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Barrio Bravo
Cuentos. Luis Cornejo. Editorial Alfa 1955, 101 páginas

Por Alone
Publiado en revista Quilodran, N°1, marzo de 1966


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Pocas veces habrá sido más brillantemente desmentida una afirmación que la hace poco lanzada de que el cuento había decaído en Chile, que ya no había los cuentistas de antes, que este género, un tiempo gloria de nuestra literatura, vivía del recuerdo de unos y la presencia silenciosa de otros, los cuales poco o nada añadían desde hace tiempo, a su obra.

Sentado el hecho, se edificaron sobre él teorías.

A nadie se le ocurrió, como en el caso del pez y el agua, comprobar si era cierto.

Ha sido la atención pública proyectada sobre el problema la que ha venido, inesperadamente, a resolverlo y mostrar que, entre los jóvenes existen cuentistas, si no superiores, comparables a los de antaño, diferentes sin duda, adecuados a la época, acaso de gusto, para muchos, dudoso; pero innegables por su valor y su personalidad, extraños, vigorosos, actuales.

Hemos nombrado a algunos.

Ahora descubrimos otro, más fuerte aún, incorrectísimo, lleno de altibajos, a ratos ingenuo y efectista o melodramático; pero de un realismo tan potente, de tan visible autenticidad, que sus tipos resultan de los que, una vez vistos, no se borran.

Insistimos en este rasgo; nos parece el único apoyo sólido en el movedizo territorio de la estética. Ignoramos por que son o no son bellas las obras de arte, ignoramos aún si lo son y costaría hallar dos entendidos que concordaran al juzgarlas. En ese caso, el hombre está perdido sin la memoria. Todo podrá decirse sobre una obra y un autor; si acaso pasado unos años, la han olvidado o la recuerdan, si tiene aún admiradores o si nadie sabe cómo se llamaba, ahí está el juicio: la gloria no es sino una larga huella.

Entre los innumerables volúmenes que recibimos, hojeamos y leemos, a medias o completamente, se reproduce, a mínima escala, la lucha por la supervivencia: toda la critica consiste en dejarlos luchar. Porque uno asiste a su propia opinión; no se la forja: la acepta, se mete con docilidad al triunfo del más fuerte. ¿Cómo, por lo demás, comentar un libro que resbala y dejar de hacerlo con otro que obsesiona?

"Barrio Bravo" figura entre estos.

Cuídense de el las señoras, las niñas y también los caballeros educados, de paladar y sistema nervioso vibrantes. No van a pasar ningún buen rato leyéndolo. Preferible será elegir otra cosa. Se trata del barrio ultra Vivaceta, no se ven sino conventillos asquerosos, poblaciones obreras semi-callampas, gente mal hablada y feroz. No hay, acaso, cúmulo de palabras obscenas como en las páginas del señor Méndez Carrasca, autor de "Mundo Herido". Luis Cornejo no las necesita. Las groserías materiales constituyen un supremo recurso. Luis Cornejo mas bien se contiene y mide el horror, mide, no tira las riendas al cuello del caballo ni lo espolea o azota; es el mismo animal el que se dispara.

¿Será posible esbozar un esquema de sus seis cuentos?

El primero exhibe a la señora "Cuatro Dientes": "...era enorme, con unos brazos fuertes y musculosos, igual que los de un gañan. Cuando peleaba con alguna vecina, poco duraba la riña. Bastaba que la "Cuatro Dientes" lograra colocar uno de sus fuertes golpes en su contrincante, para que la tal vecina quedara "hablando leseras en el suelo", como ella decía. Era lavandera. Ya se supone lo demás. El segundo cuento nos hace trabar amistad con "Cuello de Loza". "Cuello de Loza llamaban a un muchacho de unos diecinueve años, alto, relativamente simpático. Lo relativo dependía del gusto de las muchachas que lo preferían. Pelo ondulado..." Sigue el retrato. Cornejo detalla honradamente. "Cuello de Loza era bailarín"; pero no tenemos tiempo para decir cómo era bailarín Cuello de Loza, hasta que punto alcanzaba su pasión danzante y qué consecuencias tuvieron sus bailes. Nos espera el señor González. Aunque, éste, mejor, dejémosle pasar "como a la fiera", hagamos en torno a él un silencio; podría mancharnos simplemente viéndolo, escuchándole. No así el "Chicha Fresca". Había un pordiosero en el conventillo. Murió. Naturalmente, bajo su colchón, como en el catre de todos los pordioseros, había plata. La gente del conventillo halló el tesoro, se lo repartieron equitativamente, gracias al "Chicha Fresca" que fue un buen repartidor y alma del festín que se siguió, de la orgía, de la borrachera, de lo cantos, de los bailes, de la remolienda y de la parranda. Ninguno supo cuanto había durado. Hasta verse en la calle, porque el juez comprobó que, si no pagaban, no era precisamente por falta de dinero efectivo. Y ya no quedan sino dos: "El Capote" y "Liberación". Nosotros colocaríamos al fin "El Capote". Se trata de una sola escena, la violación de una muchacha en un potrero suburbano, en torno a la población "El Salto" por una banda de quince que amarran al novio de la joven para que lo vea todo.

Aludimos a la memoria, hablamos del criterio de la memoria.

Pues bien, nos parece difícil que, aunque viva cien años, una persona, después de leer aquello, deje de recordarlo hasta su último instante. Hay hasta una especie de pudor que escalofría en esos círculos; ninguna complacencia ante la desnudez, ni el menor gusto por la bestialidad; tampoco indiferencia; son una serie de temblores que pasan y querríamos apartar, pero no incluyen aspavientos, maldiciones, gestos aparatosos.

Luis Cornejo escribe por instinto. Su prosa suele traer ecos de fabula antigua, entonaciones de cuento infantil. Darío Carmona nos ha dicho quien es.

Nació el año 1930: tiene veinticinco. Su abuelo era colocador de baldosas, su padre era colocador de baldosas, él mismo siguió, durante un tiempo, la profesión familiar. Pero tenia algo adentro. Estudió en una escuela pública hasta el quinto: sería uno de esos muchos chicos que uno ve salir con indiferencia a la calle, donde juegan, gritan y estorban. Siguió clases en colegios nocturnos y compatibles con su trabajo. Pero no iba a ser obrero. A los dieciséis años descubre el teatro, empieza a actuar en radios y escenas. A los veintidós compone piezas, dramas, melodramas, sainetes en uno, en dos, y tres actos. Ya está lanzado. Naturalmente, lógicamente, inevitablemente, lo toma el Partido Comunista y lo lleva a Polonia, a Checoslovaquia. ¿Por qué no hacen otro tanto los capitalistas? ¿Para qué les sirven sus capitales?

No obstante, en "Barrio Bravo" costaría descubrir trazas de propaganda. En los "Viajes" de Neruda ellas resaltan no sin molestia. Aquí, nada. El hombre está en su elemento, se mueve como el pez en el agua. Es un narrador nato que ha surgido entre espectáculos dignos de narrarse y narra. He ahí todo. Ignoramos si, al fin de cuentas, el Partido habrá hecho un buen negocio con lo que gastó en pasear a Luis Cornejo. Sus personajes se hallan demasiada vivos, se ve que existen, poseen inteligencia, discernimiento, iniciativa, por tanto, responsabilidad, esa responsabilidad que la lógica comunista se empeña en trasladar íntegra a los hombros del burgués. Ni la ''Cuatro Dientes" con su macho en el dormitorio, ni "Cuello de Loza", ebrio de danza, ni el horrendo González, ni los jóvenes forajidos de "Capote" pueden considerarse víctimas del podrido régimen, palomas, corderos. No. Cada uno, dentro de su pellejo, de su inmundo pellejo, tiene un alma. Por eso viven, interesan y no constituyen rebaño aprovechable.

Por lo demás, la prueba de que el verdadero valor, aun dentro del abominado sistema, se manifiesta y surge, que la masa no constituye una cerrada fatalidad, la ofrece el propio Luis Cornejo, autor de este libro, lleno de candorosas faltas y finales efectistas, pero que chorrea talento natural y no podrá dejar de imponerse.



 

 

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Cuentos. Luis Cornejo. Editorial Alfa 1955, 101 páginas
Por Alone
Publiado en revista Quilodran, N°1, marzo de 1966