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Una mirada al arquitexto.
La arqueología de Luis Cornejo[1]
Luis Cornejo. Obra reunida. Hebra Editorial, 2019
Por Daniela Pinto Meza
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Cuando finalmente el joven Teodoro de Cirene había acabado con su hermosa demostración de que la naturaleza era perfecta, aunque existan los números irracionales, el viejo Pitágoras se dio cuenta de que todo era verdad. Existía el infinito. O sea, aquello que tiene un inicio, pero no un fin. Y era una caracola ¿Cómo pudo el discípulo llegar a esta conclusión? ¿Se formó antes o después la caracola infinita? ¿Por qué querer encontrar este diseño? La respuesta es el ἀρχή (arché). El principio.
Y este principio es el sello del trabajo de Hebra Editorial. Toda obra reunida supone una labor arqueológica. Una labor de búsqueda que transforma a los editores en los detectives salvajes de lo antiguo. De lo arcaiologico, como dirían los griegos. O sea, del conocimiento de quien cuenta viejas historias, las trae al presente y las comparte con los nuevos. Los oyentes del mañana. Aquí es donde la memoria se contrae hasta que el recuerdo se traduce en la grafía de la voz. Ahora, no solo es un libro, ahora es un archivo. Un lugar de búsqueda.
Estamos en presencia de un archivo arqueológico de Luis Cornejo Gamboa. Una edición de sus textos reunidos que busca acercar a los lectores al conocimiento literario de un autor nacional, perteneciente, hasta esta tarde, al canon invisible del país. El instante es preciso, porque el diseño de la caracola comenzó en el punto en el que el equipo Hebra escogió a este escritor para leer, investigar, rastrear, entrevistar, seleccionar y confeccionar este arquitexto. Este hito es infinito, porque no sabemos hasta dónde se difundirá su obra o quiénes harán esta labor o si lograremos sembrar la semilla del rescate literario. El momento es importante pues puede significar la inserción de la narrativa de Luis Cornejo en el país o el olvido definitivo de un creador.
Pero ¿quién es Luis Cornejo? Un caleidoscopio humano. Un hombre de principios del siglo pasado. Un escritor, obrero de la construcción, jornalero, actor de comerciales, productor y director de cine: A Valparaíso, El chacal de Nahueltoro y La Universidad en la Antártica se hallan entre sus trabajos de producción y dirección. Pero, me referiré solo a su faceta de escritor, puesto que su labor en el cine y el teatro merece otra iniciativa como esta.
Las obras de Luis Cornejo pueden ser leídas en clave de sol, pero de un sol que se difumina con el paso de los años, hasta que se oculta. Es por eso que necesitábamos el detectivesco trabajo de los poetas Priscilla Cajales y John Uberuaga para recomponer una lectura desconocida.
La narrativa de este autor permite visibilizar una realidad diferente que se ha homologado a la producción literaria denominada social, marginal, de los bajos fondos o de la miseria. No obstante, además de esto, pienso que es una narrativa vivencial. Noción que defino como la unión de la experiencia del escritor con la intimidad del relato. Así, logro hacer la diferencia entre Alberto Romero y Luis Cornejo, por ejemplo, con sus obras La viuda del conventillo del año 1930 y Barrio bravo de 1955, respectivamente, donde la espacialidad es una temática discutible al igual que la construcción de los personajes. ¿Cuál es la diferencia? La interiorización de y en claves sensitivas que se pierden desde el afuera: aromas, sonidos, formas del decir, cuerpos. Finalmente una performatividad signada por la sensación que existe cuando experimentas el entorno. Formas de la praxis que superan a la teoría, por tanto, a la estética. Porque lo importante, en este punto, es lo que dice, lo que enuncia y denuncia el autor, más que la forma. Esto dejémoselo a la estética.
Luis Cornejo utiliza frases cortas, sencillas, sin arrogancia. Usa pocas metáforas (que es lo maravilloso de su escritura) y bastantes refranes. Ir por lana… por ejemplo, se llama una de sus obras, que raya en la picardía. Quizás esto nos guste o disguste. Pero, lo importante, y de allí mi elección por su narrativa, son el queso y los gusanos de la microhistoria que construyó. Porque de eso poco se vive y mucho, pero mucho, se escribe.
Las novelas y cuentos de nuestro autor, permiten replantearse la tarea de construcción de una sociedad que, en gran medida, ha perdido la noción digna del esfuerzo, del trabajo y de la lucha por la dignidad de esta misma labor. Pienso, por ejemplo, en la novela El último lunes. En ella, Manuel, su protagonista, es un obrero de la construcción que trabaja con su hijo en una casa ubicada en el sector oriente de Santiago. Él muere gritando, sin haber podido colocar las baldosas a una piscina; una escena que es el símil del engaño que significó aferrarse a la ilusión de que todo sería mejor. De que la estructura rompería sus cadenas para que la ilusión trabajadora se realizara. La escritura del productor chileno nos muestra una humanidad que, por una parte, enfatiza y ensalza los valores que provee la pobreza, pero, al mismo tiempo nos presenta los hitos del lado b de la exclusión y la marginalidad social: violencia, cotidianidad presente y carestía.
Al rescatar las obras de Luis Cornejo Gamboa, lo que Hebra Editorial hace es reconstruir un canon literario que decidió, simbólica y materialmente, omitir la existencia de las obras posteriores a Barrio bravo, como ha sucedido con muchos otros autores a nivel nacional. Sin embargo, la pregunta es ¿por qué estamos mirando hacia atrás, buscando en los autores anteriores lo que pudiera estar inscrito en la literatura actual? Un compromiso social faltante, una vivencia inexistente, un conocimiento nuevo en la vorágine de hiperinformación, tal vez. O, un arché textual que nos conecte con las experiencias pasadas, para identificarnos en el presente, asumiendo la vivencia anterior como parte de nuestra propia historia. Quizás.
En una sociedad que ha desarrollado la cultura del residuo y la glorificación de las instancias de orden por sobre el devenir natural que genera el vivir, las lecturas de los bajos fondos nos retrotraen a un tiempo en el que la vida, más compleja y dura, y los mecanismos de enajenación, más naturalizados en la actualidad, nos mantienen expectantes para asumir el porvenir. Y, por lo mismo, los personajes de Cornejo nos duelen al leerlos. Así, jornaleros, obreros, allegados, recolectores, son los protagonistas de un mundo en el que la noción de futuro, se enmarca en la sobrevivencia del presente.
Finalmente, la labor arquitextónica permite ir en busca de un arje, muchas veces olvidado, que es necesario rescatar si es que deseamos construir nuevas formas de visibilización en la literatura nacional. Más bien, si deseamos trazar el primer punto en el diseño universal de la caracola infinita.
[1] Texto leído en la presentación del libro Obra reunida, de Luis Cornejo, publicado por Hebra Editorial, en el Palacio Rioja, Viña del Mar, el 21 de marzo de 2019.
Durante la presentación:
izq a der: Rodrigo Carvacho Alfaro, Daniela Pinto Meza, Muriel Cornejo y Priscilla Cajales