1
O Goethe o Borges
Decía Goethe a Eckermann, a propósito de Las Madres aparecidas en su Fausto, que él —es decir Goethe— leyó sobre ellas en Plutarco, nada más, y que a partir de esa lectura había enriquecido la historia de aquellos seres informes. Puesto que creía conocer a cabalidad la tradición, podía adornarla bien y declarar a su favor: “Eso es todo lo que le debo a la tradición, lo demás es invención mía”. Dice, empero, Borges sobre la diosa gálica: “Es una cosa rota y sagrada que nuestra ociosa imaginación puede enriquecer irresponsablemente”. En estos historiadores-creadores podemos notar al menos dos maneras de concebir el mundo.
2
Kant guía a Dante
Kant pensó una vez que se requiere un sistema que pueda funcionar aunque rija a una sociedad de demonios, o sea, que no requiera de la virtud de sus ciudadanos. En esto hay un problema: el único sistema que puede regir a una sociedad de demonios es el Infierno.
3
Herejía del Arcipreste de Hita
El apóstol San Juan escribió que ninguna palabra sea agregada a la santa escritura ni ninguna quitada, y lo prescribe bajo las más horribles penas. El Apocalipsis de Juan termina así; su evangelio comienza aludiendo a las palabras de principio anterior a las palabras. El arcipreste de Hita dice, en cambio, en su libro del Buen amor, que aquel libro puede y debe ser modificado con nuevas palabras si aquella mutación implica su mejora.