I
"Hay dos clases de artistas. Unos traen respuestas y otros preguntas. Hay obras que esperan largo tiempo antes de que se las pueda comprender, pues traen respuestas a preguntas que aún no han sido formuladas". Estas palabras que André Gide escuchara a Oscar Wilde, cuando éste se había convertido ya en el melancólico proscrito Sebastián Melmoth, pueden aplicarse al caso de Georg Trakl, considerado hoy día, junto a Rilke y Stephan George, como el máximo poeta lírico del siglo en lengua alemana. Las respuestas de los poemas de Trakl, sus premoniciones de desolación no podían ser comprendidas por sus coetáneos, confiados todavía en las apariencias del esplendor finisecular. (Tampoco se podía comprender la videncia del poeta ruso Andrés Biely, el que escribía en 1921: El mundo volará / por el estallido de una Bomba Atómica / en gavillas de electrones. / Descarnada hecatombe!) La voz de Trakl fue apenas escuchada durante su vida, por demás corta. Su obra, muy parva, tuvo exigua difusión. Pero por un fenómeno ya corriente en la historia de la literatura, apagado el ruido de las famas más espectaculares (¿quién lee hoy a Marinetti, por ejemplo?) las voces más ocultas y, por lo tanto, más profundas, surgen repentinamente y son las de mayor repercusión. Ya en 1917 Rilke escribía: "la poesía de Trakl es un objeto de existencia divina para mí... el más conmovedor de los lamentos ante un mundo imperfecto". En 1953, en su estudio "Georg Trakl", Martin Heidegger lo llama "Poeta del Occidente aún oculto, de una nueva generación regenerada que sucederá a la actual", considerándolo el sucesor de Hölderlin. La interpretación heideggeriana de la poesía de Trakl ha suscitado muchas discusiones. Se le reprocha haber negado el cristianismo de Trakl, pese a las explícitas declaraciones hechas en este sentido por el poeta. Por otra parte, la ambigüedad esencial de la poesía de Trakl, el que se expresa por imágenes más que por conceptos, posibilita las más diversas interpretaciones. Dice, por ejemplo, Michael Hamburger (en su libro Reason and Energy): "Aun se podría llega a afirmar que Trakl era marxista, por su visión del capitalismo en decadencia".
II
Pese a una ejemplar sentencia de Heidegger, en el sentido de que mientras más grande es un artista más desaparece su persona tras su obra, no podemos menos que dar una breve visión de la vida de Georg Trakl. Nació en Salzburgo, el 3 de febrero de 1887. Su ciudad natal y el paisaje comarcano estarán presentes casi siempre en sus poemas, descritos en una forma meticulosa, aunque vistos como a través de sueños. Aparece un mundo de nostalgia y decadencia, propio de una ciudad que durante la Edad Media había tenido un gran esplendor, y que vivía de un pasado irrecuperable...
De las iglesias pardas
Las imágenes puras de la muerte nos miran
Los escudos de los grandes señores de antaño...
También la poesía de Trakl alude profusamente a la melancólica casa de sus antepasados en donde era un niño que al claro de luna salía a dar de comer a las ratas. El paisaje decadente del otoño, la infancia, la muerte, serán los grandes temas de su poesía. Sus poetas favoritos fueron Baudelaire, Verlaine y Rimbaud. Ellos fueron sus maestros junto con Nietzsche y Dostoievski, cuya obra amaba particularmente. Admiraba a Whitman, pero hallaba pernicioso el optimismo discriminado del bardo norteamericano.
En el colegio, Trakl fue un alumno mediocre, y al llegar la adolescencia se tornó insociable, hablaba corrientemente de suicidio y se aficionó al uso de las drogas. Algunos de sus biógrafos sugieren que a éstas pudo aficionarse por influencia de su madre, la cual era opiómana, según puede deducirse de algunos poemas de Trakl, como "Sebastián en sueños":
La madre traía al niño a la luna clara
A la sombra del nogal y del viejo saúco
Ebria del zumo de la adormidera...
Michael Hamburger señala que estudió farmacia a fin de tener un más fácil acceso a las drogas. Estudió dos años en la Universidad de Viena y de este entonces parece datar su repulsión a las grandes ciudades, a las que ve enfermas, poseídas por el espíritu del mal, aunque:
Callada, en oscuras cavernas, sangra una humanidad muda
Forjando con durísimos metales el rostro que ha de redimirla.
Por oposición a la ciudad, se vuelve Trakl a la naturaleza, a la que ve exenta de la culpa de la caída. Abandonó Viena para establecerse en Innsbruck. En dicha ciudad colaboró en la revista Der Brenner. Ludwig von Ficker que la dirigía cuenta que a principios de 1914 un anónimo benefactor le envió una importante suma de dinero para ser distribuida entre dos colaboradores de su revista: Rilke y Trakl "cuyos poemas no entiendo –señalaba el mecenas–, pero en los cuales veo la marca del genio". Trakl al llegar al Banco a recibir su parte sintió tal repugnancia ante su buena fortuna que se negó a llenar las formalidades necesarias, y se retiró sin recibirla.
El atentado de Gabriel Princip en Sarajevo inició la catástrofe presentida por Trakl. Fue destinado al frente polaco. La visión de los mutilados, de las matanzas, de los desertores ahorcados fue superior a sus fuerzas. Intentó suicidarse. Fue internado en el Hospital de Cracovia con el diagnóstico de "demencia precoz". Allí se suicidó con una fuerte dosis de cocaína, en circunstancias no muy esclarecidas, el 3 ó el 4 de noviembre de 1914. Moría a los veintisiete años de edad, devorado en plena juventud por el Moloch de la guerra, como Alain Fournier, Wilfred Owen, Sydney Keyes, y como ellos, sin que su gran obra alcanzara a ser cumplida.