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Jorge Teillier, el loco del pueblo

Por Carlos Maldonado
Publicado en revista Hoy, N°936, 26 de junio de 1995




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Teillier cumplió 60 años el sábado 24 de junio. La entrevista se hizo tres días antes, en una mañana gris y fría en su casa de la calle San Pascual. El otoño secreto había devenido ya invierno declarado. El poeta pone sobre la mesa una pequeña antología con prólogo de Jaime Quezada, Jorge Teillier: El poeta de este mundo. "Me regalaron diez ejemplares", cuenta. La Editorial Universitaria acaba de reeditar, además, su primer libro, Para ángeles y gorriones, inencontrable desde hace varios lustros. Terminada la conversación, que salta de una cosa a otra sin mayor orden o método, Teillier sale a la calle y se encamina hacia una librería: "No tengo ningún lápiz bonito", dice. "No me gusta escribir con lápiz bic".

¿No va a haber ninguna celebración oficial de tus 60 años?
—Por supuesto que no, y además me negaría a asistir.

¿No recibiste ninguna oferta?
—No. Imagínate, 60 velas no caben en una torta. Tendría que apagarlas y me muero en el afán de apagarlas, además. Es un riesgo. Lo voy a celebrar en el campo, seguramente, con mi familia.

¿Qué es más importante para ti, tus 60 años o los 60 años de la muerte de Gardel?
—Bueno, no fui a Medellín porque tenía que ir en avión, así que ambas cosas son importantes. De todas maneras voy a escuchar a Gardel el día sábado, si es que estoy vivo. Todavía tengo que pasar la cuesta del Melón, que da mucho susto.

¿Sigues repartiendo tu tiempo entre La Ligua y Santiago?
—Vivo entre el campo y Santiago porque estoy haciendo un trabajo en Santiago sobre poetas de todo el mundo traducidos por poetas chilenos. Desde Horacio, por ejemplo el "Elogio de la vida feliz", traducido por Eduardo de la Barra en el siglo pasado, hasta poemas nuevos traducidos por Juan Cameron, David Turkeltaub. Poetas de todo el mundo: Neruda tradujo a William Blake, Ángel Cruchaga a Rimbaud, Juan Guzmán Cruchaga tradujo a Walter de la Mare, un poeta bastante desconocido. Y así hemos juntado cerca de un centenar. Verónica Zondek tradujo a Derek Thompson, el último Premio Nobel, antillano...

Walcott.
—Walcott. Thompson era un boxeador.

¿Se hacían buenas traducciones en Chile?
—Pero lo curioso es que hay pocas traducciones de poetas ingleses del siglo XIX, por ejemplo. De los románticos ingleses casi no hay, de Keats, Shelley. Franceses, de segundo orden, pero no grandes poetas. La "Oración por todos" de Víctor Hugo, que la tradujo Andrés Bello y la leímos todos...

Yo llegué al colegio después de eso...
—Menos mal. Te salvaste, porque había que aprenderla de memoria y era larguísima.

Hay una traducción de Milosz...
—De D'Halmar. Eso es muy importante, porque Milosz es un poeta muy considerado en Francia, y en ese tiempo, 1922, no. D'Halmar lo tradujo en cien ejemplares.

Todavía se encuentran por ahí...
—Pero esa es otra edición, la de Nascimento, del año 52. La que yo digo es del año 22, hecha en España, cien ejemplares, con un poema de Milosz en cada ejemplar, escrito a mano. Está en la Biblioteca, si es que no se lo han llevado. Está Rilke también, traducido por Yolando Pino Saavedra, Dylan Thomas traducido por Waldo Rojas. Hay para una muestra de poesía universal.

¿Es importante para ti la reedición de "Para ángeles y gorriones"?
—Es importante porque veo todos mis defectos. De una vez por todas. Y no era tan malo. Está escrito entre los 17 y los 21. Con ciertas variantes se ha conservado un tono. Que no es repetición, ¿ah? Porque si tú no cambias, por qué va a cambiar tu poesía. La gente que experimenta, experimenta en la poesía, no en sí mismos. Uno tiene que cambiar uno mismo para que pueda cambiar la poesía.

Tú siempre has enfatizado eso, ¿no?: vivir como poeta...
—No, yo creo que hay que vivir como ser humano que está con la gente, entre las cosas. No vivir para la poesía, no escribir un poema porque hay una nueva moda, porque llegó el accidentalismo, supongamos, y entonces vamos a ser todos poetas accidentalistas. No.

¿Y de dónde sale la poesía?
—Parece que del ser humano, ¿no? Pero también está hecha con los elementos naturales. En mi caso hay la incorporación de muchos elementos que veo, de cosas vistas, que pasan por el cerebro y después se transforman en otras. Son como tres procesos: tú ves una cosa, esa cosa es; después haces un comentario de la cosa; y la tercera es lo que la cosa es verdaderamente: eso es la poesía. ¿Quieren un café?

¿Te siguen invitando a congresos y esas cosas?
—Sí. Me invitaron a Medellín pero no fui. No fui porque no me gustan los aeropuertos ni la policía internacional, ni que me revisen las maletas. Ahora quizá voy a Perú, porque mi hija Carolina hizo una selección de poemas míos, una antología, y fue aceptada por una editorial nueva que se llama Colmillo Blanco. Va a salir este mes o en julio. Como mi hija vive en Perú, está casada con peruano y tengo nietos peruanos, aprovecho de ir. A los aviones no les tengo miedo, le tengo miedo a la policía, no sé por qué. Uno siempre se cree culpable de un delito, o los mira con cara de culpable...

Siempre hay alguna razón...
—Alguna, claro. Le robamos la goma a un compañero de curso...

¿Te han hecho muchas entrevistas? Me contaron que te habían visto en "Cóctel"...
—¿En la vida social de El Mercurio?

No, en la televisión.
—Ah, sí. Lo dirige ¿cómo se llama? Un gordito, medio pelado...

Gnecco.
—Gnecco. Me quiso tomar el pelo, pero no pudo mucho.

¿Por qué?
—No sé, hacía preguntas que no tenían mucho que ver con la poesía. Era como frívolo, ¿ah? Un programa bien curioso. Aparecían unas niñas haciendo strip-tease, después aparecía yo. Medio fome. Parrini me hizo una entrevista buena en "El Mirador". Y él mismo hizo un video, pero hace diez años y todavía no lo tengo. Se llama "Nostalgias del FarWest"[*]. Estuvimos diez días, en Lautaro.

¿Y has vuelto a Lautaro?
—Volví porque hubo un encuentro de poetas mapuches con chilenos, lo que es un contrasentido, porque todos somos mapuches, todos somos chilenos. Fui a saludar al alcalde porque me nombraron hijo benemérito. Yo quería ser hijo ilustre, que es más importante que hijo benemérito. Fui a reclamar, en realidad. Pero no estaba el alcalde, estaba su secretario, que me dijo que Lautaro es el único pueblo que no ha subido en habitantes desde el censo. Tiene menos habitantes que hace diez años. Menos que hace 20. A mí me parece bien.

O sea que te nombraron hijo benemérito por si te ibas de vuelta...
—Claro, y me llevaba unos colonos. Una colonia de poetas. Lautaro está muy cerca de Temuco, a media hora de Temuco, y en Temuco ya todo... esos pueblos son como fachadas: se ven las grandes construcciones, los mall, como dicen, pero los barrios siguen lo mismo, cayéndose a pedazos, las casas de madera sin pintar.

¿Estás escribiendo poesía?
—Sí, estoy escribiendo poemas sueltos, sin unidad para poder publicar un libro. Como se aparecen. Le he dedicado mucho tiempo a la investigación con este nuevo libro. Hay que buscar mucho, la Biblioteca está muy incompleta. Se han robado muchísimas cosas, están en el catálogo, pero no están los títulos. También quiero escribir una falsa biografía, que cuente puras mentiras.

¿Una falsa biografía tuya?
—Mía, escrita por mí. Falsa biografía no más. Desmintiendo a todos mis entrevistadores. Incluso a ti.

Y a los críticos, supongo.
—A los críticos también.

¿Cómo te entiendes con los críticos? ¿O no te entiendes?
—No tengo muchos amigos críticos en realidad. Pero me han tratado bien. Un buen crítico es Alfonso Calderón. José Miguel Ibáñez dice que soy repetido. Lo dice siempre.

¿Te consideras un poeta político?
—Yo tengo que ver con la política en cuanto todos tenemos que ver. Es una mentira que todos somos apolíticos, todos tenemos una opción política. Frente a los hechos que pasan, frente a las situaciones sociales. No van a decir que desapareció la diferencia de clases por decreto. No es lo mismo vivir en La Pintana que vivir en Vitacura, supongo yo. Yo creo que la supresión de las clases es una aspiración de todos modos. Que haya acceso a la salud, a la educación y al techo, que son las tres cosas fundamentales. También a través de la poesía. La poesía sirve porque salva mucha gente. Aunque sea una minoría especial, es una minoría que se siente realizada a través de la poesía. Yo me he fijado en eso. En los pueblos chicos, los que escriben poemas son tipos distintos. Más disconformes consigo mismos, más descontentos con cómo se vive. No rebeldes sin causa, sino que rebeldes con motivo. Quieren que se hagan más libros, que sean más baratos, que haya librerías. Te lo digo por Cabildo, La Ligua, Lautaro mismo. En cada pueblo hay un poeta. La Biblioteca Nacional está sacando unos libros, ¿los has visto?

Geografía poética de Chile...
—Sí. Me pidieron que hiciera un prólogo sobre la Araucanía. Hice un catálogo y me salieron 140 poetas. A partir de Pedro de Oña, que es el primer poeta chileno, nacido en Angol. Diego Dublé Urrutia, el primer poeta criollista, nacido en Angol también, le cantó a las minas y fue el primer poeta social, pese a que era hijo de general. Yo creo que el poeta tiene una función, un deber político, de acercamiento al mundo a través de su poesía. No puede estar al servicio de partidos ni de consignas. Es independiente de toda esa parafernalia.

Te preguntaba por la política porque me da la impresión de que en algún momento hubo algo así como un "boom Teillier", entre los estudiantes universitarios...
—Sí, tengo mucha acogida. O tuve...

...Pero eso tenía bastante de moda, y se colgaba mucho de la cosa provinciana, de la nostalgia, del Far West... Y a mí me parece que un poema como "Paisaje de clínica", por ejemplo...
—No tiene nada que ver con el Far West...

No. Y es un poema profundamente político y tremendamente vigente.
—Claro, porque tiene que ver con cómo tratan a los pobres enfermos en el hospital. Yo estuve en la clínica por motivos de desintoxicación alcohólica, pero estaba totalmente consciente y no me sometí a ningún tratamiento. Me di cuenta de cómo era el comportamiento de doctores y enfermeros respecto de los pacientes. Era una cárcel. Yo tengo varias cosas... "Treinta años después" es un poema político también. No me gusta a mí tampoco que me pongan dentro de un cliché. Creo que es un poquito falso.

¿Y tú crees que la idea de la poesía lárica contribuyó a crear un cliché?
—Yo creo que sí. Pero eso no lo inventé yo, sino que recogí lo que habían hecho muchos poetas como Barquero, Rolando Cárdenas que por desgracia murió y que recién ha sido reconocido, se publicaron sus obras completas. Murió en la miseria más absoluta, tú sabes eso, no tenía qué comer, prácticamente, ni dónde vivir. No era ningún vagabundo, había sido... un bebedor, no más. Era constructor civil, no le daban trabajo por su edad. Esa también es una situación política.

¿Qué pasa con la poesía joven? ¿Cómo te relacionas con los poetas jóvenes?
—Me piden poemas para revistas, muchas veces. Revistas efímeras, de estas que salen un número o dos, pero que son bonitas, y son buenas. Tengo buenas relaciones en general, pero creo que están muy en la inmediatez de su yo. No salen para afuera. Sobre todo las mujeres, son demasiado femeninas. A mí me gustan las mujeres femeninas, pero no... Ponen el sexo como bandera.

A lo mejor que los poetas jóvenes se queden en su yo tiene que ver con que no hay cómo...
—Cómo expandirse. Puede ser. El oficio de poeta no es un oficio respetado. Ni muy respetable. Son unos parias, los poetas. En los pueblos creen que el poeta es un ocioso.

Es como el loco del pueblo...
—Parecido. Yo soy amigo de todos los locos del pueblo, de todos los pueblos, de Cabildo y de La Ligua.


 

 

 

[*] Ver en YouTube Jorge Teillier, "Nostalgias del Farwest " / Documental




 



 

 

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Por Carlos Maldonado
Publicado en revista Hoy, N°936, 26 de junio de 1995