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              O  Goethe o Borges
            Decía  Goethe a Eckermann, a propósito de Las Madres aparecidas en su Fausto, que él —es decir Goethe— leyó  sobre ellas en Plutarco, nada más, y que a partir de esa lectura había  enriquecido la historia de aquellos seres informes. Puesto que creía conocer a  cabalidad la tradición, podía adornarla bien y declarar a su favor: “Eso es  todo lo que le debo a la tradición, lo demás es invención mía”. Dice, empero,  Borges sobre la diosa gálica: “Es una cosa rota y sagrada que nuestra ociosa  imaginación puede enriquecer irresponsablemente”. En estos  historiadores-creadores podemos notar al menos dos maneras de concebir el  mundo.
             
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              Kant  guía a Dante
            Kant pensó  una vez que se requiere un sistema que pueda funcionar aunque rija a una  sociedad de demonios, o sea, que no requiera de la virtud de sus ciudadanos. En  esto hay un problema: el único sistema que puede regir a una sociedad de  demonios es el Infierno.
             
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              Herejía del Arcipreste de Hita
            El apóstol San Juan escribió que ninguna  palabra sea agregada a la santa escritura ni ninguna quitada, y lo prescribe  bajo las más horribles penas. El Apocalipsis de Juan termina así; su evangelio  comienza aludiendo a las palabras de principio anterior a las palabras. El  arcipreste de Hita dice, en cambio, en su libro del Buen amor, que aquel libro  puede y debe ser modificado con nuevas palabras si aquella mutación implica su  mejora.