Calcio en la mirada de la noche (Komorebi, 2022) es el tercer libro del poeta Lucas Costa, luego de Playa de escombros (Alquimia, 2017) y Encomienda (Cuneta, 2013). También es autor de una traducción del Libro de los muertos, de Muriel Rukeyser (Usach, 2021), quien es considerada la artífice de la poesía documental.
Para situar la voz presente en este nuevo libro quisiera volver al texto final de Playa de escombros, titulado “Remanente”, donde ensaya un poema largo en que los versos parecen ser lo que todavía quedaba en el tintero y se juntó sin esperar eso que llamamos coherencia textual, cosa de la cual la poesía se desentiende cada cierto tiempo, cada cierta cantidad de poetas, para respirar libremente. “Dejar el dominio arrogante sobre el poema” dice Barbara Guest, traducida por el mismo Lucas. Pues bien, “Remanente” me parece un puente entre su obra anterior y su nuevo libro y dibuja el tránsito de una poética que busca dar cuenta de lo real con una sensualidad entre sublime y sórdida: ya sea el padre encarcelado en Encomienda, o esa especie de mochileo a través del lenguaje que es Playa de escombros, proponiendo formas de montaje y alternos ramajes sígnicos. En Encomienda, Costa había esbozado una poética posible: “Rinde cuentas, no pleitesía./ Hazte cargo de los baches, cabos sueltos”. Una poesía que asume algo que falta que no se resuelve/ por lo escueto, lo duro, lo prosaico, lo postizo, lo local.
Hacer poesía de ese remanente, ese residuo que no sobra. Un amigo señaló que Costa intenta en Playa… una especie de puntillismo pictórico aplicado a la palabra o con las palabras. Un cortocircuito con el lector [un] disparo contra todo lo que se mueve.
Soltar las amarras del poema: esa parece ser la lógica de Calcio en la mirada de la noche, “dejar el dominio arrogante sobre el poema a una mano invisible”, para completar la cita de Guest. Eso invisible que desea y hacia lo cual se dirige el poema, creo, es la base del proyecto poético que Costa desarrolla en su nuevo libro. O en contra de esa arquitectura, también, invisible que se quiere imponer, y a favor de ese dominio al que se aspira: intentar ordenar el cúmulo de experiencias que lo desborda.
Dividido en tres partes, cada una de ellas avanza un paso más en la dirección señalada, la progresión de una imposibilidad: experiencia de la paternidad y, quizás más decidor, experiencia con el lenguaje y sus posibilidades. El gran tema acá es cómo se construye ese dar a luz en dos dimensiones: la criatura humana y el animal literario; cómo se cuenta y cómo se trabaja desde el intelecto y desde lo físico. La alusión al calcio en el hueso y en las estrellas realza la distancia que media entre la experiencia y la comprensión de ella, el abismo que separa pensar de antemano el poema (que, como señala Guest, es frágil) y el texto que se quiere devenir incontrolable. Un libro como Calcio…puede parecer material más cercano al azar que al control consciente, pero su lectura revela que la relación entre intelecto y palabra es importante. Se me ocurre un símil para su escritura: lienza/pez. Y la esgrima que suponen los intervalos de sístole y diástole en la mano de quien va en el bote. Tengo recuerdos de pescador fugaz en el río Imperial, de noche casi: el frío, el silencio, la paz, el miedo, la corriente casi imperceptible, la intuición que nadie vendrá en tu ayuda si algo falla: pesca y escritura. La lectura del libro arroja bengalas cada cierto tramo. La mirada del poeta parece dirigirse tanto a la noche que cae sobre la escritura como a la perplejidad que supone ser padre. Sobre ambos hechos cae también la sombra. Costa desarticula a conciencia los referentes inmediatos, mezcla citas, no le es ajeno el asombro: lo nocturno es sinónimo de luz en su poesía, de una extraña claridad que va y vuelve en un viaje entre lo terrenal y lo celeste.
Lo que hace Lucas Costa en este libro es bastante arriesgado. En este sentido quisiera invertir el asunto, porque siempre se habla de la gratuidad del lenguaje cuando apela a múltiples sentidos, cuando escapa a nuestro horizonte inmediato y deja de ser visible para empezar a ser entendido desde la música o figuras desprestigiadas como la metáfora o la imagen. Diré entonces que en lugar de quedarse en la comodidad de la referencialidad, este libro apuesta por el vértigo y el lenguaje opaco, sin soltar totalmente las amarras del poema. Apuesta por hacer mímesis de la perplejidad y no del mundo como es o como debiera ser.
Calcio en la mirada de la noche es un texto a ratos oscuro, difícil, pero lo es en el sentido que siempre ha sido la buena poesía, que reclama una lectura desde las texturas, el ritmo y lo visual. Quien espere un libro de poemas más donde la experiencia se superponga a la expresión de la palabra, que se aleje. Quien busque un lenguaje que se interrogue, explícitamente y no, sobre sus mecanismos de construcción y se haga eco de la afasia que significa querer decir lo que se sabe único e innombrable, que vaya al encuentro de Calcio en la mirada de la noche y reconozca no las visiones (que ya no estamos, ni este libro ni la poesía, para visiones), pero si las certezas de quien intenta -y logra ampliamente- hacer decir algo nuevo a las viejas palabras.
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Ricardo Herrera Alarcón (Temuco, 1969). Profesor de Castellano. Editor de revistaelipsis.cl y de Editorial Bogavantes de Valparaíso. Ha publicado Delirium Tremens (2001), Sendas Perdidas y Encontradas (2007), El Cielo Ideal (2013), Carahue es China (2015), Santa Victoria (2017), la antología Todo lo que duerme en nuestro corazón desembocará un día en el mar (2020) y Adicciones y fobias (2021).
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Sobre "Calcio en la mirada de la noche" de Lucas Costa.
(Komorebi, 2022).
Por Ricardo Herrera Alarcón.
Publicado en revistaelipsis.cl, 20 de diciembre de 2022.
