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Publican antología bilingüe: La luz cae vertical  (Lumen)
El consagratorio retorno de Leonel Lienlaf

Por Pedro Pablo Guerrero
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 7 de enero de 2018


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"Ando de famoso", bromea al responder el celular, que suena en mitad de la entrevista, mientras se toma una leche con plátano en un café del centro de Santiago. El día anterior llegó de su natal Alepue, en la Región de Los Ríos, comunidad lafquenche adonde regresó a vivir hace tres años. Leonel Lienlaf (1969) habla rápido, es de mente despierta y muestra sentido del humor, sobre todo a la hora de reírse de sí mismo. Lejos queda la imagen del poeta tímido, ingenuo, con cara de niño, que en 1990 compartió el Premio Municipal de Literatura con Armando Uribe, por su primer libro, Se ha despertado el ave de mi corazón (1989), publicado cuando tenía apenas 20 años.

Por estos días, el regreso de Lienlaf a escena se debe a la publicación de la antología bilingüe La luz cae vertical (Lumen), editada por Vicente Undurraga. El volumen reproduce, íntegro, su poemario de 1989, y selecciona textos de sus tres obras siguientes: Palabras soñadas (2003), Kogen (2014) y Epu Zuam (2016), además de incluir poemas dispersos e inéditos.

"Primero, me sorprendió la propuesta de ser antologado", admite Lienlaf, "pero igual llevo casi 40 años en la poesía, que no es poco. Empecé a escribir a los 10 años".

En el breve texto introductorio del libro, recuerda que su abuela pensaba que "la poesía es como un mapa para entender la vida". Se lo decía mientras iban a buscar agua en la vertiente. "La poesía genera caminito, te lleva y te abre caminos", precisa el autor en la entrevista. "Cuando vas a un bosque te permite entrar. No en un sentido idílico, sino práctico. Mi abuela cantaba para que ese camino le abriera también otros espacios, no solo para llegar al estero, sino para entender otras cosas. Encontrar un remedio, por ejemplo, o comprender el mensaje que le pudiera traer el canto de los pájaros. Es difícil decirlo en castellano, pero ese universo es simbólico y, a su vez, real. Es práctico y se da en la vida cotidiana".


"Mis textos en mapudungún son como partituras"

Dice habitar un territorio bilingüe y que intenta desde ese espacio dialogar con dos idiomas que van en direcciones opuestas. ¿En qué sentido?
Son mundos distintos, no paralelos. Sí existe un diálogo, pero que al final es ya un lenguaje de señas, que toma distancias, sobre todo en temas metafóricos. Como que estuvieran en montañas distintas. En el caso del mapudungún, te lleva a una cosa como del alma, te va tirando emociones, hacia el encuentro de otras sensaciones desde el lenguaje, desde la sonoridad. En cambio, el castellano va adentrándose más en el intelecto y se transforma en un objeto. Se va petrificando, porque se racionaliza y queda solamente el concepto. Si bien los dos idiomas parten del mismo hecho, la forma en cómo el lenguaje se adentra en la vida hace que los caminos sean distintos.

Asumirlos permite generar un puente entre ambos, según Lienlaf. Pero aclara: "Mis textos no son traducciones. Son versiones. Los textos en mapudungún son como partituras que, después, el lector, o yo mismo, va a leer. Incluso agregando o quitando palabras. Lo hago permanentemente en recitales. Es lo que llamo la publicación oral".

¿Equivale al término "oralitura", que propone Elicura Chihuailaf ?
No lo sé, yo no lo uso, ni lo he reflexionado mucho. Me parece que todo arte creativo que tiene que ver con la palabra, tiene que ver con la literatura. Literatura no necesariamente es el libro. Eso es una convención que vino después de la imprenta, porque antes muchas de las obras eran orales, y había distintas maneras de transmisión. La literatura se fija como un concepto posterior y se la limita a lo escrito. No es algo que ocurra efectivamente con el trabajo mismo de creación. Porque todos los grandes literatos son grandes oralistas también. Son oradores. Es muy raro un poeta que no tenga relación con la palabra oral. Muchas veces lees un texto que encuentras horrible, pero lo escuchas recitado por el autor y es otra cosa.

Respecto de su manera de escribir, el poeta revela: "Normalmente reciclo mucho. Me gusta llegar a lo pequeño. No me gustan los textos grandes, aunque, claro, uno parte con textos insufribles. Es muy raro el poema que me quede redondo a la primera".

¿Primero escribe la versión en mapudungún y luego en español?
No, son indistintas. Se van creando una y otra o, de repente, se entremezclan. Pasan muchas simbiosis ahí. Trabajo en dos idiomas, paralelos, pero cada libro es un solo poema. Lo primero es la palabra, como lengua y como verbo. Todas las religiones antiguas hablan de que primero fue el verbo. Esa forma de construcción de realidades me ha llevado a la reflexión de que mis libros no son escritos al azar. Por eso me he demorado tanto en hacerlos. Me gusta el producto del libro como una unidad, y mis libros, a la vez, son diversos capítulos de un trabajo. Desde un primer despertar, para luego entrar al sueño y bajar hacia las profundidades de lo antiguo, que tienen que ver con memorias terribles.

¿Concibe sus poemas como sueños?
Trabajo mucho los sueños, varias cosas se gatillan a través de ellos. Pero los sueños están más allá del simple hecho de lo onírico. También son una idealización. El sueño como arquetipo. Son imágenes que transitan por ese espacio, están en un mundo más allá, pero también acá, en lo real. No es un ideario mítico. Mi libro Kogen tiene que ver con el paisaje, y es todo un trabajo con la memoria histórica.

Esto ya aparecía en " Se ha despertado el ave..." , ¿no?
Cuando vas entrando hacia el pasado hay una historia familiar que se relaciona con el contexto político de la caída del último mundo mapuche, en el sector de Villarrica, de donde venía la familia de mi mamá y de mi abuela. Con los asesinatos y el despojo, en definitiva, va entrando la pesadilla. Un poema como "Le sacaron la piel" corresponde a un hecho histórico que le ocurrió al lonko de una comunidad: le cortaron la cabeza y se la amarraron a la cintura, para amedrentar. Fue un hecho real, no una metáfora.

¿Por qué cree que, a pesar de esos textos, se le encasilló como "el poeta nativo, inocente y prístino... de voluntad adánica", según escribe Jaime Huenún en un posteo reciente?
Un iluminado panteísta, sí. Ha sido una idea auspiciada por la antropología, que tomó los primeros textos críticos y les dio una lectura canónica. Fue difícil despegarse de los antropólogos. De hecho, soy especialista en ellos. Después de mi primer libro he seguido trabajando en la misma línea poética, pero demostrando que la lectura no va por ese lado.

Ha afirmado que asumir un grafemario en lugar de otro -el Raguileo, en su caso- también es una decisión política.
El caos que tenemos de la aplicación de distintos grafemarios transmite un poco nuestra realidad dispersa como pueblo en esa construcción del lenguaje. El Alfabeto Unificado logra una estructura más académica, porque está hecho por lingüistas, con esta manía que tienen los lingüistas de domesticar las lenguas. Lo que ellos hacen, en definitiva, es darles reglas y meter en ellas la dinámica del lenguaje. Por eso yo juego a subvertir un poco esta historia en mis libros. En el más reciente, Epu Zuam, aglutino las palabras intencionalmente.

¿Y por qué en " Kogen" omite el texto en mapudungún?
El tema es que podemos escribir en cualquier idioma. Estaba antes esta idea medio antropológica de que la poesía mapuche es la escrita en mapudungún o que habla del tema mapuche. No necesariamente. Existe poesía mapuche en tanto existe un pueblo que es mapuche. Además, hay un juego. Kogen está en español, pero con la dinámica del mapudungún, que trato de reproducir en el texto mediante palabras que se arman a partir de otras, lo que es muy frecuente en nuestro idioma: construir ideas con dos palabras. Yo las uno mediante el guion bajo, lo que es muy cibernético. En un principio eran casi como códigos de programación. Después fui sacando los slashes , los backslashes , solo dejé los guiones bajos.

¿En qué ha cambiado el contexto desde que irrumpió con su primer libro, en 1989, y el actual momento en que reaparece?
La poesía mapuche hoy en día es muy variada. Incluso yo diría mucho más variada que la poesía chilena, porque hay mucho campo donde explorar: desde lo que hace David Aniñir, con Mapurbe, a lo que escriben Maribel Mora o Adriana Pinda. Hay muchos nombres, y buenos. Aunque también hay muchos malos. Pero la situación ha variado completamente. Cuando yo partí no se conocía la poesía mapuche. Incluso recuerdo discusiones donde aseguraban que no existía. "Tú eres poeta nomás", me decían. Ya no hay cuestionamientos de que exista, incluso es parte del currículum académico.


Traduciendo "El Principito"

Durante mucho tiempo, Leonel Lienlaf ha trabajado en temas ambientales. "Me apasiona el bosque nativo", reconoce. Se especializó en sotobosque -vegetación que crece bajo los árboles de un bosque- y plantas específicas que se usan en rituales de la cultura mapuche. Perteneció a varias ONG, pero ahora trabaja más en forma independiente. "Quiero armar un catastro del bosque que hay en la cordillera de la Costa", dice. "He estado trabajando mucho en la cordillera de Nahuelbuta".

Entre los años 2005 y 2010, trabajó en el guion museográfico del Museo Mapuche de Cañete, lo que dio pie a una rica discusión con las comunidades mapuches de la zona. Ellas reclamaban que nunca habían tenido museos. "Tampoco teníamos caballos ni trigo", les recordó. "Una de las gracias de lo mapuche -agrega Lienlaf- es que siempre ha asimilado las cosas que vienen de afuera y las ha mapuchizado. En los rituales hoy se usa acordeón y trompeta. Incorpora objetos a la dinámica propia de la cultura. En poesía es lo mismo".

Actualmente, Lienlaf trabaja en dos grandes proyectos. La fundación Petit Prince Collection, con sede en Suiza, le encargó traducir El Principito al mapudungún. "Queremos sacarlo para el Año Nuevo mapuche, el 23 de junio", anuncia. Lo publicará Ediciones Cagtén, de Temuco. "Estoy tratando de leer a Saint-Exupéry en francés. Hay que ser fiel al original", advierte Lienlaf. Pero su proyecto más ambicioso es la redacción del libro en prosa Inche Ngen ("Soy yo"), financiado en parte por la Universidad Católica. "Es una reflexión sobre el ser en el mundo mapuche, desde el mapudungún, pero planteada en castellano", dice.

"Volveré", anunciaba el último poema de Se ha despertado el ave de mi corazón. Y Lienlaf cumplió la promesa: ha vuelto a publicar un libro que lo consagra como uno de los poetas mapuches más importantes. Pero también ha regresado al pueblo costero donde nació. "Yo creo que volví por una necesidad. Uno siempre está volviendo. Aunque ahora igual tengo ganas de salir. Me gusta bajar a la ciudad, pero no por mucho tiempo. Voy seguido a Temuco, aunque me queda más cerca Valdivia. Temuco es frontera, en cambio Valdivia sigue siendo una ciudad-prisión. Bonita, pero como una postal".


 

 

 

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