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ESCAPARATE

Por Leonardo Sanhueza

 

 



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Locus Solus
Raymond Roussel. Capitán Swing, 2012, 457 páginas.
LUN, 24 de marzo de 2013

Falta muy poco para que este libro, publicado en 1914, cumpla ya su glorioso centenario. Obra maestra esencial de la literatura contemporánea, sigue siendo, sin embargo, una víctima de su propia genialidad y de su rareza, cumpliendo a cabalidad la paradoja de ser a la vez un libro olvidado e idolatrado: tirado por unos a la trastienda de los excéntricos y celebrado por otros como una cúspide de la originalidad literaria.

Lo cierto es que esta edición española le hace plena justicia a Locus Solus, agregando a la muy buena traducción de Marcelo Cohen, publicada hace unos años por la editorial Interzona en Argentina, un prólogo de Jean Cocteau y un dossier de más de quince epílogos que, con las firmas de Desnos, Leiris, Breton, Ashbery, Deleuze, Foucault, Robbe-Grillet, Sollers y Blanchot, entre otros, por sí solo conforman una obra aparte: la apología de un genio precursor.

Fusión imposible y demente de todos los héroes de Julio Verne, el millonario creador del parque Locus Solus, Martial Canterel, es el maestro de ceremonias de un paseo por los prodigios de su imaginación, cuyas estaciones llenas de artilugios increíbles llevan la racionalidad al extremo en que se topa con la ilusión, produciendo un cortocircuito de alcances alegóricos en que la existencia humana se debate entre sus polos trágicos y maravillosos, todo encastrado en una máquina de contar historias que, una tras otra, van ligándose según la vieja tradición de Sherezade renovada por la aplicación delirante de la ciencia y la fantasía.

Libro que nunca termina, este clásico del siglo veinte debería ser lectura obligada, por lo menos entre quienes consideren que la imaginación y el humor, con todos sus brillos y oscuridades, todavía son atributos esenciales del ser humano. 

 

Cuatro poetas suicidas chinos
Wilfredo Carrizales (prefacio, selección, traducción y notas). Ediciones Cinosargo, 2013, 94 páginas.
LUN, 24 de marzo de 2013

Es tan escaso el conocimiento que se tiene en castellano de la literatura china, y en general de toda la literatura asiática, que cada nueva publicación al respecto tiene de entrada un valor inapreciable.

Este libro es una muy buena muestra de cuatro poetas chinos de los años ochenta y principios de los noventa, unidos por diversas circunstancias, entre ellas la que anuncia el título: el suicidio. No es un simple dato ni una curiosidad, sino que pone en relieve el significado que aún tiene, en la sociedad china, el acto de quitarse la vida. En contraste con las sociedades occidentales, la milenaria tradición china del suicidio está ligada a valores o virtudes que van desde la lealtad hasta el sentido de la justicia, significados que por cierto han ido cambiando según los avatares de la historia, pero que aun así perduran en su connotación pública.

Gu Cheng ya era un poeta célebre cuando se ahorcó a los 37 años, luego de matar con un hacha a su mujer; Hai Zi tenía apenas 25 años cuando se acostó en la línea del tren; Ge Mai, a los 24, se amarró una piedra en el cuerpo y se arrojó a un río; Luo Yi-he, a los 28, después de participar en los sucesos de 1989 de la plaza Tian’anmen, se envenenó, aunque algunos sostienen que murió de una hemorragia cerebral.

Poetas disímiles, los tres primeros pertenecieron a la generación de los “poetas oscuros”, neblinosos, de aire romántico, espontáneos, que confían en que el poema sea un arma cortante; en cuanto a Luo Yi-he, de la generación inmediatamente posterior (fines de los ochenta), plantea una poesía más enérgica y, si cabe el adjetivo, barroca. Parecieran llevar la poesía al ámbito rimbaudiano en que se confunde con la vida, justamente para “ser”, ellos mismos, la poesía. Como bien apunta Wilfredo Carrizales en su prefacio, “trascienden lo mundano y solamente muertos pueden probarlo”. 

 

 

Reducciones
Jaime Luis Huenún. Lom, 2012, 190 páginas.
LUN, 21 de abril de 2013

El nombre de Jaime Luis Huenún se asocia al surgimiento de un buen número de autores mapuches que, en las últimas dos o tres décadas, han consolidado una tradición literaria más o menos autónoma, fuertemente identificada con sus referentes culturales, históricos y sociológicos. Por otro lado, Huenún es uno de los autores más relevantes de la poesía chilena de los noventa, ámbito en el que su nombre ha llegado a ser canónico. Lo anterior no tendría la menor importancia más allá de los rótulos académicos si no fuera porque el trabajo de Huenún explora justamente la zona en que lo mapuche y lo chileno se mezclan, colindan o se estrellan con violencia.

Reducciones es un libro que intenta abarcar la crisis de un sujeto y de una colectividad ante su historia total, desde los archivos y la memoria de los abuelos hasta la vida presente, recurriendo a la multiplicidad de voces, como también al “fraseo” de los documentos históricos, y situando en la localidad de Quilacahuín –y en el territorio huilliche en general– los componentes trágicos de una narración que se extiende mucho más allá de sus lindes geográficos. Tal crisis penetra el orden familiar, sicológico, lingüístico, religioso, económico: todo el quehacer humano. Es un libro en que las historias trasmitidas de generación en generación, historias hogareñas relativas al ser mapuche y a sus avatares, como también a la ruralidad o a la naturaleza, se entremezclan en controversia con su medio hostil, plagado de abusos y atropellos; un medio en el que el lenguaje cobra un papel principal: el idioma del mestizaje, la “champurria” que resulta del castellano culto usado como arma de dominación y posterior estigma. Huenún realiza un tránsito entre el castellano arcaizante y la chapuza india de la sintaxis “correcta”, ejemplificando el punto en que el idioma se vuelve agresión y sojuzgamiento. La “reducción”, aunque en principio está tomada en el sentido administrativo-territorial de la palabra, aquí es también una puesta en escena de las muchas reducciones a las que se ha visto sometido el pueblo mapuche, de modo que el libro lleva la memoria al punto en que se vuelve reivindicación.

Sin duda es uno de los libros de poesía más importantes del último tiempo. Uno se pregunta, por lo mismo, con qué objeto se le agregó una camionada de prólogos, epílogos y notas al pie. Con qué objeto. Pero en fin: el lector hará a un lado la cháchara e irá al grano oscuro de este libro denso y fragmentado, que tiende al canto a la vez que se contiene, se entristece y se enrabia. — 

 

 

Llegamos para quedarnos. Crónicas de la revuelta estudiantil
Francisco Figueroa. Lom, 2013, 176 páginas.
LUN, 21 de abril de 2013

Las protestas estudiantiles del año 2011, más allá de la masividad de sus actos y la fuerza con que pusieron al país de cabeza, produjeron una reacción popular hasta entonces insólita, que fue la adhesión prácticamente unánime del país a sus propuestas relativas a la educación, su calidad y su financiamiento.

Francisco Figueroa, protagonista de ese fenómeno en su calidad de dirigente estudiantil, cuenta esa historia en esta crónica que no sólo registra de primera fuente la serie de acontecimientos, sino que intenta revelar sus orígenes y sus posibles consecuencias. El relato, al ser vivencial, aporta además la “historia interna” del movimiento, mostrando aspectos no siempre conocidos de su organización, las difíciles relaciones con el poder o el asombro de ver cómo crecía, casi de la nada, una ola que alcanzó una magnitud pocas veces vista en la historia nacional.

Aunque contiene datos e interpretaciones, no pretende ser un estudio ni un ensayo histórico; el valor de este libro más bien está jugado en su condición de testimonio contado en caliente, sin alardes narrativos ni panfletos desprovistos de argumentación. En un estilo llano, Figueroa entrega este necesario documento acerca de un proceso que ha determinado no sólo lo que está por venir en materia de educación, sino en vastas regiones de la política. — 

 


Ruiz. Entrevistas escogidas – filmografía comentada

Bruno Cuneo (selección, edición y prólogo). Ediciones Universidad Diego Portales, 2013, 346 páginas.
LUN, 19 de mayo de 2013

Su vasta, diversa e incomparable producción cinematográfica ya bastaría para decir que Raúl Ruiz está entre los más grandes artistas chilenos de todos los tiempos, pero aun así su valoración quedaría incompleta si no se considerara, además, la singularidad de su pensamiento y su personalidad. Sus ideas sobre el cine, su relación con Chile, su atención a la coloquialidad, su sentido del humor, etcétera, son aspectos que se entrecruzan con sus películas formando un todo unitario y excepcional.

Por eso este libro excede por mucho el alcance específico de una compilación de entrevistas, a menudo restringido a su carácter de lectura complementaria de una obra; en este caso, las entrevistas son parte esencial del inmenso “sistema Raúl Ruiz”. Entrevistado de lujo, Ruiz dominaba el arte de la conversación y era capaz de convertir hasta el más sencillo cuestionario en un ejercicio intelectual de alto vuelo, sin perder por ello su afición a la talla, a la digresión desternillante, a la provocación. En sus entrevistas Ruiz solía pegar saltos filosóficos que unían con toda naturalidad la vida cotidiana, la cultura popular, la alta cultura, la melancolía de un país perdido: sobreviviente de una chilenidad extinta, Ruiz mostró así que la conversación de un artista es mucho más provechosa cuando se sale de sus torres de la cultura para demostrar cómo se buscan las complejísimas perlas de la sencillez.

Mérito aparte es el trabajo de edición realizado por Bruno Cuneo. En particular, cabe destacar la cuarta sección del libro, una excelente y completísima “filmografía comentada” construida a partir de fragmentos de entrevistas: trabajo de chinos, casi todas las 120 películas de Ruiz quedan así comentadas en primera persona, constituyendo de esa forma un documento invaluable que, para redondear la redondez, hace del collage un método necesario, apenas visible. Que no falten los aplausos: este libro es el mejor homenaje al mejor maestro. 

 


Relatos reunidos

César Aira. Mondadori, 2013, 211 páginas.
LUN, 19 de mayo de 2013

Reacio a los libros de cuentos, César Aira ha restringido sus narraciones más breves al ámbito de las revistas o las publicaciones sueltas, como las ediciones de Eloísa Cartonera o los cuadernillos de la editorial Belleza y Felicidad. Con excepciones como La trompeta de mimbre, que por cierto, en su ya innumerable bibliografía, resultan sólo una curiosidad, Aira prefiere concebir textos que sean piezas únicas, que comiencen y terminen en sí mismas: un sistema completo de principio a fin; de ahí que llegara prácticamente a identificarse con el formato de sus “novelitas”, las que han ido, una tras otra, incesantemente, construyendo su ya inabarcable universo narrativo.

Este libro constituye así una rareza (si cabe la palabra), no sólo por el carácter convencional propio de las “obras reunidas”, sino sobre todo por lo que significa en este caso: son 17 narraciones, hasta ahora dispersas, que permiten ver en pocas páginas un “perfil resumido” de Aira, una maqueta de la dendrítica red que forma su obra total. En efecto, la obra de Aira es un potpurrí de géneros, que va desde el ensayo literario más formal hasta el disparate más tirado de las mechas, pasando por su veta “realista” o apegada a memorias íntimas. Así, estos Relatos reunidos son un paseo por buena parte de esos aspectos: se pasa de la melancólica crónica memoriosa de “A brick wall” al fantástico robo de la Gioconda en “Mil gotas”, o de la digresión seria ante la oferta de un genio en “Picasso” al horror cómico y espeluznante de “El carrito”. No falta el episodio chileno: unos árboles con forma de osos que tejen su historia frente al Parque Arauco.

A saltos bruscos, eso sí, tanto de un texto al otro como dentro de un mismo relato, el trecho corto permite ver la marca de Aira en miniatura: la situación ultrafantasiosa convertida en tema de elaboración intelectual, el recuerdo que antes de languidecer estalla sorpresivamente o la reelaboración paródica de los tópicos literarios clásicos. Siempre está esa vuelta de tuerca, o mejor dicho retorcimiento de tuerca, con que Aira ha renovado para nuestra época el espíritu de las vanguardias. 



 

 


 

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