Proyecto Patrimonio - 2005
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La noción de comunidad en la literatura chileno-canadiense

Por Luis Torres*
University of Calgary.
Publicado en revista Alter Vox

 

 

 

Un aspecto poco estudiado que acompaña el triunfalismo de la "globalización," con sus desplazamientos y el quiebre de las fronteras de los estados nacionales, es el que concierne a las transformaciones que afectan el sentido de comunidad. En general, se trata de un concepto que sigue siendo manipulado por diferentes discursos e intereses ideológicos: concepto que oculta la imposición de un significado totalizador con el cual la ideología del mundo post-nacional intenta acallar las diferencias; noción también relacionada con una micro-política, de intereses particularizados, que ha surgido de la fragmentación o del fracaso de los discursos totalizadores de la modernidad.

Es claro que la reificación del sentido de comunidad en esos discursos hace difícil su estudio, particularmente en la literatura. Por otro lado, pensamos que es precisamente en este campo cultural donde encontramos muchos de los indicios de las transformaciones de la idea de comunidad. La literatura puede ser considerada como un sitio donde el/la poeta pone en juego sus experimentaciones, incluyendo entre éstas los modos en que "imaginamos" las relaciones sociales y el asentamiento en el lugar. Proponemos que la literatura de exiliados, de inmigrantes o de individuos o grupos desplazados de sus comunidades de origen es sitio privilegiado para este tipo de investigación. Es más. En algunos casos, esta literatura nos enfrenta a la otra cara de la "jouissance" del desplazamiento; es decir que nos coloca ante el "pathos" de la pérdida de la comunidad y nos muestra los rasgos de nuevas formas de pertenencia.

Es justamente esa otra cara de la "jouissance" del desplazamiento la que iluminan libros como Tequila Sunrise (1985) de Erik Martínez, Cobro revertido (1993) de Leandro Urbina, De chácharas y largavistas (1993) y A vuelo de pájaro (1998) de Jorge Etcheverry y los poemas de The Thin Man and Me (1994) de Luciano Díaz [usaremos el título El flaco y yo en este trabajo]. Se podría decir que esa otra cara es la figura negativa, el espectro que, por el peso de la experiencia de los sujetos representados, lleva a la subversión de las ideas tradicionales de comunidad. En concreto, estas obras subvierten los supuestos que refieren a una relación necesaria entre la comunidad y el territorio y, siguiendo el mismo impulso crítico, socavan las construcciones reificadas de la comunidad de la nación y del sentido de pertenencia en ese contexto.

Desde el punto de vista del espectro que acosa el discurso dominante, un libro como Tequila Sunrise es ejemplo de un momento de quiebre de los fundamentos de la comunidad. Aclaremos, brevemente, que entendemos la comunidad tradicional como un tejido de relaciones que establecemos con otros en torno a intereses comunes o bajo las fórmulas legitimadas del estado nacional, tales como el asentamiento territorial, los mitos de fundación de la nación y la idea de ciudadanía. Volviendo a Tequila Sunrise, la comunidad es destruida pues los lugares familiares que tradicionalmente acogen al individuo y al grupo son devastados por el desorden de los signos y por el desplazamiento territorial. Los espacios cotidianos del sujeto son irreconocibles. Ya no hay un sitio estable para el desarrollo de la subjetividad. De esta manera, la voz poética deviene en un ser cambiante, indeterminado, monstruoso, al cual le rodea una geografía fragmentada, fronteriza y al borde de la disolución.

Ante esa intemperie ya no hay hogar ni comunidad. Sus bases en las coordenadas del lugar han sido rotas o se han perdido. Esta condición del espacio en el libro de Martínez es el hito imaginado que marca el momento de la pérdida del sentido de comunidad por el quiebre de la relación del sujeto al suelo nativo, ahora transformado en espacio apocalíptico. En medio de esa catástrofe, la misma identidad del hablante se torna en instancia indeterminada: la de un sujeto a la deriva, enajenado del mundo y de los otros. Este es un hecho revelador pues, aunque denota la imposibilidad de la comunidad y de la.. pertenencia en esos territorios, esta representación lleva implícita una especie de nostalgia por el lugar,, perdido: el sitio que podía alimentar al sujeto y darle los referentes necesarios para construir un sentido' ; identidad y de pertenencia. Junto a esto, y en el marco de la pérdida, podemos rescatar otra ins iluminadora. Me refiero al hecho de que en el esfuerzo por delinear los contornos de la geografía de crisis del sujeto y de la comunidad, y en las posibilidades que abre la nostalgia como subversión del orden social, este y otros libros parecen subrayar el papel de la escritura y de la creación en cuanto ejes de la crítica de la "comunidad global" y en tanto sustentos de las posibles comunidades futuras.

En contraste con la devastación que escenifica el libro de Erik Martínez, en Cobro revertido y en De chácharas y largavistas los referentes espaciales cobran un cariz definido y responden a los parámetros ya legitimados en las relaciones ficcionales de lo cotidiano en la ciudad: con los personajes nos paseamos por las calles de Montreal, Toronto y Ottawa. Estas dos novelas, en efecto, privilegian las vivencias ordinarias, las imágenes de lo cotidiano, sus rutinas y de sus accidentes.

De todos modos, es precisamente esta familiaridad del espacio que rodea a los personajes la que ofrece una perspectiva diferente de la comunidad en relación al lugar. Si en la obra de Martínez no había cabida para la comunidad ni la pertenencia, por lo caótico de las proyecciones del mundo, en Urbina y Etcheverry la familiaridad del entorno, pasados ya los embates de los primeros traumas que acompañan el desplazamiento forzado, dramatiza aún más el desajuste entre el sujeto y el lugar. Lo que se supone familiar, la realidad ordinaria de cada día, está marcada por el peligro del accidente, por aquello que cruza inesperadamente las vivencias del sujeto exiliado y que le recuerda los límites de su pertenencia.

Junto a esta exploración ficcional de la relación del sujeto con su nuevo espacio, Cobro revertido y De chácharas y largavistas también se enfocan en la condición enajenada del contacto entre el sujeto y el entorno social, representado por individuos o por grupos y por ciertas instancias sociales que legitiman la pertenencia a la comunidad tradicional: el idioma, el trabajo, la universidad, el matrimonio. En la novela de Urbina, el hecho de que el personaje central es incapaz de superar los traumas del pasado y de relacionarse de un modo más auténtico en la sociedad, junto al quiebre de la familiaridad del espacio, representa otra forma de subvertir la comunidad. Aludo a la importancia que en estas novelas tiene la problemática existencial de la "no-pertenencia".

Como leemos en la novela de Urbina, "El sociólogo" sólo puede involucrarse con los otros a través del engaño, el abuso, o la explotación. Recordemos también el fracaso de su matrimonio, sus estudios siempre postergados, las relaciones con sus amigos y con las mujeres y el ataque que sufre durante el carnaval al final del libro. De hecho, este ejemplo constituye un instante emblemático de la pérdida del sentido de pertenencia a la comunidad y de la enajenación que sitia al personaje. Como se recordará el sociólogo es atacado poco después que intenta regalarle flores a una de las mujeres que encuentra en el carnaval. Signo de la comunidad perdida y del "des-conocimiento" es el hecho de que en el ruido de la fiesta y sólo cuando ya es muy tarde, casi al mismo tiempo de recibir las puñaladas, se da cuenta del idioma de sus atacantes, idioma que el narrador llama el "perfecto chileno" (198) hablado por la mujer.

De chácharas y largavistas, por otra parte, radicaliza aún más el momento existencial de la falta de pertenencia. Si para el sociólogo es imposible construir un sentido de comunidad en el exilio de Montreal, en el caso del personaje de Etcheverry nos encontramos con otra forma de no-pertenencia, una determinada por la indiferencia del mundo que le rodea, por su marginalidad ahora que el sujeto exiliado no es de interés para nadie. La novela de Etcheverry contiene una imagen simbólica de esta separación y de las dificultades para construir comunidad y una relación de pertenencia más auténtica para el sujeto transnacional: el largavista. Con este instrumento el sujeto observa el mundo deseado (en general, el de la "vecindad"), trae a sí lo que en la praxis vital no puede tener, aquello que le permitiría un encuentro con ese otro del mundo canadiense y que no puede desarrollar en sus relaciones con amigos, perdido ya, como hemos dicho, el interés por su historia de sufrimiento y exilio. No tenemos que elaborar el simbolismo del largavista, baste decir que emblematiza la enajenación del sujeto respecto al mundo que le rodea. El largavistas es una mediación artificial que a tiempo que acerca al personaje al objeto de su deseo lo separa de él y lo distancia de la comunidad y de sí mismo.

De todas maneras, pensamos que no todo está perdido en lo que concierne a la idea de comunidad. Aún en Cobro revertido y en De chácharas y largavistas es posible detectar los rastros de un sentido de comunidad que no se funda ni en el lugar ni en los mitos de la nación. Estos mismos rastros aparecen en la antología A vuelo de pájaro de Etcheverry y en los poemas de El flaco y yo de Luciano Díaz. Con la sola intención de dar una visión general de esos poemas, proponemos que, por un lado, ellos desarrollan lo que podríamos llamar las "comunidades de la imaginación" y, por otro, que los sujetos que habitan los mundos poéticos de esos dos textos llegan al punto de enunciar la aceptación del lugar como localidad en la cual es posible desarrollar un sentido de pertenencia.

Algunos de los rasgos de esta reformulación de la idea de comunidad son evidentes en A vuelo de pájaro cuando el poeta escribe, por ejemplo, sobre sujetos marginados: el rebelde, el extranjero, el profeta, los mendigos y alucinados del poema "La coronación", los inmigrantes que le hacen decir a la voz poética: "Y quizás ha valido la pena/ venir a dar aquí..." (42). Una de las bases de este encuentro en el espacio de los textos es la solidaridad, palabra cuyos sentidos deben ser rescatados para la propuesta de una ética de las comunidades de la imaginación y de la memoria.

El libro de Luciano Díaz, por otro lado, nos parece que escenifica el momento de la autoconciencia del sujeto poético; es decir, cuando la idea de comunidad y de pertenencia al lugar se asume como dilema. Esta cuestión que aflora en las obras referidas anteriormente tiende a una resolución pero no en la forma de una segunda reificación; al contrario, el impulso al encuentro con el otro y con los espacios del sujeto emigrante está en tensión por la influencia de las comunidades de la memoria, cuyos contornos aparecen en las reflexiones del hablante. En los poemas de este escritor, en su apelación imaginativa al otro, se nos sitúa ante el sujeto enfrentado a la metrópoli, a sus calles, a sus edificios y personajes. Este paisaje de ciudad, pero también la gran geografía de la pradera, es el sitio de la posible comunidad. Notemos, de todos modos, que en esos poemas el sujeto no se entrega a un encuentro artificial o idealizado con el lugar. Su acercamiento al suelo y a la comunidad es parte de un proceso que lleva al reconocimiento de la cercanía y de la distancia que separa al sujeto de su entorno cotidiano y de sus habitantes. Las comunidades de la memoria, aquellos ecos de otros lugares y de otras experiencias compartidas, impiden que el sujeto se entregue por completo a las posibilidades que abre la ciudad en estos poemas.

En cuanto a la posible comunidad en la metrópoli, territorio emblemático de la vida enajenada, El flaco y yo da forma a un sitio para la apelación al otro, a su presencia y a sus experiencias. Recordemos al hablante poético, el "yo," frente "al flaco," como un eje primario que constituye y da volumen a la presencia de ambos sujetos en la comunidad del habla y de la escritura. Se puede decir que aquí el texto es sitio de una comunidad posible erigida en los trabajos de la imaginación. El autorreconocimiento en la enunciación del "yo" y en la presencia del otro y, junto con esto, la exploración de la ciudad, delinean los rasgos conflictivos de las comunidades imaginadas. El flaco y yo, en concreto, nos presenta los dilemas relacionados con la pertenencia y el encuentro del sujeto transnacional con el lugar.

Para resumir, en este ensayo hemos intentado hacer un estudio general del problema de la comunidad en las representaciones literarias de los cuatro escritores antes mencionados. A lo largo del trabajo, hemos notado al menos tres instancias centrales relacionadas con la subversión de la noción de comunidad: la pérdida de la comunidad, el momento existencial de la no-pertenencia y el proceso de construir nuevas relaciones con el lugar y con los otros en las comunidades de la imaginación y de la memoria. Junto a este propósito analítico, también hemos querido subrayar el papel subversivo que tienen estas representaciones. Estas, hemos dicho, exponen el otro lado de la globalización. Así pues, a partir de la representación del dolor del desraizamiento, de la nostalgia y de la memoria, ese otro lado espectral se opone a la "jouissance" de los desplazamiento trans-nacionales. Asimismo, esa otra cara subvierte la reificación de la comunidad al presentarnos la comunidad como proceso, como un conjunto tensionado por las certezas y contradicciones del devenir diario. Quizás lo que estos libros señalan, para decirlo en una frase, es el momento, entre muchos otros, de la comunidad en lucha contra sí misma.

 

 


Bibliografía

Díaz, Luciano P. The Thin Man and Me. Ottawa: Split Quotation, 1994.

Etcheverry, Jorge. De chácharas y largavistas. Ottawa: Split Quotation, 1993.
A vuelo de pájaro. Ottawa: Verbum veritas, 1998.

Martínez, Erik. Tequila Sunrise. Ottawa: Editorial Cordillera, 1985.

Urbina, José Leandro. Cobro revertido. 2' ed. Santiago, Chile: Planeta, 1993



* Luis A. Torres nació en Chile y vive en Canadá desde 1977. Hizo sus estudios en la Universidad de Manitoba y en la Universidad de Toronto donde recibió los títulos de Magister en Literatura y de Doctor en Filosofía. Su libro El exilio y las ruinas obtuvo una mención honrosa en el Premio Casa de las Américas del año 2000. Es profesor asociado en el Departamento de francés, italiano y español de la Universidad de Calgary, Canadá. Su poesía ha aparecido en revista como, Alter Vox y en la antología Boreal - Antología de poesía latinoamericana en Canadá, (Ottawa: Split Quotation-Verbum Veritas, 2001), editada por los poetas Luciano P. Díaz y Jorge Etcheverry.


 

 

 

 

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