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Macarena Areco, Marcial Huneeus, Jorge Manzi y Catalina Olea
Cartografía de la novela chilena reciente, realismos, experimentalismos, hibridaciones y subgéneros
Santiago de Chile: Ceibo, 2015.
Por Lorena Amaro
Pontificia Universidad Católica de Chile. Chile.
lamaro@uc.cl
Aisthesis N° 57 Santiago, Julio de 2015
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La palabra "cartografía" es casi tan grande como la de "panorama", pero es peligrosamente más específica y más técnica. Remite a un saber particular, un saber que ordena y da sentido, que circunscribe y fija hitos, pero que a la vez abre las posibilidades de lectura: solo a partir del trabajo cartográfico son posibles los viajes más largos y riesgosos. Este libro de ensayos de la académica Macarena Areco (Letras UC), en que participan también Marcial Huneeus, Jorge Manzi y Catalina Olea, se sitúa, pues, desde su título, en la vasta y compleja tarea de ordenar el presente de la narrativa chilena. Cartógrafos y cartógrafas (resalto el género, porque esto de cartografiar, ya sea en el mundo de la geografía como en el de la literatura, ha sido principalmente prerrogativa masculina) deben enfrentar un territorio insumiso y rebelde, ya descrito en su dificultad por otra cartógrafa, la argentina Beatriz Sarlo, quien advierte que "el Jetztzeit no es un museo ni una biblioteca" (13). La crítica del presente no busca establecer un canon y debe tener un cuerpo a cuerpo con los textos, sin tener otras coordenadas para enfrentarlos que la propia lectura.
Esta tarea de desentrañar el tiempo presente y observar bajo sus signos más visibles las afinidades electivas que exige cualquier clasificación u ordenamiento, en un corpus novelístico que se ha incrementado enormemente en los últimos 25 años, es, por cierto, fácilmente denostable. Toda cartografía entraña contracartografías; por eso es interesante procurar entender la propuesta de Areco por sí misma, sin caer en la tentación demasiado fácil de señalar los mapas propios. Eso debiera formar parte de un diálogo, facilitado por este notable trabajo de lectura de Areco. Parece de más interés situar este esfuerzo en un marco crítico e histórico, con el fin de sopesar la real importancia que adquiere esta publicación.
Varios son los críticos que procuraron dibujar, en el siglo pasado, mapas de nuestra literatura. En su Historia Personal de la Literatura Chilena, la mirada ordenadora de Alone fue sobre todo de carácter histórico; otro tanto ocurría con las importantes lecturas de Raúl Silva Castro y Cédomil Goic. En nuestro pasado reciente, sin embargo, podemos destacar como un hito en la confrontación del presente la publicación de un libro fundamental para quienes hoy ejercemos la crítica. Rodrigo Cánovas abrió hacen ya 18 años la puerta a la posibilidad de hacer crítica académica con los materiales del presente, un presente que siempre parece difuso y desbordante. Novela chilena, nuevas generaciones. El abordaje de los huérfanos, fue publicado en 1997, editado por Cánovas y escrito por él y los que entonces eran aún estudiantes -entre quienes ejerció, como Areco lo hace hoy con su equipo, una pedagogía fina y generos-: Magda Sepúlveda, Danilo Santos y Carolina Pizarro. Hoy, ellos son académicos e investigadores, destino que se proyecta en la nueva tríada que nos presenta Cartografía, la de Catalina Olea, Jorge Manzi y Marcial Huneeus, cuyos ensayos, de gran interés y calidad, permiten augurar interesantes trayectorias en nuestro ámbito de estudio. Por otra parte, si miramos hacia atrás, hacia los precursores, me parece muy significativo que, si bien todos hemos discutido con el planteamiento generacional de Goic, éste sigue apareciendo como una suerte de trasfondo ineludible. Sin embargo, en tanto Cánovas dedicaba un espacio considerable a caracterizar la imagen pública de una generación, Areco hoy sólo alude de manera muy operacional a la propuesta de Goic. Por otra parte, al contrastar estos ensayos, separados por 20 años, la primera pregunta que habría que hacerse es si ha cambiado la novelística chilena, y cuánto ha cambiado. En esta comparación habría que introducir, por cierto, otro libro tremendamente significativo y aportador, posterior al de Rodrigo Cánovas y también cartográfico: Memorias del nuevo siglo: jóvenes, trabajadores y artistas en la novela chilena reciente, de Rubí Carreño, publicado en 2009, como también algunos trabajos de menor extensión, publicados sobre todo a partir del 2000, que procuran cartografiar y hacer la novela de nuestra novela chilena reciente y cuyo análisis conjunto seguramente revelaría interesantes respuestas a las preguntas que esbocé recién, y que a mi parecer apuntan a un gran y muy significativo cambio en el ámbito de nuestra narrativa.
En su texto, Cánovas delineaba una subjetividad: ¿quién nos habla, preguntaba, en la nueva novela chilena? La pregunta, beckettiana, tenía una respuesta existencial: "De modo inconfundible, un huérfano" (39). Esas trágicas orfandades que describía Novela chilena, nuevas generaciones, eran las de Edipo, Telémaco y Antígona, y no podía ser menos, porque trágico era el origen de esos abandonos: el golpe de Estado de 1973. En esos protagonistas, estrictamente anudados con su pasado, ya fuera para luchar contra él, o para recuperar una tradición o una intimidad escamoteada por la Historia, él observaba diversas matrices de la imaginación discursiva, como el folletín, la visualidad cercana a los mass media y la poética, de carácter vanguardista. Se trataba entonces, en gran medida, del tiempo y la memoria, que aquellos huérfanos rara vez abandonaban. El giro que observo en el texto de Areco es hacia otras subjetividades, en que aparecen la fragmentación, el disgregamiento y los efectos discursivos del agresivo avance del mercado. Surge además un nuevo gran paradigma, el del espacio, en que son posibles otras búsquedas identitarias y políticas, no necesariamente vinculadas con el pasado, afincadas en la exploración de ámbitos que la autora propone como "de la intimidad" y "de la intemperie".
Areco divide el enorme paño de la novelística chilena actual en cuatro territorios genéricos. A diferencia de Cánovas, no se detiene ya en un tipo de sujeto, frente a la intensa atomización, a mi modo de ver, de las subjetividades, y la progresiva proble-matización de las políticas identitarias en nuestro país, cuestión que se encontraba en latencia en el libro de Cánovas. Esos territorios que proponen Areco y su equipo se deslindan "de una matriz compleja que combina fuentes de legitimidad discursiva (González Echevarría) y monofonía o polifonía (Bajtín): los realismos, los experimen-talismos, los subgéneros y las hibridaciones" (10). El libro se estructura atendiendo, en una primera parte, a los "Mapas" de estas cuatro combinaciones: Olea aborda los realismos; Manzi, los experimentalismos; Areco, las hibridaciones y ella y Marcial Huneeus, en sendos ensayos, los subgéneros de la ciencia ficción y el policial. En la segunda parte del libro encontramos los "Ejercicios", ocho artículos monográficos en que son analizados textos de Alberto Fuguet, Cristián Barros, Diamela Eltit, Antonio Gil, Nona Fernández, Francisco Rivas, Alvaro Bisama y Jorge Baradit. La apertura y el cierre del libro han sido escritos por Macarena Areco; ella introduce estos ensayos con una reflexión sobre sobre la "Crítica cartográfica", y cierra con una propuesta de lectura nueva: la de ordenar la novela chilena reciente en función de los espacios narrados y los trayectos de sus personajes, en el texto "Novela de la intimidad, novela de la intemperie".
En lo que respecta a los cuatro territorios trazados en los "Mapas", es muy relevante que en este libro se hayan detenido -particularmente Olea, en un ensayo excelentemente desarrollado- en el problema de los realismos. En este plano, los argentinos nos sacan ventaja: ahí están los libros de Florencia Garramuño, Reinaldo Laddaga, Luz Horne y el de Gonzalo Aguilar sobre la narrativa fílmica argentina. Todos ellos teorizan y proyectan críticamente diversos conceptos en torno al realismo, matriz discursiva que la historia literaria ha fijado como preponderante en nuestra narrativa. Los ensayos de este libro trascienden los lugares comunes y analizan con detenimiento los mecanismos por los cuales se produce el verosímil literario, estableciendo la imposibilidad de sostener, como dice Catalina, un "realismo a secas" o hegemónico y proponiendo nuevas categorías para los realismos, que se permiten una gran cantidad de licencias antimiméticas, autoficcionales y metatextuales.
Destacan, por ejemplo, las aproximaciones a textos radicalmente nuevos en nuestra literatura, como los de Jorge Baradit y Alvaro Bisama, cuya escritura ha provocado reales estallidos en lo que respecta al tratamiento del verosímil literario, dejando esquirlas en una serie de nuevos proyectos literarios apoyados por editoriales auto-gestionadas y microeditoriales. Se trata de un progresivo movimiento hacia nuevas formas de representación.
En cuanto al experimentalismo o vanguardismo, es indudable la enorme vigencia de la escritura de Diamela Eltit, a más de 30 años de iniciado su proyecto narrativo. Emerge aquí junto con otros nombres, como los de Guadalupe Santa Cruz, Cristian Barros, Carlos Labbé y Pablo Torche. En estos textos, Jorge Manzi lee, en su interesante ensayo dedicado al tema, la "ilegibilidad como estilo". Él plantea, sin embargo, que los nuevos experimentadores no proponen programas ni poéticas particulares, más allá de algunos guiños aislados de unos a otros, y concluye que descontando la propuesta experimentalista de Eltit, las novelas por él estudiadas, cito, "no parecen haber tenido un impacto mayor en lo que refiere a la producción reciente de la novela en Chile" (72).
En su ensayo "Tiempos de hibridez", Macarena Areco formula las relaciones de continuidad entre la narrativa chilena de los últimos 20 años, con los proyectos hispanoamericanos establecidos ya desde los setenta, entre otros, la preponderancia de algunas líneas genéricas como el testimonio, el relato policial y la novela histórica. En sintonía con el posmodernismo, este tipo de novela se caracteriza por la "mezcla de subgéneros discursivos y narrativos, especialmente masivos [...]; [la] multiplicidad y fragmentación en ámbitos como la estructura, el tiempo, el espacio, las voces y las tramas; [la] desterritorialización que puede ser entendida como diseminación geográfica que supera el espacio hispanoamericano o como el cuestionamiento de los límites entre literatura y ficción, seres y objetos, y también entre géneros narrativos; y la transtextualidad" (77). En este capítulo la autora despliega una enorme capacidad de lectura y síntesis, involucrando y comparando una gran cantidad de textos fundamentales de los últimos 25 años, como los de Roberto Bolaño, Nona Fernández, Alvaro Bisama, Antonio Gil y Alejandro Zambra. Areco propone a través de una escritura finamente trabada, leer la novela híbrida como una "novela de la ausencia": "la novela híbrida parece estar motivada por una serie de pérdidas y de ausencias que afectan a la narrativa del capitalismo tardío: la caída de los metarrelatos, el desgaste del aura y del arte y su consecuente sumisión al mercado, la imposibilidad de la vanguardia y el consiguiente ritual que aparenta la ruptura ejecutado por la neovanguardia. Frente a ello, este tipo de narraciones intenta hacerse cargo de las pérdidas y las ausencias, construyéndose de prestado, pero dejando evidencia de que los préstamos no recuperan lo perdido; intentando crear nuevos relatos a partir de la fragmentación y la impureza" (96). De ahí que sus lectores postmodernos deban deambular, como ella dice, "de código en código", en una lectura superficial, contrapuesta a la lectura hermenéutica del arte moderno.
Entre los capítulos monográficos, resalto particularmente el que la académica dedica a Ygdrasil, de Jorge Baradit, cuyo análisis tiene un importante trasfondo político e ideológico, como muchos de los otros contenidos en el libro, y que dice relación con las políticas de la representación. En este sentido, llamó también mucho mi atención la lectura que hace de textos como Mapocho, de Nona Fernández, novela que desmantela desde una perspectiva ideológica.
Cartografía... dialoga en todo momento con nuestra historia política y social, arriesgando en su último capítulo una lectura en continuidad con las sostenidas por José Promis y Rodrigo Cánovas, cuando propone sumar a las configuraciones de la "novela del escepticismo", "del acoso" o de la "orfandad" propuestas por estos críticos, la de una novedosa "novela de la intimidad", la que ocupa un lugar destacado a las que califica de "la intemperie" y "lumpen" Remontándose a novelas fundacionales de Alberto Blest Gana, para hablar de la intimidad, o de Lastarria, para hablar de la intemperie, Areco idea una gran cantidad de imágenes de lectura, entre las burbujas y esferas sloterdijkianas, los acuarios y los "lodosos caminos de la patria" (260), a los movimientos centrífugo y centrípeto de lo íntimo y lo abierto, para culminar en la interesante noción de "novelas de trayecto".
¿Algunas deudas? No por el afán de denostar, sino más bien por el de ir proyectando el diálogo en torno a nuestra literatura reciente y valorizar el enorme esfuerzo de la Cartografía que hoy nos plantea Areco, proponer la posibilidad de cartografiar en próximas entregas los espacios que no han quedado colmados en este ensayo. Incluir en los grandes capítulos monográficos de las cartografías venideras, no solo a Diamela Eltit, sino también a los otros cuatro autores consolidados de la última década, a los que de todos modos Areco alude en los capítulos panorámicos: Germán Marín, Pedro Lemebel, Roberto Bolaño y Alejandro Zambra. Por otra parte, incluir algunos nombres realmente importantes, que se echan de menos, como los de Lina Meruane y Matías Celedón en los experimentalismos, y de Alejandra Costamagna en los realismos. Y, pensando en los textos precedentes de Rubí Carreño y Rodrigo Cánovas, considerar la posibilidad de repensar el género y sus formas de instalación en las producciones más recientes, habida cuenta de la existencia de nuevas hornadas de escritores que comienzan a construir otras identidades genérico-sexuales en sus textos, sobre todo entre los más jóvenes.
Para cerrar, y a propósito de la fina urdimbre de los textos reunidos en el libro editado por Areco, quiero citar a Giorgio Agamben, cuando dice que "contemporáneo es aquel que tiene fija la mirada en su tiempo, para percibir no las luces, sino la oscuridad. Todos los tiempos son, para quien lleva a cabo la contemporaneidad, oscuros. Contemporáneo es, precisamente, aquel que sabe ver esta oscuridad, que está en grado de escribir entintando la lapicera en la tiniebla del presente. [...] Contemporáneo es aquel que recibe en pleno rostro el haz de tiniebla que proviene de su tiempo" (3). Los ensayos que Areco, Olea, Manzi y Huneeus ponen hoy en nuestras manos, remiten indudablemente a esas tinieblas, o como ha escrito Bisama, a ese lado "B" de la imaginación nacional traspasada por el neoliberalismo y saturada de ruinas y proyectos en escombros, con una escritura de suyo contemporánea, valiente y propositiva, que de seguro encontrará la acogida y las lecturas que merece en el ámbito crítico y académico.
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Referencias
Agamben, Giorgio. "¿Qué es lo contemporáneo?". Curso en el Instituto Universitario de Arquitectura de Venecia.
En: http://19bienal.fundacionpaiz.org.gt/pdf. Fecha de ingreso: 14 de marzo de 2015. Sitio web.
Cánovas, Rodrigo. Novela chilena, nuevas generaciones. El abordaje de los huérfanos. Santiago de Chile: Ediciones Universidad Católica de Chile, 1997. Medio impreso.
Carreño, Rubí. Memorias del nuevo siglo: jóvenes, trabajadores y artistas en la novela chilena reciente. Santiago de Chile: Cuarto Propio, 2009. Medio impreso.
Sarlo, Beatriz. Ficciones argentinas. Buenos Aires: Mardulce, 2012. Medio impreso.