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La obsesión como cine ciego
“Por suerte había otra vida” de Lila Calderón

Por Hernán Soto.
Publicado en Punto Final N°462, 7 de enero, año 2000, pág. 19.





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Misteriosa y profunda es la poética de Lila Calderón. También tiene mucho de juego. Antes y ahora con este libro “Por suerte había otra vida” (1999), que se impone desde el primer poema de ese “Hombre sin memoria”, que “No deja huella alguna”. En la portada un dibujo de Escher alude y sintetiza, conjeturalmente, una realidad poética en que no hay adentro ni afuera, revés ni derecho, que todo está en todas partes, como cuando se ama o se siente el desgarro del abandono.

Diecinueve poemas se cruzan y descruzan como corrientes profundas –Cassavetes, bordean recuerdos de infancia, circundan estampas de libros de cuentos, caracolas y cajas de música o aluden a mansiones misteriosas en que se esconden murciélagos, pero donde hay lugares para estaciones del metro, películas, juegos electrónicos, monitores de TV, playas, grafittis y goteras.

Los versos se alimentan de imágenes de esa visualidad que es tan cercana a la autora y también beben del manantial secreto del recuerdo. La hablante interviene para dar paso a la realidad que altera o quiebra la ensoñación adormecedora endulzada de caramelo para dar paso al dolor y la desventura.

El poema “No la reconoce” asume aire lárico en esos rieles, que se perdieron en estaciones sombrías” y en el reconocimiento de que “no hay más indicio que unas cuantas fisuras y palabras sin retorno/ resbalando de la piedra”.

No parece la infancia el paraíso perdido en estos versos subrayando desprotección: “En la casa de las campanas/ yo era un pez alado/ que mordía todos los anzuelos/ y los espejismos y las razones/ La infancia era la intemperie misma/ Por suerte había otra vida”.

La fuga, la huida en busca de “otra vida” es una llave en estos versos.
Hay hallazgos que justifican un libro entero: “Tú eras una imagen fija/ sobrepuesta a mi retina/ una obsesión que podía dar lugar/ a la invención del cine ciego”.

 

 

 

Selección poética

 

LOS PELIGROS DEL AMOR

Un señor feudal camina
sortea los peligros irreversibles
de la ciudad de Kenneth
durante la noche
Hay bosques en sus ojos
él sigue el claro que conduce
al castillo de siempre
pero vuelan bajo los pájaros
de la incertidumbre
irremediablemente asociados
él observa
sospecha de sus vasallos
de posibles celadas
Sospecha del café negro
con sabor a pócima
ofrecido por la mujer del granjero
Sospecha de todo lo que ve
y cierra los cielos
pestañeando sólo de vez
en cuando
para no tropezar con alguna
trampa
para ratas
o
una herradura
con los gigantescos clavos
cuadrados
erguidos
dispuestos a traspasarle
el zapato

 

Su obsesión de ser herrado al confundírsele
con un caballo     le ha permitido originar
violentas    estruendosas pesadillas
y más de alguna vez fue despertado
mientras relinchaba
o huía al trote
de una inminente cruzada

 

A los peligros del medioevo
se sumaban los del amor
            únicos
peligros capaces de generar
profundas metamorfosis
            no del todo incontrarrestables
como la brujería recurrente
de la conversión homo sapiens
a sapo trovero
condenado a esperar el beso
que rompiese el encantamiento
o
a la búsqueda de un lugar discreto
en un Pantano nuevo

 

El señor feudal camina
en medio de la noche
Una noche prehistórica
que lo hace desestimar
la huida de su caballo Ramsés II
y los veintidós kilos que pesa
el honorable traje de guerra
La noche es la misma noche
del principio
dando vueltas en banda
con las mismas estrellas
y los hijos de los hijos de los grillos
que cantan en todo lugar
porque no tienen nacionalidad
Es la misma oscura noche de los tiempos
con algún nuevo letrero de neón     
titilando
camuflado entre los árboles
salvados
del último incendio
Es la noche en la que cuenta
con la certeza de lo dicho
por la aldeana de la esquina
la única que tiene persianas
americanas
y tiempo para mirar el thriller
que detrás de ellas se proyecta

 

Una manera de conocer el mundo
porque la intuición adquiere forma
de ventana  o  catalejo
cortina rota       telón de cine
o de pantalla de televisor
cuando    se  trata
de suplir a la experiencia misma

 

Él se detiene
Atrapada entre el celofán
de los Kamelot
una princesa sonríe para la foto
él fuma
mientras ella aparece y desaparece
entre el humo y el pasado
Ella lo espera              porque es inocente
y sabe que él
es capaz
de vencer a los millares
de monstruos    undergrounds    horoscopistas
y pandilleros que con regularidad
sacuden la noche entre asaltos
y rumores

 

Ella sabe que el cuento que se cuenta
es siempre el mismo
si viene de un laboratorio estructuralista
y nada puede hacerse
para cambiar las acciones
de los personajes

 

Él sabe que no todos cultivan
el amor ni la paz social
y por eso lleva una armadura
exclusiva
con arabescos de oro
en los que el sol rebota y se devuelve
desconcertando incluso a Merlín
que le sigue los pasos
en un monitor de video
de la zona franca

 

Merlín es un mago de avanzada
El poder tecnológico le resulta
práctico y convincente
aunque sabe que en el futuro
será su peor enemigo
Merlín acuñó la célebre frase
            si no puedes vencer a tu enemigo
            únete a él
y la sostuvo centurias
antes de la invención de la imprenta
a pura tradición oral
y estímulos subliminales

Merlín sigue con preocupación
los pasos del señor feudal
para ofrecerle alguna solución
ya que él está en el negocio de la magia
(humos    sangre    relámpagos
explosiones
               o    efectos otros)
y lleva sus modelos de infiltración
alternativos
a las productoras de Publicidad
a cambio de luz         gas
y agua potable a domicilio
en las afueras del renacimiento

El señor feudal camina

En los bosques de sus ojos no hay lugar
para Merlín o la confusión de los tiempos
ni para asaltantes de caminos

o

secuelas psicológicas logradas
por personajes y tramas
de cuentos maravillosos
Él piensa en llegar
hasta esa playa que lo traiga de vuelta
y olvidarse de todo

Que hubo princesa
castillo con estatuas
tronos   velas   siglo primero
fin de siglo
puentes levadizos
barcas flotantes
caracolas
y un bosque alumbrado
por la luz de sus ojos
Sólo piensa en que vuelva a amanecer
para volver a la Isla
y encontrar  el Santo Grial
con la inscripción

            Por suerte había otra vida



 



 

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“Por suerte había otra vida” de Lila Calderón
Por Hernán Soto.
Publicado en Punto Final N°462, 7 de enero, año 2000, pág. 19.