PRIMOS
Luis López- Aliaga / Libros La Calabaza del Diablo / 2011
Por Jaime Retamales
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A fogonazo limpio, en esta breve novela, López-Aliaga despliega las escenas estrictamente necesarias para dar a ver no tanto los hechos de un crimen, que implican a una familia o a un entorno familiar, sino al derrotero de personajes que siguen una contra “incubada” en el proceso de socialización, y que se expresa como una histórica tensión irresuelta en sus relaciones más políticas:
Por los buenos años, que algún día tendrán que llegar, dice uno de los personajes. Eso se acabó cuando Althusser estranguló a su esposa, dice otro.
Y el asunto es éste y no es, porque otra de las líneas significativas del relato tiene que ver con su constitución, con el modo de crearse, y con lo que su autor se ha propuesto expresar en torno a su obra, deslizando para tal efecto un conjunto de citas y diálogos que se integran al relato sin interrumpirlo. La historia desea tener su génesis en la vida real a través de la investigación de los hechos, a lo Truman Capote, y la voz del narrador se nos confunde con su autor hurgueteando en los archivos de la biblioteca nacional. Un detalle que confiere a su relato de ficción cierta verosimilitud para fijar la idea en el proceso artístico de concepción de la obra.
De alta resolución técnica, un lenguaje que mantiene siempre directo y eficaz, se inscribe dentro de la narrativa que sugiere y se detiene en las causas más que en los resultados. Una teoría científica de los hechos, por cierto, aunque en la vida y en el arte, sabemos y su autor nos lo ratifica, resulta imposible determinar lo que prevalece sino es a través de la ideología que es pura creencia y voluntad, como todo.
Resulta inevitable soslayar el siguiente texto que es sólo un fragmento; en la voz de uno de sus personajes, y como una circunstancia de paso refiriéndose a una pintura, su autor lo sitúa casi al término de su novela dando un profundo toque de maestría a su arte escritural.
“Me llamó la atención la frialdad con la que está compuesta la obra, la minuciosidad forense, a pesar de que los personajes centrales, Venus y Cupido, permanecen en una situación insinuante, calentona. La perfección de las formas es indudable, aunque hay un empeño por mantener la compostura. Casi un rasgo de sicopatía. Me interesó menos la mitología clásica y cristiana que el rigor formal de ese pincel evasivo. ¿Quiénes fueron esos tipos que llegaron a expresar su fe de una manera tan desencantada? Quizás la técnica pictórica, y toda técnica en realidad, es una manera, la más sutil, la más compleja, de expresar el desencanto…”