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Andrés Bello, gramócrata
«Andrés Bello: libertad, imperio, estilo», de Joaquin Trujillo Silva. Editorial Roneo, Stgo. 2019. 855 págs.

Por Adán Méndez
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio. 9 de febrero de 2020



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Con la sola excepción de Portales, ningún otro personaje de la historia chilena es por sí mismo un tema tan abundante como Bello. Pero en el caso del estudio de Portales, en realidad basta con sus soberbias cartas y con unos cuantos libros —por coincidencia, desde Vicuña Mackenna hasta Jocelyn-Holt, los decisivos en la historiografía chilena—. Mientras que en el caso de Bello hay que sumar, a sus casi 30 enciclopédicos y graves tomos, una bibliografía caudalosa, internacional, y pocas veces fascinante. De modo que si no psicológicamente, al menos materialmente el estudio de Bello es un desafío muchísimo mayor: ante su inclemente extensión nos hemos acostumbrado a apurar elogio y evitar la lectura.

Trujillo, sin embargo, con campante coraje y hasta con una sonrisa contagiosa, trae aire nuevo a toda la estantería. Y se asegura de que su libro también suene como nuevo, inventando una palabra: "gramócrata". Corresponde este neologismo a una idea sutil, real y valiosa: la idea de que las personas pueden autorregularse eminentemente mediante la escritura y de que eminentemente mediante la escritura se puede regular la vida social. La idea de la escritura como procesamiento de la materia natural —la psíquica inclusive— en historia, y asimismo, como actividad privilegiada para la formación, y transformación histórica. (Hay que hablar aquí más de historia, o de literatura en sentido amplio, que meramente de cultura, porque el privilegio de la escritura sobre la oralidad deja atrás los gustos y usos de las culturas tribales, hoy tan apreciadas).

Esta idea central se acompaña de muchas otras más o menos desarrolladas, o apenas sugeridas. Algunas de las cuales ameritarían un libro propio. Antonio Cussen, por ejemplo, observó que nadie antes había reparado como lo hace Trujillo en las profundidades de la relación entre Bello y la dramaturgia (la presentación puede verse en YouTube). Y Jocelyn-Holt, también presentador del libro, entregó una lista no exhaustiva de sus temas secundarios o tangenciales, donde apunta dos docenas a lo menos. Mencionó también ese hecho tan palpable: la tristeza de la figura de Bello. Trujillo, en unas páginas que serían crueles si no fueran quirúrgicas, al relatar cómo y por qué Bello permitió que se extinguiera su vocación poética, localiza y describe la fuente mayor de esta tristeza.

Esta proliferación y derroche de ideas armoniza bien con la idea central: el libro tiene la exuberancia, pluralidad y simultaneidad de la escritura, no la univocidad del discurso: en ningún caso este es un libro de tesis. Más bien es un recorrido por Bello y sus alredores bajo el estímulo de aquella idea. El libro de Trujillo practica lo que predica: un deseo no de orden sino de estilo. No procura arteramente unificar u ordenar la diversidad —poética, filosófica, histórica, filológica, legislativa— de la obra de Bello, sino más bien unir con un hilo todos esos lugares, marcar la pauta en cada parte. En el entendido, me parece, de que proponer y defender una tesis sería una práctica más bien "logocrática" —o sea, una práctica que se ejerce en los tiempos, los ritmos, las convenciones de la oralidad y bajo la idea, al menos implícita, de un auditorio. El libro de Trujillo en cambio se incrusta en los tiempos indefinidos, suspendidos, ni originarios ni concluyentes, de la sola escritura. Quizá por eso —para no contaminar el texto con declaraciones—en la ceremonia de lanzamiento el autor ni siquiera tocó el contenido de su obra, limitándose, con mucho carisma, a algunos chistes y a varios agradecimientos.

Filosóficamente, el libro tiene insondables resonancias. En especial, y de modo muy característico, con autores ni siquiera, o apenas, mencionadas en él. Trujillo ha logrado un libro afiebradamente estimulante, en cualquiera de cuyas páginas el lector puede verse por sorpresa disparado hacia cualquier parte. Mi experiencia, por ejemplo, ha sido terminar en trasnochados cotejos con Bateson, con Derrida, y sobre todo con Confucio, persiguiendo la idea de "gramócratas".

Con una arquitectura bien marcada y una capilaridad que lo recorre entero, Andrés Bello: libertad, imperio, estilo, tiene 850 páginas y cerca de 200 apartados relativamente soberanos: los conducentes índices, el diseño aireado y las tapas duras hacen del manejo de tanto volumen una experiencia gratificante. Hasta el punto de que funciona también —lo he comprobado—como obra de consulta, como un diccionario personal o, mejor, como una enciclopedia excéntrica de Bello, de los sucesos de su tiempo, las figuras de sus contemporáneos, su obra, su papel histórico y su posteridad. Como cita además regaladamente y con infalible criterio, vale también como una antología de Andrés Bello, glosada por un escritor finísimo.



 

 

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Andrés Bello, gramócrata
«Andrés Bello: libertad, imperio, estilo», de Joaquin Trujillo Silva. Editorial Roneo, Stgo. 2019. 855 págs.
Por Adán Méndez
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio. 9 de febrero de 2020