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Prólogo a clickable poem@s (Santiago: RIL Editores, 2016)
de luis correa-díaz

clickable poem@s o el flâneur contemporáneo:
poesía amplificada, enchufada, multifocal

Eleonora Finkelstein


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De la revolución que representó, hace más de 20 años, la llegada de Internet a nuestra vida doméstica sería un anacronismo maravillarse todavía. Aquello del “acceso a la información”, que tanto nos impresionaba en los ’90 y que percibíamos casi exclusivamente como un nuevo medio de comunicación global, hipertrofiado; o quizás como una amenaza a nuestra privacidad (del modo en que “privacidad” se entendía en aquellos años), se ve hoy como una definición estrecha, un slogan que nos hace sonreír por lo lejos que estaba de anticipar los alcances del fenómeno.

Por eso, Luis Correa-Díaz incorpora esta herramienta con confianza, sin extrañeza, ni pretensión de erigir el recurso en “vanguardia”, al menos no en la misma dirección que nos impone el término desde siempre: ruptura de forma o sentido, desafío a las tradiciones, novedad. Tampoco se trata de la vieja y adolescente búsqueda de diferenciación, ni del gesto tenso por “modernizarse” de la mediana edad. Internet está domesticada, el hipertexto es una forma extendida de lectura que ya nos resulta natural. Natural aun para los que no somos nacidos y criados en la tribu digital: la información comparte nuestras camas, nuestros secretos son parte del mundo y todos los enamorados estamos a un click de distancia. El más puro realismo. Esto es lo cotidiano, a esto nos acostumbramos y somos relativamente felices. Pero lo “relativo” es otro asunto, que el poeta lamenta con humor amargo cuando nos recuerda, en el poema “iDA –en un i-mode slightly tántrico” que estamos “entretenidos hasta el aburrimiento, the world out there & in here is ours/ lo que tenemos en verdad que decir(nos)/ es cara a cara, aunque seamos maestros/ bloggeros y así nos manifestemos”.

clickable poem@s es un libro plenamente contemporáneo: amplificado, enchufado, multicultural y multifocal. Todos adjetivos que asumen, con una autopercibida y en consecuencia retransmitida sinceridad, y sin aspirar más que a la comprobación primaria, lo que significa ser “hoy” en el mundo. Pero, por si fuera poco, se trata de un enamorado en este mundo. Sí, el amor, same old thing, pero aquí y ahora, donde somos capaces de estar en varios lugares al mismo tiempo, en vivo o viajando a través de esos atajos entre realidades que llamamos “links”.  El poema “monimenta autoterapéutica”, que abre el libro, lo hace evidente desde el primer verso: “así ha quedado este hombre enamorado/ que fui: una especie de cyberphantom/ en esta multitasking ópera tecno nuestra, /(…)/ frente al espejo digital, con/ una acordada pretendida extrañeza, asiste/ al espectáculo mudo de sí mismo: un viejo/ prematuro que lee blogs, websites, revistas/ y newspapers online, post y photo sharing/ en my space o facebook (all kind of social/ networks para acompañarse el alma, en/ tentación cayendo a veces de entregarla,/ de puro aburrido existir, alas pasajero,/ a los tv broadcasts on the Internet, favoritos/ a la fecha los live grids de mogulus”. Una serenata, una novedad científica, una carta apasionada, el eslabón perdido o un poema de amor; cierta inquietud apocalíptica, también, como telón de fondo: todo se ofrenda a la amada. Porque el lenguaje no alcanza: “las generaciones/ del mundo seguían su great journey, felices/ y cada vez cantando un cántico nuevo/ alrededor del mismo y único árbol/ de todos, el más hermoso, quitándole,/ per omnia saecula saeculorum, uno/ a uno, sin temer la muerte ni el exilio,/ los brotes virulentos de ciertas palabras/ proféticas, como las que hay contenidas/ en ese libro de las plagas y del juicio…;/ un cántico que en sus días fue esta consigna: https://www.youtube.com/watch?v=KvOoR8m0oms.

Concluir el poema inicial con estos versos y cerrar con un link a la perturbadora canción de Laurie Anderson, “Language is a virus”, anticipa la clave con la que el lector deberá entrar y salir de estos poemas: para expresar lo mismo y lo diferente, está todo al alcance de la mano, tantas más cosas en el cielo, la tierra y el ciberespacio de las que caben en lo que sea que estés pensando, proyectando, haciendo, amando. Es tan cierto ahora como entonces, pero para ese “mucho más”, hoy Horacio ni siquiera tendría que moverse de la silla. Lo que no cabe en su filosofía, está ahí nomás, en la Web.

Claro que el autor sabe bien que un link, finalmente, es lenguaje. Ese es el juego: “y aquí, sin demora,/ transcribo la dirección precisa, con todas/ sus letras y signos varios, como si fuera/ el mejor de mis versos, con soberana/ libertad escrito en tu boca por mi mano: http://www.youtube. com/watch?v=BfCTnAgoxBM” de “Ciclópea”.  El hipertexto nos lleva a un fragmento de Rayuela de Julio Cortázar que comienza diciendo: Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, (…) una boca elegida entre todas, con soberana libertad (…). En réplica, estos versos del poema “ið”: “desde que vi esa luz en tus ojos hago/ cosas curiosas, como, por ejemplo,/y me río: acariciar tu breve nombre/ en el from del e-mail, con el cursor/ voy y vengo sobre él, oigo en cada/ letra, quiero creer, tu respiración/ y siento que alguien en ti nos habla”.  Es patente en ambos textos el sentimiento clásico que convierte a la amada en creación (¿ideal?, ¿abstracta?, acaso virtual es hoy el calificativo preciso), a imagen y semejanza de los propios deseos. El contrapunto me resultó inevitable: el dedo-el cursor; la boca-el nombre; el mundo real-el mundo imaginado. Todas piezas ahora fundidas en la misma y renovada humanidad, en el mismo y renovado tiempo. Es cosa de asomarse y dar un vistazo al abismo (de solo algunos años) que diferencia a la Net Generation de la iGeneration. En resumen: ya casi no se reconocen fronteras entre la existencia física y la existencia virtual. La realidad está definitivamente expandida. Y otro hecho de la causa es que varias generaciones vamos a compartir ese mundo. Del poema “iDA –en un i-mode slightly tántrico”: “i-generation:/ tengo todos los ‘i’s que ustedes tienen/ y gozan y por los cuales nos sentimos/ más personas (individuated by digital/ means) en este bravo y muy novísimo/ mundo de los mil y uno e-gadgets”.

Pero al margen de tanta herramienta, este es un poema de amor con todas sus cualidades. Por más que el poeta vaya de declarar su “congénita y genital tendencia, cupidity” o su pasión erótica: “por un nanosegundo/ creo, tontamente, que voy a morir feliz/ pero electrocutado…”, a dudar, en el mismo poema, de la propia intención que lo inspira: “este podría ser un poema de amor/ si se quiere así, pero prefiero que lo leas/ como lo que es: una prueba bella y simple/ de nuestra impecable coherencia quántica” (de “prefix notation o nocturno a lo JAS”). Pero las cosas seguirán siendo las mismas, aunque las llamemos de otra forma. ¿Habíamos quedado en eso, no?

Bueno, entonces hablemos de nuestro cerebro, donde todo tiene su nombre, y de algunas de sus operaciones básicas: evocación, asociación, interpretación, imaginación, anticipación. Incluyamos también las emociones (impulsadas, evidencia científica mediante, por ciertos procesos químicos): el amor, la soledad, la nostalgia, la euforia o la desesperación. ¿Cómo se impactan con la omnipresencia de este ensanchamiento de campo al que solo limita nuestra capacidad de búsqueda, de imaginar la pregunta correcta y de prever más de una respuesta sin angustiarnos?  Se impacta mucho y de gran forma, claro. Pero si abordamos el hecho en relación a la poesía, más concretamente a la poética que alienta este libro, la pregunta basal, la placa madre donde se montan sus circuitos es: humano, ¿qué vas a hacer con el amor, con la muerte, con la soledad, con el arte y la ciencia, si ahora debes hacerte cargo, además, de tu “inteligencia artificial”?

La poesía lleva décadas ensayando formas de amplificación, con resultados de diferente rango. El camino que nos muestra Luis Correa-Díaz despliega muchas direcciones posibles para continuar esa búsqueda y expandir los límites de la producción y de la recepción de los textos poéticos. En efecto, incorporar, en estos clicks, las asociaciones, la memoria, incluso la explicación es una forma de abrir el juego. Se abre en dos sentidos, el de la transparencia que conlleva mostrar los mecanismos  que accionan el verso y, quizás el principal, generar otras suscitaciones en el lector que puede irse del poema original a través del hipertexto, hacer sus propios recorridos y, si quiere, regresar a la nave madre. De los muchos cuerpos posibles para un texto, imagino que este tipo de fragmentación haría las delicias del autor de Rayuela, citado más arriba. Porque el lector lleva una declaración tácita sobre la frente: “no sé si volveré”, sin embargo, aún cuando el regreso no suceda, el resultado es muy diferente al de una lectura inconclusa. El concepto de navegar en internet (hoy algo caído en desuso) es muy parecido al del flâneur Baudelaireano, la diferencia es que, más allá de lo saludable o no que resulte, no hay que salir de la zona de seguridad. Declara el autor refiriendo de memoria al poeta polaco en “s/t [por falta de ocurrencia oportuna]”: “ps.1> recuerden: no del amor (mío, tuyo)/ sino de esa triple flecha del tiempo,/ claro que desviada, por fin, por fin,/ por ese pequeño Buda que todos/ llevamos dentro, calladito, terso,/porque yo ya no estoy (ni quiero)/ en este poema –si mal no memoricé/ el asertazo de nuestro Zagajewski-/ que tanto repetí y hasta el aburrimiento”.

Pero, en fin, es vital que la poesía y cualquier otra expresión se mezcle con otras. Digo “vital” porque hablo de supervivencia.  Esta es una idea antigua: la pureza es peligrosa, lleva inevitablemente a la decadencia y a la muerte. Pero no se trata de tradición y vanguardia. Esta alternancia ya no marca el paso del tiempo. Las vanguardias son una tradición, una tradición más, lo digo consciente tanto de la tensión conceptual como de la verdad de facto.

En este sentido, el de las mezclas, lo que ha marcado la mayor producción en la poesía, a excepción de las artes performativas, es el poema visual. A mi entender, si bien hay resultados notables, siempre ocurre que unas reglas acaban primando sobre otras. Por lo general, se consigue una obra más cercana a la plástica o, menos aún, un poema ilustrado, incluso cuando se trata de multimedia. Lo sugerente y muy significativo en clickable poem@s, como vimos más arriba, es que comprobamos que a lo largo de todo el libro, solo se trata de signos lingüísticos: letras, palabras, versos, links (hechos de la misma materia). Percibo en este gesto (apostaría a que consciente, programático) sumados algunos giros en la sintaxis y cierta referencialidad castellana, una manera en que el poeta hace un guiño a la tradición.

El lenguaje sigue siendo el mismo, aún en un contexto de tanta novedad encontramos todos códigos para descifrar, no hay nada frente a los ojos. El mix se produce “afuera” de la obra y genera algo que no es fusión sino polifonía. Los videos, la música, los colores complementan los textos y al mismo tiempo se encarnan en este. El lector puede ir y venir por cada poema, optar por volver o quedarse en otro lado, por recordar otra música, otro video, otro hombre o mujer que recargan el contenido y densifican la forma.

Aquel camino impuro, multidireccional, amplificado, es el que transforma estos poemas en una obra colectiva, hiperpoblada. Experimental, sí, pero un cierto tipo de experimento medido: el poeta/científico/alquimista sabe lo que hace y sabe lo que quiere. No se exalta ante las posibilidades de un laboratorio desmesurado, sinestésico y saturado. No, incluso nos transfiere cierta tristeza, cierto ahogo por este universo tecnológico nuestro que, por momentos, suena como los tópicos de la poesía beat. Y para mostrar en este caso mi propia asociación y seguir el juego, recordé (y busqué en la web para releerlo) el poema de Allen Ginsberg, “Sunflower Sutra”, con toda su enumeración trash, y aquel girasol con que el poeta se identifica (ambos, vivos apenas, entre la chatarra dos veces muerta) y al que reclama con profunda religiosidad: You were never no locomotive, Sunflower, you were a sunflower!   Bien, somos humanos: no es este un sentimiento inédito, pero el hablante lírico en clickable poem@s es, sin dudas, menos eufórico. En “afterword”: “vi/encontré el cisne/ de Darío entre Liverpool/ y London en un pueblo/ dormido through a dirty/ train window admittedly”.

Claro, Luis Correa-Díaz es un poeta de su tiempo.  Su misticismo es de otra naturaleza, de este nuevo ecosistema en que la ciencia dura se fundió con la imaginación, las creencias y todos los subproductos de la cultura humana. Excelentes noticias. Unos versos de “O Creator of the Universe” son elocuentes: (…) “un speaker of the sciences/ dice (sin caer en creacionismos, I do/ believe him) que es como si Dios hubiera/ instalado una antena receptora/ en nuestro cráneo para sus mensajes…,/ también, creo, podríamos imaginarnos/ con un software adentro -si ya la imagen/ no estuviera manida en otras analogías/ al uso que nos asemejan, sea cierto esto/ o no, a un computador-…, como si Dios/ hubiera … … … … … … …[fill in the blank/ with your own techno-poetic preference], /(…)/ esas believing brain cells/ (que God would have left in us) nos/ hacen bien y nos dan el necessary boost/ en nuestro share evolutivo, aunque entre/ nosotros nos hagamos guerras santas/ de todo tipo siglo tras siglo”. Y agrego unos bellos versos de “La Paz con-tigo –crónica chileno boliviana”, que semejan una oración: “cielo de todos por pantalla gigante,/ de un plasma tan nítido como una bendición…”. Deus ex machina, pero desde otra máquina.

Una cosa más (griega también) para retomar el hilo y reforzar la idea de que la ciencia está tan poética últimamente: el amor (aunque sospecho que el poeta lo usa como palabra clave para hablarnos de otras cosas). Pero de acuerdo, volvamos al amor porque siempre es allí donde se vuelve. Allí y a la fatalidad de la que somos herederos inevitables, para bien y para mal. En esencia los mismos plot twists pero extremely sofisticados: la amada se llama Megan y es matemática de profesión. Del poema final, “afterword”: “sin querer y de paso, esa/ más existencial que bio/ y que cósmica fatalidad/ última de ‘lo faltal’-/ y por fin en vez de Helena/ digo sin tener que Megan/ en una especie de fervor/ ecolingüístico calladito/ [un no soneto at all aunque bastante/ matematicus en sus propios términos…]”. Esta suma de versos, que podría ser solo lírica, es un hecho físico/virtual, so usual nowadays. La clásica realidad, aún con sus flamantes atributos, se impone a la ficción y no hay nada que los dioses, ni las máquinas puedan hacer para cambiar alguno de los innumerables cursos hacia el destino imaginado por un solo hombre.

Sample (páginas 27-28):


the link

tal cual la humanidad ha descubierto
en el llamado “Ida-fossil” –exquisitely
preserved, incluso hasta poder saber
que el make-up of her final meal fue
un vegetarian snack- su missing link
entre nuestro evolutionary branch
and the rest of the animal kingdom
…yo he encontrado en ti -en la alegría
de tu nombre, en la vida de tus ojos,
en el suavecito y arrosariado vestigio
que es tu cóccix de lo que alguna vez
recordaremos (far into the future),
en el amanecer de nuestras noches
& en el anochecer de nuestros días-,
el mío, mi perdido eslabón consentido,
el que me conecta con mis earliest
ancestors, tan lejos atrás que llego
a sentir que ya no tengo más pasado
y así, viéndote enamorada, me veo
como nunca creí que me vería, feliz,
aunque bien te demoraras la friolera
de 47 millones de años en aparecer…
…mientras me entretengo haciendo
este link entre nosotros y ese global
event
y te lo adjunto, con un párrafo
explicativo -en el que no faltan otras
galanterías que dicen lo que aquí no
sería de la incumbencia de lectores
presuntos- a un e-mail , esa wonderful
creature
es a) presentada y b) virtualizada,
en su infantil gloria, al mundo, antes
de pasar a ad æternum pieza de museo,
aunque el caso promete menos olvido,
a) https://www.youtube.com/watch?v=8bKHAaNxOv0
b) http://news.bbc.co.uk/2/hi/science/nature/8057977.stm


 

 

 

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