Hay hombres quemados por rayos
descendientes de los cielos.
Hombres que por esto viven más vivos
o tal vez mueren de rodillas
según la violencia de la luz
puesta en las cosas.
Pero hay mujeres que lanzan rayos hacia el cielo,
hacia donde arcanos poderosos nos vigilan.
Esas quiebran el cielo como al de un invernadero
de pronto excedido por las flores.
Dejan al sol tan obsoleto,
dejan entrar la noche desde el viento
antes en las afueras recluido,
que quedamos solo asistidos por luz de las estrellas,
que son mil soles lejanos pero inmensos,
que son luces que exigen compañía,
que al hombre atraen como volantines
que raptan a los niños de la Tierra
mientras sus padres tristemente se distraen
buscando conejos en las nubes.