Proyecto Patrimonio - 2005
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La poesía como un acto de permanente disenso:
conversación con Jesús Sepúlveda en La Paz, Bolivia.

Por Javier Fernández

 


Esta entrevista-conversación se llevó a cabo en enero de este año en un café de Bolivia, luego que el poeta Jesús Sepúlveda realizara una lectura en el Centro de Artes y Literaturas Latinoamericanas (CEDOAL) en el espacio Simón I. Patiño en La Paz.


Iniciamos nuestra conversación con Jesús Sepúlveda, en su fugaz visita a Bolivia a mediados de enero pasado, con una pregunta (tal vez trivial). ¿Cuál es el significado que tiene la poesía para él?

"Es -nos dice- la manera de pecualiarizar el ser, la práctica que agudiza la interioridad del individuo y que lo remueve del molde estandarizador que le impone la socialización".

"Y no estoy proponiendo un modelo teleológico, que tenga alguna finalidad u objetivo a priori, porque la poesía es una práctica vital y no se escribe para algo, sino por el simple deseo de escribir. Por lo mismo, el efecto de vivir poéticamente va transformando la práctica habitual de cada cual, lo que debiera materializarse en la peculiarización del ser. Esto es lo que se ha entendido más o menos como autenticidad. Cuando se escribe en forma genuina, hay una voz única e irrepetible, a pesar de sus ecos, que ayudan a afinar la puntería y la factura verbal. Que a uno le guste o no alguna voz en particular, es otro cuento".

"Por otro lado, hay que escapar del esquema moderno que reduce la poesía a un acto inerme, centrado únicamente en torno a los artificios del lenguaje, o a un acto de fe con una finalidad instrumental: dualismo impuesto por el modernismo vanguardista de principios del siglo XX. Hace tiempo ya que estamos concientes de que el arte crea visillos simbólicos para ver por la ventana. Y efectivamente, la forma contiene el contenido, al mismo tiempo que incorpora un contexto estético referencial. A veces de manera alegórica. Otras de manera directa".

"Lo que estoy diciendo es que la poesía no tiene una finalidad secundaria en términos políticos, ni funcional en términos personales, ni terapéutica en términos sicológicos. Aunque los tenga. El siglo XX impuso el realismo, el socialismo y el pasotismo como escuelas".

"Yo prefiero salirme de ese marco -enfatiza Jesús Sepúlveda para explicar su posición crítica disensual- a fin de poder explorar y crear visiones que atenten contra cierta estética que pretende imponer -a través de formas autoritarias de socialización- un gusto determinado".

"Lo que ocurre en Occidente es que el arte y la práctica poética están separados de la vida cotidiana. De ahí surge la idea de que la cultura -y con ella la poesía- está en una especie de esfera de cristal fuera de lo cotidiano. Entre la vida y el arte hay una separación impuesta por el mundo industrializado. La cotidianidad está totalmente alienada. La poesía comienza a morir por la imposición de los procesos de estandarización".

"Mi utopía es borrar esa línea de separación y hacer que la poesía sea parte de la vida cotidiana, para que ésta se viva poéticamente. En tal sentido, es necesario tener cierta integridad estética, además de una radicalidad permanente en la vivencia diaria. A veces, a través de la poesía, se logra penetrar lo que hay de impenetrable en lo cotidiano, haciendo que el aspecto más misterioso de la existencia se vuelva habitual".

De todas maneras, las convicciones de Jesús Sepúlveda han tenido necesariamente que sustentarse a través de una filosofía de vida. Por eso nos interesa su trayectoria literaria.

"Comencé a escribir -nos dice- en la década del 80, época en que estaba completamente absorbido por ese mundo grisáceo y deprimente que había impuesto la dictadura en Chile. En ese sentido, mis preocupaciones eran políticas y pasaban un poco por sacarse la camisa de fuerza que le imponía una suerte de cárcel invisible a la conciencia, a las ideas y al espíritu, y que no nos dejaba ser libres. Además había una materialidad concreta, objetiva: la represión".

"Cómo desafiar la autoridad y cómo desmantelar el mecanismo que legitimaba la represión" era el desafío que se planteaba Jesús Sepúlveda entonces, recordando aquel proceso del que fue actor, testigo y combatiente intelectual.

"Este hecho -prosigue- tuvo un impacto en la literatura, en el quehacer cultural de la época. Poco antes de que comenzara a escribir había surgido la Neovanguardia, que era una literatura que trataba de sortear la censura de la época. No obstante, creo que la gracia de la Neovanguardia era tratar de evitar el discurso panfletario. Este grupo tuvo su emergencia en el mundo universitario, donde deambulaba cierta elite de clase media".

"Por otro lado -dice, ahondando en los factores que incidieron en esta práctica cultural- creo que el autor que profundiza con mayor acierto el desafío más radical a la autoridad es Juan Luis Martínez, cuyo libro La nueva novela me parece el más interesante del período".

"En esa época había un corpus de literatura panfletaria, o de compromiso social, que permanentemente estaba tratando de imponer su visión socializante o marxistoide a la realidad. En este contexto literario comencé a escribir y, obviamente, mis preocupaciones eran políticas, las que pasaban por la necesidad de desarrollar un discurso literario y rebelde que fuera directo. Estaba un poco en oposición a los autores que estaban tratando de sortear la censura, eludiendo la realidad, o que la aludían mediante las llamadas estructuras verbales de 'lo no dicho', a las que Raúl Zurita se refiere en un artículo publicado en 1983. Obviamente, esto implicaba escribir una poesía ácida que representara la experiencia vital en forma directa, que es lo que en esa época me llamaba la atención".

Continuando con este recorrido, Jesús Sepúlveda recuerda:

"Publico mi primer libro, Lugar de origen, en octubre de 1987, con poemas escritos entre 1985 y ese año. O sea, son poemas escritos entre los 17 y 19 años de edad. Allí uso un lenguaje directo que aborda la realidad personal de un sujeto urbano de barrio. Creo que la virtud de esa poesía, y de la generación poética en que estaba inmerso en esa época, es que logra develar ciertos temas de carácter tabú, abordándolos en forma clara y directa, tales como las experiencias sexuales, el mundo de la droga, la radicalidad política, la transgresión de los límites, el exceso, etcétera. Mi generación fue un punzón juvenil, contestatario y rebelde que, sin ser necesariamente una generación de autores politizados, tuvo un efecto en el imaginario simbólico nacional y, por tanto, un efecto político: estimuló la imaginación y fomentó la apertura. Curiosamente, la poesía que se publica a partir de 1987 emerge en un momento en que en Chile se está viviendo un proceso de apertura y, al mismo tiempo, de decadencia de la dictadura militar. Se avanzaba hacia su derrocamiento, que a la larga devino en la substitución -vía negociación política- del régimen por otro régimen".

Como es natural, aquel proceso socio-político en la patria de Jesús Sepúlveda, ligado a su vocación poética, lo lleva a dar un giro que lo sitúa en una nueva realidad, y en la que prima la práctica literaria:

"Literariamente, mi preocupación en esa época pasaba por buscar un diálogo con cierta poesía, curiosamente de lengua inglesa -y norteamericana-: la literatura Beat. Los Beats constituyeron todo un descubrimiento y tuvieron un impacto enorme en mi generación, que poco a poco los dejó de leer".

"Al mismo tiempo estaba interesado en otro tipo de poesía, con un lenguaje más directo y de expresión irónica, que hallaba, por ejemplo, en el discurso antipoético de Nicanor Parra, pero también en el de otros autores, como Ernesto Cardenal".

Paralelamente a estos procesos, y cuando comenzaba la transición democrática en Chile, Jesús Sepúlveda dirigió una revista que tuvo cuatro años de duración. Se llamaba -nos cuenta- "Piel de Leopardo", editada actualmente en Internet por Lagos Nilsson: [www.pieldeleopardo.com].

"A falta de publicaciones, esta revista se convirtió rápidamente en uno de los pocos medios literarios disensuales en Chile, que criticaba abiertamente el consenso mesocrático impuesto en ese momento por la cultura concertacionista".

"Su concepto [de la revista] era precisamente el disenso; resistir el oficialismo que promovía lo hegemónico, lo consensual, el acuerdo nacional, la reconciliación, el consenso político y, por tanto, el arte funcional. Y dentro de ese arte, cierta poesía instrumental a la democracia negociada y restringida -que construyeron en Chile- y que convirtió el arte, y la cultura en general, en una práctica megaeventista, transformando a los intelectuales y escritores en funcionarios e instrumentos del orden. Ellos se invistieron como capataces del intelecto, cuya función ha sido categorizar, organizar y ordenar la realidad administrada, siendo completos ineptos al momento de criticarla, o de ponerse en oposición a ella en forma disensual, porque cualquier tipo de oposición se estigmatizaba -y se sigue estigmatizando- como un atentado a la estabilidad democrática. En realidad, creo que ése ha sido el discurso más eficiente para mitigar la práctica disensual y crítica en las últimas décadas".

Bajo esta óptica, Jesús Sepúlveda dirigía su revista, al mismo tiempo que escribía un segundo libro de poemas: Reinos del príncipe caído.

"Nuevamente entré -dice- a una práctica vivencial extrema, quizás con el secreto fin de abrirme a una nueva perspectiva brindada por la intoxicación".

"Mi idea era poder desmantelar el corral simbólico, haciendo que surgiese una pluralidad de voces capaces de desarrollar la interioridad, y así generar un acto literario de alquimia: en el límite, pero sin miedo a decir. Con la posibilidad de decir lo que uno piensa, sin esa restricción producida de contrabando por los negadores de la convicción, se alza el vuelo. La literatura oficialista en Chile es una literatura autocomplaciente, remolona, que repite los mismos procedimientos y los mismos imaginarios hasta el cansancio. Es una literatura con adjetivo, que a veces se maquilla de light ".

"Como yo disentía de ese escenario, de algún modo mi práctica vital se hizo autodestructiva. Estaba hiper frustrado y no encajaba en ese esquema demo-consensual. En ese período comencé a escribir mi tercer libro de poesía: Hotel Marconi, que inicié el 92 en Santiago y terminé el 97 en Estados Unidos. Después se publicó en 1998, con lo que logré cerrar un ciclo más o menos intenso. Paul Dresman, que tradujo el libro al inglés, piensa que ese libro es mi temporada en el infierno".

"Luego comencé otra práctica escritural, y al mismo tiempo vital, puesto que de algún modo mi vida se va reflejando en mi práctica poética. De hecho, hay una relación directa entre ambas, porque yo escribo a partir de mi vida, mis experiencias, mis vivencias, etcétera".

De acuerdo a sus conceptos vitalistas, Jesús Sepúlveda se siente un poeta de la experiencia. De esta manera, su rutina cotidiana tiene siempre una expresión literaria. La lectura, ver cine, escuchar música, conversar y hasta viajar son parte de su ejercicio diario como experiencia vital.

"Después -continúa- creo que entré en un período de mayor madurez. En 1998 fui a España invitado a participar en un Encuentro de Poesía en Sevilla. Fue entonces que comencé mi nuevo proceso poético. Le dedico el libro a mi compañera, Janine, La Alondra " -enfatiza, valorando a su pareja y a su hijo de un año y medio-.

"Este libro, Correo negro, comienza su periplo en México y termina en Oregón. Y se publica finalmente en Buenos Aires".

A propósito del premio que le otorgó la revista argentina "Perro Negro", el poeta costarricense Luis Chaves le escribió a Jesús ponderando el texto como un libro "inquietante y bello".

"Correo negro, que se publicó el 2001, aborda un poco lo inquietante que es el hecho mismo de existir". Aquí también se cierra un nuevo ciclo en la vida de Jesús Sepúlveda.

"Comienzo a tener otro tipo de preocupaciones -continúa rememorando-. Me adhiero intelectualmente al activismo anarquista en Estados Unidos, y formo parte, sin habérmelo propuesto, de la anarquía verde y del bloque negro".

"Escribí entonces un ensayo, que es una suerte de tratado eco-libertario: El jardín de las peculiaridades, publicado en Buenos Aires en el año 2002".

"Luego partí con mi compañera a Holanda -continúa- e hicimos un viaje maravilloso por Europa y el desierto de El Sahara, donde surge otro libro con otro imaginario que se llama Escrivania, editado el año antepasado [2003] en la ciudad de Querétaro, México".

"Éste es un libro que tiene que ver con la aliteración y la sonoridad de las palabras, para lo cual me apropio del neobarroco, que se fundamenta justamente en la melopeya poética. Es lo que el argentino Horacio Fiebelkorn ha bautizado 'Realismo Onírico'. Pero es también un libro de viajes. Luego volví a Chile, donde me habían puesto una orden de arresto en toda la frontera por consumo de marihuana. Éste es el contexto de mis poemas. Cuando me voy nuevamente de Chile, salgo a Nueva York [2001], el mismo año del pencazo a las Torres Gemelas".

"El atentado cambió el escenario cultural, social y político en los EE. UU., donde se comienza a imponer una sociedad panóptica de control global. Allí me involucro en el movimiento antibelicista estadounidense".

"Otro proceso implica el libro que estoy escribiendo ahora: Sincronía animal. Es una suerte de cuatrilogía poética. Y uno de sus ejes es la percepción del cuerpo como vehículo de conocimiento e iluminación. Algunos poemas tienen que ver con el consumo de ayahuasca, que es una liana alucinógena que crece en las riberas del Amazonas y que en quechua significa cuerda de los muertos".

Interesados en conocer más sobre el Anarquismo Verde que Jesús mencionó más atrás, nos explica:

"A grandes rasgos -dice- es la visión que apunta a la liberación total de los seres humanos y de todos los seres vivos en el planeta, a través del desmantelamiento radical de las relaciones de poder. Fundamentalmente, es una visión biocéntrica que no privilegia únicamente lo social, sino que entiende las problemáticas socio-humanas en relación al medioambiente, la tierra, la pachamama. La anarquía verde comprende la necesidad de vivir en armonía con la naturaleza, mediante redes comunitarias que desmantelen el industrialismo civilizatorio, a fin de que todos podamos habitar el jardín planetario que nos cobija y nos protege".

"En este sentido -enfatiza más adelante- la anarquía verde, que tiene su origen en algunos países del primer mundo, se relaciona con las cosmologías originarias de los pueblos autóctonos del continente americano. El puente que se forma entonces entre las luchas de los pueblos indígenas y la resistencia anarcoprimitivista es primordial para la radicalización de la conciencia humana".

Jesús Sepúlveda nos menciona que es precisamente en Eugene, Oregón (USA), lugar donde vive actualmente, donde surge este pensamiento que se divulga en la revista "Anarquía Verde", editada en esa ciudad.

"En efecto, mi tratado eco-libertario, El jardín de las peculiaridades, tiene que ver con los planteamientos filosóficos del escritor norteamericano John Zerzan, autor de Futuro Primitivo y editor de la revista Green Anarchy [Anarquía Verde]".

"En Inglaterra también existe el periódico "El Anarquista Verde" y en España el pasquín "Ecotopía", que toma su nombre del libro Ecotopia de Ernest Callenbach, publicado en California en 1975".

"Al vivir en armonía con el planeta y la naturaleza, sin relaciones jerárquicas de poder, la poesía no estaría separada de la cotidianidad. En ese mundo, quizás utópico e ideal, todos podríamos ser poetas y todos podríamos visualizar el diario vivir como una práctica estética, sin esa separación tan tajante entre vida y arte que impone el modelo civilizatorio occidental".

"La anarquía verde y el anarcoprimitivismo constituyen una forma de pensamiento surgido más o menos hace una década. Este nuevo paradigma filosófico e ideológico adquirió renombre mundial debido a su influencia en la batalla de Seattle contra la globalización y la Organización Mundial de Comercio en noviembre de 1999. Es a partir de ese momento que se genera por combustión espontánea un movimiento político antiglobalizador, rebelde y anarquista".

"El valor de este movimiento está dado, entre otras cosas, por su concordancia entre lo ecológico y lo espiritual, en el sentido chamánico de la sanación, en cuya práctica la poesía juega un rol primordial. De tal manera, mis preocupaciones han variado desde lo urbano, que es donde habita mi primera poesía, hacia la naturaleza y lo ecológico, pasando por el chamanismo y la experimentación sicotrópica. En mi caso, la poesía ha tenido un efecto liberador".

"Hay prácticas castradoras que estandarizan, que impiden la liberación del espíritu y la conciencia, y que impiden una poesía más auténtica, fuera de los marcos de la mercantilización y la estandarización idiotizante."

Ahondando en la realidad del Anarquismo Verde, Jesús nos explica que existen comunidades que practican esta filosofía en diferentes lugares del país [USA], a pesar de estar bajo extrema vigilancia.

"También hay -nos aclara- otras experiencias comunitarias en diferentes partes del mundo, tales como: "Gaviotas" en Colombia, "Christiania" en Dinamarca, "Alpha Farm" en Oregón; además de las múltiples experiencias permaculturales repartidas por el mundo como micelios interdependientes, o las experiencias de resistencia de las comunidades indígenas autónomas o cuasiautónomas esparcidas a lo largo y ancho del continente americano, como es el caso de los zapatistas en Chiapas".

Al mismo tiempo nos explica que desconoce cómo se están desenvolviendo los eventos en Bolivia.

"Me temo, sin embargo, que el movimiento antineoliberal boliviano corre el riesgo de ser capitalizado por organizaciones y partidos políticos ajenos a sus principios y motivaciones, y puede ser utilizado para catapultar al poder a personajes ambiciosos".

Como conclusión del cuadro descrito sobre el tema, Jesús Sepúlveda dice:

"La naturaleza libre y silvestre de los seres humanos conlleva a una forma anárquica de ser, en la medida que se desconoce la autoridad de los Estados nacionales y de sus gobiernos. Una cuestión que se debe tomar en cuenta aquí en Bolivia es que el 'problema del mar' es producto de la conformación de los Estados nacionales (chileno, boliviano y peruano) durante el siglo XIX. Por lo mismo, el libre acceso al mar para los bolivianos no pasa realmente por los acuerdos políticos que puedan firmar los jerarcas, sino por el desmantelamiento de la estructura de poder y control que sustentan a esos mismos Estados nacionales. Sin Estados nacionales en el continente, todos los panamericanos podríamos desplazarnos libremente por el territorio continental, con libre acceso al mar, a la selva, a la cordillera y, en fin, a los ríos, lagos, bosques, etcétera, sin necesidad salvoconductos, ni pasaportes ni cercos de propiedad".

De esta manera concluimos nuestra conversación con el poeta chileno Jesús Sepúlveda durante su breve presencia en La Paz. Nos quedamo indudablemente con un sabor a idealismo, a visión lírica de la realidad, que propone hacer de la poesía el pan nuestro de cada día.


La Paz, Bolivia, enero 2005.


 

 

 

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