¿Padre, qué hacen todavía aquí
el gato y el perro
cuando tantos animales
cazados antes de las lluvias
han vuelto a sus alcobas
y jardines en la tierra,
a pesar que el lodo
aun no seca y las pozas
de agua son como mares?
El león volvió a sus grutas,
el lobo a sus estepas,
las aves a sus aires y ramas,
los caballos a sus pastizales,
los zorros a sus montañas.
¿Por qué insisten en quedarse,
no abandonan el arca
y tú, yo y mis hermanos
debemos alimentarlos
como a dioses falsos
o a muertos verdaderos?
He puesto carnadas
más allá del arca
para que la dejen,
pero vuelven
a dormir y buscan
la caricia que el hombre
les da como si fuese mujer.
Se odian entre sí pero,
pero están dispuestos
a verse cada día
en el mismo recinto
del pesebre
que la misma agua destructora
acercó a los cielos.
Se quedan y el arca
no podemos dejar atrás,
a ella volvemos
porque ellos
se alegran tanto,
el uno bailando,
el otro más quieto.
Debimos dejarlos morir
entre las aguas
como a tantos monstruos
del viejo peligro.
Ninguno pensó
que el perro y el gato
nos harían fijar
el arca sobre la tierra.