DECLARACIÓN JURADA
Yo, Rodrigo Lira, en
relativo uso de mis facultades mentales -el ser humano ocupa o utiliza
un mero 10% de sus capacidades mentales, afirma Louis Pauwels (el de "El
Retorno de los Brujos"): imagínese a mi humilde persona, a quien le eran
sistematicamente destruidas sus irrecuperables neuronas mediante una
serie de electroshocks en un gabinete de la Clínica del Carmen hace
exactamente un año y tres días- hoy, 17 (diecisiete) de septiembre de
1977 (mil novecientos setenta y siete), a cuatro años y seis días del
Pronunciamiento Militar, cuando las banderas flamean a todo lo largo de
Chile, en mi calidad de ciudadano y de cabo segundo de reserva del
Ejercito de Chile, de alumno de cualquier cantidad de Establecimientos
Educacionales, y de carga familiar del abogado y coronel de ejército (R)
Dn. J. Gabriel Lira R., y por tanto favorecido con los servicios en
medicina y odontología de la Caja de la Defensa Nacional, sin que se
haya ejercido sobre mí apremio ilegítimo alguno ni se me haya hecho
víctima de forma alguna de violencia física, por mi propia y libre
voluntad y sin estar obedeciendo -que yo sepa- a ninguna sugerencia
proveniente de alguien, vengo en declarar lo que a continuación
declaro:
-Al anochecer del día
martes 30 (treinta) de agosto, habiendo regresado en la mañana de ese
día de un viaje de reposo por la IV (Cuarta) Región, salí del
departamento donde transcurre la mayor parte de mi existencia, a
disfrutar del espectáculo de la Luna llena levantándose de la Cordillera
sobre el espacio vacío de siluetas de edificios do hay algunas
multi-canchas al centro de la Villa Olímpica (Población Salvador Cruz
Gana, se llama también, parece). Mientras iba pasando por la primera de
esas canchas (Al oeste de la parroquia y al sur del Unicoop), fui
llamado por un grupo de adultos jóvenes y adolescentes que me ofrecieron
un trago de un cóctel de pisco con coca-cola.
Yo estaba más
interesado en la Contemplación de la Luna Majestuosa que el inmediato
entorno humano, de modo que fui sorprendido cuando se me interpeló en
forma amenazante, siéndome solicitados mis documentos, los cuales
habíanseme quedado en el departamento. Mientras los otros muchachos eran
también registrados, se me hizo apoyar las manos sobre el poste para
baloncesto que hay allí, más arriba de mi cabeza, con las piernas
abiertas y se palpó toda la extensión de mi cuerpo. Casi al mismo tiempo
(o tal vez poco antes), al registrar a un muchachito bajito de rasgos
afilados y casi siempre sonriente, de quien, además de su aspecto, sólo
sé que se le conoce como Country Joe (nombre de un músico rock
norteamericano, que aparece en la película Woodstock y que estuvo en
Chile, apareciendo en la revista Paula) o el Cantri, se le encontró un
trozo de papel de periódico que envolvía algo de una sustancia a la cual
uno de los... ¿agentes? refirióse como "mariguana". Acto seguido, se me
preguntó si era yo quien estaba fumando de un cilindro de papel blanco,
o más bien de una especie de huso al cual el agente se refería como
"pito" y que según parece había sido recogido del suelo, aún caliente,
según se afirmó. Yo me había acercado al lugar donde ese papel fue
encontrado, lo suficiente para ser o resultar sospechosos de acabarlo de
arrojar al suelo, pues yo iba caminando cuando estas cuatro peronas de
sexo masculino que -según dijo una de ellas posteriormente- pertenecían
a "la Comisión Civil de Carabineros" aparecieron en escena.
Yo había bebido
aproximadamente entre 50 (cincuenta) y 75 (setenta y cinco) centímetros
cúbicos del mencionado trago, y alguien más bebió después de mí,
acabando con el contenido de la botella, la cual alguien más se llevó;
quiero decir que la noche de autos la gente iba y venía y yo estaba ya
marchándome a casa, y soy muy parsimonioso para decir algo más que
"salud" como saludo y despedida, y a veces "nos vemos", y otras veces
"chao". De modo entonces que, al estar mis piernas en movimiento, y, por
ende, mi persona toda, en el momento de la entrada en escena de los
agentes, hacia el lugar en el cual uno de ellos se agachara para recoger
y levantar en su mano derecha el objeto denominado "pito", instantes
después de la inmovilidad que sobreviniera a los circunstantes al hacer
su aparición los agentes o carabineros, creo que es lo mismo, yo pasaba,
o, como dice la muchachada de la Villa, "entraba" a ser parte de o a
estar incluido en un grupo junto con otros tres (que también estaban en
las inmediaciones del lugar que se menciona a fojas dos, en la línea 29
(veintinueve), sobre el cual pesaba la categorización de "sospechosos",
a diferencia del otro grupo, de cuatro o cinco, humanamente próximo al
grupo anterior pero espacialmente distantes algunos escasos (pero
suficientes) metros del lugar que se menciona supra, en la línea 6
(seis), lo cual hacía que no se opinara que fuesen posibles de haber
arrojado el "pito" al suelo.
El sujeto, en el cual
el registro a que fuimos sometidos arrojara resultados observables, como
un papel y la sustancia llamada "mariguana", no podía negarlo. Manifestó
ser hijo de un coronel de Ejército, ante lo cual otro de los
comprometidos en esta escena que describo afirmó ser hijo de algún
funcionario de Investigaciones, de Interpol, con respecto a lo cual yo
puedo decir ahora que no mencioné la profesión y el grado de mi Señor
Padre, y que, con respecto a la profesión, rango, actividad, cargo o
grado de los que estos jóvenes, no tengo la menor idea de cuáles sean en
realidad pues ni siquiera he estado en sus casa, y el conocimiento que
de ellos tengo brota solamente de ocasionales contactos al anochecer.
Pero este tal Cantri negaba sin embargo haber sido el que estaba fumando
de tal "pito", al igual que los otros dos y que yo mismo.
Yo continúo negándolo,
y si alguien dispone de una de esas máquinas llamadas "detector de
mentiras", de las cuales tengo noticias por las historietas que leía
cuando niño y por algún espectáculo fílmico televideado, me ofrezco como
voluntario, pues tengo curiosidad por saber cómo funcionan tales
aparatos, los cuales me parecen más confiables en cuanto a su capacidad
de evaluar si una declaración es cierta o falsa que esos agentes, a los
cuales tuve tiempo suficiente para examinar, pues me parecieron gente
que sentía estar efectuando un trabajo desagradable, se veían en cierto
modo como... asustados, como explorando un "territorio desconocido" y
reputado como potencialmente "peligroso", y sin "controlar plenamente la
situación", debiendo recurrir a un mecanismo de defensa (en términos de
Freud) que resulta difícil describir y al cual los muchachos de la Villa
denominan "echar la prepo", y que se podría tal vez conceptualizar como
la capacidad de actuar en forma no sólo potencial, sino que posiblemente
o probablemente violenta y agresiva para aquel o aquellos a los cuales
la "prepo" se les echa (si bien la conducta de los caragentes limitóse a
ser, meramente, algo brusca en la noche de autos) como modo de afrontar
la situación.
Menciono estos
antecedentes para que se pueda forjar en la Mente del Lector una idea de
lo que los siloistas de un Grupo de Autoconocimiento al cual solía
asistir los primeros meses de este año habrían llamado el "clima"
(síquico) de esta escena, o, como lo llamaría la Pelusa, en cuya casa de
La Florida solían efectuarse las reuniones semanales, la "cósmica" de la
misma (el continente, llamándose "síquica" a lo contenido y "alquímia" a
la composición o estructuración interna de lo contenido en la "cósmica",
pero esto no interesa ahora. Cf. La Poética Menor y los Cuadernos de
Escuela y el Sinóptico Siloísta, todos de la Ed. Transmutación,
Santiago-Lima-Caracas-Quezón, etc.). No cuento toda la verdad porque es
imposible y absurdo, en tanto requeriría explayarme ad infinitum sobre
todos los hechos y los factores, las formas y las imágenes, los
protagonistas y los antagonistas, con su múltiple juego de conflictos y
alianzas; cuento, simplemente, lo que me parece pertinente y relevante o
determinante; no diré, por ende, ni aquí ni en lugar alguno quién era
realmente quien estaba abocado a la insólita tarea de extraer humo
presuntamente de "mariguana" de un huso blanco llamado "pito", porque no
estoy en condiciones de, o en disposición para hacer algo tan absurdo
como reconocer a una cara entre un grupo, lo cual supongo que sería la
única forma de identificar a quien realizara la susodicha tarea, para lo
cual habría que "hechar el guante" al "piteador", lo que parece resultar
algo un tanto dificultoso; y, aun cuando quisiera o estuviera dispuesto
a identificarlo, no podría, entanto no sé cuál pueda ser el nombre de
este sujeto, ni su apodo o alias en caso de que lo tenga, e incluso la
imagen física que de él tengo es borrosa. Puedo afirmar eso sí que no
era yo ni tampoco el llamado Cantri, aunque es dable opinar con algún
grado de certidumbre que la "mariguana" que se utilizase para liar el
llamado "pito" había salido de la que él tenía consigo.
De forma que fuimos
conducidos a la esquina de Avenida Grecia esquina de Obispo Orrego por
los cuatro caragentes, mientras la Luna subía por el cielo y su diámetro
aparente disminuía su tamaño, y una vez allí, el señor que mandaba al
grupo, patrulla, ronda o lo que fuera, sacó desde los amplios bolsillos
de su cuero negro una radio portátil. Ignoro si habiéndose entendido su
mensaje o en espera de mejores condiciones de transmisión, insistió
nuevamente sobre el punto candente, es decir, quién, de los del subgrupo
de cuatro entre los que estaba ese tal Cantri, el "piteador", yo, y otro
tipo más (el total de los presuntamente detenidos alcanzaba a los ocho o
nueve, a los cuales se sumaba la patrulla esta de cuatro agentes,
comisionados civiles o lo que fuera, todos los cuales resultábamos
sumamente conspicuos incluso en un lugar tan transitado como la esquina
esa, al frente de la Piscina Mundt), quién, digo, era el que estaba
piteando el "pito".
Y he aquí que pocos
días atrás había llegado a mi departamento un amigo que yo conocía desde
hace tres años, estudiante de cuarto año de Pedagogía en Filosofía en el
Instituto Pedagógico, y me contó que en un allanamiento a su domicilio
la Policía le había encontrado en su poder esta exótica sustancia, lo
cual significó que se le sometiera a cinco días de reclusión o
detención, los cuales fueron cumplidos en una celda de la Penitenciería
de Santiago (Comuna de San Miguel). Con lo de exótica sustancia me
refiero a la "mariguana", por si no se entendió. Prosigo. Y la visita de
este joven alumno de Filosofía, y lo que en ella me contó, o sea, el
calvario de su detención, rondaba aceleradamente en mi cabeza, en esa
esquina, la noche de autos. Pensando que era cierto el argumento que más
se repetía en el grupo, o sea, que muchos de los que lo integraban
trabajaban -son, o eran, empleados particulares, mayoritariamente- y
que, en un momento de restricción ocupacional como el actual era muy
posible que sufrieran serios inconvenientes en sus respectivas
actividades laborales, lo cual no ocurriría en forma alguna conmigo, ya
que por razones de salud mental estoy incapacitado de realizar
actividades calificadas remunerables, lo cual permite que, como ya dije,
mi Señor Padre perciba una Asignación Familiar por concepto de Mí en la
Caja de la Defensa Nacional, afirmé al Señor Comandante de la Patrulla
de la Comisión Civil que era yo.
Él realmente creyó que
era yo, aunque lo que dije fue que si quería que alguien le dijera era
yo, yo se lo decía, pero el problema era que no soy bueno como
mentiroso; él pensó que mi forma de afirmarlo probaba justamente mi
culpabilidad en el asunto del "pito" y les dijo a los otros dos
integrantes del que puede llamarse sub-grupo de cuatro que podían irse,
al igual que el sub-grupo secundario, y que el muchacho al cual se le
había encontrado la mariguana esa y yo debíamos esperar a una persona o
artefacto (presumiblemente un vehículo motorizado) llamado Furgón. Antes
de que especificara a los integrantes del sub-grupo secundario que
también estaban libres -en realidad los que podían irse eran solamente
los otros dos tipos del primer sub-grupo (entre los que estaba el que
tirara el "pito" al suelo, poco después de haberlo encendido y que
refiriéndose a la situación repetía "es penca")-, en los momentos en que
los muchachos habían hecho un alto en su frenético intentar avisar a sus
familias a través de conocidos que pasaban entre la gente que iba y
venía, Country Joe, el propietario de la "mariguana" encontrada y
decomisada, en poder ahora, como prueba incriminatoria, del Sr.
Comandante de Patrulla de la Comisión Civil de la Policía, se percató
finalmente de lo comprometedora que resultaba especialmente para él la
situación (para él, más que para mí, pues, si bien yo andaba sin
documentos, eso no es delito alguno; si bien mis botas eran similares a
las de las FF. AA. las había comprado en Argentina; el usarlas con mis
pantalones de tweed metidos adentro -para lo cual les mandé a hacer una
especie de puños como de camisa- tampoco era delito; y, si bien afirmé
haber estado "piteando", eso no era cierto), se decidió a intentar la
fuga y escapó corriendo en dirección sur, hacia el interiuor de la Villa
en la cual está su domicilio y sus familiares, con su señor padre
presuntamente coronel de Ejército... y yo hice lo mismo, pero en
dirección nor-noreste, cruzando Avenida Grecia en diagonal, a todo lo
que daban mis piernas metidas en esas inhumanamente pesadas botas
mendocinas. Volví a mi departamento, modifiqué mi aspecto y tomé el
rumbo de la casa de mis padres.
Al comunicar esta
lamentable historia a mi señora madre, ella fue del parecer de que lo
mejor que podía hacer era volver al Norte, puesto que ocurría que había
en Vicuña un giro para mí que yo no retirara. De modo que el miercoles
31 (treinta y uno) de agosto volví a pisar la tierra de la Cuarta
Región, de donde regresé el jueves 15 (quince) de septiembre, hace dos
días. Y como al ir a retirar mi mochila al Terminal de Buses Norte
pudiera ver, desde una micro, al Sr. Comandante de Patrulla en Vicuña
Mackenna, al llegar a Plaza Italia, y pensando en la posibilidad de que
en una próxima oportunidad pudiera ser él quien me viese a mí -a través,
tal vez, de una ventanilla de el "Furgón"- escribí esto.