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Las amortajadas
Por Laura Daza
Gestora Cultural
Publicado en Crónica Chillán, 16 de agosto de 2020
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Maria Luisa Bombal, jamás imaginó que su novela La amortajada, sería uno de los imprescindibles de Chile y América. Que la voz inaudible de la muerta y sus reminiscencias perdurarían hasta hoy. Incluso el mismo Jorge Luis Borges, pensó que ese argumento era de ejecución imposible. El resto, ya lo conocemos.
La amortajada es una historia que se desarrolla desde un ataúd, bajo un escenario sombrío por el dolor y la ausencia. Una voz que ya no puede expresar nada enmudecida por la muerte, y que sin embargo María Luisa logra sostener de forma magistral, entre la capilla ardiente, los sonidos que circundan el lugar y los recuerdos que construyen el relato. Esa voz, única voz, corno diría el poeta Gonzalo Rojas en: "Al Silencio" es una representación de lo real y de lo onírico.
Enfrentar la historia de la muerta sensible y meditabunda, a las de nuestras amortajadas silenciadas por un asesino es otro tema. Porque nuestras amortajadas hablan desde un cooler de plástico, desde un tambor, despedazadas a expensas de un monstruo que les ha cortado la garganta. O bien musitan plegarias para ser encontradas en los pequeños y asquerosos lugares donde no reposan, donde mas bien claman por ser encontradas, no vivas, está claro. Solo envueltas en el misterio de la carne deshaciéndose debajo de la espesura a la que fueron confinadas.
Nuestras amortajadas hablan desde un cooler, desde un tambor, muchas dejan cartas como voz, para explicar el terrible deceso, porque ya no pueden de vergüenza, porque el asco les arrebató la melodía de la justicia. Esa justicia perezosa y embustera que no por ser hembra (como la tierra) las escuchará, menos aún, mirarlas (está ciega, desde años, sobre todo en esta geografia). Las amortajadas están en todas partes, enraizándose, conjugándose con el universo, ciegas y mudas, sus voces se han roto, las estrangularon, las violaron, las mataron. Sus voces quedan atrapadas en el Servicio Médico Legal, separadas de todo cuanto fueron, destilando rabia, hablando a través de sus huesos, de sus carnes desprendidas, por medio de todo cuanto haya dejado la depredación. Porque muchas no verán la capilla ardiente, ni oirán los pasos de sus deudos acercarse, solo tendrán el recuerdo del traumatismo, del filo que se amalgama en el recipiente. De este sueño, es imposible despertar, ni la mas profunda mañana volverá a traer las voces de las muertas. No guardemos silencio, no podemos, despertemos a la placida justicia de su sueño enfermo. Seamos el grito que cambie la mortaja por la esquiva paz.
