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Lily y el Conejo Dorado
Por
Teresa Calderón
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He leído esta novela que, como todas las novelas para niños de 8 a 80 años que ha escrito la poeta, novelista y artista visual nacida en La Serena, Lila Calderón tiene muchos caminos de lectura. Sus permanentes nexos intertextuales y su capacidad para ingresar en los distintos mundos creativos con el lenguaje de cada uno de ellos; mezclar y amasar ingredientes para lograr el mejor festín para el lector-espectador hace de su trabajo artístico una pieza única e inolvidable sobre la que se quisiera volver muchas veces.
Lila, virtuosa y experta en las habilidades que le otorga el oficio creativo la convierten en maestra graduada Cum Laudem en las artes literarias, plásticas y audiovisuales. Desde que era muy pequeña, incluso desde antes de aprender a leer y a escribir, Lila niña ya transitaba por mundos imaginarios y tenía un sentido del humor y de la belleza que le han dado el más importante soporte a su vida y a su inigualable cosmovisión.
Lily y el Conejo Dorado es una joya. Se lee “de una sola sentada” como solía decir nuestro padre cuando un libro lo amarraba desde la primera línea y no lo cerraba hasta que no hubiera dado con la última palabra que anunciaba el fin de la historia y la hora de retornar a la realidad, siempre convertido en alguien nuevo y distinto al que había ingresado a la lectura.
Esta novela me ha reencontrado con la felicidad y el placer estético, y de paso me ha regalado dos amigos nuevos: la encantadora Lily, una joven muy especial que construye vitrales y ama los libros, quien, con el fin de reunir el dinero que necesita para hacer el gran viaje que alimenta sus sueños, trabaja como asistente de un mago, y Conejo Dorado que llega a la ciudad donde el calor ataca y muerde, donde no le dan trabajo porque “no tiene curriculum” ni título ni experiencia laboral. Cuando Conejo dice que su título es Conejo porque así decía el cartel en la puerta de su casa del zoológico la gente se burla. Tiene sed, mucha sed. Desesperado se lamenta desde una cuneta, frente a una heladería y allí lo descubre Lily que deja su libro y sus lentes para invitarlo a tomar un jugo de zanahoria. Él se inquieta porque “no tiene bolsillos”, pero Lily le dice que ella pagará la cuenta. Así comienza esta amistad que llevará a Conejo y a Lily a vivir una increíble aventura cuyos peligros tendrán que sortear con todas sus habilidades y riesgos en un vertiginoso desarrollo hasta llegar a un final inesperado.
En algún momento del desarrollo de la historia, Conejo encuentra en la casa de Lily el libro Poemas de todos los tiempos que ella leía cuando se conocieron en la heladería, y quiso saber de qué se trataba. Se sentó frente a la ventana donde colgaba un móvil construido con pequeños vidrios de colores: Mientras avanzaba por las páginas, como si emprendiera un viaje entre las diversas letras que parecían llamarlo a continuar la lectura, vio caer las hojas palpitantes de esos árboles que Lily abrazaba durante el camino que hicieran la primera vez, cuando lo invitó a su casa, y sintió que las palabras navegaban por su sangre y le hablaban en secreto. Descubrió que un pequeño rayo de sol se había quedado atrapado entre los vidrios tintineantes del móvil y proyectaba sobre la pared un paisaje que se movía con el viento como una cortina de luz. Entonces vio bailar el mundo y el tiempo se derramó ante la ventana abierta de sus ojos. Ahí estaba él sintiendo cómo vivían en su mente todas las épocas de la historia y todos los rincones del universo. Conejo emocionado ante tanta belleza, se quedó en silencio observando la pared y comprendió que eso era la poesía.
Y el lector de esta maravillosa novela descubre también qué es la poesía, qué es la amistad, qué es leer una obra que hace “severos guiños a la eternidad”, como tengo la certeza que diría nuestro amado padre.
Gracias hermana por ser mi hermana, por proteger mi infancia, por ser lo genial que eres y por escribir como los ángeles. Gracias por “Lily y Conejo Dorado” y por todos los amigos invisibles que me presentaste en la infancia y a los cuales yo no veía, pero saludaba igual por si acaso.
Durante la presentación