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Jorge Teillier en el paraíso recobrado

Por Hernán Lavín Cerda
Publicado en Periódico de Poesía. Julio / Agosto de 1987



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A partir de las sagradas apariencias de cada dia, provocar o conseguir la evocación de un mundo no siempre real, no siempre ficticio: única estrategia posible, si pensamos en la poesía de Jorge Teillier, el poeta de Lautaro, al sur de Chile, que tuvo el valor del inocente y supo prolongar su visionaria adolescencia en una atmósfera mítica que se constituyó, por último, en la atmósfera de fundación de un paraíso perdido.

Dolor indeleble de la pérdida. sin duda, pero pérdida que permitió la recuperación del soplo del origen, a través de las vibraciones musicales o conceptuales desde la profundidad del árbol de la memoria encantada.

Conocí a Teillier en 1958, cuando la Sociedad de Escritores de Chile acababa de publicarle su segundo libro en Ediciones Alerce; me refiero a El cielo cae con las hojas, un pequeño pero intenso volumen de 31 páginas y en tiraje de sólo 500 ejemplares. Por aquellos días, me regaló un ejemplar de su primera obra, Para ángeles y gorriones, que fue una autoedición de 400 ejemplares. Debo decir, con inmenso dolor, que aquellas primeras ediciones, conjuntamente con otros volúmenes, se me extraviaron para siempre. Ellos iban formando mi biblioteca de Santiago de Chile, por esos años. Ya se sabe que ciertas dictaduras, entre otras insólitas "virtudes", tienen el propósito de desintegrar las bibliotecas. Mentiría si dijese que fue lo que literalmente sucedió con la mía. Pero no miento si digo que ella quedó abandonada y algunos amigos o familiares, con mucho ojo, poco ojo, o sin él, se encargaron de diseminarla sin mucha consideración. Las condiciones, cuando se producen esas profundas convulsiones sociales, sin duda son propicias.

Casi treinta años después de nuestro primer encuentro, releo la poesía de Jorge Teillier y descubro la maravillosa creación de un universo absolutamente arcádico y unitario, me atrevería a decir que desde su primer poema. Universo deslumbrante, de paraíso perdido y recobrado a través del lenguaje, de macromundo y micromundo, de estimulantes olvidos y de no menos estimulante memoria, de conjugaciones en tono condicional o futuro, de pretérito sugerente, de muchachas no siempre en flor, de tabernas, de trenes que parecen deslizarse, inmóviles, bajo la lluvia, de nostalgia irredimible, de pájaros, de estrellas, de cohetes en el cielo, de orugas, queltehues, manzanas, patos silvestres, patios abandonados, fantasmas o aparecidos junto al río, casas tan húmedas como el humo de las chimeneas o los espejos rotos donde se reflejan, huevos de perdiz, árboles interminables, caballos lentos como la respiración pausada del poeta que los hace nacer de nuevo en sus versos que también respiran por todos nosotros, los que se quedaron, los que partieron, los que tal vez pertenecen a la historia de la noche, de las fumarolas, la transparencia o las cenizas.

Teillier fue un adelantado. Más que ecología, vislumbro la ecofilia en toda su obra. Acaso el último de los románticos, el que canta en voz baja, sin énfasis, como despidiéndose del mundo. Más que un canto, el murmullo de una hipersensibilidad dotada para la acción de gracia: el hijo pródigo que nunca acaba de volver, aunque su vida es la vuelta perpetua hacia el pais de nunca jamás, como señala en uno de sus libros.

Jorge Teillier nació en Lautaro el 24 de junio de 1935 (dia de la muerte de Carlos Gardel). Otros de sus libros son El árbol de la memoria, 1961; Poemas del pais de nunca jamás, 1963; Los trenes de la noche y otros poemas, 1964; Crónica del forastero, 1968; Muertes y maravillas, 1971; Para un pueblo fantasma, 1978; Cartas para reinas de otras primaveras, 1985.

Ha sido traducido a varios idiomas; sin embargo, le hubiera gustado ser traducido "al papiamento y al malgache". Tiene dos hijos. Sebastián y Carolina, que conocí cuando balbuceaban los primeros monosílabos de su vida. Pero la película va tan veloz que en el horizonte genealógico apareció Tania Portugal, la nieta, nacida y residente en Lima, la bella y convulsa capital del Perú.

Relee más que lee, lo que le parece un signo de precoz envejecimiento. Una vejez sabiamente vital, agregaríamos desde México. Actualmente a Nicolás Garin, Conrad, Hans Fallada, Raymond Chandler, Gaston Leroux, Gonzalo Bulnes. Y seguramente Alain Fournier, Lubicz Milosz, Robert Louis Stevenson, Francis Jammes, entre tantos otros.

Ha extraviado el pasaporte y el carnet de identidad. Más allá de este olvido no del todo involuntario, "le gustaría ver aparecer un Ovni, como el que vio en su ciudad natal a mediodía del mes de enero de 1958; hacer un viaje en velero hacia Chiloé, y uno en el ferrocarril de Temuco a Carahue, la "Ciudad que Fue".



 

 

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Por Hernán Lavín Cerda
Publicado en Periódico de Poesía. Julio / Agosto de 1987