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Lucas Costa: una poética abierta a las ideas peregrinas, a las interrupciones.

Por Felipe Moncada
Publicado en https://transtierrosblog.wordpress.com/ 7 de noviembre de 2017



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Dice Lucas en un poema de Playa de Escombros: Se dice mar/ (y no pasa nada)/ como si fuese solo / la abundancia / extraordinaria / de ciertas cosas (pág. 14). Y es por ello que en las metáforas de la prensa, en el hablar de la gente se puede hablar de “un mar de gente”, “un mar de aplausos”, “un mar de información”. La metáfora de mar como algo inabarcable parece algo del mundo antiguo, allí está el límite del mundo conocido o el límite de la imaginación. El arquetipo del mar nos inunda, todo cabe en él, los tiburones azules, las epidemias de medusas, los cardúmenes de atún. En él los seres de la oscuridad encienden sus lámparas en las cavernas, en él hay esqueletos de submarinos, en él, hace no mucho tiempo, se lanzaron cuerpos, se acota en uno de los poemas. Él también es escenario en la sociedad de la información, por ello la vieja muerte vuelve a ser noticia: Una ballena varada muere en cámara lenta. / Las grabaciones de su canto atraviesan el agua / la hacen palpitar en la capacidad de la quietud (pág. 36).

¿Cómo es morir en cámara lenta y cantar y hacer que ese canto haga palpitar el agua? La instantaneidad de la imagen no puede detener las acciones sino dar cuenta de ellas, pero quizás puede ser morir como ese hombre que cae de un edificio –y que se menciona en un poema– y que relaciono con esa caída viralizada de un hombre en el atentado a las Torres Gemelas, pero que visto de cerca es solo una suma de pixeles, granos de la pantalla, no tiene identidad, o bien es el hombre occidental perpetuando su caída en su propia tecnología. Entonces esa abuela biológica que es el mar, nos recuerda que somos peces racionales que apenas disimulamos escamas bajo la camisa, y nos devuelve en el espejo ya no el mar azul de las batallas sino una jalea de medusas venenosas a manera de cicatriz.

Si quisiéramos entender el esqueleto narrativo de este libro, podríamos hacer notar que sucede un terremoto o un tsunami y a partir de ello se seleccionan momentos, tonos. Hay sin duda una catástrofe, un pliegue en la historia geológica que vuelve a tirar los dados para recomenzar la historia de comunidades, hay un incendio forestal, una carretera y un sujeto que recuerda otros lugares, otros momentos de su vida, y como ha optado por no hacer de ello moralejas, sigue su camino encendiendo su cámara a ratos, capturando acá una escena familiar, allá contrayéndose hacia el lenguaje, recogiendo en su viaje una multiplicidad de registros posibles. Cito: Una niña vietnamita imagina los procesos involucrados en el zarpe de una zapatilla, esa que andas trayendo por ejemplo o la que encontramos ya resquebrajada en el roquerío y que cierta gente colecciona (como coleópteros o trozos de coral) (pág. 30). El mar es entonces también la globalización, la economía, la producción, los negocios, los conteiners que atraviesan las “líquidas llanuras” (R. Jacob) internacionales. Dice la teoría del caos que el aleteo de una polilla en Babilonia podría provocar un remolino en el río Cautín. Y de manera parecida, en el caso del fragmento citado, el hallazgo de una zapatilla en esta playa de escombros, trae la historia de su origen de fabricación y el pensamiento de una niña vietnamita. Puro caos de mundo interconectado que en la poesía haya su refugio.

Hay en el hablante una revisión de lo que se puede o no decir, no quiere hacer poesía social como se la entendía antaño, pero reflexiona al respecto, dice: Intento comprender esta posición humana / de la vida pedestre, como bien lo dijo otro: / respecto al sufrimiento, cómo hacemos vista gorda. / Dar cuenta de un incendio / no facilita el agua a los helicópteros (pág. 38). A propósito de ello, recuerdo que mientras se quemaban bosques y monocultivos forestales del valle central de Chile durante el verano pasado, se quemaba también la red social de algunos poetas, moralizando sobre si era o no correcto postear poemas contingentes, porque claro, el hecho de mencionar o estetizar la desgracia, no la resuelve. Lo curioso es que la polémica suscitada tampoco apagó el fuego o llevó frazadas a los campesinos damnificados, como si la justicia virtual actuara en el plano simbólico solo para señalar pero no para actuar, o bien para señalar el heroísmo propio y su recompensa en likes. Entonces parece una especie de uróboros, la mitológica serpiente que se muerde la cola, ello de justificar la contingencia de la poesía, pues ya no se juzga lo que se dice ni la manera de decirlo, sino también el momento oportuno de decirlo. Por ello quizás la cautela en el tono de lo social, pues la policía estética & ética duerme con un ojo abierto para espantar a las moscas que aterricen sobre su mortadela.

Las ruinas reales también afloran en el poemario, esos restos industriales que se comienzan a mimetizar con la maleza y que hablan de fugacidad, de lo pasajero del empeño productivo, dice Costa: … mantener el silencio que comunica / un electrodoméstico en medio del roquerío, / las flores dentro de la chatarra (pág. 48). Ese aspecto del libro entra en sintonía con un contemporáneo suyo, con la Junkopia de Johnatan Opazo, que recorre los eriazos maulinos con su obturador atento a los contrastes de la ruralidad urbanizada, saqueada y llevada al vertedero.

Da la sensación de que muchos de estos poemas son fragmentos de un diálogo que el autor tiene con alguien, de que tanto él como su interlocutor saben de lo que vienen hablando y desde esa suspensión se da punto de partida a los textos. Los poemas no apuntan a una continuidad de sentido, los saltos, o cambios de escena apuestan, imagino, a presentar las distintas caras del dodecaedro, ya que el Aleph o el Paterson de W. C. Williams, enseñaran que todas las caras de un relato, todas las superposiciones de realidad son posibles y acaso equivalentes.

Hay una primera persona que recuerda y describe actos fragmentarios, hay un nosotros con quien hay complicidad y un diálogo que le precede, como dice Lucas en el texto de la página 12: Cada uno explica como puede. Yo siempre exagero. / Se me atropellan las ideas peregrinas si escucho ruidos. / Pienso al tiro en un incendio / un choque brutal o explosiones de una fábrica. Es decir, el poema está abierto a las ideas peregrinas, a las interrupciones, entonces la propuesta es hacer de ello una poética, lo inesperado o impredecible como material de construcción. Pues en ese remecer las vigas que trae cualquier catástrofe, “adquiere de golpe una vida formidable” en palabras del autor.

En el último y extenso poema se renuncia a un sentido lineal del relato y ocurre un desmembramiento lingüístico, como lo debe ser un tsunami para quien es envuelto en esa fúnebre ola de barro, me explico: se atraviesan troncos, postes de la luz, peces ensangrentados, escombros y recuerdos, sobretodo recuerdos, intentos de definiciones e imágenes inconexas de breve existencia, en lo que parece un mar originario de desastres y devenir natural. Remanente se titula ese poema, y remanente es algo que queda, por ejemplo, luego de la explosión de una estrella, una especie de resaca química que queda pintada en el tiempo como un dripping cósmico, es también la nueva disposición de los elementos luego de un huracán, la cicatriz que deja un proceso caótico y de gran energía, al fin, lo que se va acumulando en una playa de escombros cerca de una ciudad industrial. Dice Lucas en una entrevista que los trozos que componen el poema son los recortes de los textos que conforman el libro, una especie de cobertor hecho de retazos, como esas abuelas que reciclaban todo antes de que fuera cool y tuviera ese nombre. Reutilizar esos fragmentos para renunciar al sentido inmediato, a ver si queda vibrando un sentido general y que el resultado dependa de la concentración y respiración del lector. Dice Lucas hacia el final de ese poema: la esperanza / puesta a secar / en la importancia del derrumbe / los dones del agua / con el fervor / para el bautismo de los fragmentos / sobre la infinita / paciencia de la luz.

Para ir finalizando esta presentación, me gustaría referirme brevemente a la poética propuesta, si es que aún se puede hablar en esos términos. Quizás hablar de una poesía que incorpora las interrupciones a su flujo, tratando de ser fiel con un pensamiento acostumbrado a lo fragmentario. También podría hablarse de formas en movimiento, pues citando al autor en el poema donde un cosmonauta en órbita reflexiona sobre las cicatrices terrestres y sus basurales de luces, escribe lo siguiente: “Desde arriba todo se ve con exagerada quietud”, y mientras imagina una visión satelital, compara un tsunami con la espuma del jabón, para finalizar afirmando que: “…el foco se me desvió. / Aquí tienen el registro.” Esto último podría ser el corolario buscado para el libro, pues a propósito se mueve el foco para lograr el dinamismo del pensamiento real, ya que está presente la idea del registro y de un instrumento que sufre mutaciones al capturar, y eso también se captura. Está la idea también de que la estructura total del libro se corresponda con una manera de mirar, que esa diversidad de registros no es la ausencia de una voz, sino una voz compuesta de múltiples cuerdas vocales.

Me queda resonando la idea de la dificultad de hallar un sentido inmediato al texto y la existencia de capas de lectura, como si ello constituyera una dialéctica. Es decir, las dificultades iniciales para ingresar a este texto de manera lineal y narrativa, se compensan con el hecho de que se abren distintos niveles de lectura y sobretodo de relectura, dando la posibilidad de que el texto soporte varios retornos a él, como un libro que se siguiera escribiendo mientras ya está impreso y cerrado sobre una mesa.

Y termino citando un fragmento: Para tomar conciencia de la tiranía / de la imagen ves cómo te esmeras /en la costumbre de registrarlo todo. // (En la pantalla del celular alguien cae / de un décimo piso y piensas / más rápido que la imaginación: / cómo puede ser que no pueda / hacer nada al respecto) (pág. 26). Y bueno, ese hacer algo al respecto que es la escritura, nos reúne hoy.

Talca –Valparaíso, 10–13 octubre

 

 

EN EL USO DE LOS HALLAZGOS MÁS VALE LA CAUTELA:
altavoces circulan prediciendo como en Italia
el sismólogo que provocó el pánico
por avisar la ola el día antes que llegara.
Tiempo después aparecieron los talismanes
en el sendero a Llico: un par de cráneos
y la tele puesta sobre una roca
a propósito para durar.
La imagen rota habla por sí sola.
Mirar causa efectos inmediatos
en la naturaleza somos espectadores.
No es necesario decir «el eje de la tierra
se movió varios metros
pero no sabemos qué significa».
Puedo graficarlo en la abuela cruzando
el Rhin a nado con su marido a cuestas.
No los conocí pero fueron mi optimismo.
Los busco acaso porque busco
otra vida más allá de estas fuerzas.

 

 

EL PESO DEL ANCLA EN LAS ALAS que se baten en el baño de crudo, manchas de moretones los tonos sepia en un menjunje que es aceite tras aceite y agua o asfalto derretido por el sol. Como la sangre a raudales en la caza de ballenas, kilómetros de plaquetas en las plumas solapadas y la pupila marrón hace de hectáreas cuando alguien contempla la escena pensando en su hijo. Para conmover, un pelícano necesita sólo estar exhausto. Pero es un ave, no un hombre.

 

 

LO PRIMERO EN DESCOMPONERSE ES El CUERPO
humano, el mar no lo devuelve siempre
la sal traba el pestañeo y se hace uno
con el agua amainada.
Da ánimo anotar el disparate
dar tumbos en la masa
como piscina de medusas muertas.
Cada quien desencaja la espera con las manos
el ingenio entre las piezas de una cuenta regresiva:
el amague sigiloso de la arena en retirada.

 

 

UNA NIÑA VIETNAMITA IMAGINA LO PROCESOS  involucrados en el zarpe de una zapatilla, esa que andas trayendo por ejemplo o la que encontramos ya resquebrajada en el roquerío y que cierta gente colecciona (como coleópteros o trozos de coral). Ella –que no ve más que hilada y punto– imagina que esas suelas arman islas en mitad del Pacífico donde se puede correr y jugar a la escondida y piensa en la resistencia del cuero que zurce entre las manos, su porosidad como la espuma tupida en la piel de las orcas o de las sirenas en coro, remolinos del tejido en un pez luna que va en camino a su clima (y eso la alegra). Pienso en esa niña cuando desprecian las zapatillas que traía puestas en una cárcel de menores.

 

 

DESDE ARRIBA TODO SE VE CON EXAGERADA QUIETUD
Incluso ese día cuando noté algo raro en el eje.
Una capa de líquido globular colmó una parte
luego que alzara la vista por la ventanilla de la nave.
La mueca torció la tierra de un espasmo.
La curva bifurcada en el cuello del cisne
como pregunta, la elasticidad de la garrocha
para proyectar al cuerpo y volver a estar recta.

A esas alturas el rigor no importa.
La masa de blancura avanzaba con ímpetu.
Lo noto ahora que me lavo las manos
y del borrón aparece cierta espuma.
Ustedes: las bacterias de esa imagen.

Sé que escuché a la Tierra en un claxon que podrían
ser todas las bocinas de Tokio, el DF o Bombay juntas.
Yo, que según mi afición propongo tomas eficaces
desde el ojo de la estratósfera me he detenido
en la basura cenital que conforma el voladero
de luces, carteles y rayos de Las Vegas.

Como si algo quisieran decirle a la galaxia.

Desde acá se ven las pirámides y un seguro
trazo imperfecto el tiempo envuelto}
sobre la arruga de un confort

pero aunque imagine la nave retornándome
al vientre no puedo borrar el bamboleo.

«Oramos por ustedes» atiné a escribir
y el foco se me desvió.
Aquí tienen el registro.

 

 

EN LA PUNTIILLA EL SOL APACIGUA  la piel tras la pátina de piqueros comprimiendo el cuerpo en plena corriente de Humboldt. Mi madre exigía siempre que alguien la acompañara a nadar a capela y yo encaramado a sus hombros, abriéndome paso entre una hilera de primos. La playa estática en cosa de minutos y el pataleo, el miedo soberano al cochayuyo, a los tentáculos o peces gigantes, a esa soledad de náufrago del horizonte azul cobalto. ¿Por qué los pelícanos se juntan en V y otros andan solos? Resguardan la comunidad. Corrientes subterráneas sobre las algas en la espalda: el rumor de lo que no se ve pero se siente. Tiene cuero de chancho, calcado al de su madre. Una vez vi un pingüino perdido mirando hacia la isla. Estaba tan quieto que no sé si se despedía o tenía culpa. De la bandada de mil pájaros / uno va perdiendo fuerzas / y el viento lo recoge.



 

 

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Lucas Costa: una poética abierta a las ideas peregrinas, a las interrupciones.
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Publicado en https://transtierrosblog.wordpress.com/ 7 de noviembre de 2017