación, y por tanto podrían existir múltiples orientaciones para una nación marica. Quisiera concentrarme primero en dos dimensiones antagónicas de la nación y que sugiero se mantienen agenciando este libro. Hay un sentido conservador, reaccionario de la nación, aquel que tiene en su extremo a los nacionalismos de la ultraderecha y también hay un sentido progresista o minoritario de la nación, que posibilita defender el derecho a la identidad y la autodeterminación de ciertas naciones, como por ejemplo la del pueblo-nación mapuche. Actualmente, en nuestro país, ese aspecto reivindicativo y minoritario de la nación se está condensando en la demanda constituyente de un estado plurinacional.

La fórmula de una nación marica aparece ante la primera dimensión conservadora como una transgresión de la Nación, una parodia al nacionalismo, a esa idea de nación unívoca configurada en base a los intereses de las élites, que en un país como Chile fueron –siguen siendo– primero las élites castellano-vascas y más tarde las élites de la migración europea en la zona sur. Se trata de una élite blanca que ha proyectado su dominio y supremacía a través del tiempo gracias a la reproducción, que puede ser comprendida como una bio-tecnología heterosexual. En este plano, la nación marica es un acto disruptivo dirigido hacia la Nación, por eso la nación marica se identifica aquí con el verbo: Queerizar la nación, mariconizar la nación. Algo de eso anticipaban dos antecedentes internacionales a este título del libro de Juan Pablo, por un lado, el colectivo Queer Nation[1] y, por otro, aquel “terror” que Michael Warner describía por parte de la sociedad recta (straight) ante el riesgo inminente de un planeta queer.[2]

La nación marica se resiste a la República heterosexual, esa que Sutherland denomina varias veces como “La Nación” con mayúsculas. Pareciera ser que podemos ver este primer sentido de la nación marica en la fotografía en blanco y negro de Johnny Aguirre con que inicia el libro. La imagen exhibe a Francisco Copello vestido con un sobretodo y un tocado de plumas. Copello comparece galardonada frente a una imagen del Atlas de la Historia Física y Política de Chile, publicado por Claudio Gay en 1854. La imagen de Gay, ampliada en formato de gigantografía, corresponde a la lámina titulada “Un baile en la casa de gobierno”, que ilustra las celebraciones oficiales realizadas en conmemoración de la independencia nacional, en el patio central de la casa de gobierno de aquel entonces, la ex Real Audiencia cuyo edificio ocupa hoy el Museo Histórico Nacional. El encadenamiento de significantes oficiales (gobierno, real audiencia, independencia, museo, historia y nación) presentes en esa imagen de Gay, operan como el telón de fondo más antagónico posible sobre el que se inserta paródicamente la figura de Copello desencajada ya en su primer plano físico, corporal. Sutherland explica que: “La factura interna de Nación Marica se organiza en una suerte de genealogía de las políticas sexuales periféricas de la Nación en diversos vértices y áreas” (18).

La nación marica se constituye como periférica de la nación. Al decir “periférica” se indica una espacialidad y exterioridad relativa con respecto al centro, la nación marica está fuera de la Nación, pero en relación con ella. Ciertamente, Copello no está dentro de la imagen de Gay, pero tiene la astucia de instalarse ella misma delante, haciendo como si la fiesta nacional fuese una celebración multitudinaria de su propio éxito, el galardón que acaba de recibir y que exhibe altaneramente entre sus manos. El gesto de Copello es curioso, usa el antagonismo como recurso paródico y al mismo tiempo se distancia de la resistencia para derivar en otro lugar, diferente. Por esa razón, la nación marica aparece también en el libro como una propuesta en sí misma, ya no oposicional sino minoritaria y diferencial, una diferencia diferencial entendida como diferencia positiva pero también difusa que parece no requerir de contraposición alguna, por ejemplo, ante una heteronorma.

Para abordar esa segunda nación marica borrosa deberíamos mirar también otra imagen, justo al final del libro, en la última página. En realidad, no se trata de una imagen propiamente tal, pues no aparece consignada en el listado de imágenes del libro, sino que es más bien una intervención gráfica, una propuesta editorial, suplementaria pero no por eso menos relevante, un mapa de América Latina. Sobre un fondo negro destaca la figura del subcontinente dibujada con una línea blanca continua que separa el territorio de lo que hoy reconoceríamos constitucionalmente como “maritorio”. Dentro de esa zona-territorio circunscrita por la línea blanca continua, hay una serie de líneas punteadas –discontinuas y un poco más delgadas– que coinciden con la subdivisión de los estados nación, los países que componen la geografía política continental. Las líneas punteadas en soportes materiales impresos nos recuerdan la señalética escolar que guía la posibilidad del recorte, una acción manual, física y violenta que permite separar ese fragmento convertido en una unidad separada y reubicarlo en otro sitio. Pero la línea discontinua también sugiere otra posibilidad. A diferencia de la línea continua que separa sin concesiones un lado y el otro, la línea segmentada sugiere y autoriza tránsitos de un lugar a otro, abriendo los límites de los estados nacionales a múltiples flujos e intervenciones de frontera.

Retomando el asunto controversial de los sentidos múltiples que tiene el concepto de la nación, mientras algunas definiciones dicen que la nación debe estar asociada indisolublemente a un territorio fijo, en la práctica podemos constatar que también existen naciones nómades, constituidas por el desplazamiento como pilar de una identidad nacional móvil, transfronteriza.

Veo así la línea segmentada de esta intervención gráfica al final del libro, como una propuesta visual que resuena en la decisión de Juan Pablo de agregar –en esta segunda edición– la palabra “latinoamericana” al subtítulo: “su localización como crítica activista marica latinoamericana” (13). Un hecho consignado en el texto lo confirma:

Una experiencia singular y notable es la creación del programa de Radio Nación Marica al aire en El Alto, en la ciudad de la Paz, Bolivia. Este programa ha desplegado un espacio radial indígena y un territorio sonoro que se han convertido en una herramienta para el activismo LGTBQ+ en Bolivia. Creado por los activistas maricas-indígenas Edgardo Soliz y Roberto Condori el año 2010, potencian un espacio radial en forma de una verdadera barricada activista para cuestionar las políticas homonormativas de las culturas gay blancas y conservadoras (15).

Esa posibilidad de citar la nación marica, de hacerla circular, copiar y pegar en otro contexto diferente al de su primera señalización, está vinculada a mi juicio con la posibilidad del archivo. Y pienso que eso explica también la decisión y gesto significativo de Juan Pablo, pues debemos recordar que el lanzamiento de la primera edición de este libro el año 2009 tuvo lugar justamente en el edificio del Archivo Nacional.

 

El Baile de la República, Fotografía de Johnny Aguirre, Performance de Francisco Copello,
Bar Vox Populi, 2004.

 

Se ha dicho que el archivo es una tecnología transtemporal que abre una posibilidad de traspasos del tiempo, tomando como base la linealidad temporal que habitamos los seres humanos y nuestra relación existencial con el presente. El archivo permite desconectarnos del presente y vincularnos con el pasado y el futuro. Para ello, el archivo requiere de un soporte donde se pueda inscribir la memoria y su construcción implica, inevitablemente, exclusiones: cuando se crea un archivo siempre habrá algo que quede fuera de ese archivo. El archivo es un recorte de la experiencia humana, registro exterior al ser humano y sus experiencias, en el archivo hay una relación obligatoria con la técnica, con los medios de inscripción técnicos de la memoria.

Quiero recordar un hecho personal. El año 2001 yo tenía 19 años, había salido del colegio y me encontraba haciendo un preuniversitario para preparar la PAA. Gracias a un afiche que había fuera de una de las salas de clase me enteré del “II Congreso de Cultura y Psicoanálisis” organizado por el ICHPA,[3] llamado “Chile en el Diván” que tendría lugar entre junio y julio de ese año en el Cine Tobalaba de Providencia. Cierta curiosidad intelectual me llevó a inscribirme en ese Congreso. En el hall del cine había un puesto de libros y revistas atendido por un señor de pelo abundante. Tiempo después me enteraría que se trataba de Luis Alarcón, conocido cariñosamente como “Zapallo” y que dirige junto a Ana Saavedra el espacio Galería Metropolitana. En ese puesto vendían la Revista de Crítica Cultural. No tenía mucha plata así que solo me alcanzó para comprar un ejemplar, que debí escoger con mucha atención. Los miré y decidí comprar el n° 21 publicado en noviembre del año 2000. La razón principal para comprarlo fue el tema de su dossier dedicado a “lo público y lo privado”, pero más específicamente fue porque incluía una entrevista realizada por Nelly Richard a Juan Pablo Sutherland, titulada “El movimiento homosexual en Chile” y que está incluida en este libro compilatorio “Nación Marica”.

Ese documento de la Revista de Crítica Cultural es parte de una composición en desarrollo cuyos fragmentos han ido construyendo poco a poco, dificultosamente, un archivo marica de la nación y que en el libro de Juan Pablo incluye –por ejemplo– a “Las Yeguas del Apocalipsis”, a Lemebel, los debates latinoamericanos con lo queer, la institucionalización académica, debates políticos como el matrimonio igualitario, diálogos críticos con la literatura de Echavarren, de Malú Urriola, con otras activistas culturales como Víctor Hugo Robles o Claudia Rodríguez, con la obra de Paz Errázuriz, de Hija de Perra, con proyectos como travesía travesti, el trabajo de Paloma Castillo, con las políticas y poéticas del sida, con la violencia homofóbica condensada en la muerte de Zamudio.

La entrevista repasa el recorrido del movimiento homosexual chileno desde sus orígenes post dictatoriales, la lucha a la vez legal y simbólica de derogar el artículo 365, los debates internos y las relaciones internacionales del movimiento durante los años 90. Quisiera hacer notar una de las preguntas. Nelly Richard interroga a Juan Pablo acerca de si “puede hablarse en Chile de un ‘discurso homosexual’”. La misma pregunta aclara que el sentido de discurso allí tiene relación con “un campo de reflexión y proposiciones culturales que vayan más allá del nivel estrictamente militante-reivindicativo”. Juan Pablo responde en estos términos:


No se puede hablar todavía en Chile de un “discurso homosexual”, con tanta movilidad de registros como la desplegada por el feminismo. En el Movimiento, la movilidad se da más a partir de los desplazamientos personales, de los tránsitos que algunos realizamos entre la militancia político-homosexual y la escena cultural o literaria. Es decir, yo mismo he articulado una biografía cultural y política donde busco cruzar deseos, ficción, estrategias, teoría, a través de políticas literarias de escritura y también de intervención cultural y social (83).


Ahora bien, si estiramos la idea de “discurso homosexual” podemos ampliar el problema. Desde cierto punto de vista discurso es todo aquello que puede ser enunciado, que puede ser pensado y es capaz de producir sentido. Por lo tanto, la razón de la inexistencia de ese discurso crítico homosexual se debe a la negación de un archivo. Es justamente el archivo lo que da el sustento o posibilidad a ese discurso. Sin archivo no hay posibilidad siquiera de discurso.[4]

Quisiera conectar este asunto con un texto de José Esteban Muñoz en que él propone lo efímero como el tipo de evidencia fundamental de la experiencia queer. En contextos de violencia y heteronormatividad, la existencia queer ha sido un tipo de presencia singular y precaria, que ha debido ocultarse y codificarse para poder sobrevivir: “En lugar de estar claramente disponible como evidencia visible, lo queer ha existido como insinuaciones, chismes, momentos fugaces y actos con los que deben interactuar aquellos dentro de su esfera epistemológica, mientras se evapora con el toque de aquellos que eliminarían la posibilidad queer” (6).

Extremadamente frágil, la presencia queer, la evidencia de la existencia marica desaparecía en un instante bajo condiciones de riesgo. Una palabra, una mirada, un gesto, un beso, una carta, un dibujo o una fotografía deberán desaparecer u ocultarse, esconderse o destruirse en presencia de la heteronormatividad. Por eso gran parte de la experiencia queer no dejó registro, al menos no el tipo de registro convencional (documento, archivo, historia, memorial, etc.). Los archivos queer no existían porque eran archivos del mal. Eran archivos que no estaban autorizados para existir.

Aun así, lo queer existió y existe. José Esteban Muñoz explica que esto presenta un problema y un desafío para la investigación queer, especialmente la investigación retrospectiva, pues el tipo de investigación que se promueve en la academia normativa requiere de parámetros metodológicos normalizados y requisitos de veracidad y exactitud, que se fundamentan en la existencia de evidencia y de prueba. ¿Cuál es el soporte posible de un archivo queer si lo queer no pudo dejar huella? Por eso la idea de Muñoz es sorprendente: la evidencia de lo queer está justamente en su efimeridad. Y es por eso también que lo performático y el performance son vías adecuadas de acceso a lo queer:


Un elemento central del estudio sobre el performance es un impulso queer que intenta discutir un objeto cuya ontología, en su incapacidad de “contar” como una “prueba” adecuada, es profundamente queer. La noción de actos queer … está inmediatamente vinculada a la creencia en lo performativo como una ocasión intelectual y discursiva para un proyecto de creación del mundo queer (6).


Nación Marica dispone un escenario y al mismo tiempo se dispone en un escenario distinto al que describe Muñoz. En cierto sentido, junto con muchos otros documentos de la memoria marica nacional, estos textos narran una batalla contra la exclusión minoritaria del archivo y sirven para construir ese otro archivo disidente, archivo minoritario, contra archivo o anarchivo, imprescindible para imaginar una nación marica. Y a la vez, habrá que hacer notar que este movimiento homosexual y estas prácticas culturales de la nación marica en construcción que iniciaron en Chile hacia finales de los 80 y principios de los 90, tuvieron la curiosa sincronía histórica de coincidir temporalmente con la irrupción revolucionaria de una nueva tecnopolítica digital y en red. Se podría decir así: el desarrollo del movimiento homosexual en Chile coincidió con dos transiciones, la transición política de la dictadura a la post-dictadura y la transición técnica de los soportes analógicos a los digitales y más tarde a su circulación masiva en red. Por ejemplo, el año 1991 hace coincidir tres llamativas efemérides: la fundación del MOVILH en Chile, la consolidación del concepto de “heteronormatividad” por parte de Michael Warner en Estados Unidos y el lanzamiento de la World Wide Web desarrollado desde la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) con sede en Suiza. Habrá que evaluar y debatir hasta qué punto esa peculiar simultaneidad y sincronía internacional tuvo o no relevancia en el devenir político del movimiento homosexual en Chile. En cualquier caso, rescato una cita del propio Juan Pablo al respecto:


...el texto también alcanzó una circulación batallante en internet, traficado en diversos sitios y descargado infinitamente, alojado en bibliotecas feministas y queer/cuir en la red. Uno de los sitios más visitados ha sido el alojamiento de Nación Marica en Biblioteca Fragmentada, espacio digital relevante del feminismo lésbico y de las críticas a los regímenes heteronormativos y homonormativos (15).


En la época que describía Muñoz, la experiencia queer estaba marcada por la condena heteronormativa a la invisibilidad. En términos tecnopolíticos, podríamos afirmar que el dispositivo del closet funcionaba como un contra-archivo marica. Por su parte, a diferencia de esos archivos queer imposibles del pasado, la entrevista publicada en la Revista de Crítica Cultural sí pudo llegar a ser un documento físico que otorgó solidez y permanencia a ese registro de ideas y debates políticos en los que Juan Pablo había estado involucrado por una década, permitiendo –hace veinte años ya– afectar políticamente a un lector como yo. Teniendo en cuenta esa afectación, quisiera rescatar esta otra cita significativa de su entrevista, en la que Juan Pablo elabora posibilidades de futuro para el movimiento político marica: “...me parece importante que el Movimiento se abra a otros lenguajes e imaginarios, a otras estéticas culturales que vayan más allá de la simple reivindicación social para que seamos capaces de transitar en oposición a las hegemonías con relatos no tan disponibles ni agenciables por el poder” (83).

Personalmente, pienso que esta cita resuena indudablemente en el devenir posterior que tuvo en Chile la disidencia sexual durante los años dos mil, en el desacato underground de las performances de Hija de Perra o en el despliegue intenso y multifacético de colectivos como la CUDS, entre otros. Esta relación no es ni lineal ni directa ni determinista, pero es indudable que los documentos pudieron persistir como archivos y están disponibles para ser activados en el futuro. Y todavía más, la circulación digital de estos textos, descargados infinitamente en las redes, sobrepasan incluso la reivindicación de un archivo y se abren a un post archivo o un hiper archivo informático. Me atrevería a decir que este hecho técnico y político de los archivos minoritarios componen un presente/futuro post performático de la disidencia sexual, o, dicho en los términos del libro, un porvenir post performático de la nación marica.

 

 


 

NOTAS

[1] Queer Nation fue un colectivo neoyorkino fundado en 1990 por activistas de ACT-UP.
[2] Michael Warner, “Introduction: Fear of a queer planet”. En: Social Text, No. 29 (1991): 3-17.
[3] Instituto Chileno de Psicoanálisis.
[4] Michel Foucault. Una arqueología del Saber. Siglo XXI editores. Buenos Aires, 2002

 

OBRAS CITADAS

-Muñoz, José Esteban. “Ephemera as Evidence: Introductory Notes to Queer Acts”. Women & Performance: a journal of feminist theory, 1996: 5-16.
-Sutherland, Juan Pablo. Nación Marica. Prácticas culturales y crítica activista latinoamericana. Santiago: Editorial Los Perros Románticos, 2022.


 

  . . .



 

 

Proyecto Patrimonio Año 2023
A Página Principal
| A Archivo Juan Pablo Sutherland | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Juan Pablo Sutherland y el archivo marica de la nación
Por Felipe Rivas San Martín
Publicado en TALLER DE LETRAS, N°70, año 2022