Del reciente libro de Alejandro Banda[1], Puerta al fuego. Poemas inconstitucionales (Valparaíso: Edipos Ediciones, 2023), son muchas las áreas de lectura que interesaría explorar. Sin embargo, como la mía es una nota rápida, entre otros trabajos bajo presión, me gustaría señalar un par de factores que pueden llegar a ser útiles para lo que se solía denominar un acto de apreciación literaria.
Entonces, porque he estado interesado en indagar sobre la relación que se puede establecer, en nuestros días, entre poesía e inteligencia artificial, parto desde aquí con la primera observación[2]. Luego de recibir el libro —vía email y en formato pdf, lo que lo inscribe dentro del amplio campo del e-book, como categoría digital de producción y distribución— y realizar ese acto de lectura inicial, el que la mayoría de las veces se vuelve, si fuéramos sinceros, en el último, consistente en hojear el objeto, con curiosidad, por todos lados y tentar luego la lectura de algún fragmento, de algún poema que nos llame la atención; en este caso han sido todos y cada uno. De manera que, en este proceso, caigo en la cuenta de que en la página de créditos y otros datos de publicación —defecto profesional, claramente— aparece este signo/señalética (imitando las de tránsito y otras que se han hecho populares, siguiendo esa estética iconográfica, lo cual no hace sino reforzar la vieja idea de la lectura como viaje, como aventura de ruta) que indica que Puerta al fuego es producto exclusivo de creación humana: “ninguno de estos versos fue creado con inteligencia artificial”. Por tanto, este paratexto —para emplear la remota nomenclatura genettiana— gráfico-textual que, imagino, provendrá de una toma de posición editorial respecto al tema; aparecerá, calculo, en los demás libros de Edipos Ediciones. Pero, esto se convierte, a un tiempo, en una suerte de detalle de meta-poética del libro como tal y de un posicionamiento del poeta. Si fuera una intervención visual de éste, lo dicho vale lo mismo y se lee al revés. Tanto casa editorial como autoría(s) se afectan mutuamente. En ambos casos, la indicación es idéntica y toma dos direcciones. Como dije, la primera nos lleva a una confirmación de que este poemario cae dentro de nuestras expectativas de originalidad (humana). Recuérdese cuántas páginas (palabras, decimos ahora) se han escrito al respecto a través de la historia, incluido el siglo XX de segunda mitad y a causa de la disforia (o euforia, según quien interprete) cultural ocasionada por la, se dijo así, condición post-moderna. La otra dirección que toma esa señal corresponde a las preocupaciones y angustias propias de nuestro siglo XXI, ya entrado en su tercera década. En marzo de este año de 2023 un grupo de expertos y otras personalidades del área escribieron una carta llamando a una (controversial) moratoria de seis meses en cuanto al desarrollo y (ab)usos de la IA ante los riesgos que sus avances podrían representar para la humanidad[3]. A nivel popular esto ha llevado a una redoblada alarma con la aparición del ChatGPT y, en particular, en lo que aquí tiene que ver con su amenaza a la originalidad/independencia de la escritura humana. Todo lo cual implica que, por derecho propio y de una manera discreta, tanto el proyecto editorial como este autor específico participan de tal sospecha frente a la arremetida de la IA en los espacios que se consideraban intocables de nuestra (distintiva) humanidad. Por lo mismo, se puede decir que no participan de lo que, por ejemplo, Arthur Miller, en su The Artist in the Machine (MA: MIT, 2019) conceptualiza como la potencialización de la creatividad a través de la IA en todos los órdenes, también la poesía.
El otro factor observado por este lector que aquí escribe esta nota corresponde al subtítulo del poemario. Evidentemente, indica una suerte de posicionamiento de resistencia y, quizás, de insurrección en tanto declárase fuera, al margen, de un texto de ordenamiento nacional. En el Chile de este preciso momento el tema constitucional y la redacción de una nueva Constitución se ha convertido en una especie de piedra de toque ante la cual se espera y demanda la cura y sanación de todos los males de la patria[4]. Una patria que diría, siguiendo los versos de Banda, situados en la zona puerto (Valparaíso y alrededores, especialmente Viña del Mar), lo que de suyo es muy relevante para este asunto, no recuerda su origen: “La quebrada del indio se queda sin nombre, / hemos olvidado nuestra lengua madre.” (5) No se trata de que este poemario y su poeta tengan que ser vinculados, a fuerza de compulsiones identitarias al uso en la actualidad, a ninguna forma de poesía indigenista ni nada parecido. La voz se reconoce hijo/nieto de madre/abuela mapuche, emigrado a través de generaciones a este puerto de la V Región, movilidad demográfica interior del curso histórico del país —véanse el poema “Bahías” y otros que van narrando/cartografiando rutas, destinos y circunstancias—, con “adicción a la ciudad”, aunque no sea la metropolitana, hasta llegar a hacer una confesión que revela que el problema de la nación chilena, en este punto ineludible, es de corte transversal, se manifiesta sintomáticamente en los/as unos/as como en los/as otros/as:
/ CONFESIÓN 2 /
Para qué estamos con cosas,
no temo a la verdad.
A mi abuela mapuche
le sigue avergonzando su apellido
que significa agua
que cae
sobre el puma. (46)
Un trauma de identidad que la nación, a través de su documento de (forzosa/esperada) unidad llamado Constitución, no ha podido sanar desde la primera (1811[5]) hasta el voluntarista y plurinacionalista intento de la propuesta constitucional rechazada el 4 de septiembre del 2022 en plebiscito, donde ni siquiera contó con el apruebo de la(s) comunidad(es) mapuche como tal(es), puesto que su representación en aquella redacción fue espúrea. Y, para el segundo intento, su representación en el Consejo Constitucional, elegido el 7 de mayo, podría alcanzar un máximo de dos escaños reservados, de los cuales ha alcanzado uno, efectivamente.
Ciertamente, lo anterior forma parte de un discurso que cubre y teje —“en blanco” “una estrella de preguntas”, repito al poeta, de allí el tono predominantemente cuestionador del libro— muchos otros aspectos de la fantástica realidad del Chile actual. Y, para decirlo en breve, se trata, en el sentido de mayor dignidad, de un testimonio de época, que abarca 50 años (+ los 3 que no se han sumado). Más aún, es una especie de testamento (en forma de “Bitácora del lobo marino”, para recurrir a un poema emblemático del conjunto), cuyos derechos y deberes que se heredan (a los lectores, cuidadanas/os) no son sino, respectivamente, los de existir en conciencia y acercarse a esa “puerta al fuego” que se indica a partir del propio título. Una puerta que evidentemente tiene reminiscencias en la Commedia de Dante, ya sea se mire hacia la luz (rojiza) imposible del Paraíso o al fondo del volcán, desde donde surge la roja lava de la rabia (política) y de los demás pecados o defectos humanos —por cierto que aquí me apoyo en una lectura contestataria del poema “Erupción primera” (35).
A mí me gustaría agregar otra visión desde esta “puerta al fuego”, y es la del / de la que observa de cerca esa puertecilla por la que entra el cadáver de su ser amado (padre/madre) para pasar por el proceso de cremación —un entierro corriente no difiere mucho en cuanto que el fuego, simplemente, es más lento, es el tiempo. Digo esto último porque allí, para mí -y dialogo, en confianza y respeto, con el poeta—, después de luchas, resistencias, utopías…, es donde, realmente, crece “la semilla en la conciencia” de la que se habla en el poema “Esquirlas de Allende”. La melancolía, el duelo, no puede llegar a ser un programa de gobierno ni un horizonte.
Alejandro Banda demuestra con este libro suyo, publicado en momentos que enseñan un futuro esplendor bastante nublado y heredero de una ideología cautiva, ayer cautivante, ser fuente de una inteligencia poética que cualquiera inteligencia artificial envidiaría. Sus poemas están escritos con una honestidad e integridad que los aleja de la declamación pública que otros vates pretenden, y que, por lo mismo, los acerca a la puerta de ese otro fuego que es el amor, en todas sus dimensiones —y que quien lea, las enumere en su fuero interior.
Ps> No se olvide, al final, el lenguaje (y el poético más todavía) fue y sigue siendo nuestra primera forma de IA. Toda/o poeta viene programado y su labor es perseguir una forma que le dé libertad (de expresión[6]) a su palabra y a nosotros.
______________________________________
Notas
[1] Autor de Felice (1998), Ocurro (2000), Poemas para separarse (2003), Bajo mar (2006), Moscas (cuentos, 2017), Jibias (cuentos, 2018). Archivo del autor en Letras s5.
[2] En un libro, escrito y editado con Scott Weintraub (University of New Hampshire), que lleva por título Latin American Digital Poetics (New York: Palgrave-Macmillan, 2023), hay un capítulo, el tercero, al respecto que estudia una serie de obras latinoamericanas que han simulado la posibilidad de que la IA escriba poesía, cuyos mayores resultados, no obstante, continúan dentro de las realizaciones de arte generativo.
[4] Banda también recurre en algunas estrofas de sus poemas a cifrar los dolores y esperanzas de Chile en el pabellón nacional. Por ejemplo, la última estrofa del poema “Bordado en el cobre”: “Pero la mañana supura / canciones del charco, / satura con rojos y azules, / sutura el manto y la carne / y una estrella de preguntas / tejemos en blanco. / Lo comes, lo crees, lo dejas.” (40) Recuérdese que fue Elvira Hernández, con su La Bandera de Chile (1991 [1981]), quien estableció este modelo y modo poético.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Sobre "Puerta al fuego. Poemas inconstitucionales"
(Valparaíso: Edipos Ediciones, 2023) de Alejandro Banda.
por luis correa-díaz