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 Dos veces  Lihn
 [Reseña publicada en Revista Iberoamericana (University of Pittsburgh)
 http://www.pitt.edu/~hispan/iili/RI190-205.html ]
 
          Luis  Correa-DíazUniversity of Georgia
 correa@uga.edu
 http://correa.myweb.uga.edu
 
   Christopher M. Travis. Resisting  Alienation. The Literary Work of Enrique Lihn. Lewisburg,  PA: Bucknell   University Press, 2007.  298 pp.
 Adriana Valdés. Enrique Lihn: vistas parciales. Santiago de Chile:  Editorial Palinodia, 2008. 174 pp.
 Esta es una reseña doble, aunque  obligatoriamente breve, que no pretende resumir ni reemplazar las respectivas  lecturas, sino que quiere situar estos libros en relación a unas ciertas  coordenadas. Había dicho en otro de estos textos, y en el contexto de reseñar el  libro de Jorge Polanco, que ya existen varias generaciones de labor crítica en  torno a la obra general de Enrique Lihn, particularmente su ala poética. (1) Allí proponía –y no es que necesariamente crea en esta divisa heurística y  literaria, pero me parece hasta cierto punto útil- la  clara distinción de tres agrupaciones generacionales en los ‘Estudios  lihneanos’: [sin poder mencionarlos a todos] los primeros y coetáneos al poeta  (Jorge Elliott, Pedro Lastra, Waldo Rojas, Mauricio Ostria, Mario Rodríguez,  Tamara  Kamenszein, Carmen Foxley, Adriana Valdés); los segundos, aquellos que  fueron inspirados y educados por los anteriores (María Luisa Fischer, Oscar  Sarmiento, Luis Correa-Díaz, Juan Zapata Gacitúa, María Nieves Alonso); y los  últimos hasta el momento, la nueva generación que ha sido inspirada por todos  los anteriores y que, de seguro, pasará la antorcha a otros jóvenes en algunos  años más (Ana María del Río, Francisca Noguerol, Marcelo Pellegrini, Lilian  Meza, Matías Ayala (2) y,  quien nos ocupa aquí, Christopher Travis). Cada uno de estos críticos ha tenido  y cumplido una misión específica con su(s) trabajo(s); la de Travis ha sido, en  primera instancia y como  él mismo lo expone, la de explicar el legado literario de Lihn a los lectores  de lengua inglesa, siendo así “the first comprehensive study of Lihn’s work  published in English” (12). Tardío interés de la academia norteamericana pese a  la existencia temprana y continua de traducciones de su poesía, como las de  David Unger, John Felstiner, J. Cohen, Dave Oliphant, Serge Echeverría, William  Witherup, y la anunciada del propio Travis de los cuentos de Lihn. Sin embargo,  agrega Travis, “the rest of the world appears ready for what he has to offer.”  (14) 
 Si observamos que Travis y Valdés se sitúan, en cuanto a su contribución  a los estudios lihneanos, en dos momentos distintos, no deja de ser una feliz  coincidencia la aparición de sus libros con apenas un año de distancia. Pero,  no se trata de un simple azar, tampoco de una predestinación, sino que de un  evento que nos permite insistir en la coherencia, persistencia, vigencia y  armoniosa estabilidad de estos estudios, donde unas generaciones se comunican  con otras a través de la lectura de un autor que, como señala Travis ahora, ha  tenido siempre lectores, tanto especializados como aficionados, a quienes “his  hard line of critical creativity” (9) no ha desanimado, por el contrario, los  ha guiado y estimulado. Por lo mismo es que Travis afirma –y esto es una de las  propuestas mayores de su libro- que “we are, strangely, as ready as ever for  what Lihn wrote between 1963 and 1988.” Es así que “Lihn’s readers appreciate a  challenge put before them to question their own forms of individual expression  and what it means to live, work, read, write, and even, dare I say, search for meaning  in the contemporary era.” (14) De acuerdo a Travis, Lihn es más que nunca el  escritor que fue, cuya obra (‘situada’ y radical, como  se planteaba a sí misma) no sólo demostró su sensibilidad a la problemática de  su tiempo, sino que también de la nuestra ahora -pasado pero asimilado ya el  mundo fragmentario y desmitificador del  postmodernismo.
 
 Lihn encarna a ese creador –y pensador- que habita en un espacio que  a veces parece imposible, el de la vida paradojal, por eso “Lihn’s literary  legacy will be honored for both a profound skepticism and a devout faith in  literary expression.” (12) El gran desafío que consumió sus días y sus páginas  (y sus performances), “resisting alienation” –topos que recorre todo el libro  de Travis y con el cual lo sella a través de su título-, Lihn lo encaró no  sucumbiendo a la paradoja ni a la alienación (la derrota frente a esa ardua  conciencia de las limitaciones del lenguaje y, en el fondo, de todas nuestras  creencias y seguridades, incluso científicas), sino más bien con un raro  coraje: “Lihn’s work engages contradictions and loss of meaning, both social  and political realities of its historical moment. The result, metaliterary and  even antiliterary at times, is a genuinely unique and innovative body of work.”  (12) La lectura pausada y comprehensiva de Travis se apoya en la teoría político-literaria  marxista (de Marx, por cierto, de Bakhtin, Luckács, Brecht, Benjamin y Adorno,  además de Jameson y Eagleton) –también en la crítica cultural de García  Canclini-, la que questionó/transformó la dialéctica aristotélica y su  continuidad en Kant y Hegel. Para Travis “Enrique Lihn’s poetry, short stories,  novels, and critical essays embody similar philosophical concepts” a los de  Adorno, a su “negative dialectics”  que rechaza la solución metafísica y que cree que “one could only struggle for  desalienated expression by thematizing the contradictions, and topicalizing  incongruity.” Tanto Adorno  como Lihn evitan la fetichización de la experiencia estética y del objeto artístico,  el que no “reflects” sino que “refracts society.” Ambos se posicionan de manera  escéptica ante una noción que vea que “literatura has a magic, transformative  power to transcend the injustice, violence, genocide, and alienation of the  modern world.” (236) Lo que no quiere decir que en Lihn  no se encuentre “a profound faith in and love for literature”, pero se dan al  unísono con un “bitter skepticism” que lo llevó a desarrollar una “concious  demythification of the poetic expression” y con ello una obra revolucionaria en  cuanto prefirió el camino de la crítica al de la ideología.
 
 Travis recorre así, paulatinamente, capítulo a capítulo, todos los  sectores de la obra lihneana y todos los géneros practicados por su escritura.  Sus capítulos son cinco en total, más unas conclusiones, dedicadas al último  poemario-testamento de Lihn (Diario de  muerte, publicado póstumamente en 1989), que se transforman por lo mismo en  un capítulo en su propia ley. Vale la pena notar la agudeza del diseño secuencial que Travis dio a su  libro: cada capítulo aborda un espacio cronológico determinado y todas las manifestaciones  artísticas y críticas que a él pertenecen. Por ejemplo, el primero  (“Questioning Literary Expression: Dialectical Engagement in Lihn’s Early  Writing”) va desde el
  poemario Nada se  escurre (1949) a la colección de cuentos Agua de arroz (1964). El mérito más notorio de este procedimiento  se halla en que por primera vez se estudia la obra lihneana de manera  articulada y, voy a reiterar, secuencial, cosa que valida sus aspiraciones  comprehensivas y refuerza la idea de viaje (espacio-temporal) analítico a  través de ella, el que es a la vez una historia cultural y política de esta  obra y de un “Latin American intellectual in conflict with his European  cultural heritage, and linguistic alienation as someone condemned to operate  within a ‘dead language’.” (248) (3) Los demás capítulos de este “roadmap” son: “2. Lihn’s Return to America:  Reflections in Form” (1969 a 1972), “3. Global Observations of Alienation with  Local Implications” (1975 a 1986), “4. Beyond Poetry / Inventing Dystopia”  (novelas, 1976 a 1989) y “5. Spectacles, Happenings, and Apparitions / The  Presence of the Carnavalesque in Lihn”. En todos ellos Travis combina los  hallazgos de una lectura minuciosa de textos, la oportuna interpretación, el  despliegue teórico necesario, y la bien informada contextualización de un autor  cuyo “skepticism and negative dialectics”, en tanto actitudes vitales y  metodologías artísticas, su resistencia a sucumbir a la alienación (de todo  tipo, incluso económica), su rara fe en la literatura, pese a la aguda  conciencia sobre sus limitaciones patentes, hicieron posible una obra que, como  cita el crítico para terminar, fue coherente con esta declaración: “la verdad  es revolucionaria, como lo es también la búsqueda de la misma.” (249) 
 Este es uno de los muchos puntos de coincidencia entre el libro de  Travis y el de Valdés, que siendo diferentes (el uno un estudio académico, el  otro una compilación de “escritos” o “materiales” presentada, 20 años después  de la muerte de Lihn, con carácter testimonial y testamental) comparten más de  lo que se podría imaginar y, me atrevo a proponer aquí, cierran un largo  periplo en el desarrollo de los estudios lihneanos. No es coincidencia, repito.  La última generación crítica recorre la obra y los materiales críticos en busca  del pasado; la primera generación sale al paso  del presente  y deja su entrega porque interesan y sirven a otros. Ambos libros, sin citarse,  dialogan y se reflejan el uno en el otro, completando a dos manos las líneas  maestras que componen el retrato literario de Lihn. Para Valdés también esa resistencia a la alienación constituye un punto  indispensable de partida, aunque ella opta por otras coordenadas teóricas y  formas heurísticas para explicarlo: “[e]n los tiempos en que vivimos, el don de  la poesía le dolió como  un miembro fantasma, ese que sienten presente, a pesar de no tenerlo ya,  quienes han sufrido una amputación. Comentario que la autora hace a la famosa  frase del  poeta: “y qué hacer… con ese muñón de alas.” (12-13) Lihn “[v]ivió la poesía  sin pretensiones [siendo hoy por hoy “la literatura la precariedad misma”  –solía decir], la bajó del Olimpo como exigió Nicanor Parra,  y la situó en el lugar mínimo y disimulado que hoy tiene en el conjunto de la  vida social […] Pero no renunció a ella, por el contrario: ‘porque escribí,  porque escribí estoy vivo’.” El coraje de Lihn en un tiempo de desencantos y escepticismo marcan un  episodio central de la poesía latinoamericana y, como Travis lo hacía notar, se  ha convertido en un poeta siempre presente e influyente. Valdés lo resume, por experiencia, así: “[t]al vez por su honestidad  básica, y dolida, es que ejerce tanta  influencia sobre los jóvenes, y sobre quienes no entran todavía en la maraña de  intereses donde él jamás supo moverse.” (13) No hay dudas de que Lihn es ahora más importante y vigente que nunca.
 
 Ambos libros se inician y terminan con secciones similares. El  primer ensayo (capítulo) de Valdés se titula “El sarcasmo de la inteligencia  crítica: una escena y varios fragmentos.” En él la autora pasa revista, a  partir de presenciar una intervención temprana de Lihn, en 1968, a la “lucidez  y negatividad” intrínsecas a su figura y obra. Luego vine “La poesía: Santiago,  París, Manhattan”, donde se da cuenta de los desplazamientos (ciudades del  mundo) y de la poética de viaje en la poesía lihneana, de sus relaciones con el  Chile de entonces hasta acabar con observaciones sobre su famoso y emblemático Paseo Ahumada (1983). Valdés, crítica de  arte ella misma (4),  continúa con el ensayo “Mucho ojo: sobre el arte en Chile”,  donde se sitúa y articula el valor del Lihn como crítico de arte, una  faceta menos conocida pero no ignorada por algunos, a través de toda su carrera  literaria. El último ensayo “La escritura de Diario de muerte: un testimonio presencial” –escrito, además del prefacio,  “especialmente para este volumen.” Aquí Valdés narra, como testigo privilegiado, las condiciones  vitalmente liminares en las cuales el último poemario de Lihn fue escrito. Pero  no se trata sólo de un testimonio, sus observaciones sobre los textos serán  referencia para otros críticos, no pueden ser obliterados. Este último capítulo  es complementado con un “Apéndice: Diario  de muerte (1991)”, en el que se presenta los temas del prólogo que figura  en la edición póstuma del poemario y que se reelaboraron dos años después en  una especie de “defensa” crítica, y donde se destaca, entre varios otros  aspectos, la particular “dimensión” religiosa que toma el Diario…, porque “[h]ay que ser muy miope, o muy convencionalmente  ‘religioso’, para no” verla. (160).
 
 Pese a que la propia autora define su volumen como compuesto de  “vistas parciales”, el conjunto resulta más que coherente -aunque, como  reconoce la autora: “[f]alta aquí más acerca de su capacidad de performance, sus histrionismo, su humor  desatado; falta más referencia a su narrativa” (15)- y, lo mismo que el de  Travis, una especie de ‘roadmap’ de la obra lihneana en su contexto nacional e  internacional. Se trata de una parcialidad que a pesar suyo muestra la fineza  de lo imparcial sin perder su afectividad.
 
 Dicho sea entonces y para cerrar estas páginas: el  lector interesado por Lihn, y por la época en que le tocó vivir/escribir, se  beneficiará enormemente leyendo estos dos libros al mismo tiempo.
   * * *NOTAS
 
          
             (1) “Zona  muda: una aproximación filosófica a la poesía de Enrique Lihn (Santiago: Universidad de Valparaíso / RIL Editores, 2004.  204 pp.) de Jorge Polanco.” Taller  de Letras 37 (2005): 218-222. El libro de Polanco trae prólogo de Adriana Valdés. http://www.puc.cl/letras/html/6_publicaciones/pdf_revistas/taller/tl37_19.pdf En esta línea pueden leerse también las páginas introductorias (161-164) a la  “Bibliografía” en el libro de Valdés.
 
             (3) Esto no quiere decir que  no haya otros estudios que tengan una intención parecida, entre los que  destacan el de Carmen Foxley, Enrique  Lihn, escritura excéntrica y modernidad (Santiago de Chile: Editorial  Universitaria, 1995), y el volumen colectivo, editado por Francisca Noguerol, Contra el canto de la goma de borrar.  Asedios a Enrique Lihn (Sevilla: Universidad de Sevilla, 2005), del cual  puede verse el índice en http://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=9007.  En este volumen Travis participa con un artículo titulado “El Quebrantahuesos y la influencia  de Nicanor Parra sobre la poesía temprana de Enrique Lihn” (233-252). Asimismo Valdés con “Enrique Lihn:  Santiago, París, Manhattan” (189-206).  
             (4) Junto a Ana María Risco editó y anotó los Escritos sobre arte (Santiago:  Universidad Diego Portales, 2008) de Enrique Lihn. |