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Pewma dungu (palabras soñadas)
La luz cae vertical, de Leonel Lienlaf. Lumen. Santiago. 198 págs.

Por Pedro Gandolfo
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio. 4 de febrero de 2018


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El encuentro entre la cultura europea -representada por el conquistador hispano- y la cultura indígena mapuche ha estado marcado por la violencia y la imposición de la cultura dominante sobre la dominada. En ese contexto histórico, la poesía se alza como una excepción: es quizás el único ámbito cultural, proveniente de Occidente, donde ha sido posible un diálogo, una acogida en términos igualitarios y no una mera dominación. La poesía proyecta aquí una dimensión política positiva, siendo un camino en el que la cosmovisión mapuche del mundo y el cuidado de su memoria se cruza con el camino poético europeo. 

Lionel Lienlaf es un sobresaliente ejemplo de las posibilidades a que da lugar este encuentro. En esta antología de su obra -breve pero poderosa- se halla presente desde su inicio la conciencia de las no pocas dificultades que yacen también en él. De partida, mientras la tradición mapuche es oral, la poesía, en su modelo actual, es un ejercicio de escritura, que tiene, por lo mismo, un componente literario. Lienlaf -una parte esencial de cuya obra poética es bilingüe- se preocupa con extrema delicadeza del sistema de transliteración, es decir, del peligroso paso de un lenguaje oral a la escritura. Esta preocupación no solo tiene importancia por razones de rigor antropológico, sino que se vincula, asimismo, con el origen de la poesía que, como se sabe, tiene su fuente remota en la oralidad, a la cual de algún modo debe regresar o tener en mente, porque las consecuencias deletéreas de la escritura en el poetizar son enormes y vigentes. La segunda dificultad que aborda Lienlaf es, por cierto, el problema de la traducción. El autor es plenamente consciente de los peligros de distorsión que rodean este punto clave. Sus traducciones son versiones que buscan arduamente aproximar el castellano al decir mapuzungun, dos lenguas diversas a las cuales subyacen lógicas y maneras de ver el mundo distintas. 

En toda la poesía de Lionel Lienlaf se advierte un enorme respeto, cuidado y cariño por las virtudes del mapuzungun y una lucidez actuante respecto de las oportunidades y peligros que involucra para ella el ejercicio del poetizar. Este talante, que es principal, recorre toda su obra, desde Se ha despertado el ave de mi corazón (1989) hasta Zuam (2016), y define un conjunto de marcas en su lenguaje poético, que van desde el bilingüismo, a la particular sintaxis de su escritura poética castellana o a la invención de una suerte de vocablo complejo, producto de la unión de dos palabras con un guion bajo, muy visible en su poemario Kogen (2014). Este hallazgo es un acierto notable, porque, de un lado, pone en evidencia la lógica de significación binaria predominante en la lengua española -que fuerza a figuras como el oxímoron-, en contraposición al carácter gradual y complejo con que mapuzungun dice y significa. 

La poética de Lionel Lienlaf supera con éxito el desafío de toda poesía de origen étnico: sacrificar lo poético en el altar de lo testimonial. El mapuzungun, la memoria de su tribu y la cosmovisión de su pueblo se integran en una obra que es, ante todo, poesía. En esa poesía aparece un hablante que se plantea en una relación con la naturaleza por completo distinta a la segregación típica con que opera el hombre moderno occidental. En la poesía de Lienlaf sorprende, así, un sujeto que mantiene con los senderos, las montañas, la tierra, la lluvia, la luz, ciertos animales, el mar o los árboles una relación que, al contrario, es continuidad y no separación. Las imágenes poéticas que se construyen a partir de este punto de vista son luminosas, remueven recuerdos perdidos, señalan una pérdida y una esperanza. Del mismo modo, en la poesía de Lienlaf, el sueño se incorpora en la vida del hablante, no como algo que adviene fuera de la vigilia -que es la instancia de conciencia privilegiada en la mirada de Occidente-, sino dentro de un ámbito ampliado en que vigilia y sueño se integran en una unidad y continuidad que da lugar a imágenes y figuras de una belleza sobrecogedora. 

En fin, el poeta que habla en estos poemas mantiene un vínculo con sus ancestros muertos poderoso. La memoria del pueblo mapuche no se incorpora así a la poesía como consecuencia de un esfuerzo deliberado de hacer memoria y dejar registro, sino porque, a diferencia del hombre occidental, en que una vez efectuado el duelo el difunto es recluido en un más allá desconectado de la vida, en el poeta Lienlaf la presencia del ancestro es concreta, interna y permanente, y no se puede hablar sino en conjunto con ella. 

La luz cae vertical resulta desde todo ángulo una antología lograda y necesaria, ya que hace visible el aporte valiosísimo de Lienlaf a nuestra tradición poética. 



 

 

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Pewma dungu (palabras soñadas)
La luz cae vertical, de Leonel Lienlaf. Lumen. Santiago. 198 págs.
Por Pedro Gandolfo
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio. 4 de febrero de 2018