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John Uberuaga: Poeta de los incendios.
«HAY UNA MAQUINACIÓN MALIGNA, Y LOS DEMONIOS SE EXTIRPAN QUEMÁNDOLOS»


Publicado en Micro Suplemento Ruta 5, julio de 2021



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Tus poemas forman parte de un gran incendio, los poemas son instrumentos para quemar comisarías, escuelas, farmacias ¿Qué simboliza el fuego en tu poesía?
—Esos poemas que están en las cajitas de fósforos, forman parte de un proyecto mayor titulado Poemas para quemar la ciudad. Son poemas que estoy escribiéndole a mi hijo. De alguna forma el fuego representa el "partir de nuevo". Hay un imaginario de la ciudad en la que aparece la figura simbólica del supermercado, la comisaría, la farmacia, como instituciones que tienen que resetearse. El hablante de los poemas que he escrito en torno a este tema, no es un revolucionario ni un héroe que se enfrenta a todo. En "poemas para quemar los supermercados", por ejemplo, el texto está escrito desde el punto de vista de una persona que entra a comprar y se roba unos autitos de juguete. No es literal, y en este sentido se aleja de la épica revolucionaría, que por cierto, es un lugar horriblemente común, y en esa figura avasalladora yo no creo mucho.

¿Qué encierran los poemas escritos para cuando volvamos a la calle?
—No tengo muchas respuestas para esto. Trabajo desde el oficio de escritor y carezco de certezas. No me doy el lujo de ser un iluminado que tiene respuestas claras sobre eso. Pienso que uno tiene que trabajar desde el terreno en el que habita. Ese es el lugar desde donde se debe escribir, como decía Jorge Teillier, y en mi caso personal, el mundo en el cual me encuentro hoy es mi paternidad. Lo que sí pienso necesario, es reformular los espacios. Por ejemplo, la ciudad funciona desde lo absurdo, pues se prioriza de manera brutal el consumo. Hay una maquinación maligna, y los demonios se extirpan quemándolos.

Compartes tu trabajo en lugares públicos, a través de cajitas de fósforos ¿Qué experiencias te ha entregado este formato de publicación?
—Las cajitas que regalo son anónimas. Las hice para regalarlas en marchas, pero ocultando al autor. No me parecía ético sacar provecho de la situación que estábamos viviendo, y a partir de esto ganar lectores. Lo extraño es que no toda la gente recibe estos obsequios de buena gana. Les cuesta creer que es un regalo. He conocido gente que ha leído el trabajo, me he topado con gente que anda con una cajita, pero no existe un feedback con claridad por el asunto del anonimato. Hay un tema de eliminar al autor del poema, cosa que es un poco medieval, pero en lo personal me hace gracia, y hay muchos autores en Chile que han decidido trabajar desde un pseudónimo, desde un personaje.

¿Hay un componente muy visual en tu trabajo, además de las cajas de fósforos como plataformas, incorporas elementos de cierta cultura pop, como los soldados o los dinosaurios ¿Qué significados poseen estos elementos en tu trabajo?
—Todas las cajitas tienen un personaje de Street Fighter. Creo que hay algo que la gente pierde en algún momento, y eso es la capacidad de jugar, de ser lúdico en el mundo donde se vive. Estos monitos me acompañan como amuletos de buena suerte. Son una manera de recordar que la seriedad mata muchas cosas. Desde luego se viven muchas cosas, aunque se pierden otras.

Eres fotógrafo y docente, ¿De qué manera esto influye en tu trabajo, y cómo la poesía influye en la fotografía y la docencia?
—Gracias a la pedagogía aprendí muchas cosas. De la fotografía me considero un autodidacta. En el colegio como profesor me he esforzado por enseñar la escritura tanto como la lectura, y la fotografía es un recurso de lectura súper útil, pues es un lenguaje que los estudiantes manejan. He aprovechado para hacer talleres que mezclen poesía y fotografía. Siempre busco transmitir la idea de que se debe leer siempre, y eso lo hago compartiendo mis lecturas. Es un ejercicio básico pero que de alguna forma genera vínculos y al final, siempre hay alguien que se acerca a preguntarte por libros.

¿Hay procedimientos en tu trabajo como poeta?
—Llevo un diario de vida en el que trato de hacer el ejercicio de escribir sobre mí todos los días. El diario es un mecanismo muy presente, aunque también utilizo la fotografía con este mismo fin. Trato de generar oportunidades para reflexionar, de modo de no automatizarme.

Si tuvieras que compartir un verso tuyo, cuál sería y por qué.
—Hay un poema que le escribí a mi hijo, del que rescato los versos "nada de esto puede ser real/ son el zapallo y los ajos secos/ para esta cazuela triste". Rescaté la imagen de la cazuela triste de mi abuela. Una frase densa para describir el día.

¿Y una canción que forme parte del soundtrack de poemas para quemar la ciudad?
—Una canción del grupo Julio Piña de Valpo, que se llama "Perro callejero", que plantea la idea de un perro que se enfrenta a emociones y sentimientos, aunque carece de las herramientas para enfrentarlas o lidiar con ellas. Es una cumbia muy fuerte, pero en rigor te invita también a bailar.

¿Qué poetas, o qué libros han acompañado tu trabajo en poesía?
—Me he centrado mucho en la literatura territorial. Hay cuatro autores que sigo con vehemencia. Entre ellos. Diego Armijo, que desde muy joven se enfrentaba a la poesía y no tranzaba con nada. Tiene un libro de cuentos que son como relatos poéticos titulado Glorias Navales, este libro se sitúa en una población llamada "Glorias Navales". El otro es Carlos Altamirano, poeta de Valparaíso, lo más cercano a un personaje. Una persona que ha subsistido toda su vida vendiendo en la calle. Escribe desde ese reino. Tiene dos libros: Que en paz desarme la poesía y Desordenes de un arresto, éste último muy punk y que habla mucho de la ciudad y de la calle. El libro Delirios de Ximena Rivera, el que llevo siempre muy cerca del corazón. En ese texto se habla de habitar una casa embrujada, no la ciudad. Un libro que aborda la temática de convivir con la locura. Inspirada en su historia personal. Y, por último, Priscilla Cajales, a mi juicio la mejor poeta de mi generación. Autora de los libros Termitas y Mella, libros poderosos que dan cuenta de su mirada como el lente de una cámara, pues tiene una capacidad enorme para enfocarse en el detalle.

 

 


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John Uberuaga González (Viña del mar, 1984). Es profesor de Lenguaje y escritor. Autor de los libros Forestal, y Estos días (fanzinc de fotografía). Actualmente es editor en el proyecto Hebra Editorial.

 

 

Imagen superior en La Palabra Quebrada, Dic. 2020

 

 

 

 



 

 

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