Proyecto Patrimonio - 2023 | index |
Roberto Bolaño | Jaime Quezada | Autores |



 





JAIME QUEZADA:
PARA UN RETRATO DEL JOVEN BOLAÑO

Por Álvaro Soffia
Dibujos de Rodolfo Aedo


.. .. .. .. ..

Entrevista realizada en el contexto de una investigación para la creación de una novela gráfica sobre la juventud de Roberto Bolaño, actualmente en su fase final de desarrollo, proyecto financiado por el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura, Convocatoria 2022.

 

—Muchas gracias por recibirnos Jaime. Cuando compartiste con Roberto en México ¿cómo era su aspecto? ¿Ya usaba sus característicos anteojos?
Sí, Roberto tenía 18 años y ya usaba lentes ópticos, sobre todo en sus lecturas, no así domésticamente, quiero decir en su vida cotidiana tanto en casa como en convivencias sociales (cafés, tabernas) y literarias a las cuales íbamos. Y ¿su aspecto? Desgreñado como siempre, pelo revuelto casi sin peinar, camisa cuello abierto, chamarra (casaca) a medio abrochar.

—Ustedes compartieron máquina de escribir y muchas lecturas. Según cuentas de joven era mordaz ¿Cómo describirías el humor bolañesco? ¿Era irónico o sarcástico?
Cierto, compartíamos la única máquina de escribir que había en su casa (Smith Corona sería). Yo, por las mañanas, hasta las dos de la tarde (después de esa hora siempre salía hasta regresar por la noche). Después de esa hora, también, la usaba Roberto, que se levantaba mucho más allá del mediodía. Y se levantaba generalmente de mal humor, tal vez por falta de sueño o porque ya andaba en él algún gusanillo de la escritura. Y en general me pareció verlo casi siempre de mal humor. O mejor, yo llamaba lo mordaz o lo sarcástico o lo irónico –que lo era– ese mal humor sensible y risible de Roberto. Después de todo, estas “conductas”, provocaciones, salidas de tono, desmesuras, han sido aguas para bien en su molino.

—¿Cómo era la casa o departamento de los Bolaño Ávalos en Ciudad de México?
La casa de Guadalupe Tepeyac (calle Samuel 27) era casa, y no departamento. Casa de barrio clase media, y media popular, como el nombre mismo de la Colonia, a cuadras del Santuario de la Virgen de Guadalupe. Casa pareada a otras viviendas vecinas, con puerta directa a la vereda de la calle y una ventana con protección de reja metálica en el frontis. Un patio interior, pequeño, cuadrado, embaldosado, un par de maceteros con cardenales en un rincón, y un lavadero donde Roberto cuidaba de una tortuga. Estructural y arquitectónicamente la casa no tenía atracción alguna. En la esquina de la calle, a media cuadra, había un almacén de barrio o emporio donde iba yo a comprar las quesadillas para el desayuno y los cigarrillos para Roberto; Roberto en horas de la mañana casi no salía a la calle.

 



—En tu libro Bolaño antes de Bolaño evocas un Roberto de cumpleaños azotando una piñata ¿recuerdas si eso pasó en la casa de Colonia Nápoles o en la de Guadalupe Tepeyac?
Azotar no, mejor “darle palos a la piñata”. Dice la canción: “dale, dale, dale, no pierdas el tino”, mientras el cumpleañero, con la vista vendada, da palos al aire en busca de la errática piñata. Esa celebración del cumpleaños de Roberto fue en el estrecho patio de la casa de Guadalupe Tepeyac. La piñata pendía de unos alambres que se usaban para colgar ropa. Fue la primera vez que vi a Roberto riendo de buenas ganas cuando rompió, en una de tantas, la piñata.

—¿Participaste en la mudanza de una casa a otra?
Fui un cargador más junto al mismo Roberto. Íbamos felices arriba del camión de mudanzas, de la Colonia Nápoles a la Colonia Guadalupe Tepeyac atravesando, de sur a norte, casi toda la extensa Ciudad de México. Recuerdo que en lo mejor de la mudanza, Roberto dijo con cierto dejo de descuido y lamentación: “¡Oh, olvidé mi tortuga!” Fue la mañana del domingo 3 de octubre de 1971, el mismo día que El Nacional publicaba, a toda página, mi primer artículo en su suplemento literario. Y yo, arriba, de peoneta, en un camión de mudanzas.

—¿Y sobre qué versaba ese artículo?
Era un largo artículo sobre Nicanor Parra y su antipoesía, con muestra de algunos textos. Para Roberto fue el primer acercamiento al antipoeta. Cuando salí de México me pidió que le dejara Poemas y Antipoemas, un ejemplar en su primera edición de la editorial chilena Nascimento que andaba conmigo para mis conferencias. Y se lo dejé, agradecido de su siempre compañía.

—¿Recuerdas el nombre de la calle de la casa de la colonia Nápoles?
Perfectamente. Calle San Antonio, N° 235. Segundo piso, Colonia Nápoles. A dos calles de Insurgentes Sur (una de las principales avenidas de la Ciudad de México), y a tres de la Plaza de Toros. En la esquina de Insurgentes había un restaurante que se llamaba Los guajolotes, ahí íbamos a cenar algunos fines de semana.

—¿Conservas fotografías de tu estadía en México?
Sí, algunas. Aunque no era yo un turista con mentalidad de Kodak.

—Roberto hace el mismo viaje que hiciste tú, pero en sentido inverso. ¿Recuerdas alguna anécdota o comentario de Roberto sobre el viaje?
Sí, comentarios de lo estimulante que fue para él conocer las realidades sociales y culturales de esos países centroamericanos y de los cuales no tenía antes noticia alguna. Y que había conocido personajes que serían después mito y leyenda, como el caso del poeta y guerrillero salvadoreño Roque Dalton, vanagloriándose de haber estado con él un par de veces en El Salvador. Esto último sería, sin embargo, toda una ficción en las muchas desmesuras de Bolaño.

—Una vez en Santiago, Roberto dice haber visitado librerías. Eso fue ¿antes o después del Golpe? ¿Recuerdas algunas?

Antes del Golpe Militar, naturalmente. La librería Universitaria, en la Alameda, al lado oriente de la Casa Central de la Universidad de Chile. La única librería que visitó en sus pocas semanas santiaguinas. Incluso el sábado 8 de septiembre estuvimos en una tertulia-café en dicha librería, que la escritora Esther Matte Alessandri organizaba los sábados al mediodía. Después nos fuimos a almorzar a un restaurante de la calle San Diego con el poeta Osvaldo (Gitano) Rodríguez. Todo esto fue semanas antes del Golpe; después, ni librerías, ni nada.

 



—En tu libro señalas que Roberto llegó con acento mexicano ¿qué tipo de frases denotaban el habla mexicana de Roberto?

Palabras de uso coloquial entremezcladas con su canturreo chileno. No eran tanto las frases o palabras, más bien el tono, el acento, sus estructuras métricas tan singularísimas del habla mexicana y que Roberto hacía muy suya también. “¡Padrísimo!”. Pero esto ya es materia de filólogos y lingüistas.

—¿Recuerdas qué micro se tomaba para ir/venir de La Cisterna al centro de Santiago en esa época? ¿Qué lugares frecuentaban con Roberto?
Todo aquel transporte público que pasaba por la Gran Avenida, con preferencia la micro del recorrido Ovalle-Negrete. Pero más que nada, los buses verdes de la Empresa de Transportes Colectivos del Estado (ETC). Roberto casi nunca salió solo aquí en Santiago, iba conmigo a aquellos pocos lugares que yo frecuentaba: la Librería Universitaria, la Biblioteca Nacional, la Sociedad de Escritores y su taberna López Velarde (nombre del poeta mexicano cuya poesía Roberto mucho admiraba), la fuente de soda El Valle de Oro (Alameda y Portugal), el Museo de Bellas Artes, las salas de exposiciones del Edificio Gabriela Mistral (ex Unctad) y en cuyo casino muchas veces almorzábamos, la Casa de la Luna Azul (y muy fugazmente), en fin, aquellos meses de agosto-septiembre ya enrarecidos no eran muy recomendables andar por las calles de Santiago, y de Chile. Podría hacerse ahora un mapa de esos recorridos siguiendo a Bolaño por las calles de Santiago de Chile.

—¿Conservas alguna fotografía de la visita de Roberto a Chile en 1973?
No. Los tiempos revueltos no estaban para fotografías, a no ser aquellas que testimoniaban la realidad de los días.

—Has señalado que el aspecto de Roberto era algo disonante, que llevaba un llamativo cinturón con balas, ¿cómo era?
Roberto usaba pantalón vaquero y chamarra desabotonada, dejando ver un ancho cinturón en su cintura que tenía una hebilla con vainas de balas de fusil. Vainas ya percutadas, vacías, no balas.

—Roberto señala haber viajado días después del Golpe Militar desde Santiago a Los Ángeles y luego a Mulchén ¿Recuerdas cómo viajó?
Roberto viajó a Los Ángeles (ocho horas) en una línea de buses llamada Vía Sur, que tenía sus salidas y llegadas en la Plaza Almagro, lado norte. El viaje fue de noche: 10 p.m., llegando a Los Ángeles a las 6 de la mañana. Allí tenía familiares por el lado paterno, y también en Mulchén.

—Roberto dice haber sido detenido en camino a Concepción ¿Sabes por qué iba Roberto a Concepción? ¿A la casa de quién?
Roberto tenía mucho interés en conocer la ciudad de Concepción, de la cual yo siempre le había hablado por ser ciudad de mi educación universitaria y de mis inicios literarios. Una vez concluida su visita, tanto en Los Ángeles (mi ciudad natal) como en Mulchén, decidió ir a Concepción, ciudades todas muy cercanas. No tenía familiares ni amigos allí, simplemente un interés por visitar la metrópoli del sur. No iba a casa de nadie sino de algún hospedaje ocasional, quizás.

—¿Cómo viajó Roberto desde Concepción a Santiago? ¿Bus? ¿Tren?
Desde Concepción, y una vez liberado de su retención policíaca-militar (recordar que los controles militares eran un vivir tenazmente diario), regresó a Santiago (Plaza Almagro) en la misma línea de buses Vía Sur.

—¿Recuerdas cómo se encontraba Roberto tras su retención en Concepción? ¿Cambió su aspecto?
Roberto era el mismo después de su dramática experiencia. El mismo rostro, el mismo cabello desgreñado. Elanimus” y temperamento, sin duda, otro. “Tenías razón lo del cinturón”, me dijo en el terminal del bus donde yo lo esperaba, haciendo referencia a la advertencia que le había dicho semanas antes cuando llegó a Chile. Lo demás, es otra historia.

—En tu libro señalas que Roberto se embarcó en un vuelo con destino a México en octubre de 1973, pero él dijo haber regresado a México en enero de 1974. ¿Para la Navidad ya estaba en México?
Falsa esa fecha de enero 1974, como tantas otras ficciones del narrador Bolaño. Después de todo, cada uno tiene sus fechas según la interpretación que se tenga del tiempo. Para la Navidad del año 1974 ya Roberto hacía tiempo estaba en su casa de Guadalupe Tepeyac. Era tiempo en México de las celebraciones de las “Posadas”, que a Roberto le vinieron de seguro bien para espantar sus vivencias de aquel su Chile maltratado.

—En la novela Estrella distante aparece un personaje llamado “Jaime Quezada”. ¿Se parece a ti?
Se supone. En sus novelas Roberto acostumbraba incorporar personajes, amigos o conocidos suyos con nombres reales o aparentemente ficticios. En una carta fechada en Blanes en octubre de 1995 me dice: “Te envío el manuscrito de Estrella distante porque quiero que seas el primero en leerla; en ella apareces tú”. Bueno, a confesión de autor, relevo de página.

 

La Florida Oriente, agosto, y 2022.

 

 

  . . .



 

 

Proyecto Patrimonio Año 2023
A Página Principal
| A Archivo Roberto Bolaño | A Archivo Jaime Quezada | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Jaime Quezada: Para un retrato del joven Bolaño.
Por Álvaro Soffia.
Dibujos de Rodolfo Aedo