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La vida emérita y la poesía de Pedro Lastra
Silvia Nagy-Zekmi
http://www19.homepage.villanova.edu/silvia.nagyzekmi/
y
Luis Correa-Díaz
http://correa.myweb.uga.edu
[Este texto corresponde al “Prólogo” de Nagy-Zekmi, Silvia y Luis Correa-Díaz, eds. Arte de vivir: acercamientos críticos a la poesía de Pedro Lastra. Santiago de Chile: DIBAM / Archivo del Escritor, Biblioteca Nacional / RIL Editores, 2007. 11-24. http://www.rileditores.com/articulo/Articulo.do?m=ver&idArticulo=1170870707484
Se puede ver el índice del libro en http://www19.homepage.villanova.edu/silvia.nagyzekmi/arte_de_vivir-pdf.pdf ] *
And the decorum of the artist
becomes the measure of a man.
George W. Johnson (1)
La poesía de Pedro Lastra, antes y después de que otras cosas sean dichas sobre ella y su poeta, viene siempre acompañada en su interior y exterior por palabras [voces] amigas. Podría decirse sin más que su arte poético –y ensayístico, por cierto- ha estado siempre acompañado por actos, incluidos los escriturales, de amistad, simplemente porque la obra y su hacedor los han hecho posible. Lo cierto es que esto podría ser dicho de muchas y muchos, aunque nunca con tanta propiedad y justicia. No olvidemos que la república de las letras y sus documentos son eso: un espacio necesario para que el diálogo sea no sólo un ejercicio virtual sino que también vital. Ya sabemos esto por Bajtín; y por otros, que han insistido en ello, que las palabras dicen y, por sobre todo, hacen. Si tomamos cualquiera de los poemarios de Lastra, por ejemplo Noticias del extranjero (el de 1992), al inicio, como una nota preliminar, se lee una página del poeta peruano Carlos Germán Belli: “Lastra foráneo” [y que aparece aquí más adelante(2)]. En ella Belli retrata con una delicada fraternidad la condición humana y esencial de Lastra, su “ser forastero” irremediable, “absoluto” y que en “palabras castellanas y mediante sus versos singulares” queda revelado. Al final se lee, por su parte, una página, un poema de Enrique Lihn llamado “Postdata” y escrito en 1975. En él Lihn apunta su veredicto favorable sobre el corpus de esta poesía: “digo que ya eres parte de ella misma”, tanto que le confía a Lastra: “escribes contigo mismo”; una poesía precisa, “la de los gestos / que describen a un tipo sin palabras.” Ambas páginas están íntimamente relacionadas a la floración nocturna del texto lastreano.(3) Al abrir y cerrar el libro podría imaginarse que las palabras de Belli y de Lihn vigilan –en un sentido casi religioso- la materia viva de que se compone y que tienen la noble tarea de guiar al lector (o peregrino de la tierra escrita) en la partida y a la llegada de un viaje que deberá, no obstante, hacer solo, pero para el que cuenta al menos con esas referencias en caso de extravío.
También el libro viene acompañado, custodiado, pero ahora en su exterior, en la contratapa, por una selección fragmentaria de comentarios críticos de diversas personalidades literarias. Abarcan de década en década el período que va desde 1960 a 1991, como un indicador global de la trayectoria del poeta, en la que destacan, sobre cualquier otra consideración, aquello que Luis Domínguez-Vial (1991) expresa así: “Procesos interiores, largamente acuñados en secreto, obtienen en esta poesía una síntesis estricta, desprendida de la experiencia y su análisis, breve, lapidaria.” Esta sensación de estar frente a una inquietante palabra concisa ha sido permanente en quienes le han escuchado o leído (y anotado, por cierto). Y es que su poesía no se expande, como le sucede, con variada suerte, a otras obras y al Universo mismo, según la teoría cosmológica actual (desde hace un tiempo ya, casi todo el siglo xx y lo que va de éste). Por el contrario, se retrae, se condensa lo que más puede -su tendencia, si cabe decirlo de esta forma, es al Big Crunch-, según los designios de la sabiduría del que escribe toda la vida un poema/libro único.
Nos hemos detenido, esperamos que no demasiado (ya que para eso habrá tiempo en las páginas que siguen a este prólogo), en las circunstancias que anota el párrafo anterior porque de ellas se saca –aparte de la concisión y el trato con los espacios del silencio(4)- una de las mejores lecciones que Lastra y su obra encarnan y rezuman: simplemente, la lección, el ethos de la fraternidad y sus ceremonias afectuosas, cordiales.(5) Lección que cobra mucho más importancia cuando ésta parece tan primitiva a los ojos de nuestro ‘self-made’ competitivo, agresivo, aislado en sí mismo a la postre, y que, paradójicamente, tanta idolatría, sumisión y servilismo de toda especie nos pide. Un aprendizaje que, para recordar aquí uno entre tantos, se nos ofrece de modo ejemplar en el poema memorial (elegíaco) “Noticias de Roque Dalton”, donde la ausencia del amigo, después de su recuerdo, es capaz de oscurecer el mundo para el que ha de continuar solitario: “Yo trato de leer lo que leíamos, / ahora ya sin Roque y por lo mismo / sin entender absolutamente nada.” Gestos de amistad aparecen, de diversas maneras, sembrados por todas partes en esta poesía –y por supuesto, también en su prosa ensayística-, dentro de los cuales los más explícitos son: el registro nominal de los amigos, la participación de ellos/ellas en la composición del poema, el epígrafe y, por supuesto, la antigua práctica de la dedicatoria; marcas que aquí adquieren una intensidad poco usual hoy en día, desplegando lo sustantivo de los textos escuetos del poeta, su dimensión dialógica precisa: responden, preguntan, o sea, conversan..., un discurso de lealtades y de dones ofrecidos y aceptados, incluso en el peor de sus momentos, en el de los distanciamientos/alejamientos o separaciones (filiales y/o amorosas) inevitables y por más inexplicables que parezcan…(6)
Luego, y ahondando en esa misma dimensión de lo fraternal, está también la práctica de la intertextualidad (no sólo en relación a textualidades consagradas, sino también a las marginadas, además de fragmentos de diálogos, frases dichas u oídas, etc.), que se origina y fluye con extrema naturalidad a partir de la definición última que el poeta Pedro Lastra da de sí, él en principio es lector, incluso de sus propios trabajos, y la mejor y más hermosa explicación de esto aparece en el poema “Comunicado de González Vera: los planes de la noche”, donde se pregunta bajo los efectos de un sueño angustioso que le vaticina la pérdida de los libros, de la biblioteca: “¿De qué voy a escribir, qué puedo hacer ahora?” Así esta poesía ingresa al mundo de los otros lectores, al espacio incierto de la recepción, con los atributos de quien dialoga con nosotros. En suma, su palabra aspira a no salir de lo vivo que se siente el lenguaje en la conversación. Pero no se trata de una poesía conversacional en el sentido en que se la entiende comúnmente, ese que la opone a las elaboraciones más finas de la escritura. De lo que se trata en Lastra es de un arte de la conversación como uno de los jalones definitorios de su arte poético. Y si hubiera que agregar un detalle, se diría que lo que hace su poesía (y su poeta y, si hay que entregar un testimonio, el hombre a quien justifican, como esperaría Borges, y que nosotros hemos inscrito en estas páginas con un epígrafe que alude a algo similar) en este plano, es que le devuelve a la conversación su arte, muchas veces tristemente descuidado.(7)
Ciertas son muchas otras cosas y también, entonces, que la poesía –y la vida, porque, como dijo Lihn, escribe consigo mismo; aunque, como anotó Luis Domínguez, la experiencia inscrita en esta obra no es la del texto autobiográfico en su sentido menor, ni el/la lectora ha de pretender tal cosa- de Lastra es una larga conversación con los amigos presentes y ausentes, es decir un diálogo o una elegía –ambas formas discursivas se entrecruzan la mayoría de las veces. Si la cifra “noticias del extranjero” ha hecho una feliz y prolongada primavera en la composición de su obra poética y, evidentemente, en la crítica sobre ella; no lo debería ser menos, sin embargo, esta otra y que en nuestra opinión es la que correspondería a lo que venimos diciendo, ésa (de más larga data) de dos caras que son una misma moneda y que fue el título de un poema, “Ya hablaremos de nuestra juventud”, y un poemario temprano: Y éramos inmortales (1969, 1974). Estas conversaciones con amigos, decíamos, se pueden situar en los ámbitos de dos modalidades retóricas: a) el del diálogo imaginado o reconstruido, y b) el de la elegía. Y si tuviéramos que hacer el ejercicio de buscar en la poesía lastreana, tal vez podríamos citar este poema como un texto matriz en el que se conjugan ambos modos de poetizar:
Diario
Conversación con alguien.
La muerte escuchaba esas palabras
que ya no estarán más:
y al otro día una semana un mes después de un año
recordaremos. ¿Recordarán ustedes?
¿O todo ha sido y es la memoria de nadie? (74)(8)
Pero, volviendo a esas dos modalidades discursivas, quisiéramos ilustrarlas con los ejemplos que consideramos sobresalientes. Para el diálogo (reconstruido –y por lo mismo ya casi imaginado) y en consonancia (elegíaca) con el paso de los años, el poema (reseña(9)) “Relectura de Viaje a la última isla”, donde se comienza y sigue con la cifra aludida más arriba aquí:
Hace justo diez años
Javier Lentini y yo éramos inmortales:
en las últimas horas del verano
hablamos largamente de los viejos amigos
y recordamos de paso a los muertos.
[…]
Rodeados por ella [la memoria] bebimos nuestro vino,
hicimos planes para los días próximos,
pensábamos
que el poema y el viaje iban a repetirse
como el vasto espejo de Paracelso.
Pero el calidoscopio se movió más aprisa
cambiando las imágenes,
y es ahora un espacio donde ya no te encuentro.
[…] (105)
El rescate de una conversación pretérita que se recuerda a propósito de una conversación textual, la del sujeto lírico con el libro (del) amigo…, conversación esta última que en su modo de ser una “relectura”(10), o sea la repetición/reiteración de una conversación textual anterior -lo que aleja más aún en el tiempo la conversación ‘real’ (cara a cara) con Lentini, poeta amigo-, abre paso a un tono elegíaco respecto a una (cierta) juventud ida, nunca olvidada del todo, pero sobre todo se deja a luz un lastreano ubi sunt de los amigos…(11)
Y si tuviéramos que entrar de lleno a esa segunda modalidad (genérica) discursiva, la de la elegía -sin mencionar la práctica derivada del género ‘In memoriam”(12)-, habría que ir directo al poema más representativo de ésta en la obra poética de Lastra.(13) Se trata, todos lo saben ya, de “Noticias del maestro Ricardo Latcham, muerto en La Habana”, que viene acompañado de un epígrafe esclarecedor, en cuanto al tema de la ejemplaridad propio del género, tomado de las letras de otro poeta, Eduardo Anguita: “Esto no es un poema es un ejemplo que pasó…”(14) Esta elegía se propone desde un comienzo como una conversación (deseada) debida con el maestro desaparecido:
En estos meses en que yo me acerco
hasta casi tocar toda su edad,
pienso cuánto me hubiera gustado
ayer
o hace unas tardes
conversar con Ud. sobre nuestros asuntos,
sobre los raros libros
que encontró en sus andanzas:
y termina con esta última estrofa que deja sellada la comunión de la amistad:
Todo es cuestión de tiempo, como se dice,
para encontrarlo a Ud., también como se dice,
a la vuelta de la esquina. Entonces
el discípulo y el maestro
seguirán dialogando:
yo igualaré su edad,
aunque no sus saberes de este mundo y el otro. (107-109)
La clave de esta relación –entre maestro y discípulo, entre amigos lectores/escritores, que queda en este poema textualizada- está dada por ese “conversar con Ud. sobre nuestros asuntos”, los “raros libros” –lo que no debe entenderse como una simple conversación libresca, los “libros” (particularmente los “raros”) están allí como ejemplo de las felicidades a que puede llegar el lenguaje, y hablar de ellos es reescribirlos y vivirlos-, y al final de la primera estrofa haya toda la ejemplaridad que se celebra y desea (como una forma de simbiosis filial): “Ud., el enamorado de los libros, / el amigo, el protegido por ellos.”
La poesía de Pedro Lastra es, entonces -además de un manifiesto solitario de amor a los libros (protectores)-, una celebración de la amistad (de la “vida compartida” que ella promete y otorga, una alegría parecida a la de la juventud, por eso el entrecruce y esa permanente invitación lastreana: “ya hablaremos de nuestra juventud”), un canto a los dones del amor filial(15), que se vuelve, por una lógica vital y poética, una elegía del mismo cuando el/la amigo/a ha partido –cualquiera sea el modo de esta partida. Si esta larga conversación con los amigos y amigas –que tiene una naturaleza cuasi epistolar-, con sus dos o más modalidades discursivas, define su obra poética, no es menos cierto que ella ha provocado respuestas poéticas en homenaje al amigo y a su poesía, lo cual prueba que ha sido creadora de comunidad (no programática, por supuesto(16)). Podría hacerse una brevísima antología de estos poemas y otros textos dedicados a Pedro Lastra, cosa que aquí dejamos insinuada. Primero hay que consignar aquellos poemas que tienen a Lastra y su poesía como tema del poema, alfabéticamente: Carlos Germán Belli: “En alabanza de Lastra y Lihn”; Hernán Castellano Girón: “A Pedro Lastra”; Luis Correa-Díaz: “El arte de la amistad”; Alan Francis: “Ascender”; Javier Lentini: “A Pedro Lastra por sus Travel Notes”; Enrique Lihn: “Posdata” y “Noticias del extranjero: P. L. cumple cincuenta años”; Edgar O’Hara: “Claustrofobia”; Marcelo Pellegrini: "Planeando sobre el suceder”. También están las “Tres décimas para el poeta Pedro Lastra” de Eduardo Peralta. Hay otros poemas, pero esta vez simplemente dedicados a Lastra: Raúl Barrientos, Américo Ferrari, Oscar Hahn, Rigas Kappatos, Eugenio Montejo, Marcelo Pellegrini, Sergio Rodríguez Saavedra, Armando Romero, Gonzalo Rojas, Nicomedes Suárez-Araúz, y un poema de Sergio Mansilla, titulado “Fascinación del vacío (Saludo a Pedro Lastra)”, que estaría entre ambos. Libros de prosa (estudios sobre diversas materias) hay varios dedicados: Juan Durán Luzio, Rubén González, Oscar Hahn, Leonidas Morales, Edgar O’Hara; una novela de Alvaro Pineda Botero, un cuento de José Emilio Pacheco, una antología de cuentos de Fernando Burgos, y otra de poesía hispanoamericana en griego de Rigas Kappatos.
La historia de la poesía de Pedro Lastra –para retomar el concepto de poema único, de único libro- se remonta a 1954 y florece hasta hoy, siendo la última entrega en 2005: La sangre en alto (Santiago: Ediciones Acanto, 1954), Traslado a la mañana (Santiago: Librería Bello, 1959), Y éramos inmortales (Santiago: Editorial Universitaria, 1969, 1974), Cuaderno de la doble vida (Santiago: Ediciones del Camaleón, 1984), Travel notes [edición bilingüe, translations by Elías L. Rivers] (Maryland: La Yapa Editores, 1991, 1993), cuatro diferentes Noticias del extranjero (México, D.F.: Premiá Editora, 1979; 1982; Santiago: Editorial Universitaria, 1992; Santiago: LOM, 1998), Diario de viaje y otros poemas (Caracas: Monte Avila Editores, 1998), Three Poems for Juanita [Traducciones al inglés, griego, portugués y catalán] (London: La Yapa Editores, 1998), Algunas noticias del extranjero (México: Ediciones El Tucán de Virginia, 1996), Canción del pasajero / Tragoydi toy taxidiote [edición bilingüe; traducciones de Rigas Kappatos] (Atenas, Grecia: Ekdoseis Ekate, 2001), Canción del pasajero (Sevilla: Sibila, 2001), Palabras de amor (Santiago: LOM, 2002), Carta de navegación (Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2003), Leve canción. Antología poética (Quito: s/e, 2005). Este libro lastreano que se recicla a sí mismo en el mejor de los sentidos –incluida una cierta dimensión ecológica de la materialidad de la escritura-, donde una edición pasa selectivamente a formar parte de la siguiente y así, excluyendo algunos poemas, manteniendo un número importante, e incluyendo otros nuevos, hasta hoy. En el prólogo a Cuaderno de la doble vida (1984) -con ilustraciones de Mónica Lihn-, Enrique Lihn sintetiza el proceder de Lastra al decir que el Cuaderno era “parte de un único libro que P.L. viene escribiendo desde los años cincuenta” y que había encontrado “quizás su título, no su versión, definitivo como Noticias del extranjero.”(17) Como ayer, evidentemente ahora, con la edición de Leve canción del 2005, no estamos ante la versión definitiva del libro lastreano –y pese al justo aserto lihneano en su momento, tampoco junto al título definitivo(18)- y todo hace pensar, porque el afán del poeta no descansa, que nunca ocurrirá ninguna de las dos cosas, felizmente. Pero no se puede negar que cada vez que aparece un libro de poesía de Lastra sentimos esa palpitante proximidad al ideal. Y, en este sentido, creemos que aquí se encuentran, salvando las apariencias, dos expresiones que comúnmente existen por separado: el libro es antología y, a la vez, obras completas (pero de una manera abreviadora).(19) En razón de esta última afirmación cabe plantear que al leer cualquiera de los volúmenes publicados por Lastra ejecutamos al mismo tiempo una lectura de sus mejores poemas y de (casi) toda su obra en este género.
He aquí en suma la justificación, abreviada pero suficientemente clara para el caso, del título de este homenaje crítico a la obra poética de Lastra –con todas sus letras: un cuidado e inimitable Arte de vivir-, el tercero que se le rinde al poeta (y maestro de generaciones), con la diferencia de que el nuestro se centra de manera exclusiva en él y en los temas y variaciones de su poesía.(20) De todo lo que hemos dicho hasta aquí y mucho más dan cuenta detallada los diez “acercamientos críticos” que conforman la primera sección de este libro. Allí sus autores recorren e iluminan los diversos espacios en que la escritura poética de Lastra ejecuta sus actos de presencia.
Miguel Gomes abre el volumen centrándose en una de las estrategias poéticas más acabadas de Lastra, el manejo del silencio y del texto inclusivo, claves en la poesía de Lastra que, en sus inicios, coinciden y expresan a su manera esa “revisión radical de los paradigmas de la vanguardia chilena” (e hispanoamericana) que llevó a cabo la intelectualidad postvanguardista hacia los años cincuenta.(21) Lastra es un poeta docto, su extenso conocimiento se manifiesta en los frecuentes juegos intertextuales que aprovecha Oscar Sarmiento, en su artículo aquí, al trazar el eco de Ricardo Latcham en la poesía lastreana. “La lectura pormenorizada del poema a Latcham puede servir como puerta de acceso a los fantasmas o espectros que pueblan la poesía de Pedro Lastra” y, sobre todo, para meditar en la preservación y transmisión de los legados culturales. El tema y la experiencia del exilio y la extranjería (y la del forastero donde sea que esté), que se pone de manifiesto de manera muy enfática y permanente en la poesía de Lastra, aparece abordado en varios artículos de este volumen. Patricia Vilches lo estudia en sus dimensiones bíblicas y filosóficas, donde salida y regreso son, salvadas las apariencias, una misma experiencia del ser en su doble anhelo, ser del mundo y volver a su paraíso. Este es el significante que le asigna también Martha Canfield, sugiriendo que acaso el exilio fue la causa por la que Lastra se considere, más allá de ser un poeta chileno, parte de la comunidad universal de poetas. Noticias del extranjero es el poemario por excelencia que reúne gran parte de su poesía sobre el tema de la extranjería, de manera que Juan José Daneri comienza su artículo sobre Noticias… articulando una definición del extranjero en el contexto actual (postmoderno), para luego trazar las manifestaciones poéticas de la misma arraigadas en la actitud poética que surge del deseo de situarse en la “comunidad universal de exiliados” y que se construye mediante referencias inter/con/textualizadas, cuya vasta filiación histórica y geográfica es resultado de la erudición del poeta. Daneri hace hincapié en el anhelo utópico del sujeto nómada que aparece en este volumen contextualizado por el elemento nostálgico relacionado con la “condición de extranjero” como un “proceso” (en la línea metafórica del “viaje”) vital y textual. Luis Jiménez examina igualmente las Noticias…, perodesde el ángulo de la “metacrítica” y centrándose en el eco dialógico producido por la intertextualidad, todo lo que forma parte de la propuesta orgánica y afectiva de la poesía de Lastra.
Los artículos de William Little y Elizabeth Monasterios indagan en la naturaleza de la poética lastreana a partir de varias modalidades. En su minucioso estudio que sigue la trayectoria de un solo poema, “Copla”, Little aprovecha algunas características de este poema (por ejemplo su brevedad) y de paso reflexiona sobre los im/posibles paralelos entre este poema y el haiku japonés. Por otro lado, Monasterios, centra su análisis en “Noticias de Roque Dalton” (aunque alude a varios otros poemas), y lleva su indagación hacia el significado de la “memoria” como gesto poéticos en el espacio cultural chileno de la post-dictadura. La sección de artículos evaluativos se cierra con dos artículos que se proponen observar ciertas correspondencias entre la obra poética y ensayística del autor. María Luisa Fischer explora la energía creativa de Lastra en la encrucijada entre poesía y labor crítica, unidas ambas por un ejercicio de erudición del poeta trazando y transformando las lecturas que se asoman en ambos dominios. En el último estudio vemos a Lastra en su faceta de ensayista “discreto” –de acuerdo a la noción de Gomes. Aquí Marcelo Pellegrini, para quien “la prosa ensayística de Lastra es un producto directo de su poesía”, dirige su atención a la práctica de esa apasionada y “sigilosa (por lo cuidada y atenta) poética borgiana de la lectura” manifiesta en los ensayos de Leído y anotado. Letras chilenas e hispanoamericana (2000). Así a Lastra se le reconoce partícipe de ese árbol genealógico de ensayistas discretos, eruditos y generosos de América: Reyes, Borges, Latcham, Zaid, entre otros.(22)
En la segunda sección, “Miscelánea”, se encuentran ocho textos breves y de índole más personal. Entre ellos hay reflexiones de amigos, como las de Rigas Kappatos, traductor al griego de los poemas de Lastra, y de poetas contemporáneos de la estatura de Enrique Lihn, Oscar Hahn, Gonzalo Rojas, Armando Romero y Carlos Germán Belli, que retratan desde diversos ángulos a Lastra (el crítico, el poeta y la persona). También se incluye el discurso de presentación de Lastra como “Profesor Honorario” de la boliviana Universidad Mayor de San Andrés, y una reseña de García-Lozada sobre Leído y anotado donde se ponderan las finezas de estas escrituras.
La tercera sección recoge tres entrevistas actuales con Pedro Lastra, en las que se vislumbra el característico arte de la conversación del poeta, además de quedar nuevamente manifiesta su famosa condición de escrilector, donde sus observaciones sobre las lecturas hechas y por hacer son siempre una guía y, más aún, una invitación constante a emprender o seguir ese viaje de forastero que es el leer para obsequiar a los suyos (y a quien quiera dialogar) lo aprendido en el ejercicio de esa laboriosa pasión (en poesía y en crítica). Esta sección se vincula con el ‘epílogo de poeta’ en este libro, un ensayo del mismo Lastra sobre el exilio que es una vertiente emblemática de su pensamiento poético.
* * *
NOTAS
(1)* Apareció como adelanto, bajo el título de “El arte de la amistad: notas prologales a la poesía de Pedro Lastra”, en Analecta. Revista de la Facultad de Educación (Universidad de Viña del Mar) 1 (2007). http://www.uvm.cl/educacion/publicaciones/analecta/1/correa-nagy.pdf
En su ensayo “Stephen Crane’s Metaphor of Decorum. Maurice Bassan, ed. Stephen Crane. A Collection of Critical Essays. Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall, Inc., 1967. 67-79. Si este prólogo nuestro llevara título, iría seguramente en la línea de lo dicho por Jonson respecto a Crane. Cuestión que, sin embargo, ya se halla cifrada en el poema de Lihn que aquí se recuerda y que ha acompañado repetidamente la poesía de Lastra.
(2) Véase también en este libro un texto emblemático ya desde su título, “Mi amistad con Pedro Lastra” de Rigas Kappatos.
(3) Recuérdese su “Arte poética”: “En un cielo ilegible he pintado mis ángeles / y es allí que combaten por mi alma, / y en la noche me llaman de uno y otro lado: / no en el día, / porque la luz les quita la palabra.” (a no ser que se especifique otra fuente, citamos en lo sucesivo por la edición de LOM de 1998: 113).
(4) Un poema para ilustrar, “Escribo el nombre de Nerval”: recuerdo un verso y lo repito / es su palabra la que digo / la que recuerdo y alguien dice / y no soy yo y el balbuceo / de su palabra es el silencio / (¿quién habla aquí, quién está aquí?)”. (99)
(5) Vale precisar: “For Aristotle, philia is not a simple name of a certain type of affectionate relationship as ‘friendship’ is today. It is rather an essential part of one’s ethos, almost a synonym for ‘goodness,’ but as a trait it exists only as actual, intentional, and reciprocal goodwill toward the other.” Kuisma Korhonen, Textual Friendship. The Essay as Impossible Encounter. From Plato and Montaigne to Levitas and Derrida (New york: Humanity Books, 2006), 104.
(6) Quizás el poema más emblemático sea “Conversación con Mary Anna en ‘La casa de la cima’” (36).
(7) Incluso podría llegar a afirmarse que sus Conversaciones con Enrique Lihn (Santiago: Atelier Ediciones, 1990 / Xalapa, México: Universidad Veracruzana, 1980) no son sólo una pieza maestra en el ejercicio del diálogo literario intelectual, sino que además puede tenérselas como reinauguradoras del género (antiguo, por cierto) a inicios de la década de los ochenta y que en los noventa cobraría amplia difusión.
(8) En el poemario Y éramos inmortales este poema trae bajo el título un paréntesis cronológico: “(1° de octubre, 1972)”. (55)
(9) No habría que pasar por alto que este tipo de poemas, los que reseñan un libro querido, forma parte consustancial de las operaciones poéticas de Lastra. Otro ejemplo clave lo encontramos en “Reseña: Enrique Lihn, Pena de extrañamiento (1986)”. (95) Por su parte, Lihn escribió uno de este tipo para Lastra –aunque “Postdata” también tiene un giro similar-: “ Noticias del extranjero: Pedro Lastra cumple cincuenta años”, el que se puede ver en Pedro Lastra o la erudición compartida. Estudios de literatura dedicados a Pedro Lastra (Editado por Mario A. Rojas y Roberto Hozven. México: Premià Editora, 1988), 11-13.
(10) Otro tipo de poema que se relaciona estrechamente con el poema-reseña, no obstante tiene sus particularidades. Un ejemplo está dado por “Relectura de Enrique Lihn” (94). Esto también tiene su representación en la ensayística del autor: sus Relecturas hispanoamericanas (Santiago: Editorial Universitaria, 1987). Se tendría que incluir en este plano otras prácticas lastreanas: la de dar “noticias”, la de los “informes”, “descripciones”, etc., todo lo que habla en primer lugar de la experiencia y escrituras condensadas en su decir, y de allí habría que elaborar mucho más.
(11) Lentini a su vez escribió un poema titulado “A Pedro Lastra por sus Travel Notes”, publicado en Tercer Milenio (Bronx, NY), Año II, Nº 1, (Otoño 1995): 69.
(12) Aparte de los poemas particulares, como el “Mester de lejanía ( In memoriam Juan Luis Martínez)” (91), sería necesario remontarse al “In Memorian” [al enamorado genérico] ( Y éramos inmortales, 34-35), pero que es toda una ars poética (temprana) en esta línea de textos.
(13) Circunscritos aquí a su poesía, pues lo que se ha dicho hasta ahora también cuenta con ejemplos en su obra ensayística.
(14) Otros poemas sobresalientes son el ya aludido “Noticias de Roque Dalton” y “Palabras a Víctor Jara” ( Carta de navegación, 79).
(15) Del otro amor hay una antología que consultar, Palabras de amor (2002).
(16) Conviene tener presente el siguiente pasaje del capítulo “A Noncommunity of Writing (Derrida)” de Textual Friendship: “Our experience of writing is radically communal, the Other always preceding and governing the Same. This community of writing should not be understood, Derrida suggests, in a sense of brotherhood or neighborhood. Our community, if we must use the word, should be a community without community, community of those who do not have a community; perhaps a noncommunity of writing where the Same faces the Other in the heart of chiasmatic philopolemology, the Same both loving and opposing the Other, avoiding thus the temptations that longing for common identity may cause –nepotism, nationalism, racism, all the diseases of identity.” (Korhonen 394)
(17) Este prólogo de Lihn aparece más adelante en la sección Miscelánea. De manera similar Miguel Gomes afirma al iniciar su “Prólogo” a las Noticias… de 1998: “Hay poetas cuya obra desarrolla obsesivamente un puñado escaso de materias; todos sus libros son uno –un poema único todos sus poemas. El sentido más determinante de su escritura nace de esa restricción. La poesía de Pedro Lastra es un buen ejemplo de ello.” (3)
(18) De hecho todo hace pensar que las de 1998 será el último poemario que lleve el título de Noticias del extranjero.
(19) No hay que olvidar que Lastra ha sido un excelente antologador de cuentos, chilenos y latinoamericanos, y de poesía. A lo que habría que agregar su labor de prologista y editor. Las referencias bibliográficas de todo esto se encuentran en los estudios críticos que siguen a estas páginas.
(20) Los dos anteriores son: el ya mencionado Pedro Lastra o la erudición compartida (1988) y “Con tanto tiempo encima.” Aportes de literatura latinoamericana en homenaje a Pedro Lastra, editado por Elizabeth Monasterios P. (La Paz, Bolivia: Plural Editores / Universidad Mayor de San Andrés, 1997). Ambos libros contienen, no obstante, testimonios, cartas, homenajes poéticos y algunos estudios sobre su poesía. Habría que incluir aquí otros dos homenajes al poeta, cuyas explicaciones están en ellos mismos: la edición de Three Poems / Tres poemas para Juanita (1998) y la de Leve canción (2005), idea-regalo de Irene Mardones Campos. Para una reseña de este último, véase la del poeta Juan Cameron en http://www.liberacion.press.se/notas/cameron.htm
(21) Gomes ha hecho otros estudios sobre la poesía lastreana y es, por muchas razones, uno de los grandes conocedores de la misma. Véase, por ejemplo, “Pedro Lastra, la felicidad del extranjero,” AErea. Anuario hispanoamericano de poesía 7 (2004): 29-32. También ha prologado los poemarios Noticias del extranjero (1998: 3-14) y Carta de navegación (2003: 11-18).
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