Hablo de una infancia más acá de la inocencia: sed niños en la malicia. Empiezan a atormentarme los ritos, los terrores, los castigos, las relaciones que mayores-adultos tuvieron con uno. Yo quiero reírme un poco de mí mismo, tomarle el pelo a lo que me parecía sagrado e intocable. Desacralización y desmitificación a la vez. Algo así como una visión hacia los dolores primeros, todos los sentidos, un instante terrible de bondad con tierna ironía de quien hojea viejas fotos familiares. Mi mundo rilkeanamente amado permanece, sin embargo, en mí a través de elementos familiares, de espacio, de tiempo, de tierra: el alma y las cosas.
Formalmente tengo preocupación por el título del poema, aunque el texto sea apenas una aspiración de aire. Ese título es parte integrante del poema, o acaso un verso más, muchas veces clave del poema mismo. Me interesa, además, el lenguaje cotidiano, lo conversacional de cada día. Tengo interés por una búsqueda del mundo de la infancia, pero a través de la realidad de hoy o de ahora, crítica y socialmente, a diferencia del marcado sentido de la nostalgia en algunos poemas míos anteriores.
A la pata coja es un juego, un juego de calle, un rito de nuestra niñez: de salto en salto, de pie en pie, de piedra en piedra, de vereda en vereda. Símbolo, pues, de júbilo, de alegría, de cierta oculta felicidad. Y de inocencia, sin duda. Un niño lloriqueante, baboso, tristón jamás participa de esta rueda plural, de este saltar en una pata-pierna hasta romperse las rodillas. Es, además, un acto espontáneo, intuitivo casi, como quien da vueltas en bicicleta alrededor de la manzana o mira los afiches de la matiné o pega estampillas en un cuaderno de geometría. Hago mío el versículo No seáis niños en el sentido, sed niños en la malicia, empero perfectos en el sentido (Corintios 14-20).
El protagonista es aquí un poco niño y adulto a la vez. Un poco el lector, también. Mientras escribía los poemas de mi libro Las palabras del fabulador (1968) empezaron a vislumbrarse estas nuevas realidades o invenciones o imaginaciones. Culpa tienen un poco Jules Renard, Jacques Prévert, Lewis Carroll, W. Saroyan y otras fugaces iluminaciones. Me acordé súbitamente de muchos rostros infantiles-adultos, hombres-mujeres de las obras murales de Julio Escámez; fiebres, enfermedades, deseos iniciales. Me motivaron los domingos y fiestas de guardar, las primeras comuniones, las tareas no cumplidas en el cuaderno escolar, el paseo a un zoológico con olor traumatizante a león, a focas, a monos masturbadores. El engaño, los castigos corporales y morales, las mentiras, las discusiones papá-mamá, las visitas a las abuelas en un asilo de ancianos donde todo tiene el color de animales pacientes, en fin, el bien y el mal: terrores, mitos, temores (el cuco de las infancias, diría nuestra Mistral). Pensé que de estas y otras aproximaciones estaba hecha también mi infancia: el revés, el lado oculto de la tabla de salvación que nos trajo del naufragio. Es lo que hay en mí y en otros. Autor y testigo a la vez.
Así, reconstruyendo esa infancia pura-sucia-pura, tal vez la única verdadera, fui escribiendo estos breves poemas, estos actos de legítima defensa (en el decir de Octavio Paz). Algo que me habría gustado escribir cuando estaba en la escuela primaria, como un álbum de recortes, como un cuaderno de composiciones, como un diario de vida que se escribe momento a momento. Mi infancia insumisa y salivosa y descarriada de la cual nunca me había atrevido a hablar. Y después de todo, a quién diablos le va a importar, sino no es mi propio demonio.
EL ACCIDENTE
Qué haré con las plumas
De esta gallina
Que para coger un grano de maíz
Mete su cogote
Por los rayos de mi bicicleta.
PRIMERA COMUNIÓN
Verdaderamente
Lo único que recordaré
De mi Primera Comunión
Será esta mosca muerta
En la taza de mi chocolate.
EL ADELANTADO
Mis compañeros vienen a buscarme en bicicleta
Y tocan sin cesar la campanilla
Yo estoy escondido en el dormitorio
Leyendo la libreta que papá y mamá
Firmaron el día de su matrimonio
Y por más que sumo y resto y multiplico
No comprendo esto de nacer
Un año antes a la fecha de sus bodas.
UN DÍA DE VACACIONES
Miro espadas y sables
En el Museo Nacional
Y recuerdo
El bastón de mi abuelo
Con orgullo.
Retrato de Jaime Quezada. Apunte del poeta Waldo Rojas
en el Taller de Escritores, Universidad Católica, Santiago 1970.
(Archivo del Escritor. Biblioteca Nacional de Chile).
Jaime Quezada: Foto de Andrés Pizarro
(Archivo del Escritor, Santiago, 1970).
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com De cómo escribí "A la Pata Coja" y otras aproximaciones.
Por Jaime Quezada.
Taller de Escritores. Universidad Católica de Chile.
Santiago, noviembre de 1970.