Teillier, el
Último Romantico
Entrevista de Bárbara
Délano
El Caballo Rojo, Suplemento
dominical de El Diario de Marka. Lima, 15 de enero de 1984
- En el prólogo a muertes y maravillas dices que la
infancia está presente en tus poemas "porque es el tiempo
más cercano a la muerte". Pero esta infancia -aclaras-
no es una infancia idealizada, exenta de males, es "una recreación
de los sentidos para recibir limpiamente la admiración ante
las maravillas del mundo". Respecto a esto, lo que más
me llama la
atención es la frase final del párrafo: "nostalgia
sí, pero del futuro, de lo que no nos ha pasado pero debiera
pasarnos". ¿Te refieres entonces a que tu recurrencia
a la infancia más que una retrospección lírica
es un intento por recuperar lo perdido, lo lárico?
Napoleón tiene una frase que es muy ofensiva para mí:
"Los tontos piensan siempre en el pasado, los inteligentes en
el presente y los locos en el futuro". Yo vivo más en
el pasado que en el presente. El presente y su contingencia no me
interesan. En cambio lo que pasó se puede inventar, recrear.
Es algo que está vivo en mí, quizá una no-superación
anímica, inmadurez tal vez. Creo que en la fuente de todo poeta
hay una inmersión en el pasado, que es, como tú dices,
nostalgia de un futuro, de haber perdido un mundo que fue mejor, que
no va a existir (soy pesimista por naturaleza), el mundo de la casa
natal, de la protección, de la pureza primitiva, de los compañeros
de juego que se han transformado en amigos bebedores.
- ¿El tiempo
perdido?
El tiempo perdido, otro siglo que no sea éste,
que no me gusta nada.
- ¿Qué tratas de decir en tu poesía?
No trato de decir nada a propósito. No creo en la poesía
de mensaje que va ha cambiar el mundo. Lo único que podemos
aportar es un poco de irrealidad, de magia de belleza, es como ver
películas mudas o tarjetas color sepia.
- ¿Cuál
es el proceso de creación? ¿Cómo se da en ti
el desarrollo para llegar a elaborar un poema?
En primer lugar, para mí los estímulos
son muy importantes. Por ejemplo, salí a pasear con mi hija
Carolina (después de muchos años) y en eso hay toda
una cosa fellinesca. Curiosamente ella se acordaba solamente de las
vivencias de la infancia. Con esto quiero decir que lo que importa
no es el paisaje, sino el hombre en el paisaje. A veces sueño
los poemas y luego los escribo, o me estimula fijar un estado de ánimo,
como una fotografía. Rara vez corrijo. Prefiero hacer varias
versiones. A veces queda así, otras podo en exceso quitando
espontaneidad. En esto no hay sistematicidad, sólo destellos,
servilletas dejadas en los bares, poemas arrugados en mis bolsillos.
En realidad, nunca sé en verdad lo que voy a decir hasta que
ya está dicho.
- Daniel Barros, en
su trabajo Poesía Sudamericana actual dice que eres un poeta
que "cuenta cosas". Y creo, efectivamente que, en este sentido,
tu poesía carece de intelectualismo y se acerca más
a lo pictórico y a lo cotidiano.
Yo no soy poeta de pensamiento abstracto. Siempre recurro
a comparaciones ligadas, concretas. No me interesa la vida interior.
Mi poesía efectivamente, es pictórica y tiene ancestros
campesinos en la preocupación por lo cotidiano, por los detalles,
por el fuego de la chimenea en fin.
- Dijiste que no te interesa dar un mensaje en la poesía.
Sin embargo mencionaste que la poesía es como fijar un tiempo,
dejar constancia de algo. Estoy pensando en tu poema "Treinta
años después", en el cual hay mucho de testimonio,
de mensaje.
Pero referido siempre a un estado de ánimo subjetivo. Eran
los cambios que venían, una especie de adelantamiento del futuro.
En mi último libro Para un pueblo fantasma - y lo dice
Jorge Boccanera, un crítico y poeta argentino- el pueblo fantasma
puede ser perfectamente Chile. Así como desaparecieron mi casa
natal y mi familia, en gran parte desapareció también
una forma de ser de un país, un tono de fraternidad, gratuidad,
de menos utilitarismo... otro ritmo.
- Pero eso no tiene nada que ver con dar un mensaje en el sentido
de mostrar una alternativa, abrir un camino concreto, estereotipar
una salida.
Exactamente. Sin embargo, así como Chile, mi poesía
ha cambiado (y esta es quizá la relación de testimonio
que existe). El otro día me preguntaron por qué eran
tan trágica. Respondí que no estamos en un país
muy alegre precisamente, a pesar del Happening con Ja. Eso
se refleja en mi poesía, que ha comenzado a ser menos melancólica
y más depresiva.
- ¿Y que pasó con esa veta de treinta años
después?
Las circunstancias hicieron que yo definiera mi camino por otro lado.
Además, aquí en Chile tenemos la censura, que implica
una autocensura muy grande. La situación del escritor es desalentadora.
La polémica al respecto, planteada por la SECH, debe ser continuada.
- ¿Cómo puedes explicar tu interés por el
box, aparentemente tan disímil con la poesía?
Me interesan los boxeadores como personajes trágicos (aparte,
yo nunca peleé cuando niño: soy cobarde). Los boxeadores
siempre terminan como Laurel y Hardy: "tristes, solitarios y
finales". Son como gladiadores modernos. Y, como soy pesimista,
también yo siento que voy a terminar como gladiador golpeado.
De alguna manera están solos contra el mundo y después
el mundo los abandona.
- De ti dicen que eres el último romántico.
Siempre habrá un ultimo romántico.
- En el mismo prólogo ya citado declaras que para ti la
poesía es un modo de ser y actuar; tu instrumento contra el
mundo concebido como "otra visión del mundo" ¿Compartes
aún esta afirmación? ¿Crees en el valor material,
vivencial de la poesía? Y perdón que sea reiterativa
¿qué es la poesía para ti?
Es el vaso de vino tinto que no me puedo tomar al almuerzo, algo que
te ayuda a vivir. Me gusta vivir, pero me mata. Podría ser
al revés ¿no? El futuro para mí está negro,
por eso me estoy poniendo religioso. Según mi hijo es puro
oportunismo.