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Viaje al quebranto seco en Nocturna, de Guillermo Mondaca
Por Katherine Hoch
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Antes de escribir cualquier tipo de comentario poético o noción estética sobre el poemario de Guillermo Mondaca, creo necesario aclarar que un texto de “fácil lectura” reafirma la zona de confort e invita al lector al lecho estable y seguro; no necesita de un receptor activo, crítico o autónomo ya que se basta a sí mismo en su detención. Dicho esto puedo enunciar con orgullo y voz que Nocturna está lejos de ser un libro de lecho estable y seguro; Nocturna nos invita al paso de la noche en la noche, pero, también, a la transmutación misma de un origen sin sujeto.
Este poemario es el origen incierto de la búsqueda de un yo que se sabe perdido, que se sabe inacabado incluso en su instante primigenio. Mar, tierra; como es arriba es abajo. Luz, sombra; como es arriba es abajo. Son estos los conceptos que inician el rito que significa la lectura de Nocturna. Y como bien dijo Gonzalo Millán, alguna vez hace no mucho: “Postulo que hay una mirada antes de un sujeto, un estado de lucidez antes que una personalidad”. En este caso, es una lucidez onírica y mítica la que trasforma la imagen de lo sagrado en un acontecer profano.
La mirada de este no-sujeto inicial, de este no-nacido se sorprende y se condice con la aparición de la figura femenina en el poema tres: “Ninguna línea que los busque,/ ninguna línea que me nombre,/porque he sido robado por la loba” (pág. 13). El sujeto se despoja una vez más de su condición en la medida que esta loba –fémina- aparece y detiene la búsqueda: “La búsqueda que somos/ nos deja ir” (pág. 15). Es el acto mismo de indagación lo que mantiene alerta y receptiva la percepción del viaje al quebranto que se sabe desértico.
Esta imposibilidad que se acepta en el momento originario del no-nacimiento, se poetiza en Nocturna a partir de la contraposición de imágenes surrealistas y sinestésicas: “el volumen del color”, “la piel del ruido”, “la boca del límite”. Estos elementos se acompañan de una línea semántica clara: fuego negro, piedras en la garganta, puerta de sangre, moler dientes, llamas de vidrio, hélice de leche, el barro quema, bengala de sangre, etc. Todo este universo de imágenes contrapuestas y de fuerza poética avasalladora culminan en el efecto que se produce al decir “estoy en lo ausente”: soy esa ausencia construida de destellos coloridos, de tacto y demencia, de avanzar con la sangre espesa y densa; de avanzar sobretodo avanzar desmenuzado -sin la singularidad del sujeto-; soy esa ausencia de proseguir en la condición de materia alquímica.
Este despertar de los elementos fulmina al entender que “solo me ilumina la luz/ cuando quemándose me apaga” (pág. 21). La alucinación incesante que vive la voz poética de estos versos aturde pero a la vez expande espacios vacíos y propios del lector; el hermetismo de estos poemas se abre y despliega al ritmo de la lectura, cual sujeto amoroso abismado en el sentimiento del amor, cual herida de iniciación en la creación. Se es ante todo animal, seco y cabrío, mar, sangre, piedra dura; el vaivén de esta corriente elemental, se escapa del raciocinio que presupone la existencia del ego en el sujeto.
Atmósfera y ambiente en lo natural y lo (des)natural preparan el viaje de regreso (sí, de regreso) desde un Infierno espeso y visceral en su diseño espiral. No es el Infierno Católico culposo ni el Infierno de Dante la presencia que se intuye en Nocturna, sino la fuerza, la densitud y el calor del Mictlán azteca. Y es en el descubrimiento de su fervor cuando Mondaca pregunta ingenua y sarcásticamente al lector: “¿Qué es lo que pasa: el tiempo o el olvido?”. Respuesta que no obtendremos quizá, sino en códigos cifrados en el regreso de la vida después de la muerte.
Advierto y repito: no es el descenso al Infierno Católico lo que desestabilizará al lector de su lecho estable y seguro, sino el ascenso al Mictlán siempre incómodo para los escépticos. “¿No subimos acaso para abajo?”, Vallejo lo sabía. Como es arriba es abajo, maúlla Nocturna con la sutileza de los espacios vacíos.
Octubre del 2015