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INCONSCIENTE, TEXTO Y REPRESIÓN
Poética del desengaño de Kemy Oyarzún. (Ediciones Lar, 1989)
Por Nelly Richard
Diario La Epoca. 8 de Abril de 1990
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Tres son las palabras que subtitulan el ensayo Poética del desengaño (Ediciones Lar, 1989) de Kemy Oyarzún: Deseo, Poder, Escritura. Esta conjunción erótica-politica-teórica define el libro apoyado en referencias a Lacan, Foucault, Deleuze-Guattari, Kristeva, Irigaray, etc. que enmarcan su programa critico: el post-estructuralismo, el feminismo.
Los autores citados pertenecen a la serie de pensadores contemporáneos que, al socavar el edificio discursivo de la metafísica occidental, desmontaron el supuesto racionalista o esencialista de la coherencia y plenitud del sujeto de esa cultura. Habiéndose cuestionado la tradición idealista de un yo soberano, emerge el sujeto post-metafísico con su conciencia escindida que se deja atravesar por una multiplicidad conflictiva de otros; entre ellos, el inconsciente como reverso, fuerza descentradora de esa subjetividad dueña de si misma del proyecto racionalista de la ciencia o de la filosofía universal.
Kemy Oyarzún se basa en esta constelación teórico-cultural para fundamentar su programa critico (deseo, poder, escritura) que analiza cuatro novelas latinoamericanas: El Hermano Asno, La Última niebla, El señor Presidente y Al filo del agua, de Eduardo Barrios, Maria Luisa Bombal, Miguel Ángel Asturias y Agustín Yáñez. Novelas elegidas “por constituir hitos significativos de distintos aspectos del deseo” que “guardan íntima relación con el drama del Edipo”.
La energía política del deseo
Poética del desengaño se dedica a los problemas del poder (ley y autoridad) y del deseo (inconsciente y sexualidad) articulados por la triangulación edípica: el motivo de Edipo designa el orden simbólico identificado (en su versión lacaniana) con el Nombre-Del-Padre que amenaza con censurar la pulsión deseante, femenina-materna. Esta figuración del Edipo actúa como resorte dramático y clave interpretativa de una narrativa tensionada por la dialéctica deseo-represión, que protagoniza el conflicto entre el peso normativo de los sistemas de disciplinamiento (la ideología, la familia, la tradición, etc.) y la fantasmítica sexual de una erótica del texto.
Tal como lo señala el prólogo firmado por la autora cuando le toca comentar su propio transcurso reflexivo, la teoría del inconsciente que es aplicada por el libro sufre unas cuantas reformulaciones a lo largo de sus páginas que la llevan incluso a “abandonar el modelo lacaniano dentro del proceso mismo de la escritura del manuscrito”. Este abandono está motivado por la inquietud respecto del “carácter transhistórico, temporal” de su concepción del Edipo. La necesidad de “entender el deseo como algo más que una trampa que inevitablemente conduce a1 laberinto monotemático de la familia patriarcal” es lo que reorienta la práctica teórica del ensayo hacia una dimensión más político-social del inconsciente, en las huellas de Deleuze y Guattari.
La crítica a la definición abstracta-universalizante del Edipo lacaniano reducido a su escala únicamente familiarista, coincide -en el ensayo de Kemy Oyarzún- con un cambio de perspectivas respecto de la cuestión del deseo: éste deja de ser visto bajo la axiomática puramente negativa y represora de la castración, para irse politizando como flujo libidinal y energía trasformativa de las relaciones de poder.
Esa autocorrección de la propia teoría del inconsciente articulador del libro, tiene por correlato el modo en que la selección de las novelas va ordenando transiciones y midiendo avances en cómo configuran el eros; se parte de novelas aún tímidas en sus formas de poner el imaginario sexual en escena (Barrios, Bombal) y que “remiten a un tratamiento más estrictamente psicológico de la represión” para llegar a formas más complejas de “la historización de las transgresiones psicosociales” (Asturias, Yáñez) que enganchan la estructura poder-deseo con la temática de la de violencia latinoamericana y de sus contenidos revolucionarios. Finaliza el libro con la novela de Yáñez que “inaugura la posibilidad concreta de una transformación global de la sociedad a partir del parricidio simbólico del patriarcado”.
Mujer y sospecha
Lo significativo de la ordenación de los materiales de análisis que componen el libro está en que enseña graduaciones en el proceso de radicalización narrativa de una escritura del dislocamiento (menores o mayores fracturas semánticas del universo literario; de Barrios-Bombal a Asturias-Yáñez) que son coincidentes con las que ritman el modo en que los conflictos entre poder y deseo, trabajados por cada novela, van adquiriendo mayor densidad socio-histórica y fuerza de cuestionamiento de las ortodoxias del saber o del poder.
El itinerario que cursa el libro es convincente en mostrar como la intensificación de la carga desestabilizadora de la escritura narrativa depende tanto de su violentación de la norma estética canonizada por las convenciones del género literario, como de su transgresión sociosimbólica de los patrones de identidad dictados por la cultura patriarcal.
El Hermano Asno y La última niebla pertenecen “al tardío desarrollo de la narrativa psicológica en Hispano América” y son marcadas por el tono confesional o intimista de una subjetividad cautiva de dos dispositivos de mantenimiento del orden moral y sexual: la Iglesia y la Familia. Frente a esas novelas del repliegue que hablan desde lo religioso (el convento) o desde lo doméstico (el hogar) como registros de cierre, El señor Presidente introduce la dimensión abierta de la calle para proyectar su reflexión social sobre las encarnaciones despóticas del poder a escala de la historia, del estado, de la nación. Al filo del agua reacentúa el escenario de la calle donde se desatan las fuerzas en tránsito que la novela conjuga para hablar de parricidio y de revolución. El propio trayecto crítico de la autora que cruza el libro es de emancipación: desde “la interioridad más recóndita” de lo privado hasta “las prácticas más públicas” que rebasan la cuestión del inconsciente como drama individual.
Poética del desengaño trata la problemática del orden-desorden a través de las metaforizaciones sexuales del imaginario narrativo de cuatro escritores latinoamericanos. El libro promueve tácitamente la identificación de una nueva subjetividad contestataria con la lucha de la mujer contra las discriminaciones de la estructura patriarcal.
Se inicia postulando que la identidad genérico-sexual de su autora fue sobredeterminante para el proyecto critico: “debemos reconocer de inmediato la importancia que tiene el hecho de ser mujer, por considerarlo condicionante de la producción de este estudio. Dudo que sea azarosa la conexión entre mi generidad sexual y mi sospecha crítica frente a las maquinaciones del deseo edípico, sobre todo con respecto al modo según el cual el patriarcado (y por lo tanto la ideología en general) es internalizada por el hombre y la mujer, siendo esta última el blanco fundamental de la opresión insidiosa ya abierta de la estructura patriarcal”.
Esa aclaración preambular va junto a la declaración -en el mismo prólogo- que la otra circunstancia que signó el proyecto depende de la modalidad autocrítica que suelen producir las derrotas: aquí referida a: “La rica y contradictoria experiencia del gobierno de la Unidad Popular con la mujer de las capas medias en Chile” que “se ha convertido en fuente de interrogantes sobre las funciones distorsionadoras de la ideología burguesa”. Esa doble advertencia respecto de las circunstancias histórico-biográficas de la motivación crítica de la autora, sirve no sólo para especificar las razones (individuales y sociales) que tiene para sentirse partícipe de la era de la sospecha. Vincula el libro a una urgencia analítica que trasciende la norma académica de las puras demostraciones de saber a la que, por rigor de métodos y solvencia teórica, se lo podría sino fácilmente asimilar y reducir.