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Nos tienen miedo porque no tenemos miedo

Por Colectivo LASTESIS
Publicado en Le Monde Diplomatique, julio 2020


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Es poco probable precisar el día en que despertaste, abriste los ojos y la primera imagen que viste fue la de la injusticia, ahí acomodada al lado tuyo mirándote a la cara, con la mirada fija diciéndote, aquí estoy, y aquí me quedo para acompañarte el resto de tu vida. A partir de ahora prometo estar para ti en cada gran momento y también en todos los pequeños; cuando crezcas, cuando te enfermes, cuando quieras estudiar, cuando busques trabajo, cuando quieras un lugar dónde vivir, cuando quieras tomar decisiones sobre tu identidad o tu cuerpo, cuando quieras salir a la calle de noche, cuando quieras abortar o cuando quieras dar a luz, cuando quieras criar o cuando no, cuando te canses y quieras defender tus derechos, sobre todo ahí, me convertiré en tu mejor compañera

Sin embargo, es muy probable precisar el día en que despertaste, abriste los ojos y la primera imagen que viste fue la de un mar de cuerpos y voces al unísono, entonando melodías con sabor a mundos mejores. Cada cual en compañía de sus respectivas injusticias, temerosas de tantas ansias de libertad. Múltiples cuerpos autoconvocados, bajo la premisa de estar y actuar. Múltiples poderes presentes desde la voluntad de querer hacer entender a otro que todo aquello que hemos asumido como normal, no lo es. El pulso colectivo, un sonido, un ritmo de protesta común. Ese poder de reunión, nos da cierta libertad y perturba al miedo. No estamos solas. Una red global de mujeres y disidencias unidas por la calle que pisan al estar en el espacio público. Cemento, tierra, pasto o madera, las eternas confinadas al ámbito privado ahora gritan fuerte, como muchas más ya lo hicieron, sólo que esta vez, un mismo canto nos une. Una misma voz subalterna y liminal. Una misma demanda, una misma violencia que atraviesa nuestros cuerpos sistemáticamente.

No estábamos solas en las calles, pero tampoco lo estamos hoy en nuestras casas. Un tejido, una red subterránea nos entrelaza, y hoy más que nunca nos aferramos con uñas y dientes a ella. Hoy, estamos bajo ataque. Hoy, como a lo largo de la historia, nos castigan por nacer mujeres y tener la osadía de vociferar en ese espacio público históricamente masculinizado. Esta red nos ha otorgado este espacio de enunciación, un espacio que conlleva responsabilidad, mucho trabajo, sabores dulces y amargos. Un espacio muchas veces ingrato que nos expone a los ataques más cobardes, tras una pantalla o incluso a través del duro peso de la ley.

En este contexto tan inapropiado, en el que como sociedad por completo estamos bajo ataque de una pandemia, pero también bajo ataque de la desigualdad, la institución que posee el monopolio de la violencia -la cual, además, se encuentra impune como causante de múltiples violaciones a los derechos humanos- se toma el tiempo de perseguir, intimidar, amedrentar, censurar y violentar a un colectivo artístico feminista.

En la casa nos quieren ver, confinadas al tedio de lo doméstico, a la esfera privada, silenciada, invisibilizada; quieren devolvernos a ese lugar de subordinación al que históricamente hemos estado confinadas; quieren censurar nuestro trabajo; quieren negarnos nuestro derecho a expresarnos a partir del arte; quieren negarnos el derecho a la protesta, tergiversando nuestro trabajo e inculpándonos en los términos más insólitos. Esta acción sólo demuestra el abuso de poder sistemático por parte de esta institución, equiparando la poesía con la verdadera violencia de la cual son autores, negando el espacio a la metáfora, al arte, al activismo y a la legítima denuncia que desde octubre el pueblo vocifera en todas partes.

Pensemos un momento en la performance de la policía en todo esto, en el acto simbólico de censurar. Cerremos los ojos por un instante, ordenemos los hechos y luego digámoslos en voz alta, a ver qué nos parecen. Por un lado está la institución de Carabineros de Chile, -impune, respaldada por el gobierno de Chile-, con su presidente -impune- redefiniendo los límites del arte, inculpando a la performance de ataque a la autoridad, esposando hablantes líricos, mutilando metáforas, gaseando subjetividades, encarcelando palabras y allanando cada obra que hagamos de aquí para adelante. Todo esto ocurre al mismo tiempo que se restringen las labores de la prensa independiente, y al mismo tiempo que se ataca a las proyecciones de palabras -sí, palabras- que todas y todos quienes tenemos menos privilegios en esta sociedad no hemos podido dejar de pensar en el último tiempo: HAMBRE, DIGNIDAD y, otra vez, CENSURA. Creemos que es importante leer estos hechos en su totalidad y no como hechos aislados; no es casualidad, ni una mala coincidencia.

Hasta ahora no han escuchado las demandas del pueblo, no se han hecho cargo de ninguno de sus errores, y nosotras no les daremos el derecho a decirnos cómo crear y trabajar. Hoy, se nos violenta directamente a nosotras, pero también a todas las mujeres, disidencias, artistas y a quienes nos encontramos en esta lucha contra el patriarcado y sus instituciones nefastas. Pero no nos callarán, nunca más.



 

 

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Nos tienen miedo porque no tenemos miedo
Por Colectivo LASTESIS
Publicado en Le Monde Diplomatique, julio 2020