Proyecto Patrimonio - 2020 | index | Lila Calderón |
Autores |





 



El rito de la comunicación

Por Lila Calderón



.. .. .. .. ..

Esta tarde de junio, solsticio de invierno con atardecer opaco y cielo tenebroso, me incita a pensar en cómo la mentira y el simulacro se han convertido en pilares de la comunicación cotidiana. Las autoridades han intentado cegarnos con su lluvia ácida de mensajes envenenados, dardos, balines y efervescentes granadas derramándose sobre las calles como fruto de la discordia. ¿Esta comunicación funesta fue la primera pandemia universal? ¿Dónde empezó? ¿En qué sopa de letras? ¿En qué mercado de oriente? ¿En qué palacio de occidente? ¿En qué cielo, secta o institución? ¿En qué familia imperial, casta divina o infernal, bélica, competitiva, obsesiva y abusiva? El hecho es innegable y su construcción permanente, en espiral, con pisos de época y cambio de estilos. Es como una torta de novios sobre la torre de Babel, donde los invitados a la vida bailan y prefieren pensar que el mareo es la gracia de la fiesta. Un círculo virtuoso.

¿Seguiremos soportando la confusión? ¿Hasta cuándo serán festejados los expertos en implantar la producción de mensajes falsos? Me indigna que limiten nuestras coordenadas e insulten la inteligencia ciudadana sitiándonos con sus fraudulentos embates y discursos de guerra. Nuestros pueblos heridos sangran. Duele sentir que nos lideran mafiosos que manipulan los miedos ancestrales, empujándonos a la inercia, a la humillación agotadora, persiguiendo y encarcelando a quien abra los ojos o la boca. Nadie entiende, nadie responde, nadie sabe.

La desconfianza es parte del rito sostenido, nada es cierto, todo es cierto, pero no quien lo dice o lo piensa, quizás, puede ser. ¿Y yo, lo digo o no lo digo, saldré con vida habiendo tanto sicario mostrando su poder y ejecutándolo sin castigo? O prefiero hacer como que creo, pero proponerme seriamente creerlo porque así es la vida y antes vivíamos menos, sin penicilina, sin educación, las mujeres no tenían derecho a voto y ahora sí, los niños trabajaban desde los 6 años y no tenían zapatos, la lucha contra el demonio era frontal y la periferia era una ronda sinfín de hambre, frío, llantos desbordados, asaltantes pendencieros y jolgorio de mala muerte.

Y ya no sirve la ironía, el camino está cercado por puertas giratorias, escaleras de caracol, jergas de jugadores en línea, vendedores de criptomonedas y estafadores bilingües que transitan libremente por el inframundo de las finanzas. ¿Y quién cree en las teorías de la conspiración para comprender las razones del mal? De dónde vienen, qué dicen y desdicen y qué puede ser cierto si le damos otra vuelta. Y mientras tanto, nadie se dio cuenta y pasó otra ley abusiva bajo la manga y “Pepito paga doble” ya tiene sitio oficial para ejercer su cuento. Y otra vez sin alcanzar a decir ni pío nos asaltaron y mutilaron y transaron nuestros órganos para bordar el traje nuevo del emperador. Y hacer un rosario de corazones palpitantes para la devoción del amanecer ante las cámaras. Pero mientras todos duermen, el lobo ha soplado nuestras casas y un tren fantasma nos pasea por la virtualidad, buscando una nueva serie gore con su corte de muertos y zombis para que pensemos que por lo menos estamos vivos y mañana nos cuenten otra película.

Un plan más para retomar la ilusión y la certeza de que no podemos creer en algo fuera de nosotros. Entonces todo me obliga a confiar en mí, a cuidarme y dudar y sospechar para salvarme de lo que sería el peligro mayor. Dejar de creer en mí. Cómo podría seguir viviendo si ya no confío en mí, qué fragilidad en ese borde, y qué fuerza cobra la ambigüedad en una comunicación paradojal.  Creer en sus estrategias y simulacros sería dar facilidades a estas sectas autoritarias amparadas en la macroficción con efectos especiales y precios uniformados con el aura dorada de la colusión. Yo prefiero creer en mi instinto, en mi intuición, en mi corazón universal. Y prefiero sentir y saber que todavía está ahí, latiendo adentro del pecho como el cofre del tesoro que siempre buscan los piratas.

¿Qué dejamos de hacer para llegar a esta pesadilla? Yo siempre creí en la inteligencia y la bondad, pero me preocupa y duele ver cómo seguimos cayendo en las trampas del reducto civilizatorio que nos tienden políticos siniestros y jugadores de la bolsa de “Fortunato”.

Las contradicciones de la comunicación en las relaciones humanas son un misterio. Tanta capa y tela de cebolla que permea el sentido o lo metamorfosea, tan viscerales los canales y las rutas a pesar de los códigos, fórmulas y plataformas de urgencia existentes desde el principio de los tiempos hasta el presente. Las preguntas se suceden sin obtener respuestas que confirmen la inteligencia del hombre para poner en acción lo mejor de sí, y generar un aprendizaje del diálogo ético, empático, asertivo, entre las personas, comunidades, pueblos, naciones de una época a otra.

Las señales de humo en su emergencia, los espejos titilantes, los tambores atravesando el aire y las distancias ¿hablaban? ¿cantaban? ¿Estaba en ellos la posibilidad del engaño y la simulación?  Este hábito del ardid con palabras zigzagueantes siempre vino legitimado por las familias poderosas, una comunicación sobre arenas movedizas, errática y llena de dobleces. Los acuerdos y sus transacciones incluían botines y consortes ventajosas bajo la apariencia de una comunicación de gran respeto y protocolo, mientras se ocultaban emociones y sentimientos que produjeran culpas, miedos o rechazos. Nada debe quebrarse, porque todo está en venta.

La literatura abunda en malentendidos que generaron discordias, guerras entre familias, duelos y venganzas por fallas en la comunicación. El lenguaje verbal y sus derivaciones incluyen también la actuación y la diplomacia para manipular los mensajes. Y las sutilezas entre los idiomas y códigos de las diversas civilizaciones permiten esconder bajo la manga la intención oculta con el manejo de la retórica. Y quién mintió, quién dijo esto cuando quiso oír aquello o creyó oír mientras decía. Y era un mantra, una palabra mágica, una llave y nadie lo supo, porque esperaba literalidad no poesía, no fuerza mística ni efusión vibratoria, quería razón no semilla, no fruta fresca, no poder creador, no fuerza constructiva, quería victoria, quería poder, quería derribar fronteras, quería el oro del rey Midas y consiguió el océano de la virtualidad donde nos ahogamos también si caemos a los fosos con cocodrilos y agentes financieros.

¿Será posible una comunicación con amor sobre la torta de Babel de las relaciones humanas?

Y mientras tanto el Volcán… que no ven.

20 de junio 2020

 


Imagen: Lila Calderón



 

 

Proyecto Patrimonio Año 2020
A Página Principal
| A Archivo Lila Calderón | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
El rito de la comunicación.
Por Lila Calderón