La iluminada circunferencia
(Edición patrocinada por el Gobierno Regional de los Lagos, 2006)
de Jorge Velásquez
Por Ernesto González Barnert
No entiendo bien la cita de Milosz al comienzo, pero sé que todos los libros de poesía tienen que tener una sí o sí en Chile, le pegue o no al libro. Ya entrando en calor, trata de fútbol. A la manera en que el deporte rey se juega en Chiloé. O se jugó. Asistimos aquí a uno de esos libros que bordean la leyenda, pero también la verdad. Un libro que en la mitad ya nos tiene con ganas de entrar a la cancha. Y no precisamente porque vemos un resultado desfavorable. Sino porque podríamos ser parte de una goleada si no fuera por el poeta y el filósofo que a veces entorpece el juego directo. Sin ellos, este equipo ganaría la libertadores de poesía sin goles en contra.
Una libertadores que no sabemos cuando empezó ni cuando terminará. Pero ya vemos quienes patean mejor o sucio, el arquero, el que se mete desnudo a la cancha, el que mirará siempre desde la banca, los que parecen que juegan y los que realmente juegan, los guapos, los que vinieron por las chauchas, los talentosos que se echaron a perder por entrenadores anodinos, por lesiones de moda, todos esos grandes escritores superficiales de nuestro tiempo, los que aplican la misma formulilla juego a juego, etc.
Jorge Velásquez Ruiz (Castro, 1972) hace un trabajo imponente. Uno de esos libros en que uno sabe que el autor no juega de arquero, posición en que menos se gastan los zapatos. O de lauchero en alguna minoría. Sino de defensa, de la memoria y el arte, chuteando con sosegada sabiduría isleña, papita para lo que usted guste mandar entrenador.
Recordar no es moverse en el tiempo, sino salir de él y saber qué somos –dice Pavese-. Jorge Velásquez salió y regresó a poner una iluminada circunferencia en su tierra. Y la puso a rodar, fosforeciendo la cultura chilota, narrando el partido de sus vidas. En resumen, puso contra el piso, la pelota. Les dio un pase destacado por sobre su época a los prójimos.En la gradería vitoreamos sin titubeos.
TORNEO 73
Tadeo Velásquez, central del Tricolor
y Amado Millán Manquilepi, del San Luis de Linlin
jugaron su propio partido en Achao
Los cruzaron en la cancha más oscura y sin faroles
Podían intuirse hasta los descuentos
Habían metido un gol dicen, afuera del partido
Aunque nunca en su bendita inocencia gritaron por la UP
No ganaron la Libertadores ese año
y Teniente Rastrillo
precisamente no era uno de sus hinchas
Estuvieron me cuentan, frente a un arco vacío
esperando
una o dos Tarjetas
Más rojas que el horizonte.