JUGANDO A SER EL HOMO LEGENS
Luis Carlos Mussó
Tercer certamen del Festival de la Lira de Cuenca, Ecuador
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uno
Ya el poeta mexicano Gabriel Zaid nos confirma algo que hemos sospechado antes en solitario –y luego, meditado en colectivo–, al afirmar que la meta literaria más alta es la felicidad de leer, en lo que él llama libertad de “ser leyendo”. Implica que la constitución del ser humano se completa, en gran parte, con la lectura de lo que produce intelectualmente la especie. Obviamente, si seguimos a Zaid nos enfrentamos a una certeza: la de que la lectura inteligente obra, de hecho, milagros en el sentido de elevar el nivel de una época, apuntando a una producción mayor en número y en calidad en los distintos géneros.
A la hora de enfrentar textos de poesía, también tenemos una suerte de coincidencia en ese misterioso lugar llamado lectura. La poesía está viva cuando es leída; adquiere vida cuando la escuchamos. Por tanto, revivimos el texto cada vez que nos da por lo leerlo y recordarlo. Quiero decir que los sendos poemas son organismos dialógicos (y aquí tienen mucho que ver las dimensiones tiempo y espacio) que ven al ser humano como lo que es: como quien soporta sobre las espaldas la huella de lo inconcluso, de lo incompleto.
Cuando estamos de un lado del horizonte de ese constructo, de ese producto cultural, de esa línea creativa que fomenta el poema, se nos permite atisbar la resonancia de ciertas voces que deciden decir y sugerir desde sus propios contextos. Nos enfrentamos, por tanto, con aquellas voces que se enfrentan al mundo desde su particularísima visión. El poema es un organismo que permanece vivo; la lectura no debería matarlo, aunque suela hacerlo. Intentar acercarse y adentrarse en un universo otro a través de esa puerta textual del poema, es leer pero también leerse, casi sin que caigamos en la cuenta de que lo hacemos.
Estos son los juegos de lenguaje que se están jugando, decía Wittgenstein en sus Investigaciones Filosóficas. Cuando la literatura re-articula o desfigura el espacio desde el que se produce, cuando va por la vereda que el poder no transita, cuando ilumina una vía distinta, cumple su perspectiva subversiva (y se vuelve, asimismo, peligroso, de alto riesgo como el material radioactivo). A nosotros, como lectores, nos queda develar esa representación icónica entre sentido y referencia del texto literario. Ya lo dijo Ricoeur, el arte suspende la referencia, pero la referencialidad es variada y calidoscópica, como múltiple es el acercamiento que podemos intentar hacia las letras, y hacia nuestra región más poética y política, que es el cuerpo que habitamos. El franqueo de nuestros pasos a cada poema es, cada vez, necesariamente distinto. Ya hemos visto la forma en que se ha querido forzar la validación de diversas teorías a través de los textos de la literatura, pero la idea es no hacer decir al texto algo que no afirma (habría una carga de violencia de índole ideológica y también metodológica, por decir lo menos). Por eso es que el poema trasciende el sentido, esto es, se incluye dentro de una tendencia pero posee características que lo hacen caminar hacia su individualización, hacia esa condición de irrepetible. Quizá nuestra aspiración a la hora de pronunciarnos sobre un texto debiera ser aclarar en algo, aportar algo a los otros lectores, en cuanto a esa cadena de significados que conforman el sentido de una obra. Jamás oscurecerla.
A lo mejor estos asuntos de la literatura son atractivos a un creciente (eso espero) porcentaje de la población en el sentido de que nos posicionan ante un espejo de circo que nos desnuda tal cual somos / y tal cual deberíamos ser / y tal cual pudiéramos ser. A lo mejor, el desvío de la norma en el lenguaje que produce la literatura deba ser matizado por ese cuestionamiento íntimo en el sentido de qué tipo de desvío es el que logramos (desvío con respecto a qué, decía Ricouer, ya que la lengua posee, de por sí, desvíos naturales). Así, el lenguaje, que es el lugar de la comunicación, se convierte en el lugar del equívoco y de del multívoco, de la incomunicación. El puente se rompe más a menudo de lo que deseamos.
Si los autores trabajan dese sus perspectivas y aristas aquel material que es la lengua, sirven a su idioma, transmutándolo en un lenguaje poético, en carne de su carne. También debemos preguntarnos qué es poético hoy. ¿Hemos superado numerosas etapas en la creación y lectura? Si es así, hemos constatado que la confrontación con nosotros mismos y con el lenguaje que los creadores eslabonan a viva voz en los poemas de cada época traba relación con nuevos significantes, con nuevas circunstancias existenciales y contextuales. Aquí, en el lugar donde todo es aparente, descubrimos que la literatura es el lugar donde lo sustantivo y lo adjetivo intercambian roles. Por citar un ejemplo, el tono aparentemente objetivo de la poesía conversacional, ¿lo es así de radical? Esa palabra des/organizadora que es el poema, se involucra en lo performático, abona en pos de solidificar lo que denominamos capital simbólico con elementos que se extraen de la sangre, llega a otra clase de lectores siendo multimedia, mezclándose con otros géneros, etc. Esos juegos condicionados por nosotros (y los otros) hacen que haya siempre varias lecturas todavía para aquellos textos. Lo que sabemos, o intuimos más bien, es que el poema queda íntegro después de la lectura. Los juegos del lenguaje que se están jugando confirman que la meta literaria más alta es ser leyendo.
dos
Propongo una experiencia, un experimento lúdico, algo así como una teología de la carne. Donde quiera que nos encontremos con la palabra dios, leamos, más bien, palabra:
porque ese dios que autorizó a la vejez a aniquilar las fuerzas de mi padre / ese dios que se hace adorar edificar intrincadas catedrales con tenebrosas gárgolas de porosa piedra que arranca confesiones pensamientos íntimos incluso la piedra que guardas en los riñones / ese dios que mató a sus hijos con el gas mostaza con el monzón con el VIH / me ordena ahora asesinar al mío / y me hace mirar—lo con lástima: / dios que debería ser linchado y vertido en una cloaca / yo miro a ese dios con saña / dios que debería ser torturado y muerto / yo miro a ese dios con extrañeza cuando le arranco la máscara y encuentro una duna de vidrio / dios que nunca fue dios / dios que nunca fue nada