El 11 de setiembre de 1973, el golpe de Estado del general Augusto Pinochet, ahora senador vitalicio, derribó al gobierno socialista presidido por Salvador Allende. Resulta innecesario señalar que los largos años de dictadura constituyeron un referente inescapable para gran parte de una literatura chilena que hoy se encuentra un poco “lateada” con aquel período, según el siempre joven novelista Alberto Fuguet. El poeta Jorge Teillier, quien nunca consiguió latearse, preparó antes de morir el que iba a ser su libro póstumo, Hotel Nube. Si bien incluye inéditos, la mayor parte de los casi cuarenta poemas había aparecido en un libro anterior publicado en Valparaíso, Para un pueblo fantasma (1978).
La violencia desencadenada por el régimen pinochetista adoptó dos formas, ambas atroces, aunque desigualmente reconocidas. La primera fue la represión política, y decenas de miles fueron asesinados, encarcelados o abandonaron el país. La segunda forma fue más difusa, menos directa, más prolongada en su máxima intensidad, más anónima en sus efectos. Chile fue el primer país que volvió a los clásicos principios económicos liberales desacreditados en Latinoamérica desde los finales de la década de 1920. El resultado a corto plazo del purismo de los “Chicago boys”, del estamos mal pero vamos bien, fue la pauperización súbita y creciente del proletariado y de sectores medios reactivados por la Unidad Popular.
Las acciones y reacciones de la literatura parecen ejercitarse en fórmulas muchas veces probadas, desde la canción de protesta a El orden reina en Santiago (1975), de Gérard de Villiers, o la no ficción de García Márquez. Como se ve, se trata de textos más internacionales, menos íntimos e intransferibles, practicables incluso desde el exilio, donde la épica del militante torturado hasta la muerte era ya entonces un modelo narrativo identificable y disponible.
Jorge Teillier ofreció un obstinado registro del diapasón de la vida común durante los años de Pinochet. En sus poemas, la cotidianidad es un tema al mismo tiempo que ofrece una pausada, repetida forma rítmica. Así ocurre con “Bienes”, el poema elegido por los editores para la contratapa, un cuidado inventario de posesiones vagamente disfuncionales pero entrañables: “un llavero sin llaves / un programa del Hípico, un poema inconcluso, una ficha de teléfono/ un revolver sin nuez, una manzana”.
Si los géneros nobles de la epopeya o la tragedia parecen adecuados a la violencia política, la poesía de Teillier encuentra un tono para aquella otra desdicha social, no por diaria y naturalizada menos corporal, a pesar de que desconozca la muerte instantánea o los paroxismos del dolor o del encierro. Tampoco es Teiller un poeta a espaldas de la Historia, y sus poemas se complacen en establecer un contrapunto épico-lírico, como hicieron antes otros poetas chilenos, Pablo de Rokha, Nicanor Parra, o Gonzalo Rojas, tan distintos entre sí. Sin embargo, hablar de lirismo a propósito de aquel tono parece dotarlo de una exuberancia de tenor de bel canto, y Teillier carece temperamentalmente de ella. Nunca impone un pathos, sino que se limita a proponerlo, con reiteración. En la novela de su compatriota Jorge Edwards, La mujer imaginaria (1985), un callampero poeta se junta en los bares con “gente de la poesía”: con el mismo Teillier, “a quien estimaba mucho como poeta, a pesar de su estribillo un poco repetido, o por eso mismo, por ese estribillo”.
Se podría ir más lejos, y decir que los poemas o versos de Teillier son rápidos y a veces truncos, que la voluntad de perfección, la admiración por Virginia Woolf, A. E. Housman o Jorge Guillén, esconden una desconfianza, que habría que calificar de ontológica, por la literatura y por las propias páginas. Por eso conviene dejar a Teillier en el bar con el callampero de Edwards. En “Qué historia es esta”, el poema inédito que cierra Hotel Nube, se lee un programa, inevitablemente retrospectivo: "Oleré a mal vino y suciedad / y enturbiaré los limpios mediodías”. Es una adaptación de Serguei Esenin, el vate soviético que en 1925 se ahorcó en un hotel de Leningrado después de escribir un poema de adiós con su propia sangre.
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"HOTEL NUBE", Jorge Teillier.
Ediciones Lar, Concepción, 1997, 60 páginas
Por Alfredo Grieco y Bavio
Publicado en Página/12, 22 de febrero de 1998