de Irene Mardones Campos
(1936-2019) guardo
ese puñado de sonrisas
que ella sabía dar
como si diera frutas
de greda luminosa
y sin nunca repetirse
en eso de la forma
que el hálito del corazón
fue siempre el mismo;
guardo también y más
que nada, temprano
por la mañana fría
de esas falsas orientales
de la Cordillera de la Costa,
una conversación
en el aeropuerto
Pudahuel -que lleva
otro nombre ahora
y que algunxs quieren
que lleve el de un poeta-,
éramos tres en realidad
y yo me las di de fixer,
amateur pero alado
de amor por ellos,
con su venia..., de lo que pasó
y después son testigos
los años y su esposo
que hoy la llora y todxs nosotrxs