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Presentación de la novela Adónde van
Por Luis Gutiérrez Infante
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Adónde van fue escrito en el verano de 2014. Algunos episodios de la segunda parte, sin embargo, los redacté recién en el mes de julio.
En agosto firmamos contrato con Forja, iniciándose, de tal modo, su proceso de edición. Una vez cursadas las últimas correcciones (algo relacionado con tipografía), el libro se fue a imprenta. En ese minuto, me dejó de pertenecer.
Perdí, en consecuencia, toda facultad de intervenir la historia. Ya no podría cambiarle el nombre a un personaje ni eliminar o agregar incidentes. No podría alterar los hechos ni trasladarlos de un sitio a otro. Menos reemplazar su título, inscrito a esas alturas en los registros de propiedad respectivos. Debo reconocer que sentí cierta nostalgia, una nostalgia parecida a la que debe sentir un padre cuando su hijo se va de casa, ya sea a estudiar al extranjero o a formar un nuevo hogar.
A pesar de que se inspire en la realidad, toda ficción no es más que eso: una ficción. No pretendo, entonces, que Adónde van se constituya en un libro testimonial. Mi principal motivación ha sido escribir un buen relato y que sea valorado como tal. La literatura debe estar al servicio de la literatura. Otras implicancias, por muy nobles que sean, son solo efectos colaterales que adquirirán mayor o menor eficacia según los méritos estéticos de la obra.
Entendida esta novela como un objeto que habita en sí mismo, liberado del contexto en que se produjo, me permito mirarla con cierta distancia. Me permito observar en ella algún aspecto de interés. Después de todo, si yo no creyera en ella, no podría esperar que alguien lo hiciera por mí.
Permítanme dar cuenta de aquello que en esta novela me satisface. Si hay algo de lo que tenga que renegar, sin dudas guardaré silencio.
Adónde van aborda el tema del cáncer, no obstante, es una historia llena de vida. Y eso me agrada. Los personajes se mueven siempre en el mismo sentido. A pesar de las derrotas, los guía un impulso incorruptible hacia la felicidad. El protagonista pierde el rumbo en algún tramo. Pero finalmente se redime, hallando cierta respuesta que le permitirá recuperar la fe en el mundo, en sí mismo y en Dios.
La poesía y la música iluminan el camino. Y eso también me agrada. En ellas, el hombre descubre su propia naturaleza y obtiene enseñanzas maravillosas. La narración, en determinados episodios, le cede la palabra a la poesía lírica. Nos deja oír las voces de tres de los más grandes poetas contemporáneos: Constantino Kavafis, Vicente Huidobro y Jorge Teillier. Este último aporta el epígrafe al libro, un hermoso fragmento del poema “Bajo el cielo nacido tras la lluvia”.
La música, por su parte, despliega sus emblemas. Se escucha a Syd Barret y a Ion Anderson en un campus universitario. A Ennio Morricone, en una isla de viejos arrayanes. A Bordemar, en los predios de Limache. A Mendelssohn y Tchaikovsky, al interior de una Basílica. A Nicole Bounot y Ándres Godoy, en el Teatro La Cúpula. A Elis Regina, enamorada de la vida y del amor, interpretando “Agua de Marzo”, junto a Tom Jobim.
Me parece que Adónde van es parte de un texto algo más extenso, integrado además por la novela infantil La ruta de los cisnes y por el libro de cuentos La ciudad y la furia. El elemento que los une es su visión crítica de la sociedad, una sociedad injusta en la que no todo el mundo, por ejemplo, puede acceder a un sistema digno de salud ni a una buena educación. Por lo mismo hay una búsqueda permanente de espacios naturales que puedan recordarle al hombre su pureza original. La Isla Grande del Rey (frente a la costas de Corral), la Isla Helvetia (frente a Calbuco), el Parque Vicente Pérez Rosales y la Reserva Forestal Alerce Costero son solo algunos de los lugares mencionados en la novela donde la vida aún es una cadena solidaria, no interrumpida por la ambición y el materialismo que radica en los grandes centros urbanos. Se ha pretendido que, de las páginas de Adónde van, surja el sonido del agua que salta de piedra en piedra en medio de un bosque. Que se escuche al viento batiéndose en la copa de un árbol nativo. Y el canto de los pájaros en una selva virgen, allá lejos, al sur de los ríos, donde se remonta el Colún y el Chaihuín, entre algodones verde esmeralda.
Y en este éxodo espiritual de Babilonia, habrá una unión con lo simple, lo que más reconforta, en definitiva, en esta vida breve, que no podemos dejar ir sin darnos un tiempo merecido para el Amor.
Adónde van es una novela corta dividida en tres partes. La primera se denomina “La ruta de los cisnes”, en relación a la novela infantil arriba mencionada. Da cuenta de una lucha épica contra el cáncer.
La segunda parte recibe el nombre de “Nómade”, título inspirado en el disco homónimo del músico chileno Andrés Condon. Aquí se relata una nueva batalla, como la anterior, perdida en lo biológico, ganada en lo espiritual.
El título de la tercera parte, “El sendero del Dharma”, evoca el relato Los vagadundos del Dharma, de Jack Kerouac. Los vagabundos se rebelan en contra de la sociedad de consumo, aspirando a una vida libre, sin imposiciones materiales. “El sendero del Dharma” es una metáfora de Buda o de Dios. “El sendero del Dharma” es el camino que conduce a Dios, a la Verdad, a estar en paz en y con el universo.
Adónde van está dedicada “A los que quedan”, a todos quienes han visto partir a un ser querido de manera prematura, bajo cualquier circunstancia. Se los invita a oír un supuesto mensaje que encierra el libro.
Finalmente, el título de la novela se obtiene de la nostálgica canción de Silvio Rodríguez. Tarde o temprano, todo termina. Nuestro deber es “vivir bien”, en la profundidad de las cosas sencillas. Algún día, nuestras miradas y nuestras palabras también partirán…
Feria Internacional del Libro de Santiago, noviembre de 2014
