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Seminario de titulación
JORGE TEILLIER INTERTEXTUAL
(El poeta lárico leído desde sus referentes literarios)

Por Bárbara Aburto Bórquez
Director de Seminario: Oscar Barrientos Bradasic. Punta Arenas, Diciembre 2010


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EINDICE DE CONTENIDOS

INTRODUCCION. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1

CAPITULO I - JORGE TEILLIER . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . .. . . . . . . . . . . . . 4
1.1. Jorge Teillier, el poeta de los Lares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
1.2. La Generación del 50’ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . .10
1.3. Poesía lárica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . 12
CAPITULO II – TEILLIER EN BUSCA DE SUS REFERENTES (Marco Teórico) . . . 20
2.1. Nociones generales de intertextualidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
2.2. Nociones generales de intertextualidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22
CAPITULO III – LEWIS CARROLL (La búsqueda de la infancia). . . . . . . . . . . . . . . . . 25
CAPITULO IV – EL POETA DE ESTE MUNDO (A René Guy Cadou). . . . . . . . . . . . 30
CAPITULO V – LEWIS CARROLL (Pintura de Marc Chagall) . . . . . . . . . . . . . . . . .. . 35
CAPITULO VI – EL RETORNO DE ORFEO (A Rosamel del Valle). . . . . . . . . . . . . .. 39
CAPITULO VII – EN LA ÚLTIMA PÁGINA DE UN LIBRO DE
ROBERT LOUIS STEVENSON (La naventura del pensamiento) . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44
CAPITULO VIII – APARICIÓN DE TEÓFILO CID (El naufrago de la noche). . . . . . . 49
CAPITULO IX – PEQUEÑA CONFESIÓN (A Serguei Esenin). . . . . . . . . . . . . . . . . . .53
CAPITULO X – A GEORGE TRAKL. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .60
CONCLUSIONES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66
BIBLIOGRAFÍA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..68
WEBIBLIOGRAFÍA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72

 

 

INTRODUCCIÓN

Autor de una continua y siempre reveladora obra poética, Jorge Teillier Sandoval (Lautaro, 1935-Viña del Mar, 1996) representa sin duda un hito personalísimo y trascendente en el valioso espacio de la poesía chilena del siglo XX e incorpora, además, a este desarrollo y proceso inalterable de nuestra poesía, en sus variadas tendencias y corrientes, la temática definitivamente acuñada como poesía lárica que tiene en este autor a su propio protagonista quien dará materia y fundamento vocacional, estético y poético a una vertiente en la poesía del país.

A lo largo de los años sesenta, en artículos periodísticos y ensayos publicados en el “Boletín de la Universidad de Chile”, que él mismo dirigía, fue exponiendo su visión particular de la poesía y el mundo poético, es así como destacan dos de los artículos que contienen una suerte de manifiesto en los que el autor expone su lineamiento poético conocido como el larismo. Ellos son: “La nueva visión de la poesía: Los poetas de los lares” (1965) y “Sobre el mundo donde verdaderamente habito” (1971). La cristalización de sus evocaciones poéticas tomó el nombre de poesía lárica, la que según su propio autor, tiene que ver con un habitar míticamente los lugares originarios o natales, dar una vuelta a la tierra como nutrimiento creado, recuperar el paraíso perdido de la infancia, ir hacia los antepasados en una siempre necesidad de tiempo y de nostalgia y dar otorgar un carácter de inmemorialidad a la casa, a la aldea y a los secretos dominios de los sueños y los recuerdos.

La poesía de Jorge Teillier se apoderó del simbolismo de la tierra como elemento fundacional y conservador de las virtudes intrínsecas del ser humano y construyó un universo poético sobre la base de la sabiduría ancestral y las experiencias cotidianas de su aldea natal. Poesía sencilla, clara y transparente, resplandecida desde adentro en el asombro de lo cotidiano e iluminadora de un paisaje que permanece eterno.

El mérito de esta lárica poesía, que le ha dado a su autor permanencia y vigencia en la literatura chilena e hispanoamericana, es precisamente el hecho de intentar transfigurar míticamente lo cotidiano y transformar la poesía en experiencia y existencia creadora y vital a través de un lenguaje incontaminado e inmovible.

Estas son razones por las que han influenciado algunas tendencias recientes y se considera un referente obligado en la literatura chilena en la segunda mitad del siglo XX. Leer a Tellier hoy significa salvaguardar el sueño de encontrar la morada del hombre y la memoria del tiempo sin tiempo, reivindicar el valor de la nostalgia y renovar la creencia en los poderes de las palabras de los poetas para despertar la poesía oculta en el invierno de la realidad.

La tendencia preponderante en la lectura crítica de sus obras se ha hecho, casi siempre, desde la óptica de la poética que él mismo propone, aquella que alude a un tiempo de arraigo “a ese orden inmemorial de las aldeas y de los campos con su misma segura rotación de siembras y cosechas[1], frente al desarraigo de la llamada generación del 50 que era proclive al éxodo a las grandes ciudades, al cosmopolitanismo y en definitiva a la modernización.

La propuesta es hacer una lectura distinta de la obra Teilleriana, ya no desde su propia poética, aquella que él mismo denomina como poesía lárica sino que desde sus antecedentes o referentes literarios y más específicamente, aquellos referentes que él mismo nombra en su obra como sujetos de homenaje ya que es el mismo poeta lárico quien señala en su artículo los poetas de los lares: “nunca he pensado en escribir una poesía original, ni me tengo por un ser sin antepasados poéticos. Cada poeta tiene una línea y es la mía la de Francis Jammes, Milocz, René Guy Cadou, poeta con cuya visión de mundo creo tener afinidad, Antonio Machado, para citar principales, y en la lenguas que puedo leer en versiones originales, lo que me parece fundamental. (Por esto creo que sería pretencioso nombrar a otros que admiro, como Serguei Esenin, George Trakl, Dylan Thomas y Rainer María Rilke a quien leyó desde muy joven e impactó en su obra y concepción de la vida: “de conservar no sólo el recuerdo de las cosas, en declinación como modo de vida, sino en su valor humano y lárico)[2].

Con la cita extraída anteriormente de su artículo “Sobre el mundo donde verdaderamente habito” (prólogo del libro Muertes y Maravillas, 1971), da constancia de que estuvo influenciado por muchos poetas, con quienes se sintió identificado al momento de evaluar sus arte y su posición en el mundo. El sentido de proponer esta lectura distinta, es comprender la complejidad del universo poético del autor lárico y el sentido total del mensaje que nos quiere entregar.

Para ello propongo una selección de poemas de Jorge Teillier en los cuales rinde homenaje a sus mentores poéticos. Estos poemas son: “Lewis Carroll”, dedicado a Charles Lutwidge Dodgson (autor de obras magistrales como Alicia en el país de las maravillas y A través del espejo) , “El poeta de este mundo”, dedicado al escritor francés René Guy Cadou, “El poeta en el campo”, dedicado al artista pictórico Marc Chagall, “En la última página de un libro de Robert Louis Stevenson”, dedicado a este escritor británico, “Aparición de Teófilo Cid”, dedicado a este connotado chileno, escritor mandragórico, “El retorno de Orfeo”, dedicado al poeta chileno, perteneciente a la vanguardia simbolista Rosamel del Valle, “Pequeña confesión”, dedicado al ruso Serguei Esenin, y por último “A George Trakl”, en honor al poeta expresionista de origen austríaco. Los primeros seis poemas pertenecen al libro “Muertes y Maravillas” (1971), una antología poética en la cual hay una parte llamada: “Libro de homenajes”. Los otros dos poemas (dedicados a Esenin y Trakl), se encuentran contemplados en la antología poética “Los dominios perdidos” (2007), en la que se encuentra una selección de poemas llamada “Para un pueblo fantasma” (1978), en la que se encuentran estos dos últimos poemas (a Esenin y a Trakl).

 

 

CAPÍTULO I:

JORGE TEILLIER

 

1.1. Jorge Teillier, el poeta de los Lares

Jorge Teillier nació en 1935 en la pequeña ciudad de Lautaro, ciudad de la región de la Frontera. Vivió en una pequeña casa al otro lado de la vía férrea, contemplando desde niño la forma de los árboles, la maduración de los frutos, los aleteos de los pájaros, las puestas de sol, los trenes que viajaban a la capital, etc. Una vez terminada su educación primaria y secundaria decide estudiar pedagogía en historia en la Universidad de Chile, por lo que debe abandonar su hogar y parte a Santiago. Durante cuatro años (1953-1957) estudia en esta ciudad, viajando repentinamente a su casa, en Lautaro, a visitar a su familia.

Una vez concluidos sus estudios, ingresó a trabajar en el “Boletín de la Universidad de Chile”, revista que luego dirigiría hasta 1973. Junto a la poesía, se dedicó a la crítica literaria y a la crónica periodística, colaborando en diarios y revistas. Fue uno de esos raros poetas que vivieron el oficio y respiraron porque existía el oxígeno de la poesía.

Grandes acontecimientos marcaron a toda su vida y la de toda su generación. El más trágico fue la segunda guerra mundial. La bomba marcó el comienzo del derribo de los mega relatos, tanto políticos como artísticos. Finalmente, en Chile, el golpe militar de 1973 sólo vino a reforzar el estado de barbarie en que el mundo se empecinaba.

Frente al estado de ruina en que se halló la civilización occidental después de 1945, poetas y artistas renunciaban a la idea de transformar el mundo a través de imágenes novedosas, de imágenes inventadas al modo ejemplar de la ciencia, en cuanto ella, en la forma fatídica de la bomba atómica, dio un anticipo del fin de la humanidad modernizada. "Los poetas ya no se deleitan con la velocidad y el amor al futuro, afirma Teillier, incluso no les preocupa demasiado la posibilidad de los viajes espaciales, ni el progreso de la ciencia que, lo hemos visto, puede llevar finalmente al exterminio[3]

Algunos escritores de su generación, como Enrique Lihn y Jorge Edwards, tomarán para sí el tono escéptico y, a veces, más cosmopolita.

Otros, incluyendo a poetas de generaciones anteriores como Parra o Braulio Arenas, se empeñarán en recuperar un tono propio de la tierra chilena, de su lengua. Teillier, en clara divergencia con los primeros, y más cercano a los segundos, recuperará al poeta cotidiano, terrestre, sobretodo al de provincia que también se pierde entre la multitud de las ciudades y que sufre las mismas tribulaciones cotidianas de los demás seres humanos.

Jorge Teillier vivió en un pulso constante con la cotidianidad de las cosas, y sobre todo, de la vida, en un encantamiento que le permitió sólo sobrevivir en el desencantado universo de la ciudad. Fue un errante, aunque predicó “el mundo del orden inmemorial de las aldeas y de los campos, en donde siempre se produce la misma segura rotación de siembras y cosechas, de sepultación y resurrección, tan similares a la gestación de los dioses y de los poemas”.[4]

Su prédica, en vida, fue contra el establecimiento, el cliché, la mecanización absurda y deshumanizadora de la técnica, denuncia que hizo el lúcido, iluminado y desesperado poeta francés, Jean Arthur Rimbaud, en el temprano 1873.

El lautarino fue quizás uno de los últimos “Poetas Malditos” de estirpe de la poesía chilena. Jorge Teillier, hizo de su vida un acto poético sin límites, desafiando siempre el tedio y la monotonía de las cosas, esto se comprueba en su artículo “sobre el mundo donde verdaderamente habito”, en el que afirma: “nadie mira hacia las ventanas después que el día huye/entre las humaredas de los álamos/ ha huido este día que es siempre el mismo/como la historia contada por el anciano que perdió la memoria[5] y fija su posición como poeta en el mundo. “me parece que todo poeta en esta sociedad se suele considerar un sobreviviente de una perdida edad, un ente arcaico[6].

Su poesía fue un largo ejercicio de la palabra contra el tiempo, la pugna y confrontación titánica, de quien sabe que tiene perdida la partida de antemano, pero que intenta, incansablemente dar la lucha aunque ello casi siempre le ocasione frustración de asumir que el pasado añorado ha muerto.

He vuelto al lugar que hace renacer /las cenizas de los fantasmas que odio. /Aquí no debo recordar a nadie/aquí debo olvidar los aromos/porque la mano que corto aromos/ahora cava una fosa[7]

El poeta lautarino fue un jugador infatigable del mediodía, del tiempo que le fue dado, con unos pocos ases, a veces marcados, el poeta sobrevive en el espejo borroso de un estanque, y no es su rostro el que ve, sino el de otro, que pasa y nunca permanece, porque su único y verdadero tiempo es el futuro. El presente en la poesía de Teillier se desintegra, no llega a ser, siempre evoca, es castigado en medio del fulgor que nace para desaparecer, aunque el poeta siempre tiene refugio para el pasado en la memoria.

A lo largo de su obra pueden identificarse varias tendencias. Los primeros textos que salen a la luz son "Para ángeles y gorriones" (1956) , “El cielo que cae con las hojas” (1958) “ El árbol de la memoria” (1961), “Muertes y maravillas” (1961) y "Poemas del País de Nunca Jamás" (1963) en donde ya se exhiben los rasgos principales que caracterizan a toda su obra poética vinculada a la tradición de la poesía "lárica", la cual propone un regreso a la provincia y sus costumbres. Entendida la provincia como la región sureña de aldeas y campos de su infancia y adolescencia, aquellas vistas como el paraíso perdido y al cual tanto anhela volver, su retorno a ella, esa vuelta al pasado no constituye un escape del presente, sino un intento de "transformar la vida cotidiana del prójimo gracias a una poesía que muestre el rostro verdadero de la realidad de la mano de un poeta que acomete sobre el mundo utilizando un lenguaje sencillo y claro, comprensible para sus lectores.

A través de la creación poética, en estos primeros textos, Teillier intenta develarnos su mundo poético, aquel donde dice habitar, “(…) mi mundo poético era el mismo donde ahora suelo habitar, y que tal vez un día deba destruir para que se conserve: aquel atravesado por la locomotora 245, por las nubes que en noviembre hacen llover en pleno verano y son las sombras de los muertos que nos visitan (…)[8].

La cotidianeidad, la sencillez, y la presencia de la edad pasada como un tiempo dorado del que habla el poeta se verifican también en las primeras obras en: "El día del fin del mundo / será limpio y ordenado / como el cuaderno / del mejor alumno del curso /algunos niños / dejarán sus volantines enredados / en los alambres telefónicos / para volver llorando a sus casas / sin saber qué decir a sus madres, / Los amigos jugarán fútbol / en el potrero de las afueras. / Los evangélicos saldrán a cantar a las esquinas. / La anciana loca paseará con quitasol. / Y yo diré para mí mismo: "El mundo no puede terminar. / Porque las palomas y los gorriones / siguen peleando por la avena en el patio"[9].

Siguiendo con los libros, posteriormente nacen: "Los trenes de la noche" (1964) y “poemas secretos” (1966), los cuales pueden aunarse en un sólo poema escrito, en un viaje que realiza el chileno Jorge Teillier de Santiago a Lautaro, cuando el poeta viajaba mirando por la ventanilla del tren nocturno y escribía unos versos en un cuaderno de croquis tras salir a respirar a la pisadera del carro. “tras bajarme rápidamente en las estaciones de donde parten los ramales, a tomar un vaso de vino[10]

El paso del tren representó, para el melancólico poeta, el tiempo, aquel que las locomotoras van dividiendo en forma implacable en el pueblo natal que atraviesan por la mitad y señala: “el tren parte con resoplidos /de boxeador fatigado/ el tren parte en dos al pueblo/como cuchillo que rebana pan caliente/.”[11]

Ahora bien, la melancolía que provoca el tren en teillier no pasa sólo por el viaje, o por la partida, sino también por asumir que éste se ha vuelto un medio de transporte en desuso, un medio anacrónico, y que el poeta lárico, por añorarlo, en consecuencia, también lo es: "Alguna vez correrá un último tren, pensaba yo, cuál será ese último tren, así como tantas veces pienso quién pronunciará por última vez mi nombre, quién leerá por última vez un poema mío.”[12]

Entre sus últimas obras, destacan : “Crónica del forastero” (1968) “Para un pueblo fantasma” (1978), “Cartas para reinas de otras primaveras” (1985), y “El molino y la higuera” (1993), entre otras las cuales, en general testimonian la creciente renuncia a la posibilidad de representar ese mundo y ceden paso al dominio del presente desolador, renuncia que se expresaría luego en el paulatino abandono de la propia escritura por parte del poeta, en su creciente aislamiento, y en el agudo alcoholismo que lo aquejó durante sus últimos años.

“Crónica del forastero” fue una composición poética que realizó Tellier para afirmar su posición de extranjero y desterrado de su lugar de origen. Coincide la fecha de creación con los viajes de vuelta a Lautaro que realizó el autor y en los cuales sintió el retorno como la llegada a un lugar ajeno. “Veo pasar un rostro desconocido/ en el canal que corre frente a la casa/ ese rostro /será mi rostro un día”.[13]

La misma nostalgia del desterrado que lo embarga, lo lleva a escribir posteriormente: “Para un pueblo fantasma”, este fue un poemario en el cual se destaca, por sobre otras cosas, el ferviente deseo del autor de aferrarse a sus referentes literarios (Esenin, Carroll, Guy Cadou, T. Cid, Cárdenas, Edwards, R. del Valle, etc.), a aquellos que siente como sus antepasados y a los cuales les rinde homenaje. Ejemplo de ello es el fragmento siguiente del poema “paisaje de clínica”, el cual dedica a Rolando Cárdenas: “Estoy cansado de contar historias de provincia/ enviaré postales diciendo/ que el único país donde me siento/extranjero es mi país/.[14]Los alcohólicos en receso/miran el primer volantín/elevado por el joven psicópata[15]

Por último: “Cartas para reinas de otras primaveras” y “El molino y la higuera” donde el poeta señala que claramente que siente que ha envejecido y que sus obras están escritas fuera de tiempo y para receptores de otras épocas. “Está más joven el guijarro que espera ser recogido por un niño/tras ser pulido por una ola/que en cada viaje se hace más joven/sólo yo he envejecido" [16]. Por ello es que, en general, dedica sus poemas a viejos amigos, a sus familiares, en algunos casos y a sus más dignos sujetos de admiración. "Vivo en la apariencia de un mundo / Tú no sabes ni puedes saberlo / Tú no puedes conocer a mi hermana. / Yo mismo apenas la conozco / Porque murió antes de que yo naciera / Y esa llaga adelantó mi llegada. / Por eso crecí antes de lo debido / Y la primavera es una rápida hojarasca / Y el verano un congelado reloj de arena. / Ya sólo puedo yacer en el lecho de mi hermana muerta. / El vacío de mi hermana me sigue cada día. / Cuando yo muera habré muerto antes de su muerte[17].


1.2. La Generación del 50´

La generación de 1950, tan discutida y discriminada, demostró, salvo un sector, indiferencia por los temas sociales y la novela proletaria. Sin embargo, su actitud polémica, fundada en un intento de análisis interior del hombre, proporcionó una imagen crítica de la sociedad y ahondó en los rasgos psicológicos de los individuos.

La Generación literaria de 1950, hizo su entrada al escenario de las letras nacionales, con un escepticismo radical frente a la vida y a la literatura chilena anterior (buscando ante todo la superación del criollismo). Por esta razón fueron estigmatizados como escritores despreocupados frente los problemas sociales. Una de las razones de este escepticismo fue el momento de cambios profundos en la sociedad, tanto a nivel nacional, como internacional, teniendo en cuenta, el escenario mundial de la época. Todo esto provocó que en los escritores de esta generación surgiera la idea de la realidad concebida como una máscara, y que se subjetivará absolutamente la noción de conciencia humana.

En término generales, todos los autores que conformaron esta generación, fueron influenciados por la poesía, por la novela norteamericana (Walt Whitman entre los poetas, Ernest Hemingway y William Faulkner entre los novelistas) y por la novela clásica Rusa (León Tolstoy, Fedor Dostoievski). También evidenciaron como especial referente el psicoanálisis de Sigmund Freud, el determinismo científico y el existencialismo.

Un hito de fundamental importancia para el desarrollo de esta generación compuesta por narradores, poetas, dramaturgos, ensayistas y críticos, fueron los “encuentros de escritores” realizados por la Universidad de Concepción en 1958, ya que en ellos tuvieron tribuna algunos de sus integrantes más destacados, como por ejemplo: Enrique Lafourcade, José Manuel Vergara, Armando Cassígoli, Jorge Edwards y Claudio Giaconi, entre otros. También, propiciaron el debate sobre esta generación tantas veces cuestionada ya sea por su existencia efectiva dentro de la literatura nacional, o por su visión de mundo y aparente desinterés ante la realidad del país.

Los poetas integrantes de la Generación del 50, presentaron diferencias en su pensamiento político, religioso y poético. Frente al estado de ruina en que se halló la civilización occidental después de 1945, poetas y artistas renunciaban a la idea de transformar el mundo a través de imágenes novedosas, de imágenes inventadas al modo ejemplar de la ciencia, en cuanto ella, en la forma fatídica de la bomba atómica, dio un anticipo del fin de la humanidad modernizada.

"Los poetas ya no se deleitan con la velocidad y el amor al futuro", afirma Teillier, "incluso no les preocupa demasiado la posibilidad de los viajes espaciales, ni el progreso de la ciencia que según lo hemos visto, puede llevar finalmente al exterminio."[18]

Algunos escritores de esta generación tomarán para sí el tono escéptico y, a veces, más cosmopolita, otros, recuperarán al poeta cotidiano, terrestre, sobretodo al de provincia que también se pierde entre la multitud de las ciudades y que sufre las mismas tribulaciones cotidianas de los demás seres humanos, el habitante provinciano percibe la decadencia del mundo producto de la irreversibilidad del tiempo que todo lo consume, ve con angustia cómo todo es corroído por su paso, reaccionando con dolor frente a la ausencia de sus seres amados y rechazando casi espontáneamente las ciudades, como las definió Teillier en su ensayo “La nueva visión de la poesía chilena: Los poetas de los lares”: “… estas megápolis que desalojan el mundo natural y van aislando al hombre del seno de su verdadero mundo. En la ciudad", enfatiza Teillier, “el yo está pulverizado y perdido”.[19]


1.3. Poesía lárica

Dentro de la poética chilena, Jorge Teillier funda la Escuela Lárica, que es toda una postura, y está referida al lar, lugar, origen y es el propio poeta quien puntualiza y precisa esa tesis, cuando afirma que él sostenía en ese entonces “un tiempo de arraigo”, frente al desarraigo de la llamada generación del 50. El término “lar” proviene etimológicamente del latín Lar: aludiendo a cualquiera de los dioses domésticos, protectores de la casa, o simplemente al hogar, pero el poeta alemán-austríaco Reiner María Rilke, el término “lar”, lo asigna al conjunto de actitudes, asumida frente a la vida, que le proporcionó la religión judía a sus abuelos que asume, y en sus recuerdos la adopta como una sagrada obligación de guardar y perpetuar la memoria del ancestral hogar. Este poeta veía la misma desolación y la nostalgia del mundo que se ha perdido para los ojos de Teillier. Escribía Rilke: “Somos tal vez los últimos que conocieron tales cosas, (se refería a los valores religiosos de sus abuelos judíos) sobre nosotros descansa la responsabilidad de conservar no solamente su recuerdo sino su valor humano y lárico[20].

Teillier acuñó la palabra al margen de lo religioso – judío, ignorando tal vez a qué y a quién dirigía Rilke la expresión para referirse y definir a una poesía que regresa al mundo chileno de su infancia provinciana. Sin ideología religiosa, sino, podríamos decir, con una expresión laica de la poesía; en donde lo religioso alcanza a ser, posteriormente, el conjunto de actitudes con que los poetas asumen hoy día esta práctica de mirar el pasado, dándole religiosidad al conjunto, como algo sacrosanto de su propia beática actitud.

Ninguno de estos misticismos estaba en Teillier, por cierto muy alejado de lo religioso y lo político, pero si está en sus seguidores que han hecho una religión de lo lárico. Teillier retuvo el término “lárico” y lo interpretó a su manera. Con profundo talento creativo a la vez lo trasciende, descifrando en su caudal de significados símbolos ocultos y descubriendo en sí mismo la permanencia de su vida, Chile y Francia, en un mundo místico, intemporal, “el orden inmemorial de las aldeas y de los campos”, o bien “Edad de Oro de la cual se tiene un recuerdo colectivo inconsciente[21]. Pero del término lárico, como lo convirtieron los que lo siguen usando posteriormente “lárico”, así a secas, renegaba por no sentirse con él del todo identificado por eso de los recuerdos colectivos inconscientes.

Para Teillier, su lar no fue Lautaro donde nació, de donde tuvo que apartarse y donde se inspiró, sino la Francia natal de sus abuelos, con todos los valores y enunciados de sus poetas. Las grandes elocuencias dejan de serlo en la poesía de Teillier por la humildad de su actitud de hablante.

El yo poético de Teillier dialoga con su entorno de tú a tú, desdibujado en el intento de recuperar, por la amarga experiencia de la urbe, la mirada maravillosa de su infancia, dentro de un ambiente europeo, y en volver a compartir el lenguaje de las cosas.

En 1965, Teillier escribe un artículo (artículo nº 56) para el boletín de la Universidad de Chile titulado: Los nuevos poetas: Los poetas de los lares, en cuyo texto detalla las características de la poesía, del poeta lárico, las temáticas de las que se sirve y el sentido del universo poético. En términos generales , el autor plantea que vuelve a integrarse el paisaje en las creaciones poéticas , se empiezan a recuperar los sentidos perdidos en los años ahogados por la hojarasca de una poesía no nacida espontáneamente, por el contacto del hombre con el mundo, sino resultante de una experiencia meramente literaria, confeccionada sobre la medida de otra poesía.

Se aspira a valorar el orden inmemorial de las aldeas y de los campos, y se repudia entonces, el mundo mecanizado y estandarizado del presente, en donde el hombre medio sólo aspira a las pequeñas metas del confort y los lujos. De ahí la nostalgia de los "poetas de los lares", su búsqueda del reencuentro con una edad de oro, que no se debe confundir sólo con la de la infancia, sino con la del paraíso perdido que alguna vez estuvo sobre la tierra.

La poesía es descrita por Teilllier como el lenguaje prístino de un pueblo histórico. Un pueblo al que el poeta, como sobreviviente de un paraíso perdido, quisiera regresar, como testigo visionario “hoy forzosamente marginal” de esa edad dorada de lo humano. Un mundo del verdadero arraigo, donde “la jornada de trabajo en el molino y el lugar de residencia del campesino reciben el saludo (…) Donde el molino prepara el grano que sirve para la preparación del pan”.[22]

La poesía es una ocupación y su labor, como guardiana del mito, es instalar constantemente al hombre en su origen, en su pertenencia a la tierra, entendida ésta como la provincia, en oposición a la vida de la urbe, donde con el advenimiento de la técnica ha acontecido el oscurecimiento del ser.

A los poetas se los describe como “observadores, cronistas, transeúntes, simples hermanos de los seres y de las cosas. Los habitantes más lúcidos, tal vez, pero en todo caso, habitantes más de la tierra[23]. Los poetas son fundadores del ser; son, por lo mismo, los depositarios de los mitos fundacionales de un linaje, de una familia y más tarde de un pueblo, son los únicos capaces de revelarnos el origen y la esencia en cuya pérdida andamos arrojados en una existencia que nos vela su manifestación.

El poeta aparece como el sobreviviente de un paraíso perdido, como testigo visionario de una época dorada de la humanidad que conserva a través de los tiempos el mito y la imagen esencial de las cosas: casa, tierra, árbol. Dice también que al poeta del lar no le interesa la política "contingente" o, de modo afirmativo, le interesa una "poética" de lo contingente no sólo como descripción, sino que influya en la vida cotidiana de las personas.

No se trata de que el poeta en tanto hombre o ciudadano no participe en alguna lucha, pero se trata de que los poemas no se transformen en un programa de política contingente, porque ellos son el lugar de un mundo plenamente poético.

En cuanto a las temáticas, Teillier propone, a su manera, una resistencia a la modernidad mediante la afirmación de la poesía, que en sí misma ya es tal. Esto es lo que creo le da su carácter no sólo universal sino también epocal. Porque este rechazo de un mundo y la afirmación de otro, se encuentra detrás de todo poeta surgido al alero de la modernidad.

"La nostalgia como mal poético por excelencia, no basta para explicar este fenómeno. Es más bien un rechazo incluso a veces inconsciente de las ciudades, estas megápolis que desalojan el mundo natural y van aislando al hombre del seno de su verdadero mundo"[24]. En la ciudad, enfatiza Teillier, "el yo está pulverizado y perdido[25]. " Al revés de lo que comúnmente se cree, pensamos que la poesía -al igual que la revolución- aspira al orden. Enfrentado al caos, el poeta rehace el mundo, entrega luego un nuevo mundo cerrado al cual invita a habitar: el poema."[26]

La modernidad aparece a los ojos de Teillier como una época de degradación de la cultura y de las facultades humanas que hicieron posible esa cultura. Pero no se trata de hacer en los poemas una descripción pesimista de la modernidad, sino que yuxtaponerle un universo propio que se considera mejor. "Mi instrumento contra el mundo, es otra visión del mundo, que debo expresar a través de la palabra justa, tan difícil de hallar[27].

Así lo manifiesta Teillier claramente en el articulo número 65 “la nueva poesía: los poetas de los lares”: "Frente al caos de la existencia individual y ciudadana los poetas de los lares (sin ponerse de acuerdo entre ellos) pretenden afirmarse en un mundo bien hecho, sobretodo en el del mundo del orden inmemorial de las aldeas y campos, en donde siempre se produce la misma segura rotación de siembras y cosechas, de sepultación y resurrección, tan similares a la gestación de los dioses y de los poemas. Por omisión, se repudia entonces el mundo mecanizado y estandarizado del presente, en donde el hombre medio sólo aspira a las pequeñas metas del confort como el auto, la televisión; en donde el habitante de nuestros países pierde su individualidad gracias al lavado mental y deslumbramiento impuestos por el ejemplo y la propaganda de formas foráneas de vida...; en dónde la ciencia amenaza con llevarnos a una destrucción atómica final."[28]

El autor enfatiza en que no se trata de recuperar el mundo de la infancia sólo por amor a ella, sino en un gesto político de contrastar ese testimonio de la verdadera vida con el mundo mecanizado y que encuentra su símbolo en la ciudad, esa que Teillier habitó para ganarse la vida. "Y no importa que la poesía sea incomprendida, escuchada entretanto sólo por unos pocos, porque a la negación siempre un poeta responde con el sí universal."[29]

Pero el recuerdo ingenuo e incorruptible que se recupera por medio de la memoria, se trasciende sólo momentáneamente y culmina con su paulatina desintegración. Como en Enrique Lihn y en Barquero, en los que hay en su obra una voluntad rendida, en que el presente carece de toda intensidad y la visión de lo cotidiano es desoladora: persiste sólo lo estéril y lo deshabitado. Frente a ello se buscan las huellas perdidas, para acceder al lugar maravilloso de donde venimos. A través del recuerdo, la realidad cotidiana se hace visible y se recupera. Pero ella solamente sobrevive en los lugares del hallazgo, constituido por los residuos del pasado y los espacios secretos y ocultos: el espacio encubre al tiempo.

El crítico Jaime Giordano, quien estudió la obra de Teillier hasta 1965, comenta sobre “una mirada desoladora de la realidad presente, que se define como catastrófica y fracasada. Realidad desintegrada, nos dice Giordano, ante la cual se “produce una búsqueda angustiosa, que espera conciliar el deseo con la realidad y encontrar el hallazgo que permita iluminar la cotidianidad. Esta búsqueda, añade, se asienta en el recuerdo de una realidad perdida en la memoria que guarda las imágenes del origen y que se recuerdan en el presente[30].

El tiempo perdido, precisa Giordano, que sobreviene a retazos, se sumerge en un espacio perdido que accede también a través de ciertas imágenes secretas que surgen desde el rincón de la provincia, del lar. Pero en el mismo momento en que se recuperan ese tiempo y ese espacio se destruyen, porque la conciencia siempre vive escindida y no puede recuperar la integración de los dos momentos: el del idilio y el de la realidad imperfecta del presente. Agrega, que la contradicción de esa manera, que permanece irresuelta es la de asociar el goce y la felicidad sólo al momento del recuerdo, cuando la pérdida ya se ha consumado.

Jorge Teillier fue fiel a su propia historia, invariablemente, y desde su personal retórica, no sólo construyó un mundo de fulguraciones calcinadas sino una poesía original, contraria a las modas o ismos de cualquier época, mucho más compleja que su aparente transparencia y dueña de otras fronteras, más allá de su aldea natal.

Muchos críticos han dicho que la poesía chilena tiene algo de nuestra cordillera de Los Andes. Hay en ella grandes cumbres, volcanes formándose o en erupción, lagos y ensenadas, ríos e hilillos de agua cristalina.

Nada más cierto y exacto que la propia deslumbrante y determinante geografía chilena. Su fuego ha atravesado de polo a polo y han sido reconocidos en el otro extremo del planeta.

Jorge Edwards, conocido narrador chileno, flamante Premio Cervantes señaló en la contraportada del libro: "Cartas para reinas de otras primaveras”, que Jorge Teillier es el continuador por excelencia de la tradición poética chilena. Es, sostiene Edwards, el que logra la mejor síntesis del orden literario y de la aventura, después de largas décadas de experimentación formal. En la poesía de Teillier existe un Sur mítico, la misma frontera lluviosa y boscosa de Pablo Neruda, pero en este caso desrealizada, convertida en pretexto de una creación verbal, donde árboles, montes, plazas de provincia, se tiñen de innumerables referencias a la literatura contemporánea, como si el espacio literario y el de la naturaleza se entrelazaran.

Edwards apunta que los poetas optimistas han sido escasos y las células amarillas de la melancolía han sido abundantes en la sangre de Shakespeare, Charles Baudelaire, Julio Laforgue, George Trakl, Jean Arthur Rimbaud, Serguei Esenin y Dylan Thomas, entre otros. Lo cierto, como dice, Jorge Edwards, es que la melancolía de los poetas construye, paradójicamente, la trama de la cultura de los países. La verdad de los poetas es diferente a la verdad de la geografía o de la economía, concluye.

El poeta, para Teillier, aparece como el sobreviviente de un paraíso perdido, como el soñador visionario de una época dorada de la humanidad que conserva a través de los tiempos el mito y la imagen esencial de las cosas: casa, tierra, árbol.

Jorge Teillier sostuvo en su “manifiesto poético”, su visión de mundo, a principio de los setenta, citado en estos apuntes sobre su obra, que la poesía no puede estar subordinada a ideología alguna, “aunque el poeta como ciudadano tiene el derecho a escoger la torre de marfil, de madera o cemento”.[31]

Él, que se sentía culpable, como hijo de un luchador social, por no escribir poesía “comprometida,” consideraba que lo que le dictaba su verdadero yo era lo más importante y su lucha era superar la avería de lo cotidiano.[32]

 

 

 

CAPÍTULO II:

TEILLIER EN BUSCA DE SUS REFERENTES
(Marco Teórico)

 

2.1. Nociones generales de intertextualidad

Sin que parezca exagerado, es posible asegurar que cada uno de nuestros discursos y enunciaciones está cruzado o mediatizado por otros muchos y variados discursos que, a lo largo de nuestra vida, hemos ido conociendo y asimilando como parte de nuestra propia identidad crítica.

El mundo, su cultura, que es nuestra, no nació con nosotros, pero necesita de nosotros para permanecer, para desarrollarse, para evolucionar. En nuestra naturaleza está la capacidad y la necesidad de, como verdaderas esponjas, absorber información y conocimiento, los que transformamos y hacemos parte de nuestra identidad. Estamos influenciados/as por ellos, somos lo que resulta de esa influencia.

Cuando en un poema, por ejemplo, se relaciona un discurso con otro, se nos hace tan explícito que somos capaces de reconocerlo y entender que entre uno y otro se establece un diálogo que, a su vez, hace posible la constitución de una nueva obra. En tal caso estamos frente a lo que se denomina un fenómeno de intertextualidad.

En términos generales, la intertextualidad se define como la relación directa de un texto con uno o varios textos más. Y aunque no es un fenómeno exclusivamente literario (un ejemplo de intertextualidad en pintura lo constituye la obra “Las meninas” que Velázquez realizó en 1656 y que luego Picasso, en su propio estilo cubista pintará en 1957, manteniendo el mismo nombre), es en el campo de las letras es donde la intertextualidad se ha experimentado en mayor medida.

La intertextualidad, plantea la relación directa de un texto con uno o varios textos más y no sólo se reduce a la esfera de la cultura más letrada sino que incorpora elementos del texto social como el cine, la historia, la crónica, la pintura, etc. Muchos autores han sabido incorporar elementos de la cultura popular en sus obras renovando los esquemas culturales tradicionales, un claro ejemplo es el escritor chileno, conocido como “el antipoeta”: Nicanor Parra, quien utiliza en su obra el elemento cotidiano como temática fundamental, abordándolo de un modo irónico y satírico. Parra ofrece una mixtura de poesía y parodia, en la que el intertexto está presente cuando recurre en sus versos, a la inclusión de sucesos históricos, personajes públicos, noticias de los diarios, etc. para crear un texto ficcional, nuevo, que encuentra su fundamento en la realidad, generalmente en la realidad de la sociedad latinoamericana.


2.2. Hacia un concepto de intertextualidad:

Existen también autores, especializados en el área de la lingüística y la filología que han intentado definir la intertextualidad, es ese el caso del filólogo ruso Mijail Bajtin, quien dirá que la base del concepto "intertextualidad" está en el carácter dialógico del discurso. Bajtin habla de “fuerzas centrípetas de la vida del lenguaje que actúan dentro de un plurilingüismo efectivo[33]. Esta afirmación de Bajtin lo que hace es señalar que el discurso literario no es un todo autónomo y cerrado sino un constante diálogo entre voces que interactúan, por lo que el lector tampoco tendrá un rol pasivo en el proceso comunicacional, sino que éste se convertirá en un oyente activo.

Por su parte, el francés Gerard Genette, en su obra “Palimpsestos” definirá intertextualidad como la relación de co presencia entre dos o más textos, es decir, la presencia efectiva de un texto en otro[34] . Según Genette esta presencia puede darse de tres formas: cita, plagio o alusión.

La Cita es definida como la forma más explícita y literal[35]. Es la extracción que se realiza de un fragmento de texto para insertarlo en otro distinto (sin alterarlo), utilizando comillas, y algunas referencias tales como el nombre del autor, de la obra, de la editorial del libro, la mención del año de publicación y el lugar; aunque también existe el caso de las citas que no poseen referencias precisas.

El plagio lo definirá Genette como una forma menos explícita y menos canónica[36]. Plagiar un texto entonces será copiar un fragmento de texto en otro, en forma literal, pero sin declarar que pertenece a otro autor. Por último, la alusión se definirá como un enunciado cuya plena comprensión supone la percepción de su relación con otro enunciado al que remite necesariamente tal o cual de sus inflexiones[37]. Esto es, hacer referencia a otro texto haciendo uso de la esencia del mismo o sirviéndose del parafraseo. La alusión, a diferencia de la cita y el plagio, no es en forma literal.

Por otro lado, Wolfgang Iser utiliza un término muy útil para el estudio de la intertextualidad: el de "repertorio", es decir, la realidad extraestética que proporciona previamente al lector un saber determinado: las convenciones, normas, tradiciones, contexto socio-cultural, valores de la época y hábitos de percepción que permiten la descodificación del texto. Es decir: "Aquella parte constitutiva del texto en la que se supera la inmanencia del mismo"[38]. Iser, incluye también el concepto de “espacios vacíos[39] o lugares de indeterminación, los que, a juicio del autor alemán, son espacios que intencionalmente el autor de un texto deja para dar cabida a que el lector u oyente sea quien integre ese “espacio vacío” o indeterminado, tras su propia interpretación y es allí cuando nuevamente se esta dando pie a la inclusión del intertexto, sólo que esta vez, creado por el mismo lector. Este último concepto, el de “espacios vacíos en el texto”, también lo acuña el filósofo alemán Hans-Georg Gadamer, sólo que con algunas modificaciones pues este último señalará que “la escritura debe abrir un horizonte de interpretación y comprensión que el lector ha de llenar con sus conocimientos e interpretaciones propias respecto del contenido[40]. Como vemos, Gadamer a diferencia de Iser es más general en su definición pues nos dice, en el fondo, que el texto completo esta sujeto a que el lector lo interprete desde sus conocimientos propios, no solo en algunos espacios, como dice Iser.

Hans Robert Jauss, filólogo estudioso de la literatura alemana y de las literaturas románicas, especializado en las literaturas medievales y en la francesa moderna dirá que la obra literaria no es un objeto existente para sí que ofrezca a cada observador el mismo aspecto en cualquier momento. El autor afirma que “la historia de la literatura es un proceso de recepción y producción estética que se realiza en la actualización de textos literarios tanto por el lector, por el crítico, como por el propio escritor[41]

Así como Iser habla del repertorio, Jauss utiliza el término "horizonte de expectativas"[42], que alude a lo que el receptor espera del texto teniendo en cuenta la poética inmanente del género, las relaciones con otras obras conocidas del entorno histórico y literario y la oposición entre realidad y ficción. El texto puede, entonces, cumplir las expectativas o frustrarlas, haciendo tambalear la moral canonizada.

Por último, Julia Kristeva, lingüista y filósofa de origen búlgaro, escritora, teórica de la literatura y del feminismo, afirma que todo texto se construye como “un mosaico de citas”, lo que implica el reconocimiento de la intertextualidad como un fenómeno que se encuentra en la base del texto literario, esto es : "Todo texto es la absorción o transformación de otro texto[43].

La mención a todos estos autores especialistas en lingüística, filología y en algunos casos también, literatos, tiene por objeto entregar la base a partir de la cual he extraído los principales lineamientos sobre los diferentes conceptos y visiones de la intertextualidad.

Cada capítulo, de este trabajo consta de distintos poemas del “Libro de homenajes” del poeta lárico, Jorge Teillier Sandoval, quien, según mi trabajo investigativo, ha realizado un trabajo de intertextualidad en cada uno de ellos. En algunos casos, haciendo alusiones históricas, o de detalles de la vida íntima de sus mentores literarios, citando casi de manera textual la obra poética de los mismos y ensamblándolas en sus creaciones líricas, comparando la vida de los mismos con la propia, en una suerte de trabajo autobiográfico, etc.

 

 

CAPÍTULO III:

LEWIS CARROLL
(La búsqueda de la infancia)

 

 

-Cuando yo empleo una palabra – insistió Tententieso en tono desdeñoso –
significa lo que quiero que signifique, ¡ni más ni menos!
-La cuestión esta en saber –objeto Alicia- si usted puede conseguir que las palabras
signifiquen tantas cosas diferentes
-La cuestión está en saber –declaró Tententieso- ¡Quién manda aquí!
Si las palabras o yo

(Lewis Carroll)


Charles Lutwidge Dodgson era el nombre verdadero del autor de las "Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas", y de "A través del Espejo”.

Los cuentos famosos de este escritor inglés, sacerdote anglicano, matemático y fotógrafo vieron la luz con el seudónimo de Lewis Carroll, cuyo nombre es homenajeado por el poeta lárico Jorge Teillier en su antología titulada “Libro de homenajes”.

“Lewis Carroll” es el poema que da el punto de partida a la antología “Libro de homenajes”, incluida en la obra “Muertes y maravillas” (1971). Teillier enseña al lector, a través de este poema, la desconocida e intrigante identidad de Charles Dodgson. Ya en las primeras líneas revela la verdadera identidad de éste al decir: “al profesor de matemáticas de Oxford”, el “Reverendo Dodgson” como un “hombre ligeramente tartamudo y zurdo[44]. El poeta lárico, gran admirador de los relatos infantiles de Carroll, nos entrega desde el principio datos que en una primera lectura pudieran pasar inadvertidos. Esto se ejemplifica cuando menciona “Reverendo Dodgson”, y esclarece de inmediato, la condición de religioso de este y su verdadero nombre (Charles Lutwidge Dodgson) que, como señalaba anteriormente, escondió detrás del seudónimo periodístico y literario de Lewis Carroll. También lo llama profesor de matemáticas, añadiendo un antecedente más acerca de la vida de este escritor, quien según nos cuenta Tellier a través del poema, poseía una mente brillante, tanto fue así que incursionó en distintas áreas de estudio. (Teología, pedagogía, fotografía, periodismo y literatura)

Avanzando en la lectura del poema, el poeta lárico añade: “el señor Dodgson pasea con tres niñitas, tal vez sueña fotografiarlas desnudas[45], donde nos adiciona la afición del autor hacia el arte de la fotografía y nos devela, solapadamente, el conflicto en el que se vio envuelto Dodgson por relacionarse siempre con niños, a los cuales utilizaba de inspiración para protagonizar sus relatos fantásticos. Como vemos, Teillier recurre a hechos que a los ojos de la sociedad, provocaron habladurías y acusaciones de perversión hacia Carroll, dejando su nombre manchado y marginándolo de relacionarse nuevamente con sus viejas amistades.

Finalmente nos muestra el lado literato de este versátil y multifacético autor, escritor de parodias poéticas de un periódico inglés llamado “Cómics Times” cuando dice: “y se contenta con escribirles cartas festivas, con narrarles historias[46], demostrando con esto que Carroll no sólo escribió relatos de fantasía sino que también fue periodista connotado y encargado de escribir frecuentemente artículos en este reconocido periódico. El adjetivo “festivas”, que incluye Teillier tiene la finalidad de señalar al lector que los artículos escritos por Carroll, tenían, generalmente, un corte irónico y en los que solía parodiar situaciones cotidianas, ganando con ello, público que lo aclamaba por su genialidad humorística, como otros que rechazaban su lenguaje irónico , impertinente y sobre todo imprudente.

Quiero hacer hincapié en el verso que sigue al anteriormente analizado y que dice: “narrarles historias sobre el otro lado del espejo/ y ver fluir sus tiernos rostros en el atardecer de una barca”, pues cuando Teillier agrega: “historias sobre el otro lado del espejo[47], no sólo hace referencia a una obra muy conocida que tiene el escritor Lewis Carroll llamada “A través del espejo”, sino que al mismo tiempo está apuntando a que la escritura de Carroll es de corte fantástico-maravilloso. Esto se demuestra cuando Carroll ofrece al lector situaciones que se escapan plenamente de la realidad, por ejemplo cuando muestra un mundo desconocido al que viaja una joven niña y se aventura a lo incierto, encontrándose con personajes que aunque no son humanos, adquieren sus cualidades, bosques encantados, etc.

En el último párrafo del poema Tellier se sirve de un nombre femenino: Alicia, cuyo nombre aludiría a la jovencita Alicia Liddell, hija de su amigo diácono el Sr. Liddell, con quien el autor compartía sus relatos, y quien se habría convertido en una amiga entrañable y compañera de largos paseos al atardecer en barca por el “Río Támesis”, ubicado al sur de la ciudad de Inglaterra.

Teillier añade en el poema: “el nombre Alicia ahora significa aventura[48], confirmándonos con estos versos que es Carroll el autor del famoso cuento infantil “las aventuras de Alicia en el país de las maravillas”, cuento que se funda en las aventuras de una pequeña niña que viaja a un país desconocido e inimaginable, pues en él transcurren hechos maravillosos e inesperados, como también, que el nombre Alicia , tomado de Alicia Liddell, como anteriormente mencioné, fue su inspiración para escribir este relato de fantasía y aventura.

Con la lectura total del poema, se concluye que Teillier quiso describir a uno de sus grandes referentes literarios haciendo alusión a datos de la vida de Carroll, o Charles Dodgson, como su destacada labor como profesor de una influyente universidad, su férrea tendencia a la creación literaria y su profesión de periodista de un connotado periódico inglés.

Para Teillier, Carroll posee un perfil tímido y cabizbajo y a partir de allí se explica su condición de hombre solitario producto del rechazo y la marginación de la sociedad quien desdeña su escritura y sobre todo su conducta desviada y perversa con relación a los niños.

La temática de la infancia, será el punto en el que ponga el acento el chileno lárico. El hecho de que Carroll, introduzca en sus relatos como protagonistas a los niños, porque evidentemente, el escritor inglés se identificaba con ellos será lo que haga mella en Teillier, quien constantemente aborda en su temática la infancia por ser una etapa en la que había gozado de la felicidad y a la que constantemente esta deseando retornar, como dice en su artículo “Sobre el mundo en el que verdaderamente habito”: " la infancia es un estado que debemos alcanzar, una recreación de los sentidos para recibir limpiamente la "admiración ante las maravillas del mundo"[49]. Ejemplo de esto lo encontramos en uno de los poemarios del poeta lárico, que se titula: “a los habitantes del país de nunca jamás” (1963), título que Teillier toma del viejo cuento infantil llamado “Peter Pan”, en honor al personaje ficticio creado por el escritor escocés James Matthew, hacia 1904. Este autor, también mentor poético teilleriano, presenta a “Peter” como un niño pequeño que rehúsa crecer y que convive con otros niños de su misma edad que son llamados “Niños Perdidos”, en el país de “Nunca Jamás”, país caracterizado como una isla poblada por piratas, hadas y sirenas, y en donde Peter Pan vive numerosas aventuras fantásticas durante toda la eternidad.

Como vemos Teillier viaja una y otra vez al pasado para retomar a sus referentes literarios. En el caso de los poemas dedicados a los habitantes del país de nunca jamás, Teillier toma de la obra de Matthew, el nombre del país de “Nunca jamás” y al estilo del escritor escocés, construye un poemario en cuyo relato aparece “El país de nunca jamás”, país que está representado, en la obra del chileno, en su viejo Lautaro, al que anhela regresar.

La conexión, entonces, que se establece entre Carroll y Teillier, es que ambos crean relatos en los que esta presente el anhelo fervoroso de la vuelta a la infancia. Y mientras Carroll se aventura en mundos donde priman los elementos fantásticos y aventureros protagonizados por niños, Teillier escribe versos añorantes en los que intenta traer al presente una y otra vez a ese un niño, “perdido” en la ciudad, el país de nunca jamás, que en Teillier representa a la vieja aldea, al viejo pueblo de Lautaro en el cual los niños jugaban felices a elevar volantines, a jugar en los charcos de agua y a buscar figuras en las nubes aunque sea en sueños.

 

 

 

CAPÍTULO IV:

EL POETA DE ESTE MUNDO
(A René Guy Cadou)

 

“De pronto no somos sino un puñado de sombras
que el viento intenta dispersar”.

(Jorge Teillier)


Teillier realiza una suerte de homenajes elegíaco de honda compenetración con otro de los escritores de su proximidad temática el escritor francés, Rene Guy Cadou. Teillier traza un relato en el que ya en las primeras líneas esboza rasgos de este “hombre de pueblo de seiscientos habitantes[50], de carácter sencillo y modesto. Lector asiduo, hombre solitario y que sufrió de esa enfermedad grave de muchos de los poetas que admiraba Teillier: la nostalgia, nostalgia de abandonar a los siete años de edad su amada localidad de Sainte Reine, sus rebaños y trigales infinitos, sus lunas azules y su tiempo sin tiempo.

El sentimiento nostálgico que embarga al poeta francés, producto del abandono de su pueblo, luego de la temprana muerte de su padre y posteriormente el impacto de la segunda mundial cala fuertemente en la personalidad retraída y el carácter solitario y meditativo propio de Guy Cadou. Teillier, a través del poema deja establecido desde las primeras líneas que Guy Cadou, fue un poeta solitario, melancólico, marginado por la sociedad. Esto se demuestra cuando Teillier escribe: “En la proa de tu barco te asomabas a ver los caminos de tu país de hadas y pantanos, caminos trazados como las líneas de un cuaderno de copia[51]. En estos versos “la proa del barco” representan la mente creadora del poeta en la cual el éste gesta locaciones o países ficcionales. Cuando Teillier habla de un país de hadas y pantanos hace una mirada retrospectiva. El país de hadas (infancia) y el pantano (tierra natal) simbolizan el constante anhelo del poeta de retornar a la niñez y encontrarse nuevamente en la tierra natal, en aquella tierra en la que vivió la infancia, esa edad dorada en la que era admisible soñar.

Teillier nos muestra a un solitario que escribe poemas que nacen del sentimiento nostálgico del desarraigo que siente un hombre lejos de su lugar de origen de “aquel mundo poblado por espejos que no reflejan nuestra imagen sino la del desconocido que fuimos y viene desde otra época hasta nuestro encuentro, aquel donde tocan las campanas de la parroquia y donde aún se narran historias sobre la fundación del pueblo.[52]

En el poema a René Guy Cadou eso se puede verificar en: “Y los poemas se encendían como girasoles/ nacidos de tu corazón profundo y secreto/rescatados de la nostalgia, /la única realidad[53]. El poeta lárico, confirma que la nostalgia del recuerdo de otro tiempo mejor es la única realidad que mantiene vivo al poeta, quien se aferra a traer viejos vestigios al presente para sobrevivir.

Continuando en la lectura del poema, Teillier introduce fragmentos de su estatuto lárico: sobre el mundo donde verdaderamente habito cuando intenta definir poesía como creación literaria asociada a la aldea y señala su relación con lo pasado, con las remembranzas, con aquello que aunque le provoca nostalgia, desearía volver a tener."Un poema es un pan fresco/un cesto de mimbre/Un poema debe ser leído por amigos desconocidos/ en trenes que siempre se atrasan o bajo los castaños de las plazas aldeanas. Pocos saben aquí lo que es un poema/ pocos han puesto su cara al viento en medio de un trigal/ pocos saben lo que es un poeta"[54]. Estos versos son la prueba de que en el poema dedicado a Guy Cadou lo que desea es demostrar que se siente identificado con el pensamiento, cosmovisión e ideología del poeta francés. Esto se demuestra cuando dice: "Tú sabías que la poesía debe ser usual como el cielo que nos desborda / que no significa nada si no permite a los hombres acercarse y conocerse/ la poesía debe ser una moneda cotidiana / debe estar sobre todas las mesas como el canto de la jarra de vino que ilumina los caminos de los domingos"[55]. Estos versos hacen alusión a la alabanza de la poesía cotidiana y sencilla, a la poesía dirigida a todos y compartida por todos y por ende, el desprecio por la modernidad, que trae consigo un periodo de cosmopolitanismo, tecnologización, e impersonalidad.

Esta modernidad corresponde al presente que se vive en la urbe, la cual el poeta enfrenta incesantemente al pasado, diciendo en el fondo, que las ciudades (representación de lo moderno) jamás podrán compararse con los viejos árboles, que básicamente simbolizan para el poeta, la tradición, la edad perdida. Esto e verifica cuando Teillier dice: “Sabías que las ciudades son accidentes que no prevalecerán frente a los árboles[56].

Hacia el final del poema Teillier relata tristemente cómo el poeta francés, abrumado ante la impotencia de no poder dar batalla a su anhelo de torcer el presente agobiador en que vive, decide suicidarse en el cuarto de la habitación de un hotel. “Moriste en un cuarto donde se congregaba toda la primavera/mirando un cesto de manzanas, /. He visto morir a un príncipe, / dijo uno de tus amigos[57].

La poesía de Guy Cadou caló fuertemente en Teillier por el anhelo de éste de intentar volver al pasado, a la vieja ciudad que representó la edad de oro del poeta lautarino que incansablemente se internaba en la búsqueda de paraísos perdidos y caía en sugerir estados íntimos del alma y evocar lo lejano; crepúsculos y aldeas grávidas de encanto; cuadros que tristemente son inexistentes.

Amargamente, el poeta lárico se muestra incapaz de convencerse de que el mundo ordenado y mágico de su infancia en Lautaro se había muerto a perpetuidad. Y en los versos que finalizan el poema dirá: “Y este primero de noviembre/cuando me rodean los muertos que siempre están conmigo/pienso en tu serena y ruda fe/ que se puede comprender como a una pequeña iglesia azul de pueblo/ donde hay un párroco que no pide sin compartir su pan/”[58], demostrando su intento incansable de aferrarse a sus viejos preceptos de vida, y a sus referentes literarios, por ello es que señala que “lo rodean los muertos”, pues todos aquellos con los que compartió opinión y pensamiento, aquellos hombres nobles y sencillos, como Guy Cadou, a quien compara con un párroco, por sus simpleza y solidaridad, han muerto en la lucha contra la hostilidad del mundo moderno.

 

 

 

CAPÍTULO V:

EL POETA EN EL CAMPO
(Pintura de Marc Chagall)

 

“El arte es sobre todo un estado del alma”
(Marc Chagall)


A través del epígrafe del poema “El poeta en el campo”, Jorge Teillier señala que se va a referir a una pintura del expresionista Marc Chagall. Sin esta señal, el primer párrafo se haría incomprensible, pues es una clara descripción de lo que ofrece la obra pictórica citada por el poeta. El cuadro al que se hace alusión, es: El poeta estirado, de Marc Chagall.

Muchos críticos coinciden en señalar que esta pintura es una síntesis de toda la filosofía artística de Chagall y Teillier la escoge porque en ella ve también reflejada la condensación de su propia producción poética.

Lo primero que destaca en la obra pictórica es que el personaje es un poeta y aparece situado en un primer plano del cuadro en una actitud de estar dormido, soñando. El hecho de que esté en un primer plano no deja de ser significativo, y eso Teillier lo pone en evidencia al principio del poema cuando dice: "También podríamos estar tendidos / en el primer plano del cuadro"[59], pues simboliza que el personaje está alejado del paisaje representado, no pertenece a él.

Siguiendo con el orden del poema, Teillier presenta un verso en el cual contrapone dos imágenes que son, en el fondo, producto de su gran conflicto existencial: la urbe y el pueblo. Esto se ve claramente cuando dice: “con la chaqueta manchada de pasto[60]. La chaqueta, es una clara representación de la ciudad, de lo moderno y el pasto, por su parte, es una clara representación de lo rural.

El mundo retratado en el cuadro es una escena rural, una representación del folclore popular ruso y constituye una unidad indisoluble entre realidad y fantasía, entre la lógica simbólica y la irracionalidad del subconsciente, que aparece porque el poeta la evoca a través de su sueño.

Esto es muy propio de la poesía lárica, el anhelo del retorno a la aldea natal, y por eso el autor chileno versifica ese detalle diciendo: "y de nuestro sueño / quizás surgirían / un caballo indiferente / una vaca de lento rumiar / una choza de paja.”[61]

La composición del cuadro es como una composición poética de Teillier; basta con enumerar los elementos: una pradera, una choza de paja, un caballo, una vaca (oveja o cerdo); todo situado en un espacio circular, algo así como una loma, que presenta el paisaje como un universo coherente, ordenado, donde todo está en su lugar. Estos elementos en el poema son claras referencias al mundo campesino en el que pasó su infancia.

La mención del caballo, la vaca y las chozas de techo de paja en Teillier forman parte del realismo secreto que envuelve su obra, son vestigios con los que siempre sueña encontrarse para retornar mentalmente una y otra vez a un tiempo pretérito. En Chagall, al mismo tiempo, se pueden apreciar casas aldeanas, ordeñadoras, una pareja de labriegos, la vegetación, etc. todas estas imágenes entonces forman parte del recuerdo tanto para Teillier como para Chagall, ambos coinciden en ocupar como referente común el mundo de su niñez y hacen uso de ellas encastándolas con la arbitrariedad del ensueño y la nostalgia.

Es importante la actitud del soñador: para evocar la aldea a través del sueño, debe despojarse de su sombrero y de su chaqueta (de evidente diseño urbano) y tenderse a dormir. En este gesto hay un evidente paralelo con lo que Teillier llamaba el método de creación de los poetas láricos: "Lo he dicho entre líneas, pero ahora quiero hacerlo explícito; el personaje que escribe no soy necesariamente yo mismo, en un punto estoy yo como un ser consciente, en otro la creación que nace del choque mío contra mi doble, ese personaje que es quien yo quisiera ser tal vez. Por eso el poeta es quizás uno de los menos indicados para decir cómo crea. Cuando el poeta quiere encontrar algo se echa a dormir. Habitualmente el poema nace en mí como un vago ruido que debe organizarse alrededor de la palabra o la frase clave o una imagen visual que ese mismo ruido o ritmo concita.[62].

Es importante no olvidar esta idea, pues es de gran utilidad para comprender el segundo párrafo del poema. En este punto de la composición, Teillier dialoga desde su perspectiva con la obra y la interpreta, la reactualiza agregándole un nuevo sentido.

Él asegura que el asunto está en que las cosas sueñen con nosotros y, al final, todo se confunda: "Pero / el asunto / es que las cosas sueñen con nosotros, / y al final no se sepa / si somos nosotros quienes soñamos con el poeta / que sueña este paisaje, / o es el paisaje quien sueña con nosotros / y el poeta / y el pintor."[63]

El autor se vale de este juego textual entre la palabra e imagen para entregar su mensaje: La tierra nos añora. Es momento de volver a la aldea natal para fusionarse con ella y así integrarse al orden cósmico original.

Como vemos lo que se desea el artista pictórico es acentuar la deformación de la realidad para conseguir expresar adecuadamente los valores que se pretende poner en evidencia, los que en el poema del lautarino hacen referencia al retorno al origen, al lar.

El trabajo que hace Chagall en su cuadro es justamente romper las formas, dar un quiebre a la lógica pues mezcla la ciudad con la urbe y el objetivo primordial de esto es transmitir sus emociones y sentimientos más profundos respecto de los sucesos, desea mostrar el caos de la sociedad, apelando a la emocionalidad a través de las formas y los colores. Teilllier realiza el mismo truco que Chagall, y es asá como dialogan ambos autores, el poeta lárico quiebra la lógica e introduce el elemento onírico, pues nos habla de un poeta que se recuesta a “soñar”, con una vieja edad dorada que al parecer, esta destinada a vivir sólo en sueños, pues no tiene cabida en la realidad.

 

 

 

CAPÍTULO VI:

EL RETORNO DE ORFEO
(A Rosamel del Valle)

 

He aquí una fuente para dormir, una claridad sin abrirse, Sola en el tallo del sueño.
Bienvenido, viajero devorado que te asomas Ciego desde el agua a la tierra."
(Rosamel del Valle)


Moisés Filadelfio Gutiérrez, más conocido a través de su seudónimo de Rosamel del Valle, fue un poeta chileno originario de Curacaví, pequeño valle que se encuentra entre Santiago y Valparaíso, quien desde sus inicios en la literatura mostro gran interés por una poesía rupturista y que apelara a la expresión pura de los sentidos.

Rosamel del Valle, ha sido considerado, junto a Teófilo Cid y Braulio Arenas, uno de los principales exponentes del surrealismo en la literatura. Su obra aspiraba a que el pensamiento se desprendiera de sus raíces. Apelaba, entonces a la interpretación del sentido de un lenguaje simbólico y mítico. Este chileno creía que la tercera dimensión de la realidad era la palabra y que los individuos habitamos no sólo el tiempo y el espacio, sino también los parajes de la imaginación, y el tránsito inevitable entre ellos.

Jorge Teillier se aventura en la obra rosameliana pues ella esta impregnada de simbologías e imágenes que el poeta chileno toma de sus influencias literarias de tipo surrealistas. El poeta lárico dedica el poema “El retorno de Orfeo” a Rosamel del Valle, titulando así el poema pues ya había publicado este poema muchos años antes que aparezca en su antología: “Muertes y maravillas” (1971) o en “Para un pueblo fantasma” (1978). En la Biblioteca Nacional de Chile, se encuentra este poema, que fue publicado al parecer en un periódico, pero del que se desconoce su referencia.

Por la re-publicación, en definitiva, adquiere el nombre de “El retorno de Orfeo, pues es el alter ego de Rosamel del Valle (Orfeo) quien retorna. Teillier señala que el poeta encontró a su doble literario y creó su alter-ego que representaría su “yo lírico”, humanizado y hasta cierto punto despojado de la solemnidad del mito en la profundidad del ser del poeta.

Orfeo, como personaje rosameliano, será entonces un sonámbulo, aquel que deambula o habita entre sueños para desprenderse de las nostalgias terrestres del hombre.

El poema que Teillier dedica a Del Valle comienza diciendo: “Te marchaste junto al invierno que con su lámpara desenreda las raíces / y hace surgir los sueños de los antepasados[64]. Teiller se sirve de las imágenes predilectas de Rosamel del Valle y las incluye en esta creación poética que homenajea al escritor chileno. El poeta lárico señala que el alma del poeta es aquella que se marcha en invierno, hace referencia al invierno nerudiano y hasta cardeniano, el invierno como un estado nostálgico del alma.

Esta época del año inspiró a muchos poetas por simbolizar el antónimo a lo luminoso, por ende un periodo sombrío y ceniciento. La lámpara en este poema simboliza la luz que guía a Orfeo al salir del averno, la luz que ilumina al poeta y lo guía en su viaje a la profundidad de los sueños, para revivir desde allí a sus antepasados.

La lámpara, símbolo recurrente en la poesía rosameliana, significa en estos versos de Teillier ese brillo constante que no permite al poeta cerrar sus ojos y dormir. También es posible que Caronte (dios que guía en su barca a los hombres para llevarlos al infierno) represente al invierno y es por esto que Teillier menciona que lleva una lámpara, que en el fondo es la que lo guía al país de los muertos, al averno, para reencontrarse con sus antepasados. Esto aplicado al mito de Orfeo explicaría el viaje que este realiza al infierno en busca de su amada Eurídice.

Continuando en el poema, Teillier dirá: “Viajas junto al invierno, /a las ardillas y a los pájaros nevados /que siempre recuerdan tus manos / alimentándolos en los parques transparentes[65]. Cuando el poeta lárico escribe “viajas junto al invierno”, esta haciendo alusión a la muerte de Rosamel del Valle, quien se sabe que no falleció en invierno, sino en primavera (septiembre, 1965), pero a lo que apunta Teillier, es a que es el alma de Rosamel del Valle quien parte o viaja en invierno, en esa estación mustia, opaca y nostálgica en la que vivió tantos años de su vida, y que tanto amó.

Luego cuando agrega “viajas junto a las ardillas y a los pájaros nevados /que siempre recuerdan tus manos / alimentándolos en los parques transparentes”, hace referencia, en palabras de Teillier, a los “objetos láricos”, aquellos que son verdaderos vestigios de otra edad, y que conviven con el poeta eternamente para evocar un tiempo de felicidad. Estos objetos láricos, en los versos citados son los paisajes nostálgicos de la niñez vividos en el pueblo natal, que en el caso del autor, será su añorado Curacaví, representado, en el poema, con la figura de los pájaros y las ardillas.

En los versos siguientes, señala: /La primavera prometía en vano /el naranjo de la infancia en el patio de cemento / o transformaba en viñedo tu copa de vino[66], con estos versos Teillier demuestra que la nostalgia del poeta se debió a la frustración de la lucha con el tiempo, con la imposibilidad del retorno al lar y con su impotencia de no poder transformar la visión de la creación literaria. El verso “el naranjo de la infancia en el patio de cemento[67], constituye un retrotraerse a lo rural y pensar que aunque ello es lo ideal, es imposible de concebir en el presente de la ciudad. Al mismo tiempo, en estos versos, el lautarino contrapone dos imágenes presentes en toda su línea poética: el árbol, que en los versos es el naranjo, cuyo valor evoca a la tradición inmemorial, al origen, y a los antepasados y el cemento, que es la representación de la ciudad y de la modernidad.

En los últimos versos, el poeta lárico acabará diciendo: “Ya el tiempo había escrito muerte con tinta invisible. / Tú leías sus cartas / sabiendo que cada mañana uno debe despedirse de la muerte diciendo “hasta mañana” /"Tu muerte o mi muerte—decías—serán como el / derrumbarse fortuito de una lámpara"[68], confirmando una vez más que el hombre, ser carente de valor, simboliza, al estilo Trakleano, la carroña, la miseria que será devorada por la sociedad moderna, que su destino está predeterminado al dolor, la frustración y el desencanto y que la muerte surge inevitablemente en el marco de una literatura de corte existencialista. Esto último se confirma en los versos que dicen: “cada mañana uno debe despedirse de la muerte diciendo “hasta mañana”, en los que se verifica la cercanía del hombre con la muerte.

Para finalizar, en los dos versos con los que culmina el poema, Teillier menciona “Ahora el invierno ha recogido esa lámpara /y te ilumina en el viaje del retorno / hacia lo más profundo de la noche / "lejos de donde la luz pueda alcanzarte"[69], con lo cual se puede concluir una clara intertextualidad respecto del viaje al averno que realiza Caronte, antiguo dios de la cultura griega, en la barca que conduce inevitablemente al país de los muertos. Viaje, que a los ojos de Teillier, realiza el alma del viejo poeta de Curacaví hasta el país de los muertos.

 

 

 

CAPÍTULO VII:

EN LA ÚLTIMA PÁGINA DE UN LIBRO DE ROBERT LOUIS STEVENSON
(La aventura del pensamiento)

 

 

“Y ahora capitán resucitado, siempre irás en pos de otro tesoro /y surcas la viva luz,
el Mar de los Recuerdos de quienes son los fieles pasajeros de los crueles y puros navíos de la infancia”

(Jorge Teillier)


Jorge Teillier escribe el poema “En la última página de un libro de Robert Louis Stevenson”, homenajeando a este novelista, ensayista y poeta escocés quien escribe un sin número de obras entre las que destacan: La isla del tesoro (1883), El extraño caso del doctor Jeckyll y mister Hyde (1886) y El diablo de la botella y otros cuentos (1893), entre otros.

La vida de este escritor Británico vida estuvo marcada por múltiples enfermedades, en especial la tuberculosis por lo que debió mantener prolongados períodos de convalecencia, al cuidado de Alison Cunningham, su nana, lo que posibilitó su acceso al mundo de la literatura a través de los innumerables relatos de aventuras que ésta le contaba para entretenerlo. Las secuelas de la tuberculosis, marcaron su destino ya que estuvo obligado a viajar constantemente por distintos países en busca de climas propicios para su delicado estado de salud. Fue así como decidió enlazar su interés por la literatura con su necesidad permanente de viajar y de esta manera vieron la luz sus primeros libros de aventuras.

Teillier comienza a indagar en la lectura de obras de Stevenson desde la adolescencia, pues llamaban enormemente su atención los relatos de aventura, la presencia de piratas y corsarios que luchaban por la búsqueda de tesoros escondidos y debían realizar largos viajes atravesando islas encantadas. La idea de imaginar islas encantadas remonta a la infancia. Es aquí en donde Teillier pone el acento, y guiado por su afán de retornar a otra edad, esa que es la infancia, decide profundizar en la vida y la obra de este escritor.

El poema que dedica el poeta lautarino a uno de sus grandes referentes en literatura se titula: “En la última página de un libro de Robert Louis Stevenson”. Esta composición viene a ser la carta de despedida del autor.

Los datos biográficos de Stevenson apuntan a que éste había viajado junto a su esposa en un crucero de placer por el sur del Pacífico (1889), llegando a las islas Samoa. Este lugar se habría convertido en el último punto de su itinerario de viaje pues allí alcanza la muerte.

Stevenson se había hecho famoso entre los nativos, le llamaban Tusitala o “el que cuenta historias”, pues éste acostumbraba narrarles emocionantes relatos de aventuras. En un último esfuerzo por recuperar la salud tan esquiva, encuentra la muerte y es enterrado solemnemente por los mismos aborígenes en la cima de una montaña, cerca de Valima, su hogar samoano.

Teillier también nos cuenta la historia solo que introduce en su relato el elemento mágico que conmemora solemnemente al viejo “Tusitala” diciendo: “En el lecho moriste/ sin gaya multitud que bendecir/ con la última pirueta allá en la horca. / El fiel Darby Mac Graw buscaba el ron postrero/ El segundo traía monedas de plata para sellar tus parpados/ a espaldas del temido cocinero[70]. Teillier sabe que Stevenson viaja a la isla de Samoa en uno de sus tantos intentos por recuperar su salud, pero también sabe que es en aquellos espacios míticos en donde el autor da rienda suelta a sus creaciones aventureras y fantásticas.

Elige, entonces sepultar la memoria de Stevenson entre sus mismas creaciones, por ello señala “El fiel Darby Mac Graw buscaba el ron postrero/ El segundo traía monedas de plata para sellar tus parpados”. Esto se traduce en que el poeta chileno nos está diciendo que los mismos personajes de las novelas de Stevenson le rinden pleitesía a la hora de su muerte. Es allí donde radica la magia en el poema. Es por ello que utiliza el nombre de Darby Mac Graw, quien es un viejo capitán de un barco pirata, protagonista de la novela “La isla del tesoro”, escrita por el mismo Stevenson. Por su parte, es sabido que en algunas culturas e incluso entre los filibusteros, para honrar a los héroes o famosos cuando morían les ponían monedas en los párpados, es así, entonces, como Teillier se sirve de sus lecturas y conocimientos náuticos y emplea este rito en su creación poética.

En la segunda estrofa del poema, Teillier menciona “el aliento del pantano presagiaba el infierno/ pero tú aún cantabas: quince hombres quieren el cofre del muerto/ y había blancos gritos de gaviotas y blancos esqueletos entre los pinos de la isla lejana[71]. Al inicio de este análisis mencioné que este poema era una suerte de carta de despedida del autor, y precisamente quería apuntar al hecho de que Teillier, intenta mostrar que aunque todo indicaba que Stevenson iba a morir pues su enfermedad era prácticamente incurable (y esto queda en manifiesto cuando dice: “el aliento del pantano presagiaba el infierno/), su brillantez intelectual lo llevo a componer historias de mar de piratas y tesoros escondidos hasta que dio el último suspiro en aquella lejana isla de Samoa.

Teillier demuestra lo anterior diciendo: "pero tú aún cantabas: quince hombres quieren el cofre del muerto/ y había blancos gritos de gaviotas y blancos esqueletos entre los pinos de la isla lejana”. Siguiendo con el orden del poema y acercándonos a su final, la última estrofa de éste se encarga de engrandecer el nombre de este famoso escritor de historias trepidantes, de argumentos fantásticos y aventureros, conocido por su capacidad para mezclar la vida aventurera y el análisis psicológico en sus personajes, marcados todos por la contante dualidad moral.

Teillier destaca en el poema, la capacidad de Stevenson de ser un preservador del mito y de retomar en sus novelas aventureras y de fantasía la temática de la infancia, de la magia y el encanto del viaje a mundos maravillosos. Esto queda demostrado cuando dice: “Y ahora capitán resucitado/siempre irás en pos de otro tesoro/y surcas la viva luz, el Mar de los Recuerdos/ de quienes son los fieles pasajeros/ de los crueles y puros navíos de la infancia[72].

Con estos últimos versos acaba Teillier de despedir a Robert Louis Stevenson como aquel que en sus obras se convirtió en un “guardián del mito”, en un buceador en lo desconocido y en un habitante de lo imposible, como se señala en la obra Sobre el mundo donde verdaderamente habito, del chileno Jorge Teillier cuando dice: “el poeta es el guardián del mito y de la imagen hasta que lleguen tiempos mejores[73].

 

 

 

CAPÍTULO VIII:

APARICIÓN DE TEÓFILO CID
(El naufrago de la noche)

 

¿Has perdido la llave del infinito?
(Apollinaire)


Jorge Teilllier dedica el poema: “Aparición de Teofilo Cid” a este poeta chileno con cuyo nombre y obra siente ciertas afinidades.

Teófilo Cid ocupó cargos públicos como funcionario de ministerios y secretario de redacción de revistas y diarios. Fue además un connotado cuentista, narrador, autor teatral y poeta.

Al igual que Teillier, Cid despreciaba la sociedad en la que vivía, despreciaba la modernidad y era incapaz de integrarse a ella por eso escogió el suicidio disimulado tras el alcohol. Este contradictorio personaje estaba siempre atento a las últimas manifestaciones del arte y la literatura trasladaba noticias y ejercía un gratuito apostolado y magisterio que muchos jóvenes debieran reconocerle. Su aspecto desastrado y repulsivo, romántico y apasionado al extremo, de naturaleza marginal y excéntrico, exteriormente era la forma de rebeldía contra el orden burgués y mojigato. Era proclive a los ideales que impulsaban a los viejos integrantes del simbolismo francés, de hecho era un lector asiduo de la obra de Arthur Rimbaud.

Teillier describe a este hombre de letras, destacado poeta chileno cuyo conflicto real parecía ser su postura frente a la vida, que reclamaba el viejo problema de la intransitividad del lenguaje. Al parecer Cid anhelaba, al igual que Teillier, un país que se fue o que nunca existió.

El poema comienza diciendo. “Antes del lóbrego fluir de los taxis por la ciudad nocturna/ antes de los gatos y perros vagabundos/ rodeando los tarros de basura/ que crecen en el alma de los desventurados/antes el río recién nacía al reflejo de su rostro/y a su paso florecían las flores de la infancia/. Antes de esos bares donde comen los pobres /estrujando sus últimos billetes/ resonaba siempre en sus oídos/ como el mar en los caracoles/ el rumor de la casa natal /y el sueño le traía /el regazo de los verdes paraísos[74].

En estos primeros versos, Teillier demuestra que la decadencia del poeta chileno Teófilo Cid es producto de la frustración ante la imposibilidad de encajar en la sociedad por el hecho de sentirse marginado y sobreviviente de una edad perdida.

Teillier introduce imágenes propias de la estética feísta, y del expresionismo, tales como perros vagabundos, gatos rondando los tarros de basura, sucios callejones, y viejos y abandonados bares para enmarcar la personalidad de Cid dentro del universo que habitó el viejo Rimbaud, a quien tanto admiraba el poeta originario de la región de Temuco y con el cual, a través del tiempo, se fue identificando. Ahora bien, Teillier lo que hace es confirmar que dicha decadencia tuvo como causa la lucha del poeta por anhelar un mundo de orden más elevado y puro, en el cual las relaciones humanas no estuviesen regidas por el interés y la sordidez de la burguesía y el viejo y añoso deseo de acabar con el problema de la intransitividad del lenguaje.

En la segunda estrofa, Teillier escribe: “Antes de esos bares donde comen los pobres /estrujando sus últimos billetes/ resonaba siempre en sus oídos/como el mar en los caracoles/el rumor de la casa natal/y el sueño le traía /el regazo de los verdes paraísos[75], lo que está haciendo es tomar del libro de Cid titulado: “Camino del Ñielol al lar sureño” un fragmento y reconstruirlo, señalando de esta manera : “la casa paterna es la casa del recuerdo como el rumor del mar en los viejos caracoles", y esto aclarando que la temática primordial que es la que a él le conmueve: el deseo del retorno al lar. Teillier ve reflejada su historia una vez más y decide, por ello, homenajear a Cid.

Finalmente, señala el lautarino que Cid amaba la tierra natal, el sur. Pero aunque luchó por recuperar a través de la poesía un mundo mejor, cayó irrefrenablemente en esa lucha como el último mandragórico, el único que tal vez no condescendió con la realidad inmediata al negar la realidad misma. Esto puede demostrarse cuando dice: “el náufrago de la noche /el viejo gladiador vencido/desdeñado por la luz de la ciudad/ servidora sólo de ricos/ sea hallado por la lluvia del Ñielol que piadosa lave sus huesos y /nos devuelva su rostro original[76]. Con éstos versos, el autor señala que ante el intento fallido de Cid en su empresa por traer de vuelta un tiempo pasado: “ese orden inmemorial de las aldeas”, escoge morir alcohólico manteniendo la esperanza de ser enterrado en su lugar de origen: Cautín, para hallar de nuevo, y aunque sea en el sepulcro, la paz y la tranquilidad de su añorado pueblo de origen.

 

 

 

CAPÍTULO IX:

PEQUEÑA CONFESIÓN
(A Serguei Esenin)

 

 

 

"Hasta pronto, amigo mío, sin gestos ni palabras, no te entristezcas ni frunzas el ceño,
en esta vida el morir no es nuevo y el vivir, por supuesto, no lo es".

(Serguei Esenin)

Jorge Teillier manifiesta que Serguei Esenin es el último poeta de aldea y que su forma poética proviene de un sentimiento ancestral de campesino que ignora las comparaciones abstractas y para el cual todo objeto es definido en comparación con otro objeto. Así los sauces para Esenin son ancianos; el sol una rueda; la aurora una gata que se lava en el tejado; la tierra una nodriza; la luna una miga.

En el libro Para un pueblo fantasma (1978), del escritor chileno, se encuentra el poema "Pequeña confesión" cuyo título hace alusión al poema del escritor ruso: La confesión de un granuja (1921). El poema de Teillier posee un epígrafe "En memoria a Serguéi Esenin", cuyos versos autobiográficos denotan en un tono melancólico, una mirada retrospectiva de la niñez, contrastándolo con el presente citadino: "En medio del camino de la vida/ Vago por las afueras del pueblo/Y ni siquiera aquí se oyen las carretas/ Cuya música he amado desde niño".

A partir del poemario Para un pueblo fantasma, Teillier comienza a registrar en versos la peor etapa de su vida. "El poeta lárico, sensible a la decadencia del mundo amado, abandona desde “Para un pueblo fantasma” el proyecto de representar un tiempo feliz. Instalado poéticamente en la ciudad asume su fracaso. La preocupación por la aldea y esa búsqueda de la inocencia se convierte en una profana muestra de obsesión personal, contaminada de alcoholismo, tedio, indiferencia." El creador lírico reconoce que su ideal poético es imposible y se reprocha por haber morado tanto tiempo en la irrealidad. Sin embargo, Teillier es incapaz de renunciar a los recuerdos de la aldea, aunque ahora los evoque desde una perspectiva más realista y amargada.

Se puede apreciar que el poema ofrece una puerta de entrada para su interpretación: la dedicatoria puesta a modo de epígrafe. Esta señal remite a la obra del poeta ruso, específicamente a una creación suya que lleva por título La confesión de un granuja.

Cuando Teillier escribe “Pequeña confesión” realiza una especie de autobiografía que esta inspirada en la obra “Confesiones de un granuja” de Serguei Esenin, otro de sus grandes referentes literarios.

Al analizar ambos poemas, se percibe una gran similitud en la composición y la problemática planteada. Los dos son de tipo autobiográfico y denotan un tono melancólico; una mirada retrospectiva a la niñez, a la vida en el pueblo natal, para contrastarla con el presente citadino en que vivían los poetas al momento de plasmar esos versos.

Teillier y Esenin realizan su confesión sin rodeos ni temores, en los primeros párrafos de sus escritos. El poeta chileno dice que "Sí, es cierto, gasté mis codos en todos los mesones / Me amaron las doncellas y preferí a las putas"[77], por su parte el ruso confiesa que "No todos saben cantar, / no todos pueden ser manzana / y rodar a los pies de los demás."[78]. Teillier pone en evidencia sus fracasos amorosos y su problema con el alcohol, al reconocer que “gastó sus codos en todos los mesones”; Esenin admite su condición de poeta con la rebeldía y soledad que esa postura involucra; él no pertenece al montón, no es como una manzana que rueda hacia los pies de los demás.

Ambos autores se encontraban instalados en la ciudad, alejados de la aldea rural, aldea de orden inmemorial que alberga recuerdos imborrables. Eso se evidencia cuando el poeta de Lautaro dice "En medio del camino de la vida / Vago por las afueras del pueblo / Y ni siquiera aquí se oyen las carretas / Cuya música he amado desde niño."[79]

Esenin lo grafica al escribir: "Desde lejos saluda con reverencias / a las vacas pintadas en los letreros de las carnicerías / y cuando se cruza con los coches en la plaza / recuerda el olor del estiércol en los campos natales / y está dispuesto a levantar la cola de cada caballo / como la cola de un traje de novia."[80]

En los versos de Teillier la figura de la carreta es importante, pues es un medio de transporte arcaico, propiamente rural, que el poeta lárico contrapone a los tecnologizados vehículos de la ciudad; es una imagen de un tiempo pasado que hace concreto el sentimiento del recuerdo. Esto se traduce en que la carreta por pertenecer a una época pasada se habría convertido en un objeto lárico. También es otro diálogo intertextual que el chileno establece con Esenin, pues al decir la música de las carretas, alude a un poema del autor ruso titulado Cantan las labradas carretas ("Cantan las labradas carretas, / corren las planicies y arbustos.")

Mientras Esenin dibuja su estadía en la urbe con un humor irónico, Teillier lo hace con un tono que delata gravedad y desconcierto; de hecho, el poeta lárico jamás se sintió a gusto en estos sitios que veía como al figura antagónica de la aldea.

En uno de su ensayo titulado “sobre el mundo donde verdaderamente habito”, aseguraba que "En la ciudad , el yo está pulverizado y perdido[81], y en otro que "Yo debía transformarme en una especie de médium para que a través de mí llegara una historia, y una voz de la tierra que es la mía, y que se opone a la de esta civilización cuyo sentido rechazo y cuyo símbolo es la ciudad en donde vivo desterrado, sólo para ganarme la vida, sin integrarme a ella, en el repudio hacia ella."[82]

Esenin sentía de igual forma; el contraste aldea/ciudad se le hizo patente con mayor fuerza cuando tuvo que enfrentar la modernización del estado ruso. Es por esto que ambos poetas se auto reprochan el hecho de encontrarse fuera de su ambiente, se su viejo pueblo o aldea natal.

Teillier reconoce que "Tal vez nunca debí salir del pueblo / Donde cualquiera puede ser mi amigo / Donde crecen mis iniciales grabadas / En el árbol de la tumba de mi hermana."[83]; y Esenin admite: "Con cuánto cariño recuerdo / el estanque invadido por la hierba y el ronco tañido del aliso / y que en algún lugar viven mi madre y mi padre / a quienes todos mis versos les importan un comino, / pero que aman como al campo y a su propia sangre"[84]. Aquí está la evocación de todo lo perdido: el pueblo donde anidan los instantes de felicidad motivados por las cosas simples.

Hay una fuerte carga emotiva en el anhelo de ambos autores, pues añoran el único lugar en el cual se sienten queridos y parte de una hermandad que los acepta tal como son.

Teillier dice que “en su tierra natal cualquiera puede ser su amigo[85], y Esenin que “sus padres lo aman por sobre todas las cosas[86]. Las iniciales que crecen en el árbol de la tumba de la hermana y los progenitores capaces de amar al hijo como al campo y a su propia sangre, señalan el vínculo indisoluble que une a las personas en el Paraíso Perdido. Los poetas se proyectan a través de la fuerza que les inyectan sus antepasados, los únicos seres en el mundo con quienes mantienen lazos indisolubles, algo que ellos no consiguieron ni con amistades ni esposas.

Pese a todo, asumen su tragedia con tranquilidad. Teillier dice "Todo lo que se diga de mí es verdadero / Y la verdad es que no importa mucho"[87]; y Esenin agrega "¡Qué me importa parecer un cínico / con un farol colgando del trasero!"[88]. Para sobrevivir en medio del caos, no les queda más que la evocación incomprendida de aquellas cosas cotidianas en las cuales sólo ellos son capaces de desentrañar un sentido. Eso es lo único que importa, y así lo confirman el poeta lárico cuando dice: "Me importa soñar con caminos de barro"[89] ; y el ruso cuando aclara: "Me gustan los hocicos fangosos de los cerdos / y las voces estridentes de los sapos en el silencio nocturno. / Estoy enfermo de recuerdos de infancia. / Sueño con la humedad y la niebla de las tardes de abril."[90]

Ambos supieron estimular esa evocación con la fiel compañía del vino; un elixir que degustaron en exceso. Teillier reconoce este pecado argumentando que después de todo "Es mejor morir de vino que de tedio"[91]; y Esenin hace lo mismo comentando que "Mi cabezota, como agosto, / vierte el vino burbujeante de los cabellos."[92]

Al final, ambos cierran sus confesiones manifestando su intención de seguir soñando con lo todo lo que ya está perdido. Teillier se resigna a eso como lo único que le va quedando en medio de su irremediable tragedia, "Como de costumbre volveré a la ciudad / Escuchando un perdido rechinar de carretas / Y soñaré techos de zinc y cercos de madera / Mientras gasto mis codos en todos los mesones."[93]; y Esenin también concluye anhelando, de manera más simple y poética, el deseo de soñar: "Quiero ser el velero amarillo / que va hacia el país hacia donde todos navegamos."[94]

Las vidas de ambos poetas se tocaron en muchos aspectos: la infancia feliz en un pueblo rural, la exaltación de la tierra natal a través de la poesía, el traslado y posterior rechazo a la ciudad, los fracasos conyugales, el vicio del alcohol, el desarraigo y la triste nostalgia de los últimos días. Es por esto que Teillier dialoga con Esenin desde una perspectiva autobiográfica, rindiéndole como homenaje una melancólica reseña de su tragedia personal. Incluso, sus biografías personales podrían haberse emparentado hasta su desenlace final, a través del suicidio, pues el poeta lárico reconoce haber incubado esa idea en algún momento, "desperté con ganas de hacer un testamento / - ese deseo que le viene a todo el mundo - / Pero preferí mirar una pistola / La única amiga que no nos abandona."[95], pero luego la rechaza afirmando que aunque le duelan las heridas, enfrentará su destino día tras día, hasta el final de su existencia, "El aire de la mañana es siempre nuevo / Y lo saludo como a un viejo conocido, / pero aunque sea un boxeador golpeado / Voy a dar mis últimas peleas."[96]

 

 

 

CAPÍTULO X:

A GEORGE TRAKL
(La Escuela de la Cimarra)

 

“La llama del espíritu se nutre hoy,
en un luto violento,
de todos los hijos
que han de nacer”
(George Trakl)

Este último capítulo está referido al poema “A George Trakl” en homenaje al poeta de lengua alemana nacido en la pequeña localidad de Salzburgo. Desde niño asimila el mundo de los simbolistas franceses a través de las lecturas de poemas traducidos de Baudelaire, Verlaine y Rimbaud. Ellos fueron sus maestros junto con Nietzsche y Dostoievski, cuya obra amaba particularmente. Trakl vivió una existencia apasionada que llego difícilmente a los veintisiete años a pesar de su apego a las drogas y la permanente guerrilla con sus coetáneos, en los cuales no encontraba la comprensión suficiente para sus reflexiones y entendimiento.

Teillier decide homenajearlo y recordarlo porque ve en él al vencedor de las frustraciones y al siempre joven luchador por sus ideales en medio de un mundo hostil y frío ante las guerrillas con el frente polaco. Trakl decidió el suicidio, muerte que venía anunciando, desde su adolescencia, cuando se embriagaba con opio, cloroformo y vino, ante la impotencia de ver descascararse el mundo. "Sueño y muerte, estas lúgubres águilas/ acechan toda la noche con el rumor de su vuelo sobre la cabeza/ aúrea imagen del hombre/ devorada por el gélido oleaje / de la eternidad/ contra tenebrosos arrecifes/ se destroza el cuerpo purpúreo / y se lamenta la voz oscura/ sobre el mar/ hermana de tormentosa melancolía/ mira: una barca temerosa se hunde/bajo las estrellas/en el rostro silencioso de la noche[97].

Al parecer fue este estilo abrupto y violento y su densidad nostálgica lo que tanto admiró el chileno Jorge Teillier para conmemorar su nombre o el intento desesperado por indagar un lenguaje para aquellos que han enmudecido, por construir una interpretación del mundo desde el alejamiento y el silencio.

La obra de Trakl se caracteriza por estar enmarcada dentro de un movimiento conocido como “expresionismo alemán”, nacido en la Europa contemporánea, que en el campo de la literatura fue llamada “década expresionista”, denominando así al periodo cumbre del movimiento que comprende la erupción de la segunda guerra mundial y supone una fuerte ruptura, tanto en los tonos como en los tópicos, por ello se caracterizo por resaltar lo feo.

La estética burguesa queda relegada por una estética de la fealdad, la deformidad, la enfermedad y la locura como motivos de sus obras. Se encuentra la belleza en lo tenebroso y lúgubre. Aquello que ya podía apreciarse en el romanticismo caracterizado por ser transgresor, decadente, y por resaltar una suerte de belleza mortuoria.

Los temas destacados, de igual forma que en la pintura, como sucede con el caso del pintor expresionista francés Marc Chagall, son la guerra, la urbe, la fragmentación, el miedo, la pérdida de la identidad individual y el fin del mundo (Apocalipsis).

La voz de Trakl fue apenas escuchada durante su vida, bastante corta, pero por un fenómeno ya corriente en la historia de la literatura, apagado el ruido de las famas más espectaculares, las voces más ocultas y, por lo tanto, más profundas, surgen repentinamente y son las de mayor repercusión.

A los ojos de Teillier, la poesía Trakleana alude profusamente a la melancólica casa de sus antepasados, al paisaje decadente del otoño, la infancia y la muerte y al cumplir cien años de la muerte de éste, escribe el poema “A George Trakl”, diciendo: “entre avellanos juegan niños a la gallina ciega/como enamorados que se abrazan en sueños/ zumban las moscas junto a una carroña / o, tal vez, llora, antes de nacer un niño[98].

La primera lectura estos versos puede ser contradictoria, aunque esto no es de extrañar ya que el movimiento expresionista lo es. Teillier, al señalar: “entre avellanos juegan niños a la gallina ciega”, nos está presentando una imagen que alude a lo cotidiano a la infancia y a la inocencia del juego. Esto queda demostrado cuando el autor hace una referencia “al juego de la gallina ciega”, como un juego que en la actualidad figura como anacrónico. También puede que Teillier haya querido simbolizar la inocencia en este animal cegado. Esta imagen de infancia e inocencia se enmarca en un espacio físico rural, el pueblo, que para Trakl fue su viejo Grodek y para el poeta lárico, su amado Lautaro. Esto se verifica cuando el autor menciona un árbol “el avellano”.

Estas imágenes aluden a un tiempo pasado y feliz, a un paisaje paradisíaco, de bosque encantado, pero que entran en conflicto o que se presentan como extremos opuestos a los versos siguientes: “zumban las moscas junto a una carroña/o, tal vez, llora, antes de nacer un niño[99]. Teillier lo que hace aquí es presentar una imagen que simboliza la dureza de la realidad actual y la posterior descomposición de un mundo en ruina y toma una imagen del poema lamento de Trakl que dice: “estas lúgubres águilas/ acechan toda la noche con el rumor de su vuelo sobre la cabeza[100]. El hombre simboliza en Trakl la carroña que será devorada. Las águilas de Trakl, simbolizan la muerte, que esta sobrevolando nuestras cabezas todo el tiempo, expectantes a la caída para roernos. Trakl constantemente yuxtapone imágenes y utiliza también un lenguaje que es propio de la estética feísta, que eminentemente proviene del expresionismo. Es así como menciona Teillier, influenciado por este expresionista alemán utiliza la palabra “carroña”, parapara señalar que el hombre es un ser carente de valor y que finalmente ha de ser devorado por la sociedad moderna que esta en pleno proceso de degradación.

Cuando Teillier dice: “llora, antes de nacer un niño[101] retoma la imagen constante en la poesía de Trakl que es el dolor del no nacido y está apuntando a que el destino del hombre está predeterminado, que su condena al dolor, la frustración y el desencanto estaba escrita antes de su nacimiento en la configuración de las estrellas. Con este verso Teillier lo que hace es retomar la idea del carácter inevitable de la muerte y el dolor y demostrar el carácter existencialista de la poesía Trakleana, confirmando su adherencia a la misma. En lamento, el poema antes mencionado del poeta alemán, se vislumbra todo el tiempo su destino fijo a la muerte, ello se confirma en el verso de su poema lamento cuando habla del viaje de Caronte, antiguo dios de la cultura griega, en la barca que conduce inevitablemente al país de los muertos. “mira: una barca temerosa se hunde/bajo las estrellas/en el rostro silencioso de la noche[102].

Continuando en los versos del poema a Trakl, Tellier escribe: “los niños del futuro prefieren yacer bajo tierra/ y hablan por ello sólo moribundos avellanos./ Hay enamorados que se abrazan en sueños/ lloran por ellos los que ya no se abrazan/zumban las moscas alrededor de una carroña[103], lo que hace es recalcar la nostalgia que siente por el futuro, la misma que aquejó al alemán y que plasmó en su poesía recalcitrante. Así como también resaltar la descomposición de un pasado feliz.

Ambos elementos que el chileno retoma en su obra y que enfatiza en este poema en homenaje al poeta alemán. El tema de la nostalgia del futuro de la que nos habla Teillier, como también el amor incestuoso de Trakl y su hermana Gretel se verifican cuando dice: “Hay enamorados que se abrazan en sueños/ lloran por ellos los que ya no se abrazan” y la descomposición del pasado feliz se verifica en: “hablan por ello sólo moribundos avellanos[104]. Cuando el poeta chileno menciona a los moribundos avellanos, lo que simboliza es la muerte o descomposición de una era que ha sido olvidada.

Por otro lado, la mención al árbol, para el poeta lárico, es traer al presente un vestigio de otra edad, un elemento que conecta al hombre con su terruño y sus antepasados, es, en definitiva, un nexo de asociación a la vieja aldea, pueblo o comarca añorada, desdeñando el presente citadino. Como decía teillier en el poema dedicado a Rene Guy Cadou en su libro de homenajes: “las ciudades son accidentes que no prevalecerán frente a los árboles[105]. Teillier pone acento en el paisaje rural o comarcano pues sabe que la obra de Trakl alude profusamente a la melancólica casa de sus antepasados, a la comarca.

Los últimos versos de la segunda estrofa son reiterativos, nuevamente Teillier señala: “zumban las moscas alrededor de una carroña[106], imagen que produce reticencia por su alusión a la putrefacción. Y que lo que hacen es enfatizar en la podredumbre en la que se esta convirtiendo la sociedad.

La estrofa que da fin al poema dice: “Es tarde/ Sonrío/ George/ ante nubes como las que veías pasar/ junto a las drogas, la guerra y tu suicidio. / Sonrío indiferente/ antes de escribir un poema esfumado/aunque en algún regazo este llorando un niño[107] y con esto despide al poeta que acaba con sus días a los veintisiete años. Lamentablemente Trakl no pudo con el encuadramiento de la urbe violenta, abigarrada y feísta en la cual pereció el poblado alemán. Trakl se sumió en las drogas, abusando de su carrera de farmacéutico, hasta el punto en que vio la muerte tras una ingesta excesiva de cocaína. Teillier acaba diciendo que es tarde, es decir, confirma que el mundo al que él y sus referentes se habían aferrado esta en ruinas.

 

 

CONCLUSIONES

Lewis Carroll y Robert Stevenson, ambos autores de origen británico, utilizan predominantemente la temática de la infancia en sus obras. Carroll, en sus relatos de corte fantástico, utiliza a niños como protagonistas, pues cree en la premisa de que es la infancia la etapa en la cual la mente esta más abierta a la posibilidad de maravillarse ante el mundo, en la mente infantil es donde se crean y conviven personajes ficcionales así como también mundos en los que se quiebra la realidad. Será pues, en los niños, en quienes Carroll vea reflejada su alma fantasiosa y anhelante. Y por esta razón es precisamente que se funda su deseo de retorno a ella. Por su parte Robert Stevenson, a través de sus narraciones aventureras que igualmente poseen elementos fantásticos lo que hace es mostrarnos, personajes ficticios como piratas y corsarios y mundos como islas mágicas que esconden viejos tesoros, los cuales cobran vida en la etapa de la infancia, que como afirma Teillier, es aquella “edad idealizada en la que tenemos la capacidad de recrear los sentidos para recibir limpiamente la admiración ante las maravillas del mundo

La obra del poeta ruso Serguei Esenin y la del francés Rene Guy Cadou se pueden vincular pues en ambas prima la temática de la ruralidad, de la idealización del pueblo, aldea o comarca como base fundamental que da origen a sus obras poéticas. Ambos autores plasman en su obra la nostalgia del hombre que añora volver a su origen, a su aldea, pues viviendo en la ciudad se sienten extranjeros, “sobrevivientes de una perdida edad, un ente arcaico”. Ambos desdeñan fuertemente el ritmo de vida de los citadinos y, en el fondo, la modernidad que esta ha ido adquiriendo y que “contribuye a matar la poesía, para luego coleccionarla como objeto de lujo

La obra del alemán George Trakl y la del pintor francés Marc Chagall convergen porque ambas ponen el acento en la denominada corriente expresionista, aquella conocida también como estética feísta.

En la poesía, el alemán George Trakl recrea un mundo desvencijado, en decadencia en el que, con un existencialismo de fondo, nos muestra al hombre acechado por la sociedad, un hombre que es representado por la miseria, la carroña que ha de ser devorada. Como vemos es una poesía que nos acerca a la muerte tras la angustia del ser que no encaja en el mundo moderno. Esto se verá reflejado, al mismo tiempo en la obra del francés Chagall, quien en un cuadro específico llamado “el poeta tendido”, muestra su sentir insatisfecho del mundo actual. Mezcla imágenes de la ciudad con las del viejo y añorado pueblo, colocando en un primer plano éstas últimas con el fin de destacar su real deseo de retorno al terruño debido a la incomodidad de habitar en el presente que ofrece una ciudad consumida por la tecnologización. Ambos autores resaltan “la fealdad” que implica lo moderno, esto en directa relación con la intranquilidad, la inseguridad, la ingenuidad, etc.; valores que albergaba el pasado pueblerino.

Teófilo Cid y Rosamel del Valle, ambos de origen chileno poseen obras que se enmarcaron dentro de la vanguardia, perfilándose como artistas experimentales. El primero, no sólo poeta sino que también periodista y ensayista luchó por recuperar a través de la poesía un mundo mejor y cayó en esa lucha. Cayó en su empresa que fue la del último mandragórico, el único que tal vez no condescendió con la realidad inmediata al negar la realidad misma. El segundo, aspiro también a una poesía metafísica y surrealista.

Tras la propuesta de lectura de la obra teilleriana, no desde su propia poética, aquella que él mismo denomina como poesía lárica sino que desde sus antecedentes o referentes literarios y más específicamente, aquellos referentes que él mismo nombra en su obra como sujetos de homenaje se puede comprobar que éste fue fuertemente influenciado dichos referentes, con quienes se sintió identificado al momento de evaluar sus arte y su posición en el mundo. Es así como se conmueve con todos los autores mencionados en este trabajo investigativo, pues de ellos desprenderá la importancia del retorno al origen y la concientización del espacio que tiene el hombre en el mundo; sea rememorando la infancia , inventando mundos ficcionales y maravillosos, o también mostrando , por medio del arte , la decadencia de un mundo añorado e inexistente, temas recurrentes y que calan profundamente al poeta lárico y a su propuesta de otorgar un sentido distinto a la poesía.

El sentido original que poseía esta propuesta de lectura era comprender la complejidad del universo poético del autor lárico y el sentido total del mensaje que nos quiere entregar, objetivo que creo haberse cumplido puesto que para indagar en el universo teilleriano fue preciso conocer y entender las distintas cosmovisiones de los referentes poéticos del lautarino que me confirmaron que son las mismas a las que Teillier se suma.

La literatura de Jorge Teillier ha sido leída desde siempre como un gesto dominante y hegemónico en la poesía chilena, sin a veces tener en cuenta, que se trata de un poeta que construye su propia filosofía estética en base a referentes intertextuales que matizan su poética, convirtiendo su sistema alegórico en un conjunto complejo de claroscuros o de intersección de voces que vienen de diversas tradiciones literarias.

El poeta lárico se conmueve con la ideología y los lineamientos poéticos de sus mentores, por lo que decide hacerse proclive e identificarse con ellos. Por otro lado, el trabajo de búsqueda, conocimiento y comprensión de las obras de autores literarios universales ampliaron mis conocimientos y proporcionaron una visión más amplia respecto del universo poético al que se refería el autor a lo largo de su obra poética.

 

 

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BIBLIOGRAFIA

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• CONCEPTO DE INTERTEXTUALIDAD. http://www.scribd.com/doc/15356648/Concepto-de-intertextualidad

 

 

NOTAS

[1] Teillier, Jorge (1965), “Los poetas de los Lares: nueva visión de la realidad de la poesía chilena”. (Volumen Nº 56), Santiago de Chile, Boletín de la Universidad de Chile.
[2] Teillier, Jorge (1971). “Sobre el mundo donde verdaderamente habito o la experiencia poética”. En: Muertes y Maravillas, (1971), Santiago de Chile, Editorial Universitaria. p16
[3] Teillier, Jorge, (1965), “Los poetas de los Lares: nueva visión de la realidad de la poesía chilena”. (Volumen Nº 56), Santiago de Chile, Boletín de la Universidad de Chile.
[4] Teillier, Jorge, (1965), “Los poetas de los Lares: nueva visión de la realidad de la poesía chilena”. (Volumen Nº 56), Santiago de Chile, Boletín de la Universidad de Chile.
[5] Teillier, Jorge, (1971), “Muerte y Maravillas”: “A los habitantes del país de nunca jamás: un año, otro año”, Santiago de Chile, Editorial Universitaria.
[6] Teillier, Jorge, (1971). “Sobre el mundo donde verdaderamente habito o la experiencia poética”. En: Muertes y Maravillas, (1971), Santiago de Chile, Editorial Universitaria. p 13
[7] Teillier, Jorge, (1971), “Muertes y Maravillas”: “A los habitantes del país de nunca jamás: Carta de lluvia”, Santiago de Chile, Editorial Universitaria. p36
[8] Teillier, Jorge, (1968). “Sobre el mundo donde verdaderamente habito o la experiencia poética”. En: Muertes y maravillas, (1971), Santiago de Chile, Editorial Universitaria. p12
[9] Teillier, Jorge, (1971), “Muertes y maravillas”: “A los habitantes del país de nunca jamás: Fin del mundo”, Santiago de Chile, Editorial Universitaria. p53
[10] Teillier, Jorge, (1971), “Muertes y maravillas”: “Los trenes de la noche”, Santiago de Chile, Editorial Universitaria. p108
[11] Teillier, Jorge, (1971), “Muertes y maravillas”: “Los trenes de la noche”, Santiago de Chile, Editorial Universitaria. p109
[12] Teillier, Jorge, (1971), “Muertes y maravillas”: “Los trenes de la noche”, Santiago de Chile, Editorial Universitaria. p106
[13] Teillier, Jorge, (1971), “Muertes y maravillas”: “Crónica del forastero”, Santiago de Chile, Editorial Universitaria. p113
[14] Teillier, Jorge (2007). “Los Dominios Perdidos” : Para un pueblo fantasma, “Un día en Madrid”, a Jorge Edwards Santiago de Chile, Editorial Tierra Firme, Fondo de Cultura Económica. p125
[15] Teillier, Jorge (2007). “Los Dominios Perdidos”: "Para un pueblo fantasma": “Paisaje de clínica", a Rolando Cárdenas, Santiago de Chile, Editorial Tierra Firme, Fondo de Cultura Económica. p111
[16] Teillier, Jorge (2007). “Los Dominios Perdidos”: “Cartas para reinas de otras primaveras": "Después de la fiesta”, Santiago de Chile, Editorial Tierra Firme, Fondo de Cultura Económica. p137
[17] Teillier, Jorge (2007). “Los Dominios Perdidos”: “Cartas para reinas de otras primaveras:” “Hermana”, Santiago de Chile, Editorial Tierra Firme, Fondo de Cultura Económica. p 138
[18] Teillier, Jorge, (1965), “Los poetas de los Lares: nueva visión de la realidad de la poesía chilena”. (Volumen Nº 56), Santiago de Chile, Boletín de la Universidad de Chile
[19] Teillier, Jorge, (1965), “Los poetas de los Lares: nueva visión de la realidad de la poesía chilena”. (Volumen Nº 56), Santiago de Chile, Boletín de la Universidad de Chile
[20] Teillier, Jorge. “Sobre el mundo donde verdaderamente habito o la experiencia poética”. En: Muertes y maravillas, (1971), Santiago de Chile, Editorial Universitaria. p13
[21] Teillier, Jorge, (1965), “Los poetas de los Lares: nueva visión de la realidad de la poesía chilena”. (Volumen Nº 56), Santiago de Chile, Boletín de la Universidad de Chile
[22] Teillier, Jorge, (1971), “Muertes y maravillas”: “A los habitantes del país de nunca jamás: Molino de madera”, Santiago de Chile, Editorial Universitaria. p 65
[23] Teillier, Jorge, (1965), “Los poetas de los Lares: nueva visión de la realidad de la poesía chilena”. (Volumen Nº 56), Santiago de Chile, Boletín de la Universidad de Chile
[24] Teillier, Jorge, (1965), “Los poetas de los Lares: nueva visión de la realidad de la poesía chilena”. (Volumen Nº 56), Santiago de Chile, Boletín de la Universidad de Chile
[25] Teillier, Jorge, (1965), “Los poetas de los Lares: nueva visión de la realidad de la poesía chilena”. (Volumen Nº 56), Santiago de Chile, Boletín de la Universidad de Chile
[26] Teillier, Jorge, (1965), “Los poetas de los Lares: nueva visión de la realidad de la poesía chilena”. (Volumen Nº 56), Santiago de Chile, Boletín de la Universidad de Chile
[27] Teillier, Jorge, (1965), “Los poetas de los Lares: nueva visión de la realidad de la poesía chilena”. (Volumen Nº 56), Santiago de Chile, Boletín de la Universidad de Chile.
[28] Teillier, Jorge, (1965), “Los poetas de los Lares: nueva visión de la realidad de la poesía chilena”. (Volumen Nº 56), Santiago de Chile, Boletín de la Universidad de Chile.
[29] Teillier, Jorge, (1965), “Los poetas de los Lares: nueva visión de la realidad de la poesía chilena”. (Volumen Nº 56), Santiago de Chile, Boletín de la Universidad de Chile.
[30] Giordano, Jaime (1987) “Dioses y Antidioses: Ensayos críticos sobre la poesía hispanoamericana”. Santiago de Chile, Ediciones LAR, p. 20
[31] Teillier, Jorge, (1965), “Los poetas de los Lares: nueva visión de la realidad de la poesía chilena”. (Volumen Nº 56), Santiago de Chile, Boletín de la Universidad de Chile 32 Teillier, Jorge, (1965), “Los poetas de los Lares: nueva visión de la realidad de la poesía chilena”. (Volumen Nº 56), Santiago de Chile, Boletín de la Universidad de Chile
[32] Teillier, Jorge, (1965), “Los poetas de los Lares: nueva visión de la realidad de la poesía chilena”. (Volumen Nº 56), Santiago de Chile, Boletín de la Universidad de Chile
[33] http://www.scribd.com/doc/15356648/Concepto-de-intertextualidad
[34] Genette, Gerard (1989), “Palimpsestos”. Madrid, España. Ediciones Taurus. p 10
[35] Idem
[36] Idem
[37] Idem
[38] http://www.scribd.com/doc/15356648/Concepto-de-intertextualidad
[39] Idem
[40] Idem
[40] 41 Idem
[40] 42 Idem
[40] 43 Idem
[40] 44 Idem
[40] 45 Idem
[40] 46 Ídem
[40] 47 Ídem
[40] 48 Ídem
[40] 49 Teillier, Jorge. “Sobre el mundo donde verdaderamente habito o la experiencia poética”. En: Muertes y maravillas, (1971), Santiago de Chile, Editorial Universitaria. p15
[50] Teillier, Jorge (1971). “Muertes y maravillas: Libro de Homenajes: El poeta de este mundo”, Santiago de Chile, Editorial Universitaria p.81-82.
[51] Ídem
[52] Teillier, Jorge. “Sobre el mundo donde verdaderamente habito o la experiencia poética”. En: Muertes y maravillas, (1971), Santiago de Chile, Editorial Universitaria. p12
[53] Teillier, Jorge (1971). “Muertes y maravillas: Libro de Homenajes: El poeta de este mundo”, Santiago de Chile, Editorial Universitaria. p 81-82
[54] Ídem
[55] Ídem
[56] Ídem
[57] Ídem
[58] Ídem
[59] Teillier, Jorge (1971). “Muertes y maravillas: Libro de Homenajes: el poeta en el campo”, Santiago de Chile, Editorial Universitaria. p84
[60] Ídem
[61] Ídem
[62] Teillier, Jorge. “Sobre el mundo donde verdaderamente habito o la experiencia poética”. En: Muertes y maravillas, (1971), Santiago de Chile, Editorial Universitaria. p17-18
[63] Teillier, Jorge (1971). “Muertes y maravillas: Libro de Homenajes: el poeta en el campo”, Santiago de Chile, Editorial Universitaria. p84-85
[64] Teillier, Jorge (1971). “Muertes y maravillas: Libro de Homenajes: “El Retorno de Orfeo”, Santiago de Chile, Editorial Universitaria. p90
[65] Ídem
[66] Teillier, Jorge (1971). “Muertes y maravillas: Libro de Homenajes: “El Retorno de Orfeo”, Santiago de Chile, Editorial Universitaria. p90
[67] Ídem
[68] Ídem
[69] Ídem
[70] Teillier, Jorge (1971). “Muertes y maravillas: Libro de Homenajes: En la última página de un libro de Robert Louis Stevenson”, Santiago de Chile, Editorial Universitaria. p88.
[71] Ídem
[72] Ídem
[73] Teillier, Jorge. “Sobre el mundo donde verdaderamente habito o la experiencia poética”. En: Muertes y maravillas, (1971), Santiago de Chile, Editorial Universitaria. p.14.
[74] Teillier, Jorge (1971). “Muertes y maravillas: Libro de Homenajes: “Aparición de Teofilo Cid”, Santiago de Chile, Editorial Universitaria. p 88-89
[75] Ídem
[76] Ídem
[77] Teillier, Jorge (2007). “Los Dominios Perdidos”: Para un pueblo fantasma: “Mi pequeña confesión”, Santiago de Chile, Editorial Tierra Firme, Fondo de Cultura Económica. p118
[78] PRESENCIA DE GEORG TRAKL Y SERGÉI ESENIN EN LA POESÍA DE TEILLIER. Viviana del Campo.
http://www2.cyberhumanitatis.uchile.cl/14/tx7vdelcampo.html
[79] Teillier, Jorge (2007). “Los Dominios Perdidos”: Para un pueblo fantasma: “Mi pequeña confesión”, Santiago de Chile, Editorial Tierra Firme, Fondo de Cultura Económica. pag.118.
[80] PRESENCIA DE GEORG TRAKL Y SERGÉI ESENIN EN LA POESÍA DE TEILLIER. Viviana del Campo.
http://www2.cyberhumanitatis.uchile.cl/14/tx7vdelcampo.html
[81] Teillier, Jorge, (1965), “Los poetas de los Lares: nueva visión de la realidad de la poesía chilena”. (Volumen Nº 56), Santiago de Chile, Boletín de la Universidad de Chile
[82] Teillier, Jorge, (1965), “Los poetas de los Lares: nueva visión de la realidad de la poesía chilena”. (Volumen Nº 56), Santiago de Chile, Boletín de la Universidad de Chile
[83] Teillier, Jorge (2007). “Los Dominios Perdidos”: Para un pueblo fantasma: “Mi pequeña confesión”, Santiago de Chile, Editorial Tierra Firme, Fondo de Cultura Económica. pag.118
[84] PRESENCIA DE GEORG TRAKL Y SERGÉI ESENIN EN LA POESÍA DE TEILLIER. Viviana del Campo.
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[85] Teillier, Jorge (2007). “Los Dominios Perdidos”: Para un pueblo fantasma: “Mi pequeña confesión”, Santiago de Chile, Editorial Tierra Firme, Fondo de Cultura Económica. pag.118
[86] PRESENCIA DE GEORG TRAKL Y SERGÉI ESENIN EN LA POESÍA DE TEILLIER. Viviana del Campo.
http://www2.cyberhumanitatis.uchile.cl/14/tx7vdelcampo.html
[87] Teillier, Jorge (2007). “Los Dominios Perdidos”: Para un pueblo fantasma: “Mi pequeña confesión”, Santiago de Chile, Editorial Tierra Firme, Fondo de Cultura Económica. pag.118
[88] PRESENCIA DE GEORG TRAKL Y SERGÉI ESENIN EN LA POESÍA DE TEILLIER. Viviana del Campo.
http://www2.cyberhumanitatis.uchile.cl/14/tx7vdelcampo.html
[89] Ídem
[90] Ídem
[91] Teillier, Jorge (2007). “Los Dominios Perdidos”: Para un pueblo fantasma: “Mi pequeña confesión”, Santiago de Chile, Editorial Tierra Firme, Fondo de Cultura Económica. pag. 118
[92] PRESENCIA DE GEORG TRAKL Y SERGÉI ESENIN EN LA POESÍA DE TEILLIER. Viviana del Campo.
http://www2.cyberhumanitatis.uchile.cl/14/tx7vdelcampo.html
[93] Teillier, Jorge (2007). “Los Dominios Perdidos”: Para un pueblo fantasma: “Mi pequeña confesión”, Santiago de Chile, Editorial Tierra Firme, Fondo de Cultura Económica. pag. 118
[94] PRESENCIA DE GEORG TRAKL Y SERGÉI ESENIN EN LA POESÍA DE TEILLIER. Viviana del Campo.
http://www2.cyberhumanitatis.uchile.cl/14/tx7vdelcampo.html
[95] Teillier, Jorge (2007). “Los Dominios Perdidos”: Para un pueblo fantasma: “Mi pequeña confesión”, Santiago de Chile, Editorial Tierra Firme, Fondo de Cultura Económica. pag.118
[96] Ídem
[97] Homenaje desde chile, George Trakl, ed. Universitaria, Santiago de chile, 2002. poema: “Lamento”, p.47
[98] Teillier, Jorge (2007). “Los Dominios Perdidos”: El molino y la higuera: “A George Trakl”, Santiago de Chile, Editorial Tierra Firme, Fondo de Cultura Económica. p118
[99] Ídem.
[100] Homenaje desde chile, George Trakl, ed. Universitaria, Santiago de chile, 2002. poema: “Lamento”, p.47
[101] Teillier, Jorge (2007). “Los Dominios Perdidos”: El molino y la higuera: “A George Trakl”, Santiago de Chile, Editorial Tierra Firme, Fondo de Cultura Económica. p118
[102] Homenaje desde chile, George Trakl, ed. Universitaria, Santiago de chile, 2002. Poema: “Lamento”, p.47
[103] Teillier, Jorge (2007). “Los Dominios Perdidos”: El molino y la higuera: “A George Trakl”, Santiago de Chile, Editorial Tierra Firme, Fondo de Cultura Económica. p118
[104] Teillier, Jorge (2007). “Los Dominios Perdidos”: El molino y la higuera: “A George Trakl”, Santiago de Chile, Editorial Tierra Firme, Fondo de Cultura Económica. p118
[105] Teillier, Jorge (1971). “Muertes y maravillas: Libro de Homenajes: “El poeta de este mundo, a Rene Guy Cadou”, Santiago de Chile, Editorial Universitaria. p 81
[106] Teillier, Jorge (2007). “Los Dominios Perdidos”: El molino y la higuera: “A George Trakl”, Santiago de Chile, Editorial Tierra Firme, Fondo de Cultura Económica. p118
[107] Ídem



 

 

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Seminario de titulación
JORGE TEILLIER INTERTEXTUAL
(El poeta lárico leído desde sus referentes literarios)
Por Bárbara Aburto Bórquez
Director de Seminario: Oscar Barrientos Bradasic. Punta Arenas, Diciembre 2010