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  Diario 
    de un poeta recién divorciado de Luis Correa-Díaz
      Santiago 
        de Chile: RIL Editores, 2006.
  Por 
Róger Santiváñez, Temple University
royika@hotmail.com
  
 
  
 Tendríamos que empezar situando a Luis Correa 
Díaz en el contexto de la poesía chilena reciente: En el artículo 
Intimidad Urbana, huellas de los últimos poetas del siglo veinte, 
Bernardo Chandía y Sergio Rodríguez (Cyber Humanitatis 14 
-Otoño 2000) ubican la obra de Correa Díaz -nacido en 1961- en lo 
que ellos denominan la "Generación Apagada", es decir aquella 
que entraba en la adolescencia al momento de producirse el golpe de Pinochet (1973) 
y que sufrió el llamado "apagón  cultural" 
vivido en Chile a partir de aquel instante y durante todos los años 80. 
Pues bien, en el artículo de Chandía y Rodríguez se citan 
unas declaraciones de Sergio Saldes que nos parecen pertinentes para nuestra reseña 
de Diario de un poeta recién divorciado de Luis Correa Díaz 
que abordamos en estas páginas. Dice Saldes refiriéndose a emblemáticos 
autores de la tradición chilena contemporánea, verbigracia Lihn 
o Teiller: "son poetas que hablan claramente desde el yo, son líricos" 
en cambio en la "generación apagada" habría "una 
voz que habla y que no es necesariamente la voz del yo", y un poco más 
adelante: "no usamos un yo lírico, sino un yo textualizado".
cultural" 
vivido en Chile a partir de aquel instante y durante todos los años 80. 
Pues bien, en el artículo de Chandía y Rodríguez se citan 
unas declaraciones de Sergio Saldes que nos parecen pertinentes para nuestra reseña 
de Diario de un poeta recién divorciado de Luis Correa Díaz 
que abordamos en estas páginas. Dice Saldes refiriéndose a emblemáticos 
autores de la tradición chilena contemporánea, verbigracia Lihn 
o Teiller: "son poetas que hablan claramente desde el yo, son líricos" 
en cambio en la "generación apagada" habría "una 
voz que habla y que no es necesariamente la voz del yo", y un poco más 
adelante: "no usamos un yo lírico, sino un yo textualizado".
 
Esto me parece clave para entender un libro como el que nos ocupa. En efecto, 
se trataría de un yo, no sólo textualizado, sino en abundancia intertextualizado. 
Desde el título ya nos ponemos en relación con la famosa obra de 
Juan Ramón Jiménez Diario de un poeta recién casado 
para constatar que efectivamente Correa-Díaz está en las antípodas 
del maestro español y no sólo por el sentido opuesto que obviamente 
implica, sino por el tratamiento del lenguaje que ofrece el libro del poeta chileno. 
El Diario de un poeta recién divorciado está compuesto por 
121 textos breves y numerados -dolores los llama Correa-Díaz, con 
un guiño a Violeta Parra-, que giran en torno al tema de la separación 
de la pareja conyugal. Es importante señalar de partida que, como se nos 
insta en la "Advertencia" que abre el poemario, podemos leer los poemas 
"anónimamente", situándonos ante dichos dolores, 
como ante un objeto entregado, el libro como un obsequio (el que incluso se podría 
encontrar a la mano, como bonus, en un supermercado u otro negocio, no 
necesariamente una librería), a quien se identifique con ellos -aunque, 
por otro lado, el poeta se eche "la culpa de estos in/felices versos"-, 
en un claro juego/intento de exorcismo poético de la "no menos curiosa, 
divertida y espeluznante obsesión auto/biográfica de nuestros días" 
(7), particularmente cuando el poemario asume, con un gesto sutil de burlona complicidad, 
el género que exhibe desde el título en adelante.
Pero ¿de 
dónde vienen las causas de esta separación, del divorcio? Esto es 
lo que cabría preguntarse, y el poeta Correa-Díaz parece decirnos 
que el problema comienza con un desacuerdo en el tálamo "donde se 
decide todo" (18), pero la cosa no queda allí sino que se amplía, 
digamos, a un conflicto de comunicación: "Un día empecé 
/ empezaste / a hablar una lengua oscura / y se nos nubló el corazón" 
(27). Y esto ocurrió cuando aparentemente todo iba sobre ruedas en la relación 
hasta que, según nos informa el sujeto enunciante, "le pregunté 
si era feliz / y ahí empezó el dramón" (32), lo que 
a su vez probablemente condujo a los esposos a la separación de los cuerpos, 
como nos enteramos irónicamente en estos versos: "Vegetarianismos 
en la cama / conmigo no, no y no" (34). Entonces tenemos por un lado, la 
hiperconciencia del lenguaje, la neurosis a la que uno puede llegar por interrogarse 
autorreflexivamente sobre su propia situación y el muro que dicho hiperlenguaje 
puede levantar llevando a la pareja a una incomunicación sin remedio. En 
este punto ni la memoria de la poesía podría salvar el escollo: 
"nos dijimos de todo / y el cantar de cantares se llenó de 
/ verbales picotazos" (50), con lo cual "la suerte estaba / echada" 
(35).
Aquí podríamos enfatizar el carácter intertextual 
-y, por ello, hipertextual- que domina gran parte del poemario. Acabamos de citar 
el bíblico cantar de los cantares, pero la gama es amplia y va, 
por mencionar algunos ejemplos, desde el también bíblico Génesis 
(el tema de Adan y Eva) o abiertamente literario -Quevedo, Fray Luis de León, 
Durrell, el Edipo de Sófocles-; el cinematográfico -Bergman, 
por cierto-; el psicobiológico/político -Reich-, hasta la cultura 
popular -en lo que Correa-Díaz es un maestro. Veamos estos versos: "no 
/ nos merecíamos ese final / de telenovela barata" (13) para no hablar 
de sus menciones a Pimpinela o Juan Luis Guerra o a Los Iracundos -legendario 
grupo uruguayo que colmó los sueños de miles de jóvenes latinoamericanos 
durante los 60s y 70s, y su canción Chiquilina-, sin olvidar a Tito 
Fernández. En este aspecto Correa-Díaz se entronca perfecta aunque 
paródicamente con la moderna tradición conversacional hispanoamericana 
y su propuesta de desacralizar y desolemnizar el lenguaje poético vía 
elementos de la cultura popular cotidiana. Y es que dicho propósito va 
con el espíritu de nuestro poeta, humorístico, irónico, epigramático, 
satírico y bolerístico; quizá así conformado por el 
deseo de paliar el verdadero y profundo dolor que le causa la separación 
conyugal y que él pone de manifiesto -como se nos informa desde el primer 
momento- con "fines didácticos" (9) y por supuesto poéticos 
-agregaría yo-, o como dice Marcelo Pellegrini en un capítulo dedicado 
a libros anteriores de Correa-Díaz, se trata de la "escritura de quien 
asume los riesgos del dolor con una salvífica sonrisa"(1). 
Así comprendemos mejor el gongorino y ríase la gente con 
que se nos exhorta en la contratapa del Diario:

 
Hay 
un aspecto que quisiera recalcar en Diario de un poeta recién divorciado. 
El uso del lenguaje popular e incluso la jerga, así como el manejo de refranes 
y giros orales, los que le otorgan no sólo verosimilitud al discurso sino 
una rotunda frescura y espontaneidad acordes con el desnudo corazón del 
poeta (no de la persona del poeta, pues aquí no se trata de autobiografía) 
capaz de definir la ruptura amorosa con esta inusual belleza: "Se nos cayó 
el cielo / de las manos" (10). Y en el giro coloquial: "mata de arrayán 
florío, saco / de güevas, ramón ramón" (21). O 
la raíz india: "paloma palomitai ay palomai" (17) expresada con 
esa ternura incomparable de la voz andina -vía Víctor Jara aquí. 
Además tenemos los juegos verbales y letristas, que en el contorno de este 
poemario adquieren los ribetes de una performance conceptista y culteranista 
[culturalista -hoy, se diría] a la vez, como es el caso del poema # 29: 
"De tanto estar casados / nos salió una n" (19), el cual es todo 
un hallazgo de la imaginación poética del autor, ya que sintetiza 
brillantemente la temática del libro y -simultáneamente- ofrece 
un vivo ejemplo de su labor como artífice del lenguaje, constituyéndose 
en una suerte de ars poeticae en su inusitada sencillez y brevedad. Casi 
al final el poeta nos dice "no hay forma / de acortar el olvido" (43), 
pero allí estuvo y está la poesía -"la consolación 
de la poesía" (55)-, como queda palmariamente demostrado con este 
Diario quizá más terrenal que dos de sus entregas anteriores: 
Rosario de actos de habla (1993) y Divina Pastora (1998), pero no 
menos incitante y placentero, porque aunque Correa-Díaz diga que éste 
es un "archivo del fracaso", aquí triunfó la poesía. 
 
 
 
 
Notas
 
  (1) "Domeñar 
    el coloquio." Confróntese con la sospecha. Ensayos críticos 
      sobre poesía chilena de los 90. Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 
    2006. p. 34-35.