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Anatomía estructural de una ciudad que se parte en dos: un libro dedicado a San Antonio

El Puente, de Luis Retamales Rozas. (Economías de Guerra, 2022)

Por Luisa Aedo Ambrosetti
Publicado en VIAJE INCONCLUSO, julio 2023


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Quizás pocos mecanismos sean tan propios de la literatura como la metaficción. Hay algo en el arte que atrae inevitablemente al creador hacia su propia puesta en evidencia, hacia su propio desvelamiento, hacia sus propios límites, hacia la propia vivencia. Nos lleva a preguntarnos por qué escribimos. Guillermo Carnero aportó luego una definición convencional: “Metapoesía es el discurso poético cuyo asunto es el hecho mismo de escribir poesía y la relación entre autor, texto y público”.

El premiado libro El Puente, de Luis Retamales Rozas, ganador del Premio Mejores Obras Literarias (MOL) en poesía inédita y mención honrosa de los Juegos Florales Gabriela Mistral en 2021, es un poema extenso que sugiere un repliegue autoconsciente, más que una autorreferencialidad que muchas veces aleja al autor de lo real. Acá difícilmente podemos vendarnos los ojos y no ver los hechos que construyen la poética de un San Antonio (Puerto de la V región en Chile) que habla por un tiempo estancado en la figura de un puente que, a su vez, es la figura de aquello real que está frente a nuestros ojos, como las fallidas políticas públicas que se han generado en el puerto y la ciudad, que lamentablemente se han transformado en una consigna: no mirar atrás en la memoria, la no valoración cultural, la invisibilización de los artistas locales, una ciudad encriptada en instituciones puente. ¿Qué importa si algo está roto? Dejemos de verlo y construyamos uno artificial, pero justo al lado del otro para no desunir la ciudad más de lo que está. En el comienzo la voz nos advierte: “Este poema es sobre un puente que, al tener cierta resistencia, fue capaz de insistir sobre la hierba que creció a su alrededor” (4). Un puente que quedó en el olvido: el puente de lo Gallardo.

Para Federico Peltzer, “el lenguaje del poema es, a la vez, un lenguaje sobre el lenguaje de la poesía y sobre lo concerniente a esta. ¿Qué hace el poeta en tal caso? Enuncia un programa estético, propone y realiza la creación mediante el poema mismo” (1994). Y quizás el poema El puente, más que explicarnos, propone un dispositivo literario que potencia la función reflexiva y analítica de la metapoesía: el poema dentro del poema. Sin duda, el poeta Roberto Bescós en La ciudad que no es marca un precedente sobre la escritura sobre San Antonio de una forma más nítida que otras anteriores. Cuando nos habla de topografías —que esta reseñista considera topografías poéticas—, veo en el libro de Luis Retamales un recorrido poético e histórico de la ciudad; no son recuerdos antojadizos ni sensiblería oportunista (aunque de malo no tendría nada, porque nos resulta fácil llorar el puerto). Hay un mapa que funciona como dispositivo de lectura, que es importante ahondar también en la escritura de la poeta Florencia Smiths en La ciudad no o en las novelas de Marcelo Mellado, en donde el lenguaje irónico y la hipérbole constructiva dibujan un espacio literario, todas lecturas situadas en un territorio en el que sus núcleos de discusión aparecen irremediablemente: el abandono y la huida de la ciudad-puerto.

Cuando se aborda la obra de Retamales exige dos lecturas. De forma sencilla diré que una es la tradicional, desde el principio, en donde me sitúa en un espacio geopoético, y la segunda, a modo de versículos de la biblia, me permite comenzar a leer en cualquier parte. Porque el poema está enumerado desde el 1 al 358. Además, la voz se comunica y exhorta a distintas voces, creando una comunidad imaginaria de auditores del poema, que no tienen voz presente: el socito, la mamita, la compañera, el guachito, el compa. Figuras que también suavizan y acercan la lectura, alejándola de un método estructurado que presenta el escritor:

Una punta del poema nace en una calle que se corta; cortaba, en la mitad de un bosque que hicieron desaparecer; diciendo que el bosque no es un bosque, siendo claramente un bosque en el poema —acá desapareció el obrero que escribió el bosque en un plano blanco del poema para verificarlo— pensando que el poema se fue alimentando de este paisaje; que tenemos en frente, guachito querido mío…


El poema El puente es extenso y se necesita aliento, aunque lo leas de atrás hacia adelante o en la mitad del puente, con miedo de caer al abismo. El hablante nos señala: “Querido compañero. La tierra compuso algunas partes del puente, en la extensión territorial de los relieves del poema para decirnos algo”. Acá se abarca también el misterio o quizás escribimos con el afán de poder entender algún día por qué esta ciudad sigue escindida a los pies de un río, porque ni el cauce llega a la fuente. Entonces:


El puente se ha convertido en el poema

Este poema es sobre un puente y a ratos no es sobre un puente, creo no dejarme engañar por los sentidos

¿Será el poema el dueño de este poema?


Lo que distingue a El puente de otros libros de poesía es que con cada verso se escucha poco a poco el poema. Es interesante leerlo en voz alta como si fueras quien lo escribe, o una de las voces a quien le habla el poema de vez en cuando, como quien mira desde el Maipo este puente cortado, precisamente donde está el puente olvidado, objeto de este poema.

Porque esto no se trata de personificaciones odiosas, tampoco sólo del metapoema.


Alguna vez la vida de este poema sobrevivió a la catástrofe de sentido que se percibe en la ciudad, alguna vez este poema realmente no fue un poema, y aún si escribimos el poema necesitamos el poema sobre el poema de la tristeza de rompernos en dos, de separarnos de la ciudad


Cada punta del poema nos dice “No se puede vivir en la ciudad, solo en el poema”, ya lo ha dicho el poeta Roberto Bescós en la citada La ciudad que no es: “esta ciudad que se deja arrebatar por el viento es como sueño quebrantado antes del alba/fragmentos paliduchos”. En el puente se reitera: “No se puede vivir en la ciudad, solo viven mutantes que desaparecen en los reflejos del agua. Nos volvemos irreconocibles ante los ojos de otros”. De esta forma, San Antonio se torna irreconocible entre los escombros de la realidad, el mar se transforma en el mall.


San Antonio es la ciudad de la ilusión constante de una reconstrucción que no llega. Ni la memoria. Apenas.
San Antonio es la ciudad de las paradojas donde los trenes viajarán sobre la nada, porque tierra firme ni hay.
San Antonio espera un puente que una a sus habitantes y deje de arrojarlos a la mar de otros puertos o capitales.


A veces es mejor mirar el mar desde los vidrios impolutos de un patio de comidas de un mall de cartón (construido en la ciudad sin la voluntad de quienes la caminan), donde la carne no es carne, donde los colores no son colores. Donde todo está deslavado como nuestros corazoncitos que nos hacen marchar de la ciudad: ¿Las personas que viven aquí entienden que la ciudad se construye para otros, contra todos, que la ciudad se piensa sin ellos? Así lo retrata la voz en El puente:


Entonces te paras en medio de la ciudad y gritas hacia adentro. Porque ni el colectivo pasa. Y la lluvia te moja y el frío te quema. Ahí en el medio del puente estamos colgando, esperando que el poema estire sus brazos y nos sostenga por un momento en la ilusión de re-encontrarnos con la ciudad.

 

 

 

 

EL PUENTE

Luis Retamales Rozas

— [fragmento] —

 

 

 

 

 

 

 


 

1 Este poema es sobre un puente que, al tener cierta resistencia, fue capaz de insistir sobre la hierba que creció a su alrededor.

2 A pesar del terremoto que lo marca, al igual que la maleza que se corta con el filo del viento que lleva los susurros de la ciudad; mezclados con otros sonidos en el poema; como el ruido del agua, por ejemplo, como algún arrebato, por ejemplo.

3 El puente supone dos lugares que se intentan juntar y extenderse en el territorio del poema.

4 En este poema, las puntas del puente, son abismos buscando el sentido del aire corriendo, corriéndose, como quien dice que se va, que se larga a correr.

5 Perdiéndose en el poema que se despliega y flota, cruza, desde la cordillera al mar con las puntas dobladas y suturadas, mi querido amigo, con su cuerpo quebrado.

6 Las dos puntas del puente quebrado, socito, unen o construyen la brecha que existe entre el silencio y el poema; como la disolución de la tierra, medido en lo posible durante años y generaciones, mientras este poema se escribe en lo visible, lo que se borra en la memoria de un vidrio, pensando que el terremoto hizo una fisura en la hoja del poema.

7 Una punta del poema nace en una calle que se corta, cortaba, en la mitad de un bosque que hicieron desaparecer, diciendo que el bosque no es un bosque, siendo claramente un bosque en el poema, –acá desapareció el obrero que escribió el bosque en un plano blanco del poema para verificarlo– pensando que el poema se fue alimentando de este paisaje que tenemos en frente, guachito, querido mío.

8 Y, además, la orilla del poema, fue la orilla del río Maipo, trazada por el agua y la tierra, borrándose, la una a la otra, estirado como mantel para la once, dicho poema, compa, antes que todos lleguen de donde tengan que llegar, socito.

9 Estirado, sí, claro que sí, con tanto cuidado y cariño, como la preocupación de la madre con una foto del hijo ausente, como un mantel para un picnic en la playa, en dicho poema, compa, antes de que todos lleguen de donde tengan que llegar, socio
querido, entonces, por eso escúchame.

10 Todo se escucha en el vibrar de las calles de los cerros, nada se oye, compa, todo sucede antes de que veamos qué pasa en este trocito de papel.

11 La destrucción del puente en este territorio fue la forma final de contener el paisaje que nos elimina, compañero, el paisaje que luego fue la ciudad y luego nuestros pasos perseguidos por el lenguaje del miedo, no se olvide compa.

12 Al principio, en este poema, avanzamos a la calle que se corta que se llama Arrayán y en ella se esconde una posada a la orilla del río, mamita linda.

13 Debajo de la posada hay un subterráneo del porte de la ciudad de San Antonio donde todo lo que buscamos está o ha estado ahí esperando el tiempo, querida guachita.

14 El tiempo que perdí cuando te perdí buscándote, guachito. Como tapita de yogurt con un premio que nunca salió, como colección de envases vacíos de botellas antiguas, esas que nos llevaron caminando por quebradas, esteros y callejones del poema,
que se pierde…

15 En el bosque del que siempre terminaba en el mar, como un manto azul que se come todo, si lo miramos de aquí lo podemos ver, mi guachito querido.

16 Como lagartijas que perseguimos y anillos falsos que encontramos en la calle, a las afueras del poema donde la ciudad se perdía cruzando la carretera.

17 Buscando el tiempo que te perdí, perdiéndote, al igual que la angustia que me ronda en la mañana caminando al trabajo sin saber por qué no me quito esto que tengo en el pecho, mamita.

18 Como sentir la vergüenza, la culpa de pisar a un caracol de tierra después de la lluvia, sin querer y sin poder detener el pie a tiempo, todo es a destiempo en el poema, mamita, tú que me miras de alguna parte, desde una de las orillas, tú que cociste el
poema al mantel donde tomamos once, debes saber cómo me siento.

19 Te perdí, claro que te perdí, te recuerdo siempre, guachito mío, como taxista que sale a la noche de los ochenta en Chile y nunca más regresó a la república, hasta que lo encontramos cuando buscábamos un volantín cortado que llegó a él, para acurrucarlo
en el poema y devolverlo a su familia.

20 El poema se dobla para armar un refugio que queda olvidado en la playa de Llolleo.

21 El taxista acuchillado y alucinado por la noche de los ochenta que el poema mostró en el territorio, como carne viva para recordarlo siempre, socito.

22 El poema sabe esto, y desde acá, donde estamos colgados, guachito, lo podemos ver, mientras el poema lo dibuja en distintos lugares, tratando de encontrar un orden entre la transparencia del mundo. Si es que eso existe entre el poema y el mundo que abarca nuestra mirada, socito, porque desde acá colgados podemos ver lo pequeño y torpe que es todo socito, y mirar el río.

23 El poema sabe que te perdí, perdiéndote en el corazoncito que ya no recuerda bien lo que buscaba, compañera.

24 El corazoncito se parece a los chanchitos de tierra que ruedan entre ellos, jugando, mientras una chinita se te pega al brazo.

25 Y mi corazoncito envuelto en el poema se mueve perdiéndote y buscándote. Aquí, acordes de piano de balada romántica de la primera vez que nos vimos y que necesitamos.

26 Te busqué, te juro que te busqué y que te busco, acelerado en mi pausa. En mi pecho de papito y mamita mirando a su hijo jugar en una plaza, arriba de un columpio, amenazado por el vacío y por lo que los papitos no ven más allá de la plaza.

27 Así fue como te busqué, como mamita que pierde a su hijo mostrando una foto donde te ves triste y alegre, con los brazos tomando tus piernas, jugando un juego invisible, y el poema se repartió por todas partes dando la información de la foto y te
busqué, pero, aun así te, perdí, no estabas.

28 Luego de no encontrarte gimos todas las fotos y armamos este poema, en este territorio tan perdido como oculto.

29 En el poema aparecieron unos macacos saliendo de la posada, que hicieron, con punzones, preguntas, interrogatorios. Preguntaron por cosas que ellos ocultaron, destrozando el poema.

30 En alguna parte del poema, la posada la empezaron a ocupar los milicos de la Escuela de Ingenieros de Tejas Verdes, aunque eso no se asegura en el poema. Pero la zona fue convirtiéndose en un pantano viscoso donde los hechos y las acciones eran dudosas en el centro del poema, dolorosas y misteriosas.

31 Por fuera del poema siempre había una historia que lo cuestionaba. Mi maire me lo decía, mi paire me lo insinuaba que todo podría estar mejor en silencio, callaíto, para seguir en el poema sin que se notara, confundiendo el poema con la ciudad.

32 Por los costados del poema siempre, siempre habían personas que lo ponían en duda. Lo ponían en duda incluso cuando un puñado de gorriones se posaban en él iluminando por la mañana innegable.

33 Cuestionaban el poema incluso cuando muchos los vieron de distintos lugares, compañero.

34 Cuestionaron el poema como si fuera una flor de cardo en una pantalla de cine, guachito. Cuestionaron el poema incluso cuando pagué con él el fiado del almacén, guachito.

35 Cuestionaron el poema incluso cuando el poema decía quiénes eran ellos y sabiendo que dicho poema es el registro más antiguo que tenemos de este lugar, socito.

36 El poema empezó a comprometer la estructura del puente que nos compone a
nosotros. A veces siento que desaparece antes de llegar a casa, hermanito, y que no puedo dormir sin pensar en que desaparezco con él. Pero ahí está ante el panorama.

37 Empezaron a dudar si había un puente y si era necesario hacer otro, compañero, porque podían carcomer los extremos de su existencia y para justificar la unión de dos lugares imposibles de unir, y en esa unión empezó a desarticularse todo, al igual que
la luna cortada en los espejos del bosque y del río, en triángulos difíciles de componer, guachito querido.

38 Lo cuestionaron hasta que el poema fue solo un papel que se cae al agua y se empieza a deshacer. Intenté sacarlo pero se deshizo en mis manos. Te juro que lo intenté. Lo intenté tantas veces que yo mismo lo destruí y vi el poema como una pulpa frágil entre los dedos.

39 Dudaron del poema incluso teniéndolo en las manos y cuando le preguntaron por él lo negaron todo, hermano, hermanito, lo negaron viéndome a la carita, hermano, como si no existiera, desde ahí que no me veo en el espejo y que no puedo hablar.

40 Qué más real que un pedazo de algo como esto, guachito. Qué más real que un pedazo de algo que pierdo ahora mismo, socito. Qué más realque un pedazo de
algo escrito.

41 Cometieron un error y plantaron la duda en el poema. Lo reducimos todo a una unidad mínima. El espacio se reduce a la unidad mínima donde solo pasa una mirada irreductible y fanática de sí misma, guachito.

42 Cuestionaron el poema, lo anularon incluso cuando se tomaron los antecedentes para inaugurar un supuesto caso fallido. Para pensar en una obra de teatro en el puente que no está. La obra que restaura la voluntad del territorio, compañera.

43 Pensemos en una obra de teatro en el puente que no está, que vaya más allá de la historia, que restaure la ciudad, que quepan todas nuestras heridas, una obra que exponga todo lo que hemos perdido, que restaure las vidas perdidas, que no termine nunca, compañera.

44 Todo esto podría estar escrito en hojas de papel roneo con copias mimeografiadas, ya que el poema es una tecnología que casi olvidamos.

45 Cuestionaron el poema, incluso cuando se documentó todo, guachito. Se dijo que el poema era todo el territorio de San Antonio, además se dijo que en el 2002, el poema tenía una población de 87 mil personas, esto aumentó a 91 mil personas el 2017, guachito.

46 En el poema se estima que más de la mitad son mujeres. El poema dice que el porcentaje de población menor de 15 años disminuyó del 92 a 2002, desde un 30,5% a un 25,7%, el porcentaje de personas de 65 años o más aumentó de un 6,7% a un 8,5%. Finalmente, la población adulta, entre 15 y 65 años, aumentó de un 62,8% hasta un 65,8%. Todo esto quedó registrado y documentado, querido compañero.

47 Aunque no dice qué comen, cómo viven, ni de dónde vino toda esta gente documentada en el poema. Aunque no se dice qué quieren, y hacia dónde van pero igual están en el poema.

48 Luego de esto, guachito, en el poema se levantaron preguntas como:

49 ¿Las personas que viven aquí entienden que la ciudad se construye contra todos?

50 ¿Cuánto del porcentaje de estas personas quiere seguir en la ciudad que los desprecia?

51 ¿Cuántos conocen la brecha que existe entre sus vidas y los que deciden por ellos y cuál es la distancia de esa brecha que es el filo de la muerte?

52 ¿Cuántos saben lo que realmente pasa en la ciudad que los humilla todos los días?

53 ¿Cuántos saben dónde y por qué, entre el puerto y la municipalidad, deciden por ellos repartiendo la riqueza de la ciudad?

54 ¿Qué hacen todas estas personas que ciegas viven aquí?

55 ¿Cómo pueden vivir sin todas estas preguntas?

56 Y las personas por nacer en la ciudad:

57 ¿Qué harán?

58 ¿Conocerán la fragancia de este poema? ¿Conocerán la intimidad de este poema?

59 ¿Se maravillarán con todo lo que se está perdiendo para intentar reconstruirlo en el
misterio del poema?

60 ¿Serán conscientes de lo que sucede en la ciudad que choca con el poema?

61 ¿Conocerán el misterioso barullo de historias que se ocultan en este poema?

62 ¿Buscarán más allá del poema para ampliar los límites de la mirada?

63 ¿Encontrarán este poema como cuando encuentras una foto de seres queridos?

64 ¿Se leerán como animales excitados de su existencia?

65 ¿Se buscarán? ¿Se olerán de manera de saber lo que pasa en esta ciudad que los desprecia, pero que aun así les da sentido, techo y comida como perros callejeros?

66 Y todos y cada uno de ellos necesitan ser arrullados en el poema, porque no pueden ver el mar, porque les han hecho creer en problemas imaginarios, les han hecho creer y sentir culpa por el agua, por sus vidas, por sus palabras y por sus nombres.

67 En el poema caminan todos los días al mall con una tristeza a medias, pagada con crédito para la felicidad de sus hijos; pero entienden que mirar este poema es escuchar el sonido de sus pasos a cada rato y que este poema está en los vidrios de las paredes que arman sus reflejos.

68 ¿Quién y cómo decidió por ellos en la ciudad todos estos retratos? Deberíamos volver a preguntar acá por esas imágenes.



 

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