vuelvo hermoso, vuelvo tierno
> crónica con volantín en llamas
[gracias sean dadas al poeta,
y a los que lo han cantado,
por este verso inolvidable]
unas veces sí, otras no
-todo depende del yo,
claro, y sus circunstancias
en el aquí y el allá, aunque
no sé desde dónde escribo
esta seudo-canción
gitana al final también,
con un toque indie francés muy leve
vuelvo hermoso, vuelvo tierno
como una diminuta ola
pacífica que lleva
más de 25 años
en otras costas,
las atlánticas,
no cruzo por el Estrecho
de Panamá, ni me voy
por el de Magallanes,
menos por el endiablado
Cabo de Hornos,
llego, como cualquier
pasajero de nuestro
tiempo, aéreo
y olvidando el aterrizaje
forzoso en Pudahuel
caigo sobre Valparaíso
como una gaviota de invierno
que baja de su verano
en Georgia, para subir
luego a su otoño lectivo,
me quedo un mes y algo +
para abrazar a una madre,
conversar con un hermano,
con unos/as amigos/as
encontrar los momentos
que nos hagan otra vez
cercanos y bellos
en el decir y el gesto
no nací allí pero me arropo
cada que voy -porque no
me iré nunca más aunque
me vaya siempre, testado
tengo incluso que me dejen
como plankton seco frente
a la Caleta Portales-
con su manto de tristeza,
la de hoy y la de ayer,
mientras me observa
todavía con rostro de fría
pero combativa indiferencia,
esa que viene de sus repetidas
humillaciones, de sus highs,
de su arte molotóvico y letal
y que cae al Plan rabiosa
para hacerlo todo pedazos,
quemarlo todo a su paso
y dejar esos fragmentos
de un poema oscuro
y bárbaro en las paredes,
lo leo y lloro y entiendo
que yo sin ti no viviría,
puerto de mi amor, que
me han cremado tus hijos
mil veces en las calles,
repitiendo en mi corazón
chamuscado sobre el asfalto
el asedio barricado y voraz
de los incendios que lo rodean
y que su mar no puede apagar
y que bien supiera el poeta Correa
contar con lágrimas de oración y
con sus únicas palabras aprendidas
(aún -aunque ya como tarea
de enamorado en la distancia,
vigilante, lamiéndome las heridas-
juego al volantín, en el patio
de mi casa de Athens, sólo
que ahora es un drone, viejo
ya en su novedad de solitario azor,
que mira hacia allá abajo,
amarrado a ese paisaje,
tant de lumières et de couleurs
et tant de beautés délabrées,
sabiendo que se desplomará
enlutado un día sobre sus aguas
de la costanera como un desperdicio
y que la muerte nunca será sino
una pasajera más en su historia