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FICCIONES DEL MURO, Brunet, Donoso, Eltit, de Eugenia Brito Astrosa
Cuarto Propio, 2014

Por Lorena Amaro



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Toda escritura es deseo de otra escritura. Esta frase, que leí hace ya mucho, me ronda para contar esta historia, una historia en que Eugenia escribe y yo leo. Recuerdo que fue a mediados de los noventa cuando descubrí su decisivo ensayo Campos minados y comencé a comprender, desde una óptica que para mí no había existido hasta entonces, la literatura chilena reciente, a la que yo me había acercado con bastante ingenuidad hasta entonces. Quizás por eso, por ese recuerdo, pero también por otros en que Eugenia escribe y yo leo, es que presentar este nuevo libro, Ficciones del muro. Brunet, Donoso, Eltit, es para mí tan significativo. Porque con los años conocí a Eugenia y pude ir sintiéndome cada vez más admirada de su observación sostenida, casi clínica, de algunas escenas relevantes de nuestra cultura, escenas que las condiciones de vida en Chile han ido progresivamente rebajando, soslayando, tachando, pero que en la escritura valiente de Eugenia, en la urdimbre precisa de sus textos, se hacen legibles.

A lo largo de los años me fui encontrando también con otras experiencias, menos alentadoras. Topé con las prácticas sesgadas y machistas del ámbito académico y literario, con sus precariedades y egoísmos. Y más respeté el trabajo sorprendente de Eugenia Brito, quien no ha renunciado en todos estos años a luchar por un territorio de género para la crítica y el pensamiento. En el excelente análisis del cuento de Marta Brunet “Piedra callada”, incluido en este nuevo libro, Eugenia nos recuerda, de hecho, que la piedra a la que alude el título no remite tan sólo al artilugio por el cual su protagonista, la vieja Eufrasia, logra acabar con la amenaza de su violento yerno. Esa piedra silenciosa, escribe, es también una forma, cito, de “fundar desde la mujer una nueva residencia, un nuevo estilo de vida”. Hay, pues, que lanzar una piedra y poner una piedra para poder escribir en los estrictos renglones del patriarcado. Hay que sopesar una piedra con gesto desafiante para “desempaquetar” –aquí aludo a su fino análisis de El obsceno pájaro de la noche- la empaquetada herencia falocéntrica, operativo que debemos a Eugenia y a un puñado de escritoras y escritores que, alertas, en los ochenta abrieron los espacios y generaron las condiciones para que hoy circulen nuevas ideas y tentativas críticas.

El mismo título de esta nueva colección de ensayos, Ficciones del muro, parece sugerir no sólo la imagen de un encierro, de una finitud, al modo en que aparece, por ejemplo, en la narrativa de Manuel Rojas, sino también la de su irrealidad, también la de su posible detonación, fraccionamiento o apertura. Eugenia lee en su libro las ficciones de la vetusta casa chilena, la que alegoriza los asfixiantes imaginarios nacionales, escogiendo para ello la línea más rebelde de nuestra literatura, aquella en que la casa precisamente se obra y desobra. La crítica de Eugenia consiste, pues, en leer los muros de aquellas ficciones, al derecho y al revés; en friccionar esas ficciones, en poner lo de adentro hacia afuera y lo de afuera hacia adentro, dislocando el tiempo y los espacios preconcebidos.

Hacer crítica es hacerse de un corpus, forjar un cuerpo de inquietudes, de intereses políticos, de preguntas sobre lo literario y lo estético. La tríada Brunet – Donoso – Eltit nos habla del camino elegido por Eugenia: un terceto de lenguas anómalas, de hablas que tuercen los caminos ciertos. Una rama de nuestra narrativa que se despega de nuestro inveterado realismo para incursionar en las subjetividades y sus resistencias.

En un ensayo sobre lo que llama “literaturas de izquierda”, el argentino Damián Tabarovsky procura definir ese objeto, como algo que no escriben, necesariamente, los escritores de izquierda, ni que son, tampoco, receptáculos o plataformas de ideas izquierdistas. Se trata, dice, de una literatura sin público, una literatura que desdeña las convenciones del mercado y la academia a la vez. Una literatura que “se dirige al lenguaje”. No se trata, aclara, de la tradicional oposición entre “novelas de trama” y “novelas de lenguaje”, sino que de algo más ambicioso. Tabarovsky se refiere claramente a Barthes, cuyas formulaciones sobre lo escribible y lo lisible siguen siendo jóvenes. La idea de estas literatura de izquierda, o escrituras de resistencia, como las han llamado también, atraviesan de otros modos los ensayos de Eugenia. Ella se refiere al “tajo”, ese preciso corte geográfico, geológico y social inscrito en Piedra callada y también en Humo hacia el sur, para hablar de una escisión profunda, que abre las posibilidades del desvío. Ese tajo que resulta, cito a Eugenia, la “escisión con el paradigma de la Colonia y aún más, por su brevedad dramática, corte con el criollismo y clara provocación al sistema falologocéntrico de la cultura latina, en la que el modelo europeo, en su gastado borde conservador, domina el lado indio, femenino y pobre”. Me interesa aquí poner de relieve sobre todo la idea de ruptura con una historia literaria urdida desde el centro, ruptura que obsesiona y enamora toda la escritura de Eugenia Brito, ese emerger del Otro, de lo otro, en la conservadora fundación y continuidad de nuestra literatura. El tajo de Brunet; las fallas donosianas “inclasificables” e “inadmisibles”, proyectadas en sus personajes, esos que estorban en el proyecto modernizador; la insurgencia y la desafiliación en el renovador proyecto escritural de Diamela Eltit, son algunos de los nudos elegidos por Eugenia para practicar ella misma su “literatura de izquierda”, su escritura de resistencia, su postura crítica y además rebelde a la institución académica, a las imposiciones del paper y la nota inacabable a pie de página. Como ocurre con los personajes en que ella se detiene, en la escritura de Eugenia Brito –y aquí la cito a ella- “la mujer asume la condición productora de signos que algunas veces disloca, y en otras, moviliza y desplaza”. No es otra la labor que viene realizando desde hace décadas, desde la poesía y desde este otro territorio complejo y amenazado que es la crítica, buscando leer sentidos políticos y anhelando en los textos una posible, dramática, feliz revuelta.

 



 



 

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