Un jalón en la memoria
Sobre Contemplación de los cuerpos (Ediciones Máquina Purísima, 2013) de Luis Fernando Chueca.
Por Ernesto González Barnert
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Lo primero que juega a favor de Contemplación de los cuerpos de Luis Fernando Chueca (Lima, 1965) es la bella factura de esta tercera edición del poemario, la fina labor de artesanía para dar con un libro que es una obra en sí, un lujo que nos hace incapaces ante su presencia de chacharear o escuchar a otro con la cantinela de su desaparición como objeto. Y después la suave pátina de placer que deja en el gusto su confección se vuelve sugerente cuando empezamos a entender que es un libro sobre la contemplación de los muertos, a la medida de sus muertos.
Llegado a este punto es fácil dar con una lista de libros afines. Hacer una pequeña reverencia por la literatura afín, intercambiar notas a favor o en contra de lo expuesto. Lo que a todas luces me resulta excesivo si ya el mismo Chueca incurrió y puso su “experiencia” o “visión” de la muerte bajo la lupa de la literatura. Y si me fuerzan: de la metaliteratura. En ese sentido soy de la vieja escuela, no me gusta que los regalos vayan con la etiqueta del precio. Con esto tampoco estoy desbaratando nada. El libro sobrelleva eso y todo lo demás con astucia y en no pocos trechos con poesía de cepa.
A mi juicio, cuando predomina el hombre de letras en el hablante lírico, inteligentísimo (no nos quepa la menor duda), es cuando menos saco adelante. Y no porque este equivocado el contexto con que adorna al texto sino porque me sobra. Cuando Luis Fernando se ajusta a la descripción más brutal posible (por naturaleza escueta y directa, pobre en su mejor sentido) feroz y personal de sus muertos (o lo que le rodea, llama o hiere) es cuando para mí se luce más en este poemario.
Cuando el “catedrático” u “hombre de las bellas letras” está en las cuerdas o bien lanzado fuera de ellas, noqueado por la fuerza de la imagen, o dicho de otra manera: cuando esta colección de imágenes tampoco es propiamente un cara a cara con la muerte y quedamos relegados a escribir desde los intersticios, sitiados por nuestras convenciones y particularidades, apelando incluso a la mismísima situación histórica del país como telón de fondo (pienso en textos como Recycling nude o Cuzco 1984 por dar ejemplos de lo último) es donde Chueca verdaderamente plasma oficio, arte, al devolvernos la experiencia sin maquillaje y enfrentándonos finalmente más que a los mismos muertos a nosotros mismos, a la consciencia de nuestra respiración, nuestro cuerpo de pie contra la muerte, sobreviviéndoles, pero ya ni seguros o victoriosos otra vez, nunca más.