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Café Caribe (cuentos):
un alegato contra el tedio y la incomunicación

Por José Petermann Oliva



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Gutiérrez Infante ha transitado por los senderos de la narrativa breve desde hace varios años. Con gran habilidad en el manejo de personajes y situaciones, nos ha regalado su mirada realista con agudas observaciones de crítica social, que lo emparentan con Nicomedes Guzmán, Manuel Rojas y, contemporáneamente, con Pedro Lemebel y Alejandro Zambra. Además, advertimos un lenguaje conciso, minimalista, de frases breves y reveladoras al estilo del admirado Raymond Carver, con personajes frustrados y solitarios. Es la voz de la protesta que nos devela la ciudad y también la furia.

En su nuevo libro, Café Caribe, varias de las historias nos sorprenden con desenlaces inesperados o ambiguos, como en “Si quieres, yo conduzco”, “Hora de volver a casa” y “Poema” (una premonición no confirmada).  Reconocemos rasgos del mundo cortazariano, que nos permiten preguntar “Adónde van” los personajes. El registro de datos históricos inmersos en la ficción nos recuerda a Borges, aludida su “Historia universal de la infamia” en el cuento “Basura”: Una secuencia de instancias cronológicas, hitos en la destrucción de libros culmina con la quema de dos ejemplares de la novela de editorial Forja titulada “Basura”…

Gutiérrez Infante en Café Caribe recorre con su mirada acuciosa el centro de Santiago, los bares, clubes de tango, juzgados de familia, un edificio de departamentos en Monjitas con 21 de mayo, que “tiembla los fines de semana”, donde “los migrantes viven en una fiesta continua”, un “barco agitado por las aguas del mar Caribe”. Es el Santiago del siglo veintiuno, donde peruanos, haitianos, colombianos y venezolanos son protagonistas. Los aromas de las comidas de inmigrantes, expuestas públicamente, perfuman las calles céntricas. Pero el núcleo atractivo del libro es el Café Caribe, que da título al mejor de los relatos.

Café Caribe es el refugio de hombres solos, acogidos por caribeñas, colombianas y venezolanas. “Una tregua en el viaje con destino desconocido”, como afirma el narrador. Es el “puente sobre aguas turbulentas”, como reza la canción de Simon y Garfunkel. El “leitmotiv” de varias historias es el divorcio, símbolo de la fragilidad de las relaciones de pareja, el fracaso amoroso, la separación que daña al protagonista y lo sume en el caos, la soledad y la tristeza, en una sensación de vacío y caída, es el sueño destruido. Como en la elogiada película Historia de un matrimonio, postulante al premio Óscar, presenciamos la historia del desamor, donde las palabras no pronunciadas explicitan una relación que agoniza por la incapacidad de comunicación, conducentes a la soledad que hace afirmar al personaje masculino “la soledad es un infierno”.  En el libro de Gutiérrez Infante, el incomprendido proceso de divorcio daña profundamente al protagonista, conducido al amargo camino de los tribunales, extraviado en la urbe santiaguina tras ser expulsado del paraíso, con parálisis facial periférica, incapaz de enderezar su cara y su vida. Y en el exilio, en la caída al abismo, surge Café Caribe. El café es el color realista, propio de la tierra, acogedor, color de los sabores fuertes e intensos. El Caribe es el mar Caribe de aguas turquesas, tibias y acogedoras.

Frente al mundo umbroso que rodea al protagonista, surge la luminosidad de la voz caribeña acogedora, dialogante, que ofrece el café robusto, intenso. El Café Caribe suministra al alicaído las alas para emprender el vuelo, como el vuelo liberador de Birdy en “Mascotas”. También la seguridad de la tierra sólida y firme. El local connota la liberación del caos, el soporte de la caída libre, la comunicación, la compañía, el consuelo. Frente al naufragio y a las aguas turbulentas, está la calma de las aguas diáfanas y temperadas, el Café Caribe.

El texto representa un alegato y manifiesto contra el tedio y la incomunicación de las relaciones humanas, contra la inamovilidad del conformismo y los aplastantes procesos sociales que someten al individuo. ¿Acaso no somos capaces de mirarnos a los ojos? ¿De indagar en el corazón del prójimo?...

Café Caribe nos invita a una profunda reflexión acerca de las relaciones humanas contemporáneas, devastadas y saqueadas por la fría indiferencia, incomunicación y carencia de solidaridad.

Felicitaciones a Gutiérrez Infante por estos estremecedores relatos que lo encumbran a la cúspide de la literatura chilena actual. Los invito a deleitarse con el aroma y el sabor de este Café Caribe, a veces amargo, pero, finalmente, de un dulzor iluminado, donde se atisba la esperanza.



 

 

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Café Caribe (Cuentos de Luis Gutiérrez Infante): un alegato contra el tedio y la incomunicación.
Por José Petermann Oliva