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«Espejo de los detalles», de Jesús Sepúlveda
Edición Bilingüe de editorial El Sur es América (Virginia, USA) / Libros La Calabaza del Diablo

Por Jaime Retamales
Diciembre 2020



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A fines del año 2018 se publicó la Antología de Poesía Chilena III, La Generación post 87: otra vuelta de tuerca (selección y autoría de los poetas Teresa y Lila Calderón, y Thomas Harris). En el prólogo se lee: “Es una promoción que no pretende fundar, sino continuar, con las variantes respectivas, la promoción anterior, y, a la vez, marcar ciertos desplazamientos de ese campo cultural, y, creemos, es una, a veces “pandilla salvaje”, como otras, un grupo que opta por un decir más mesurado y culterano, pero siempre en el margen del margen, en la mirada a un espacio adverso e irreductible, móvil y trasgresor, under, reinventándose a cada libro, a cada poema, y con un ojo en el fin del siglo XX y otro en el que estamos y el que aún redefinen líricamente.”

Generación marcada en su contexto por la dictadura y la mal llamada transición a la democracia, pero también por las disímiles personalidades, opciones y experiencias de vida, de sus escogidos integrantes. Esta última condición es confirmada por la adhesión y búsqueda de estilos de escritura, en donde guiños son las huellas que encontramos de ese lugar de origen político. De hecho, en la misma época se escribieron poemas en los que se advertía inexistencia del contexto, como si la poesía y el mundo exterior estuviesen escindidos, o como si la poesía corriera por un carril propio. El futuro de entonces, que podemos decir es la muestra de esta antología, nos presenta la necesidad imperiosa de sus autores de distinguirse en la férrea individualidad, propia de nuestra especie, y por otra en la inevitable trampa que los días corridos cancelaron, para algunos de estos exponentes, al impedir nuevos propósitos, reinvenciones totales, algo así como “nunca saldrás de tu horroroso guión”. Esta marca fundamental, símil del poema de Enrique Lihn, Nunca salí del horroroso Chile, guiará en algunos su devenir escritural y cultural.

Jesús Sepúlveda, uno de los poetas fundamentales de esta generación, afirmó en una entrevista: “Nuestra generación fue desde sus inicios una promoción gestual, una tribu más que una maquinaria de producción de consensos literarios” (1). Recordemos que, durante la dictadura hubo un movimiento cultural muy fuerte en la que participaron artistas e intelectuales de toda índole; es inevitable recordar el brillante trabajo poético plástico de las Yeguas del Apocalipsis, colectivo de arte conformado por Francisco Casas y Pedro Lemebel. A nadie de esa época le interesaba la academia literaria chilena, ─ “con taco alto no entraría…” ─decía Lemebel, con su implacable y mordaz ironía. Era un movimiento espontáneo y contracultural a contracorriente de la tradición, el canon y la cultura oficial.

Aires de una época oscura y festiva a la vez, que más tarde y llegados los 90, tendrá oposición en quienes se amparan menos en la experiencia y más en una escuela o corriente específica, salvo excepciones. Se trataba de un movimiento contracultural underground, fuera de las tendencias de moda. En inglés, sólo por aclarar, su antónimo es mainstream, tendencia o moda dominante. Frente a esto, Jesús Sepúlveda afirma en la misma entrevista citada: “Cuando se consolida la transición política -rearticulando la burocracia del Estado- y ese rico mundo literario y bullicioso se enfrenta al descampado crítico, apareció la revista Piel de Leopardo: …Nuestro móvil era remecer el tinglado del consenso que apagó la conciencia crítica post dictadura” (1).

En mi opinión, se debe reconocer que el costo que ha debido (y debe) pagar una buena parte de esta alterada generación, para salir a flote y “surfear” con la tradición, es alto. No en vano, se la ha tildado de “bárbara” por la forma y el uso del lenguaje, entre otros malintencionados epítetos. Algunos poetas más jóvenes, formados en el rigor de la academia, la descalificaron por desconocer la tradición precedente, y obviar los descubrimientos de la vanguardia, en el intento de crear un estilo de época a la manera de la generación beat o del realismo sucio norteamericano. Una oposición crítica, reduccionista, que aparentaba nacer de un modo muy natural en esos campus, en el intento de borrar de un plumazo la forma de mirar nuestro país y nuestro mundo también, pues la época en que ellos se encontraban era arrastrada fuertemente por los 80. Hasta la década del 2000 sus fuertes ecos seguían haciéndose sentir, en el, venido a menos, panorama cultural de fin de siglo. No vamos a convenir en que todo esto es historia, pues estando ya en el año 2020, nos encontramos en un estado estacionario de curiosa alineación o alienación de poetas que aspiran, o se inscriben sin más, en la tradición y el canon tradicional, pero también con una diversidad de poetas emergentes que buscan desafiar la cultura oficial, más aún con el reciente estallido social que parece remecer los cimientos de todo lo antes fundado.

Creo importante contextualizar la aparición de Jesús en el ambiente literario chileno, dado su protagonismo en el espacio público desde la publicación de su libro Lugar de origen y más tarde, por la aparición de la revista Piel de Leopardo, en el que, a contracorriente de la cultura autoritaria de la época, se inscribe en un lenguaje de clara rebeldía que se desmarca de la tutoría ideológica. Desde que J.S. salió de Chile para proseguir sus estudios de literatura en la Universidad de Oregón, se vinculó a la contracultura y al movimiento anarquista verde y codirigió, junto al poeta Paul Dresman, el periódico bilingüe Helicóptero. Desde esa misma época, y en adelante, viajero interior y del mundo; ha visitado ciudades y lugares diversos en América, Europa, Asia, África, y por supuesto del país en que reside, publicando sus libros, participando en recitales, y dándose al saber directo de culturas nativas, mediante experiencias y ceremonias de carácter chamánico, o afines, que le han enriquecido en directo su cultura antropológica. 

Si en sus anteriores libros advertíamos los registros de una poesía en movimiento constante, por citar una huella que los caracterice, en éste se percibe la quietud del lugar donde se escribe. Programáticamente, vuelve al campo de su experiencia poética para reconocer en detalle lo ya escrito, y sus alusiones, recuperando o trayendo a su memoria la esencialidad de su poesía con la clara intención de domarla y transformarla. El resultado es una amplificación del significado de su escritura, espiral en la que se recorre la urgencia del poeta para religar significativas experiencias personales en torno a la muerte, y a la vez epifanía de un ancestral ceremonial liberador como fin de viaje y sanación. Un lenguaje en el que la tradición ancla sus garras para actualizarse, en medio de la despiadada violencia de este mundanal incierto y a la deriva, preanuncia las formas en que los interiores de este reflejo eclosionarán la totalidad de sus textos, sin que su autor abandone jamás la gramática a su suerte, esas rarezas de estilo.

Se advierte en los poemas iniciales el contexto poético político ─trasladado al ámbito occidental del orbe─, y la estrategia usada para una escritura programática en la que insistirá a lo largo del libro. El ámbito creativo que otorga la memoria al recordar desde su propia historia la de otros, y los hechos, nos vuelve desde la imposibilidad y la repetición a la reconstrucción de los lugares ya vacíos con la necesidad imperiosa por responder al misterio de la muerte. La muerte es acá desasosiego, pero también el vínculo subterráneo con el erotismo de los cuerpos, violencia de la que habla Bataille en sus libros. Pero quizás, antes de proseguir, sea clave citar su poema “El hacedor”, donde el mismísimo Borges se le aparece en la casa de sus padres.

Fue cuando el hacedor se apareció en el living de nuestra casa
Mis padres estaban vivos
Lagos en una esquina, mi padre en su silla de ruedas
Ortiz en la mesa del patio. Había revuelo
Oscurecía. Era la hora de tomar once
Mi hermano vino nervioso a la cocina
“Borges está en el living” –dijo
Esperaba interlocutor. Mi madre doblaba ropa
Entonces lo vi: de piernas cruzadas
viejo y decente. Vestía un pantalón de tela
y una camisa cubierta por un suéter de primavera//…

Traigo a recuerdo que el libro El hacedor de Borges, toma el nombre de su primer texto que reflexiona acerca de Homero, el poeta griego, en los inicios de su ceguera: …“Días y noches pasaron sobre esa desesperación de su carne, pero una mañana se despertó, miró (ya sin asombro) las borrosas cosas que lo rodeaban e inexplicablemente sintió, como quien reconoce una música o una voz, que ya le había ocurrido todo eso y que lo había encarado con temor, pero también con júbilo, esperanza y curiosidad. Entonces descendió a su memoria, que le pareció interminable, y logró sacar de aquel vértigo el recuerdo perdido que relució como una moneda bajo la lluvia, acaso porque nunca lo había mirado, salvo, quizá, en un sueño.

De modo que Sepúlveda, en la experiencia de sentirse irresuelto ante el tema de la muerte, establece un vínculo alegórico entre su experiencia familiar y social, política finalmente, y la de sus lecturas que lo han marcado a fuego. Denuncia el asesinato político, religioso, la guerra, lo abyecto del poder y sus consecuencias, el drama de los desaparecidos. De la memoria al presente, nos sume en la contemplación, el sueño diurno y la pregunta de Adorno, en el gélido invierno del norte, matizado por su propia mirada: ¿cómo escribir poesía después de Auschwitz?

Parece siempre cerrar, finiquitar la página, y nunca sucede. Se abre y cierra el surtidor de su pensamiento y de imágenes que dan cuenta de la precariedad del sujeto en la posibilidad de liberarse del mal, una utopía que nos recuerda sus palabras en aquella entrevista del escritor Julián Gutiérrez (1): “Las trampas de la fe y la ideología son un espejismo”.

Buena parte de sus poemas vienen a constatar el misterio del deseo, y esa relación entre amor y muerte que proviene de cierto señorío de los cuerpos en la experiencia de vivir o morir. Como dice Bataille: “No se trata de que haya que esperar un mundo en el cual ya no quedarían razones para el terror, un mundo en el cual el erotismo y la muerte se encontrarían según los modos de encadenamiento de una mecánica. Se trata de que el hombre sí puede superar lo que le espanta, mirarlo de frente”.

En otro de los textos que componen el libro, dividido en cuatro partes, el poeta se declara en la abierta necesidad de remediar al poseso-racional (des-hacerse); como dice un texto que apunté en un cuaderno, aunque olvidé a su autor, el poema como el hombre es un llegar a ser. Son poemas comprometidos con una ardiente necesidad y voluntad de cambio, una re-orientación de su lugar en la escritura.

Jesús ya venía experimentando los rituales de culturas ancestrales o nativas de diferente procedencia, y en sus anteriores libros leíamos poemas con las visiones que la naturaleza le proveía. Y es en la selva amazónica donde entra en contacto con la senda perdida, o en poder explicarse la dura experiencia de la muerte de sus queridos. Despojado de su racionalidad para entregarse a una experiencia más directa, en el trance chamánico y sus plantas curadoras, posibilitar una transformación espiritual.  Lo dice, perfectamente claro, Luis E. Cárcamo-Huechante en su prólogo del libro Poemas de un bárbaro (2): “… en un afán que no se limita a una búsqueda literaria sino cognitiva, el mundo alucinógeno lleva a Sepúlveda a invocar las posibilidades liberatorias del ritual”.

Y es en la parte final de su libro, Viaje a Tánatos, donde plasma e incorpora a su escritura esta particular experiencia con la certeza de que no bastan las palabras, ni el pensamiento, para sanar las heridas propias y conectar el alma del ser humano con las fuerzas espirituales y del universo. Al modo de Ginsberg y de Burroughs, como constato en las Cartas del Yagé.

Y quiero agregar, que el orden de los textos posiblemente no tenga que ver con la realidad de los hechos, eso lo sabe solamente su autor; lo cierto es que él, en su afán, dispone los materiales en el orden que le permite un recorrido, un tránsito. Y en ese periplo sus declaraciones se corresponden perfectamente con la de sus inicios: ─el lugar de origen─, sus provocaciones iniciales transformadas hoy en un hacer activo sin caer en el patetismo del arrepentimiento:

No voy a repetir lo mismo
Lo prometo. Me
requisaron todo, incluso
hasta el alma

Los poetas miran fijo el humo de la vida
Ella y yo en medio del camino
Ola de eventos y nombres merodean en silencio
Noches bastardas que no le pertenecen a nadie

Retumba el eco de la macumba
cuando el vino enciende la carne
¿Estoy o no en la guerrilla?
Hora de fantasmas que hacen crujir las ramas.

 

 

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Notas

  1. Entrevista a Jesús Sepúlveda: “las trampas de la fe y de la ideología son un espejismo”, por Julián Gutiérrez, artículo publicado el 11/09/2008 en la página web CRÍTICA.cl
  2. Poemas de un bárbaro, Contragolpe Ediciones/ Prólogo de Luis E. Cárcamo-Huechante: Lugares, residencias y resistencias: la poesía de paso de Jesús Sepúlveda.


 

 

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